
III Lunes de Cuaresma
on 13 marzo, 2023 in Lucas
Lucas 4, 24-30
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga:
«Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.»
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor
Comentario
Nada puede separarnos del amor de Cristo, nada podrá separarnos de su amor si confiamos en que Él, murió por nosotros, siendo pecadores, siendo débiles, sin preguntarnos previamente. Cada lunes, cada día, pero muchas veces lo remarco los lunes, es necesario volver a empezar, a confiar, a reafirmar nuestra fe en un Dios que nos ama tanto que envío a su propio Hijo para que por medio de Él, tengamos vida, vida eterna. Seguimos en este camino de cuaresma, que está lleno de espinas, como la vida, pero también lleno de rosas y de gracias que Él se encarga de derramarnos. Me toca escuchar a personas que están sufriendo algún dolor, alguna tristeza, un sinsabor, una decepción, un engaño y me dicen: “Esta no es la cuaresma que esperaba, la que preparé, no estoy pudiendo rezar, no sé como hacer”.
Se me ocurre decirles lo que también alguna vez me dijeron: “Ésta es tu cuaresma, la que no elegiste tanto, la que se te vino encima, con esta situación que te desborda”. En definitiva, la cuaresma, nuestra vida, creo que no debe atarse tanto a un manual, a una serie de pautas a seguir como si fuéramos robots y además todos iguales. Confieso que me cuesta un poco entender esas cuaresmas de manual que muchos proponen, o exigen, en donde cada día se nos propone algo, un propósito, una meta, o cosas así, me parece todo muy armado. Me ayuda más el aceptar lo que muchas veces no elegimos, lo que nos toca, aprendiendo a vivir la vida en la medida que se nos presenta, pero bueno, es verdad que es cuestión de estilos. Pero volviendo a lo otro, les digo y me digo eso… “Ésta es tu cuaresma, ese dolor, esa tristeza, esa aridez, eso que tenés que aceptar”.
Intentaré en estos días retomar la maravillosa escena del evangelio de ayer, que es un manantial de agua vida, de sabiduría, de tela para cortar. Solo dejo algo picando… Jesús se acercó al pozo de agua, a ese lugar en donde la samaritana iba a saciar su sed. ¿En que te hace pensar eso? Me viene al corazón el entendimiento de que Jesús está al lado, siempre, y así nos encuentra, al lado, de esos “pozos” en donde nosotros vamos a saciar nuestra sed, nuestros deseos a veces ocultos, nuestros deseos de ser amados, que muchas veces no terminan de saciarnos. Pero seguiremos estos días con este tema.
Desde algo del evangelio de hoy, nos pueden surgir algunas preguntas que muchas veces no nos ponemos a analizar en profundidad y tienen que ver con lo que pasó al mismísimo Jesús, en carne propia, el rechazo de sus más cercanos y conocidos. ¿Por qué ningún profeta es bien recibido en su tierra, porqué Jesús fue rechazado en su tierra, en su lugar, porqué a nosotros nos pasa a veces lo mismo en nuestras familias, donde nos conocen? ¿Por qué esta gente se enfureció tanto con Jesús al escuchar sus palabras? ¿Qué se esconde detrás de esta actitud de rechazo ante lo conocido? ¿Por qué no alcanzan ni siquiera los milagros cuando se está entre los nuestros? ¿Por qué no alcanza con el cambio que produjo en tu vida Jesús, y es real, para que los más cercanos a vos y a mí, se convenzan de que Dios se manifiesta en lo sencillo y cotidiano de nuestras vidas?
Es un tema muy inquietante, que muchas veces nos carcome el corazón. Vos por ahí sos uno de esos que recibió la alegría de ser salvado por Jesús y que ahora, esparce su fragancia por todos lados, pero sin embargo con tu propia familia no podés, tu misma familia parece ser un murallón inquebrantable. ¿Te pasó alguna vez? Ningún profeta es bien recibido en su propia tierra, y vos y yo somos profetas por el bautismo, si estamos unidos a Jesús hablamos en su nombre, eso es ser profetas. Incluso nos pasa al revés, nosotros también alguna vez rechazamos la voz de Dios que se nos manifestó por medio de alguien cercano. Seguramente debemos reconocer que nos pasó, no es fácil.
¿Qué es lo que pasa? Justamente pasa que no comprendemos esto, nos pasa que no comprendemos que Dios habita en nuestros corazones y puede hablarnos a través de cualquiera, por más que no sea de mi agrado. Nos pasa por no entender que Dios que es tan maravilloso, tan grande, que habla por medio de lo humano, de lo pequeño. Por no entender que, a Dios, no lo podemos entender, valga la redundancia, sino que lo tenemos que aceptar como es y que el único que nos enseña como es, justamente es él mismo.
Jesús hoy no se dejó matar, siguió su camino, aunque no lo entendieron y aunque lo quisieron matar. Así vamos nosotros, intentando seguir nuestro camino, el de Jesús, aunque nos quieran matar y hacer callar nuestra voz, simplemente porque no nos entienden, o porque algunos no quieren escuchar lo evidente, simplemente porque no comprenden que Dios pueda hablar en cada templo-corazón y que por hacer de su relación con nosotros un comercio, nos perdemos la gratuidad de su amor que se nos “aparece” por todos lados, incluso por medio de aquellos que nos cuesta querer.
No te enojes si te rechazan dentro de tu ámbito más querido, a Jesús también le pasó, es parte de la lógica del evangelio. No seas como los que rechazaron a Jesús por ser conocido, por ser tan “normal”, intentá siempre escuchar la voz de Dios que se manifiesta a través de todos, especialmente de los más cercanos.