II Martes durante el año

on 17 enero, 2023 in

Marcos 2, 23-28

Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le dijeron: «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»

Él les respondió: «¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?»

Y agregó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado».

Palabra del Señor

Comentario

Saber descubrir a Jesús, cuando es señalado por otros, como por Juan Bautista, no es tarea fácil. Hay que ser humilde para dejar que a través de otros podamos descubrir su amor en nuestras vidas. Nos gusta a veces “cortarnos” solos, o bien “idolatrar” a los que nos señalan a Jesús. Ni una cosa ni la otra.

Muchas veces se escucha decir por ahí, o incluso nos dicen a nosotros los sacerdotes: “Yo no creo en los sacerdotes”. Me gusta responderles: “Yo tampoco. Yo creo en Jesús”. Sé que por ahí te sorprende la respuesta, hasta te puede llegar a escandalizar. Pero quiero que me entiendas lo que quiero decir. No creemos en Jesús por aquel que lo “señala”, sino que creemos en Él por Él mismo, por ser quien es, por reconocerlo como Hijo de Dios. Si fuera por nosotros, si fuera por los que lo “señalamos”, si fuera únicamente por nuestra credibilidad, bueno, serían muy pocos los capacitados para señalar. Solo los santos. Por eso la credibilidad de la Iglesia, la mía y la tuya, no está dada únicamente por lo buena que es la Iglesia, por lo bueno que somos nosotros, sino por lo bueno que es Jesús. Jesús es el creíble, Jesús es el sostén y razón de nuestra fe. Por supuesto que en la medida que más nos acercamos a Él, en la medida que más fieles somos a su amor, más factible es que los demás crean en que es verdad lo que anunciamos. Pero al mismo tiempo en la medida en que más amamos a Jesús, más creemos en Él, menos importante es quién es el que nos “señala”, solo es un medio. Y nada más que eso. Cuando tenemos bien claro esto, nada ni nadie pueden separarnos del amor Jesús.

Algo del Evangelio de hoy nos muestra otra vez una “señalar” distinto al de Juan Bautista, un modo de señalar que no es para edificar, para mostrar la bondad, sino para juzgar. «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?» Es el “señalar” acusador. Es el señalar infantil, aniñado, inmaduro, que se regocija de mostrar lo que el otro está haciendo mal. ¡Cuánto hay de esto en nuestros corazones! ¡Cuánto hay de esto incluso en los hijos de la Iglesia! ¡Cuánto hay de esto entre hermanos! La Iglesia da para todo, la verdad, para lo mejor y para lo peor.

A veces me maravillo del tiempo que pierden ciertos sectores de la Iglesia, ciertas personas, ciertas espiritualidades, ciertos modos de vivir la fe, esos que les encanta “levantar el dedo” acusador para encontrar el error, la debilidad, y tantas cosas más en los otros, mientras la realidad los pasa por encima, mientras tanta gente necesita otra cosa, mientras miles necesitan de Jesús, de un Jesús Cordero, que abraza y perdona, que no juzga ni condena. Todo lo quieren cubrir o justificar bajo el “paragua” de la búsqueda de la verdad. “Hay que buscar y decir la verdad, hay que corregir cuando se ve algo mal” dicen con mucha seguridad. Me pregunto… ¿De dónde sacan tiempo para elaborar páginas de internet, blogs, escritos de todo tipo y color, para marcar los errores de todo el mundo, mientras el mismo evangelio muestra que no hay nada peor que “señalar” los errores de los otros y que el dueño de la ley es Jesús, y que la ley está al servicio del hombre y no para condenar? No sé cómo tienen tanto tiempo para esas cosas. Es increíble.

La ley dada por Dios es para salvar y sanar, no para condenar y señalar. Ahora… que haya personas, como vos y yo, que no la viven en su plenitud no es ninguna novedad. Mientras el mundo siga siendo mundo, no alcanzaremos la plenitud, no amaremos como él quiere que amemos. Podremos hacer todo lo posible, pero no podremos ser perfectos. El que “señala” y critica, el que tiene tiempo para juzgar y le resta tiempo a la posibilidad de amar, es porque todavía no descubrió al verdadero Jesús, a ese que señaló Juan Bautista. Todavía conoce muy poco de Él. Conoce algo que le dijeron, “toca de oído” como se dice, conoce una doctrina, una ética, un manualcito para ser cristiano, pero no es cristiano de verdad. No se dejó empapar todavía por la palabra de Dios. No hay que confundir verdad con ser implacables. Decir la verdad no quiere decir ser fariseos señaladores del error ajeno. Por otro lado, no hay que confundir misericordia con relativismo. Tener misericordia no es que nos de lo mismo todo. Amor y verdad, verdad y amor. Amor con verdad, verdad con amor.

Todos tenemos un fariseo dentro del corazón, cuidado, siempre queriendo aparecer. Solo mirando a Jesús, viendo sus actitudes, escuchando sus palabras, dejándonos perdonar, podremos aprender a no “señalar” para destruir, sino siempre para construir y amar. Pidamos con amor, que nos libre de esto, que no nos deje caer en esta tentación, tan tentadora.