III Martes de Adviento

on 14 diciembre, 2021 in

Mateo 21, 28-32

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.” El respondió: “No quiero.” Pero después se arrepintió y fue.

Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: “Voy, Señor”, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»

«El primero», le respondieron.

Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.

En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.»

Palabra del Señor

Comentario

Jesús nos oye cuando escuchamos su Palabra; al mismo tiempo que hacemos el esfuerzo de escucharlo, Él nos está oyendo. Él está escuchando también nuestros anhelos más profundos, las necesidades que tenemos; a veces, la incapacidad que tenemos de poder escucharlo, a veces no escuchamos la Palabra de Dios y podemos sentir este deseo profundo de que realmente lo que escuchamos se haga verdad, se haga parte de nuestra vida; porque a veces parece ser que la Palabra de Dios es como muy “lejana”, como muy ajena a lo que vivimos. Sin embargo, si hacemos el esfuerzo, si le pedimos al Señor: “Confórtanos, óyenos, ayudanos a poder llevar esto a la vida…”

Si le pedimos esto al Señor, la Palabra de Dios empieza a ser viva y empieza a transformar nuestra vida. Ojalá que hoy te pase eso, ojalá que hoy me pase eso a mí también; que empecemos este día diciendo: “Señor confórtanos, Señor óyenos para que podamos vivir lo que escuchamos”.

Y antes de reflexionar sobre la Palabra de Dios del día de hoy, quería hacer una advertencia ya que a veces debemos tener cuidado, porque rápidamente sacamos conclusiones a veces sin escuchar. Hay que escuchar lo que Jesús dice.

Un error clásico al reflexionar sobre la Palabra de hoy, es decir: “Bueno Jesús nos está invitando a ser fieles a lo que decimos”. O sea, cuando decimos que sí, que sea sí; y que cuando digamos que no, que sea no. Que cumplamos la palabra, que seamos hombres de palabra; que no tengamos ambigüedades. Y eso es verdad, es obvio ¿no?

Pero no es a lo que se refiere la Palabra de Dios del día de hoy –aunque está implícito que es así–, pero es sentido común que tenemos que ser hombres de palabra, que tenemos que ser fieles a lo que decimos.

Jesús hoy está dando una crítica muy fuerte a los hombres religiosos de esa época –y a nosotros también–; les cuenta una parábola, los hace responder y después les dice: «Ustedes son aquellos que dicen que van, pero al final no van».

En cambio, las prostitutas y los publicanos son los “aparentes” pecadores públicos que dicen que no, pero finalmente pueden ser los primeros.

Entonces Jesús se está refiriendo a nuestra “adhesión” a Él, a la adhesión verdadera hacia Él. Nosotros somos los que dijimos que SÍ, pero ¿estamos viviendo lo que Jesús nos enseña? ¿Estamos siendo coherentes con lo que Jesús nos muestra? ¿Estamos amando como Él nos ama y estamos amando como Él quiere que amemos?

O estamos también “criticando” a los que vemos que están en pecado público o que no viven la fe, o que incluso están en contra de la Iglesia; y al criticarlos nos estamos poniendo en un lugar “especial”.

Cuidado; porque acordate que al pie de la Cruz estaba María Magdalena, y al costado de la Cruz estaba el buen ladrón, que fue el primero que llegó al Cielo.

Cuidado. Es una gran crítica contra nosotros, contra los que estamos en el camino de Dios, los que nos decimos “religiosos” y decimos que tenemos fe.

¡Cuidado!, cuidado porque aquellos que parecen muy alejados de Dios a veces son los que más se deciden a seguirlo cuando lo descubren. Nosotros a veces por ahí estamos “acostumbrados”. Preguntémonos hoy si nosotros somos esos que decimos que vamos, pero al final no vamos. Que no estamos creyendo verdaderamente, no estamos viviendo lo que decimos, no estamos siendo coherentes; es un gran peligro de los que “decimos” que creemos. Que Dios nos libre de la incoherencia.

Cuidado nosotros también con la incoherencia; la incoherencia aleja y no hace más que mostrar que en el fondo dijimos que sí, pero al final no vamos. Y sigamos el ejemplo de tantas personas que parecían alejadas, parecían en “otra”; pero finalmente son los que más viven las enseñanzas del Evangelio.

“Señor confórtanos hoy, ayudanos a oír tu Palabra verdaderamente, y por favor escuchá también los anhelos más profundos que tenemos en el corazón y que a veces no nos animamos a expresar”.