Fiesta de san Bartolomé Apóstol

on 24 agosto, 2022 in

Juan 1, 45-51

Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret».

Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?»

«Ven y verás», le dijo Felipe.

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».

«¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael.

Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».

Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús continuó: «Porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”, crees. Verás cosas más grandes todavía».

Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Palabra del Señor

Comentario

Se dice, o mejor dicho los católicos decimos que los apóstoles son los pilares de la fe, o las doce columnas de la Iglesia. De hecho, si te fijás en algunas Iglesias antiguas, donde todo se construía con una simbología bien pensada y rezada, tienen doce columnas, seis de cada lado, en cada nave, sosteniendo la nave central. Todo un signo. Sabemos también que Jesús es la «piedra angular», o sea la piedra que está en entre las dos paredes formando un ángulo, la piedra que cierra la arcada, sin ella todo se viene abajo, sin Jesús la Iglesia se viene abajo, dicho en criollo. Sin embargo Jesús eligió a doce hombres, comunes y corrientes, de la misma madera que vos y yo, para que sean los «receptores y transmisores» de su amor, de sus palabras, de su mensaje, de su salvación. En definitiva, más allá de los que muchos puedan decir, más allá de tu experiencia personal de fe, más allá de todos los pecados juntos de la historia, más allá de las falencias actuales, la Iglesia es la «extensión» en el tiempo del amor de Jesús que quiere llegar y abrazar a todos.

Cada vez que celebramos la fiesta de un apóstol de la Iglesia, de uno de los doce, de los más cercanos de Jesús, celebramos este misterio. O sea, que nuestra fe, nuestra confianza y esperanza en Jesús no se basa en divagues particulares, no se basa en fábulas, no se basa en revelaciones privadas, no se basa en ideas voladoras, sino que se basa en una realidad bien concreta; en el testimonio de doce hombres que estuvieron y vivieron con Jesús, lo conocieron, lo vieron hacer milagros, comieron y disfrutaron con Él, lo vieron morir; pero fundamentalmente lo vieron resucitado, lo vieron vencer a la muerte, lo tocaron, lo escucharon y abrazaron después de muerto, lo abrazaron vivo. Creemos en eso, creemos en Jesús, pero en un Jesús vivo que se conoce solo por medio de otros, solo por medio de la Iglesia. Nadie conoció a Jesús «encerrado» en su habitación. Nadie, ni vos ni yo, conocimos a Jesús leyendo solos la biblia, leyendo solos el catecismo, yendo solos a misa, recibiendo solos el bautismo, dándonos a nosotros mismos la confirmación, el perdón.

Nadie, absolutamente nadie. Todo el que te quiera meter eso en la cabeza te miente. Jesús llegó a tu corazón y al mío, por medio de otras personas, de situaciones, de momentos concretos. Y esto que te digo es una gran cadena hacia atrás, que segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora y día tras día, viene desde Jesús, a los apóstoles, la Iglesia, vos y yo. ¿Pensaste eso alguna vez? Esa es la maravilla y la fragilidad de la fe que muchos niegan o les cuesta entender, y por eso tambalean en la fe, porque no quieren entender lo que es de sentido común. El que pretende otra cosa, no comprende el querer y sentir de un Dios que se hizo hombre, justamente para generar esto. Una atracción de amor que atraviese los siglos y llegue hasta nosotros, hoy, ahora, concretamente, y por ejemplo hoy por medio de este audio, de las palabras de Dios que vuelan por los aires y llegan al corazón de tantas personas. Bueno, pero no te quiero aburrir con esto, solo espero que te sirva para que entiendas lo lindo que es creer en esto, aunque a algunos les cueste tanto.

Algo del Evangelio de hoy confirma lo que te quiero mostrar. ¿Cómo conoció Bartolomé, Natanael a Jesús? o mejor dicho… ¿Cómo se dejó conocer Natanael por Jesús aquella tarde? Gracias a Felipe. Felipe fue el mensajero, el que hizo de eslabón para que Natanael sea sorprendido por el amor de Jesús. Siempre hay un «Felipe» en la vida de nosotros. Mirá para atrás y pensá. ¿Quién fue «tu Felipe»? ¿Quién fue el que alguna vez te dijo: Encontré al que siempre quise encontrar. Encontré al que da sentido a mi vida. Encontré al que dará sentido a tu vida? ¿Quién fue? ¿Te animás a pensar quién fue y cómo fue ese día? ¿Te animás a pensar y a rezar por ese «Felipe» que te ayudó a que tu vida cambie completamente? ¿Te pusiste a pensar qué sería de tu vida si no hubieras conocido a Jesús, y si Él alguna vez no te hubiese dicho «Yo te vi, Yo te vi antes que otros? ¿Te animás a llamar o mandarle un mensaje a esa persona que para vos fue un apóstol y te acercó la gracia a tu vida? Qué lindo que pensemos eso. Qué lindo que hoy entre nosotros nos demos las gracias por ayudarnos mutuamente a ser «alcanzados» por Jesús, por el único que nos conoce verdaderamente, por el único que sabe cómo somos y lo que pensamos.

Para terminar, te cuento algo. Me acuerdo que cuando fui a Roma hace varios años, yendo hacia la Basílica de San Pedro con esa emoción de la primera vez, iba con un sacerdote amigo, nos equivocamos de colectivo y tuvimos que bajar muy lejos hasta poder llegar. Pero fue providencial. Caminando y disfrutando de andar por esos lugares sembrados de historia y de fe, casi sin darnos cuenta, nos «topamos» con la Iglesia de San Bartolomé. Me acuerdo de las sensaciones, de lo que se me cruzó por la cabeza y el corazón. Estaba ante la tumba de una de las columnas de la Iglesia, de uno de los hombres que ayudó a que hoy yo tenga fe y sea sacerdote. ¿Y si hoy también le agradecemos a él?