
I Viernes de Adviento
on 2 diciembre, 2022 in Mateo
Mateo 9, 27-31
Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David».
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó: «¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor».
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído».
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús les exigió: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa».
Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Palabra del Señor
Comentario
¿Qué responderías si hoy te preguntaran cómo preferís vivir, con o sin esperanza? ¿Con o sin una meta clara? Sería una locura pensar en responder que no. Aunque de hecho nos esté pasando. Creo que nadie elegiría no tener rumbo, horizonte. Todos necesitamos, como se dice, un norte, una para qué, un hacia dónde. ¿Qué haríamos si no tuviéramos esperanza? Sería una tristeza enorme encontrar a alguien que diga que solo vive del presente, que no necesita nada de lo que vendrá para poder vivir. Por otro lado, es un poco extraño decir que necesitamos de algo que vendrá para vivir el presente, si en realidad el futuro verdaderamente no existe. Por eso, alguna vez se acusó, e incluso se la acusa a nuestra fe de ser una especie de anestesia que adormece nuestra conciencia del presente, esperando un futuro mejor que parece que nunca va a llegar. Parecería que tener fe es de tontos, ingenuos o ilusos y que, además, el tener fe hace que no busquemos cambiar el presente, que solo se espera en una intervención de Dios, así, algo medio mágico. Nada más alejado de lo que realmente es para nosotros tener fe, de lo que significa tener esperanza. Es cierto por otro lado, que hemos colaborado para que piensen eso, hemos puesto nuestro granito de arena para que los demás caricaturicen un poco nuestra fe. Cargamos con el peso del pasado, pero ese es otro tema.
Esto es parte de la verdad, si entendemos la esperanza cristiana como una simple promesa de algo mejor. Sería algo así como decía una canción: «Yo tengo fe que todo va a cambiar» Por eso, volvamos a lo del otro día, ¿qué es realmente la esperanza para nosotros los católicos? Seguro que te vas a sorprender con lo que te voy a decir y estoy convencido de que te va a ayudar a abrir los ojos, como a los cieguitos de Algo del Evangelio de hoy. El otro día te decía que, para la Palabra de Dios, la palabra esperanza muchas veces es intercambiable con la palabra fe. Quieren expresar muchas veces lo mismo. El que tiene fe, tiene esperanza, y el haber recibido una esperanza es como garantía de nuestra fe. No creemos, por decirlo de alguna manera, en el aire, por ingenuos, por no tener otra cosa que hacer o como se dice a veces «en algo hay que creer». No es que creemos porque «de algo hay que aferrarse» Eso es infantilismo en la fe. Creemos porque recibimos algo, recibimos a una Persona, Jesús vino a nosotros, Jesús es nuestra «alegría y nuestra esperanza». Todo esto quiere decir, que tener esperanza no es solamente tener paciencia y esperar algo mejor, ósea esperar el Cielo que vendrá, sino que la fe ya nos da algo.
Nos da algo de la realidad que esperamos. Nos adelanta el futuro. Esperamos a Jesús, necesitamos verlo, queremos estar con Él algún día y la fe, la esperanza ya nos trae al presente, al corazón, ¡¡lo que anhelamos!! Es una gran diferencia vivirlo y pensarlo así. Porque eso hace que no vivamos resignados esperando siempre algo mejor, sino que nos convencemos y alegramos de saber que el Hijo de Dios vino a nuestro mundo haciéndose hombre y sigue viniendo hoy a nuestras vidas (si creemos y tenemos esperanza) y vendrá algún día para terminar de colmar nuestras ansias de amor. Por eso los que tenemos fe, ya tenemos ahora una prueba de lo que todavía no vemos, no necesitamos pruebas externas, la prueba está en el corazón del que cree y ve todo distinto.
La pregunta de hoy de Jesús a los ciegos nos viene como anillo a la fe: «¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»» ¿Creen? ¿Tienen la certeza de que yo puedo darles lo que necesitan? ¿Confían en que mi presencia puede colmar las ansias de felicidad de sus vidas? Ni siquiera Jesús les preguntó si querían ser curados.
En definitiva, les estaba preguntando ¿Creen que yo soy su esperanza? Empecemos a imaginarnos los miles de preguntas que Jesús puede hacernos hoy: ¿Crees que yo soy el que te puede ayudar a empezar a ver todo lo que no estás viendo? ¿Crees? ¿Estás seguro que necesitás ser curado de tu incapacidad de ver tantas cosas que te llevás por delante en la vida? ¿Crees que te puedo ayudar a ver la falta de amor que estás teniendo en tu casa, con tus hijos, con tu mujer, con tu marido? ¿Crees que te puedo hacer ver todo lo que podés dar y te guardás por egoísmo? Hoy el mayor milagro de Jesús no es el de curar ciegos de los ojos, sino el de hacer que los que vemos todo, nos demos cuenta que muchas veces no vemos nada. El milagro que quiere hacer Jesús hoy, es que empecemos a ver con el corazón, que empecemos a gritar «Ten piedad de nosotros» para que descubramos que andamos como ciegos ante miles de situaciones que no percibimos. Que hoy Jesús nos abra los ojos, que hoy creamos que también estamos ciegos y que podemos ver más, que Jesús es nuestra fe, nuestra esperanza y que, con Él, ya tenemos todo lo que buscamos.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.