Fiesta de San Felipe y Santiago

on 3 mayo, 2021 in

Juan 14, 6-14

Jesús dijo a Tomás:

«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».

Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».

Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?

Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.

Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.

Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré».

Palabra del Señor

Comentario

Es lindo pensar y sentir que nuestra fe no está asentada en fábulas o en cuentitos que nos contaron, sino en una realidad, en algo bien concreto, en la historia de hombres y mujeres que realmente conocieron a alguien llamado Jesús, que lo amaron y se dedicaron a transmitir sus enseñanzas después de verlo resucitado, después de que ascendió a los cielos y recibieron el Espíritu. Es por eso que festejamos y nos hace bien la fiesta de los apóstoles, porque ellos fueron testigos directos de lo que nosotros hoy nos enorgullece contar. ¿Cómo podríamos seguir y hablar de alguien del cual no sabemos con certeza que existió? ¿Cómo sería posible que la vida de un hombre como Jesús haya transformado y siga transformando la vida de tantas personas, si no fuese una verdad, si no nos hubiese marcado un camino, si no nos diera una vida distinta? Sería imposible, una gran locura colectiva a lo largo de la historia. Vos y yo somos la prueba concreta y más cierta de que nuestra fe no es una fábula, de que la fe es algo vivo, de que tener fe hace bien y vale la pena.

Podríamos decir que los hombres, vos y yo, en general, siempre queremos más, siempre buscamos más. Y eso está bueno, menos mal que es así, porque si no, nos moriríamos de mediocridad, de rutina en rutina, incluso a veces de depresión, no encontraríamos un sentido, viviríamos de un sin sentido. Creo que esto nos pasa porque, en el fondo, estamos «hechos para más», estamos hechos para amar. Fuimos creados para Dios, por Dios, y la criatura tarde o temprano busca a su Creador, a su hacedor, ¿no?; es lógico, o debería serlo. Como la mascota busca a su dueño, como el amado a su amada.

Por otro lado, ese querer más también se nos vuelve, por decir así, en contra y hace que sin darnos cuenta nunca nos terminemos de conformar plenamente. Es raro, pero nos pasa con lo de cada día y nos pasa con las cosas más profundas, eso que no terminamos de explorar y conocer, esas cosas de la vida que las «tocamos» en situaciones límites, como grandes consolaciones y alegrías, así también como los grandes dolores y desolaciones. Si hace calor, a veces nos quejamos porque hace calor; si hace frío, porque hace frío; si tenemos esto, porque lo tenemos; si no lo tenemos, porque no lo tenemos, y en definitiva, podemos andar en la vida o por la vida quejándonos y no agradeciendo tantos dones, tantos regalos.

Con la fe nos puede pasar lo mismo. A los discípulos les pasó lo mismo sin darse cuenta. Tenían a Jesús en frente, pero pedían más. Algo del Evangelio de hoy, en la fiesta de dos apóstoles, Felipe y Santiago, nos muestra esto: «Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”». Jesús les acababa de decir que él era el Camino, la Verdad y la Vida, todo lo que un hombre podría desear, y ellos pretendían algo más. ¿Se puede pedir algo más? No, pero en el fondo pasa, en el fondo sí. Es lo que no terminamos de comprender muchos cristianos. ¿Necesitamos algo más que a Jesús? No. Sin embargo, queremos y pedimos más, y muchas veces… cuanta cosa «maravillosa» aparece por ahí o nos cuentan, cuanta aparición o manifestación anda rondando por ahí, cuanta novena y cadena milagrosa que nos mandan, sin darnos cuenta, podemos llegar a considerarla como un fin y no como un medio para llegar a él. Cuidado, no estoy criticando eso, lo que digo es que, si andamos tras de eso como si fuese un fin, nos olvidamos del verdadero fin.

Por eso, qué lindo es hacer nuestra, propia, esta respuesta de Jesús a Felipe: «Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?». En el ADN de nuestro ser espiritual está el deseo de comunicarnos con nuestro Padre Creador. Somos hijos, no mascotitas que se apegan al que le da un poco de cariño. Somos hijos libres que tienen que descubrir que es necesario reconocerse amado y reenviados a amar.

¿Crees esto? ¿Crees que Jesús es el Camino para llegar al Padre que te creó, la Verdad que marca el sentido de tus pasos para llegar a él, y la Vida que te da fuerza y te permite respirar hasta que te abraces eternamente con él? ¿Crees que si hablás con Jesús, en realidad hablás también con tu Padre? ¿Crees que al amar a Jesús no necesitás ninguna cosa «maravillosa» que anda por ahí? ¿Crees que en la Eucaristía está ese Jesús que nos dice: «Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré»? ¿Te das cuenta como entonces la obra de Dios es que creamos esto? ¿Te das cuenta entonces que el verdadero milagro es tener fe, es creer y aceptar con confianza, con libertad este misterio, que nos impulsa a amar y a vivir la vida con los pies en esta tierra, pero con el corazón puesto en las cosas del cielo?

Es bueno siempre aspirar a más, es verdad, eso nos ayuda a vivir mejor y a superarnos, pero, al mismo tiempo, hace bien aprender a conformarse con lo que ya se nos dio y no terminamos a veces de valorar. El cristiano en serio es el que sabe que ya tiene todo, porque Jesús es TODO, pero, al mismo tiempo, siempre busca más, busca amar más, busca que los demás descubran cuál es el verdadero Camino, cuál es la verdadera Vida y cuál es la gran Verdad.