
III Martes de Adviento
on 15 diciembre, 2020 in Mateo
Mateo 21, 28-32
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.” El respondió: “No quiero.” Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: “Voy, Señor”, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
«El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.»
Palabra del Señor
Comentario
Una de la condiciones, por decirlo de alguna manera, para dejarnos sorprender es estar atentos, es escuchar bien y prestar mucha atención, prestar atención a nuestro corazón. Nos pasa con muchas cosas de la vida, o sea, si estamos en la «nuestra», si hacemos la «nuestra» –como se dice–, no estamos atentos a los demás, a la realidad, a nuestro corazón jamás le sorprenderá nada; nada nos hará salir de la rutina, nada nos hará vibrar. ¿Viste esas personas que parece que no se sorprenden por nada, que todo les da lo mismo? ¿Cuántas cosas se nos habrán pasado de largo por la vida por no estar atentos? ¿Cuántas personas, alegrías, buenas noticias, regalos, nos pasaron por las narices y no nos dimos cuenta? Solo Dios lo sabe. Por las dudas preguntemos y si nos da miedo, no preguntemos; pero es bueno hacer este ejercicio. ¿Queremos sorprendernos con el Dios niño, el Dios bebé que nacerá otra vez en nuestro corazón en esta Navidad? Estemos atentos, y esto referido a la Palabra de Dios es fundamental. Hoy es un día para estar atentos y dejarnos sorprender.
Hay que escuchar lo que Jesús dice para no sacar conclusiones rápidas y superficiales. ¿Cuántas veces la Palabra de Dios pierde su riqueza porque la analizamos con un «vuelo rasante», como se dice?
Un error clásico, al reflexionar sobre la parábola de hoy, es decir: «Bueno, Jesús nos está invitando a ser fieles a lo que decimos, a ser hombres de palabra». O sea, cuando decimos que sí, que sea sí; que cuando digamos que no, que sea no. Que cumplamos la palabra, que no tengamos ambigüedades. Y eso claramente es verdad, pero es demasiado obvio. No hace falta que Jesús lo diga. Cualquier ser humano se da cuenta que la palabra es importante, que es bueno tener palabra. No haría falta una parábola para eso.
Pero no es a lo que se refiere directamente de Algo del Evangelio de hoy –aunque está implícito que es así–, porque es de sentido común que tenemos que ser hombres de palabra –como dije recién–, que tenemos que ser fieles a lo que decimos. Lo dice en otra parte del evangelio.
En realidad, hoy Jesús está dando una crítica muy fuerte a los hombres que se creían religiosos de esa época, y a los de hoy también. Les cuenta una parábola, les hace responder y, después, les dice en la cara, sin miedo: «Ustedes son aquellos que dicen que van pero al final no van. Ustedes son los que llegarán tarde al Reino de los cielos, antes llegan los que ustedes desprecian, los despreciados». Bastante fuerte, ¿no? ¿No te sorprende?
Las prostitutas y los publicanos son los pecadores públicos que dicen que no en esta parábola, pero finalmente pueden ser los primeros si se arrepienten y vuelven. El evangelio nos da sorpresas.
Jesús entonces se está refiriendo a nuestra «adhesión» a él, a la adhesión verdadera hacia él, hacía su voluntad. ¿Nosotros somos los que decimos que sí rápidamente, a secas, sin pensarlo? ¿Pero estamos viviendo lo que Jesús nos enseña? ¿Estamos siendo coherentes con lo que él nos muestra? ¿Estamos amando como él nos ama y estamos amando como él quiere que amemos? ¿O estamos «criticando» a los que vemos que están en pecado público, que no viven la fe o que incluso están en contra de la Iglesia? ¿Y al criticarlos nos estamos también poniendo en un lugar «especial»? ¡Cuidado!, porque acordate que al pie de la Cruz estaba María Magdalena, y al costado de la Cruz estaba también el llamado buen ladrón, que fue el primero, que sabemos por labios de Jesús, que llegó al Cielo.
Las palabras de Jesús se cumplen. Los más pecadores si se arrepienten pueden llegar antes al Reino de Dios que nosotros. Nos vamos a llevar una gran sorpresa, mejor que nos dejemos sorprender ahora, en vida, por la misericordia de Dios y no cuando nos toque partir. ¡Cuidado! Cuidado porque aquellos que parecen muy alejados de Dios a veces son los que más se deciden a seguirlo cuando lo descubren y se arrepienten. Nosotros, los que decimos estar cerca, por ahí estamos «acostumbrados» y no terminamos de descubrir su amor; nada a veces nos sorprende. ¡Cuántos cristianos apáticos, con cara de nada, andan circulando por la vida!, casi como sin sangre, sin corazón. Preguntémonos hoy si nosotros somos esos que decimos que vamos pero al final no vamos y no hacemos nada.
Que Dios nos libre de esta incoherencia, de este peligro tan grande. Hoy Jesús les muestra a los ancianos la incoherencia. ¡Cuidado! Nosotros también tenemos que tener cuidado con la incoherencia. La incoherencia aleja y no hace más que mostrar que en el fondo dijimos que sí, pero al final no vamos, no hacemos nada. Y sigamos el ejemplo de tantas personas que parecían alejadas, parecían en «otra», pero finalmente son los que más viven las enseñanzas del evangelio.