
Feria de Navidad
on 4 enero, 2022 in Juan
1Juan 3, 7-10
Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como Dios mismo es justo. Pero el que peca procede del diablo, porque el diablo es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del diablo. El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. Los hijos de Dios y los hijos del diablo se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
Palabra de Dios
Comentario
Hay que reconocer que en estos tiempos en los que vivimos, en donde no se puede negar que hay mucha confusión, tanto en el mundo, en el pensamiento del mundo como la propia Iglesia, donde se escuchan tantas voces distintas e incluso parece ser que cada uno pueda armar la fe a su manera, a la carta pidiendo un menú y eligiendo lo que más le conviene, o también somos nosotros mismos, los sacerdotes, que sembramos confusión y la gente escucha una cosa y otra, y ya no sabe para dónde ir. Bueno, cuesta mucho en estos tiempos. Pero al mismo tiempo, valga la redundancia, es tan necesario escuchar verdades claras y distintas, escuchar que la Palabra de Dios en muchas cuestiones no tuvo grises, sino que fue directa y contundente; que los evangelistas, en este caso la primera Carta de Juan, cuando tuvieron que decir algo lo dijeron. En definitiva, la verdad de la Palabra de Dios es así: «Es como una espada de doble filo, dice la Carta a los hebreos, que penetra y corta, y llega hasta la médula, hasta los huesos». Y corta porque, cuando escuchamos la verdad, puede no gustarnos, puede parecernos demasiado dura, pero finalmente, si sabemos abrir el corazón, si nos abrimos a la verdad y a la luz que proviene de Jesús, nos dará paz, nos dará lo que necesitamos, luz para el camino.
«Hijos míos, dice san Juan hoy, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo», o sea, muy fácil, muy sencillo. Se ve que en ese tiempo también había confusión y había engaños. Seguramente había muchos que decían que se podía tener fe y, al mismo tiempo, obrar de otra manera, o sea, no ser justo, no ser santos. El que practica la justicia, la santidad que viene de Dios, es justo, porque en realidad puede practicarla, porque la santidad habita en él, porque «Dios mismo es justo», y es el que nos da la santidad, y lo mismo al revés: «El que peca, proviene del demonio y no porque estemos endemoniados, sino porque el diablo es pecador desde el principio», dice Juan. Es el padre de la mentira, es aquel que se ha revelado contra la voluntad de Dios y por eso su único fin, su único deseo es alejarnos a nosotros de la voluntad de Dios y busca llevarnos a pecar, a elegir en contra de lo que Dios quiere. Entonces tampoco hay que engañarnos. Al pecado, aunque a veces a muchos no les guste nombrarlo, hay que nombrarlo por su nombre, como debe ser. Lo que es pecado, es pecado. Lo que está mal, está mal. Lo que contradice los mandamientos de Dios, hiere nuestra vida de gracia, hiere a nuestros hermanos y hiere al cuerpo de Cristo. Eso no quiere decir que no existe la misericordia y el perdón, por supuesto que sí.
Pero por hablar del pecado no vamos a dejar de hablar de la misericordia, pero tampoco por hablar de la misericordia vamos a dejar de hablar del pecado, porque justamente la misericordia viene a ser el remedio contra el pecado, viene a sanar las consecuencias del pecado en nuestras vidas. Es medio contradictorio escuchar hablar tantas veces de la misericordia si no se habla del pecado, son de algún modo las dos caras de la misma moneda. Cuando pecamos, cuando elegimos mal, cuando elegimos nuestra propia voluntad, que muchas veces contradicen al Padre; cuando elegimos el mal, porque no sabemos elegir otro camino, porque buscamos el camino más fácil; cuando vemos tanto mal en el mundo de personas que eligen y optan por seguir el camino de la maldad; cuando vemos tanta injusticia, cuando vemos que el mundo nos quiere engañar, ¿cómo vamos a negar que existe el pecado? Es verdad, el pecado molesta, el pecado a veces se transforma como una gran carga para nosotros y para la humanidad, y por eso el mundo quiere taparlo, y por eso también nosotros a veces nos queremos engañar a nosotros mismos llamando a lo que es pecado de otra manera, barnizándolo para quedarnos tranquilos de conciencia. ¡Pero no!
Volvamos a mirar a Jesús. Somos hijos de Dios, hermanos de Jesús y él vino a destruir las obras del diablo, él vino a destruir en tu vida y la mía todo lo que nos aleja de la alegría de ser hijos de Dios y de obrar como él quiere. Por eso dice san Juan: «El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él». El que verdaderamente está unido a Jesús, el que busca cada día hacer su voluntad, se podrá equivocar muchas veces, porque nadie es perfecto, podrá tomar decisiones erradas, incluso creyendo que está obrando bien, pero no va a pecar, porque el peor pecado es rechazar la voluntad del Padre. Es elegir consciente, voluntariamente y libremente aquello que nos aleja de Dios.
Si estamos en pecado, si estamos alejados del padre, volvamos a Jesús con confianza, él es nuestro abogado. Si estamos atrapados por un vicio o por algo que nos encadena, volvamos a Jesús a mirarlo y a pedirle que él nos haga nacer de nuevo y que destruya en nosotros las obras del demonio. Y si no estás en pecado grande, si no estás cayendo en esos pecados que te alejan de la gracia, no pienses que no podés seguir creciendo, podemos seguir amando más al Señor y a nuestros hermanos.