
I Sábado de Cuaresma
on 4 marzo, 2023 in Mateo
Mateo 5, 43-48
Jesús dijo a sus discípulos:
«Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.»
Palabra del Señor
Comentario
Terminamos esta primera semana de cuaresma llenos de recomendaciones, llenos a veces de cosas por hacer, aparentemente, de palabras por cumplir, pero no es así. En realidad, es más para recibir, contemplar y asimilar que para “hacer”. Una semana en la que los evangelios nos sacudieron de lado a lado y, de yapa, terminamos escuchando una de las páginas más difíciles del Nuevo Testamento, no solo porque, de algún modo, es difícil de comprender, sino también, fundamentalmente, por lo difícil de vivirlas. Por eso te propongo que antes de pensar, calcular y recalcular lo que tenemos que hacer, lo que deberíamos hacer, es dar gracias a Jesús por estos días de gracia. Demos gracias a Jesús porque día a día, más allá de nuestras debilidades, estamos haciendo lo posible para escucharlo.
Vos y yo ahora estás escuchando la Palabra de Dios. Qué cosa más linda podemos tener en la vida que alimentarnos de las palabras que salen de la boca de Dios. Es verdad, a veces mejor, otras veces no tanto, algunas ni siquiera escuchamos, pero lo importante es volver a empezar, volver a levantarse y desear como alguna vez lo deseamos. Dar gracias es fundamental para no caer en un cristianismo vacío de contenido, para no caer en el fariseísmo del cumplimiento, de la conciencia anestesiada por la tranquilidad de ser, relativamente buenos.
Acordate: esta semana escuchamos muchas veces “No solamente vivís de pan. No solamente vivís de las cosas materiales”. Vivís del amor que recibís del Padre y que podés dar a los demás. Vivís de lo espiritual. Vivimos de lo espiritual. Por eso levántate otra vez. ¡Vamos que podemos! ¡Vamos! Que podemos ser cada día más santos.
Evidentemente, también es verdad, después de escuchar Algo del Evangelio de hoy, no alcanza con ser relativamente buenos, acordate de la frase de ayer. «Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.» Les aseguro que, si ustedes creen y piensan que, con ser buenos, con no matar a nadie, con no robar alcanza para ser Hijo, están equivocados. Jesús vino a hacernos hijos, no esclavos te decía ayer. Si queremos llegar a la vida eterna, si queremos llegar a lo que nosotros llamamos Cielo, al encuentro con Dios cara a cara, es verdad que alcanza con que cumplamos los mandamientos, es verdad que con no matar y robar casi que tenemos un pase asegurado, es verdad que sin hacerle mal a nadie tenemos un nichito “ganado” en el cielo.
Pero… ¿y mientras tanto? Nos perdemos de vivir como hijos, nos perdemos en vivir calculando, nos perdemos de ser cristianos en serio. No entrar en el Reino de los Cielos equivale a perderse desde hoy la posibilidad de dar más, perderse la alegría de amar no solo a los que nos aman y nos tratan bien, sino que, incluso a los no muy amables, a los que son medios desagradables, a los que nos critican, a los que nos molestan, a los que son insoportables, a los que nos hacen el mal sin razón, en definitiva, a los que “naturalmente” digamos así, no nos sale amar. Esta es la propuesta de Algo del Evangelio. No es la obligación, es la propuesta de algo mayor y mejor. Es el empuje de algo que no podríamos hacer si no fuera porque Jesús lo hizo y porque nos da esa fuerza. Es matar en nuestro corazón todo intento de odio, de venganza, de rencor, de bronca. Es dejar que la Gracia de Dios nos invada. Por eso, si estás queriendo emprender el camino de la venganza, como dice un pensador por ahí, empezá cavando dos tumbas.
Como diciendo: el que se quiere vengar, el que vive del odio finalmente cava una tumba para él, y para el otro. No vale la pena odiar, te hacés mal a vos mismo y a los demás. No vale la pena vengarse, no vale la pena tener rencor. Por eso Jesús nos quiere proteger de eso. Es verdad, naturalmente a veces no se puede, pero sobrenaturalmente sí. Esa es la perfección de la que habla Jesús.
Ser perfectos no significa no equivocarse, ser un perfectito que le sale todo bien, sino que ser perfecto evangélicamente es buscar y querer amar como ama el Padre, con el amor que proviene de Él, con amor que viene de lo alto. Sí se puede ser perfecto al modo del Evangelio, es mentira que no se puede. Miles y millones de santos lo lograron con la gracia de lo alto. Mientras no queramos esto, mientras pensemos que la perfección del evangelio es para algunos, estaremos todavía viviendo como paganos, no como creyentes, viviremos como la mayoría del mundo, intentando ser un poco buenos y evitando cruzarse con las personas que no son amables.
Los enemigos serían todas aquellas personas que no nos sale amar naturalmente. No pienses en aquel que directamente te hizo algo malo, sino también aquellos que te cuesta amar. Jesús no pretende que seamos amigos de los molestos, de los poco amables, o de los malos, pretende que por lo menos, no les quitemos el saludo, pretende especialmente que recemos por ellos. Si empezamos a transitar este camino empezaremos a sentir la alegría de ser hijos, de ser hermanos de todos, de vivir sin rencores, de vivir sin destruir, de construir siempre. Eso es ser perfectos como el Padre del Cielo. Que esta primera semana de cuaresma nos haya movido el corazón para que nos animemos a amar como Jesús nos ama. Para que nos animemos a abrazar a todos como hermanos, como nuestro Padre del Cielo nos enseña.