III Martes durante el año

on 26 enero, 2021 in

Marcos 3, 31-35 – Memoria de Santo Tito y Timoteo

Llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera.»

Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.»

Palabra del Señor

Comentario

Siempre lo más fácil es responder sin pensar mucho, sin discernir: “Siempre se hizo así” o “Yo soy así” “Qué me importa lo que piensen los demás” Son frases que circulan en nuestro interior o en nuestro entorno, que no hacen más que clavarnos en la mediocridad y no nos dejan descubrir todo lo bueno y nuevo que podemos emprender, si nos tomamos la vida en serio. Es mentira que no podemos cambiar, que no podemos hacer las cosas de otra manera, que no podemos ser más santos, más humildes, más caritativos… y esto no es un eslogan político, es palabra de Dios. Jesús nos invita a cambiar siempre, una y otra vez, sin dejar de ser lo que somos, pero al mismo tiempo viendo que siempre podemos crecer y creer más.

¿Cuántas veces en tu vida te pasó que pensaste que jamás harías ciertas cosas y por esas cosas de la vida terminaste, descubriendo tu talento o tu capacidad cuanto te jugaste a hacerlas? Muchas veces es cuestión de probar, de confiar, de creer. Por eso Jesús, no se cansa de decirnos “conviértanse y crean” o podríamos decirlo al revés “cree y cambia, convertite”. Cree que podés cambiar algo de tu interior y tu realidad, confía en que tenés mucho para dar, cree que podés vivir el evangelio en serio, cree que podés ser santo, que no es para algunos, cree que podés ser santo en cualquier lugar, no necesitás hacer cosas raras.

¡Qué lindo sería que muchos pensemos así! Que muchos podamos salir de la mediocridad generalizada en la que vivimos, donde la mayoría se conforma con el “siempre se hizo así”, con el “todos son iguales” “es lo que hay” o “la culpa es de los de arriba” el “sálvense quien pueda”. Disculpá, pero esas frases no son cristianas, son de hombres y mujeres conpoca fe, egoístas, que piensan en su mundito, en su ego, que están felices por lo suyo, cómodos con su comodidad, pero no quieren cargarse al hombro el dolor de otros tanto que los necesitan. Son frases de personas que ven el problema y no lo quieren afrontar, o ni siquiera lo quieren ver porque es mejor mantenerse en la ignorancia y no cambiar nada, sino mantenerse en donde estaban. Sigamos esta semana escuchando las palabras del domingo que nos ayuden a compenetrarnos más con la palabra de Dios.

¿No te parece demasiado duro el mensaje de Jesús en algo del evangelio de hoy? ¿No es bastante frío con su propia madre que lo va a visitar y se encuentra con esa respuesta? Bueno, puede ser, puede parecer así, pero depende de cómo interpretemos este momento. Por eso tenemos que decir obviamente, que Jesús jamás pudo haber menospreciado a su madre, jamás pudo haberla hecho sentir mal ni nada por el estilo. Una mirada muy superficial, incluso de los que estuvieron en ese momento, puede quedarse con un Jesús poco amable con su madre y sus parientes. Un Jesús muy poco humano, diríamos, cosa que algunos parece que les gusta mostrar, pero que no es así.

Sería una mirada superficial, que no se mete en la verdad de lo que quiere expresar. Siempre hay que trascender lo que leemos literalmente, porque como dice San pablo: «la pura letra mata y, en cambio, el Espíritu da vida» (2 Co 3,6). Los católicos no somos “fundamentalistas de la Palabra de Dios”, sino que con la ayuda del Espíritu Santo que vive en la Iglesia, intentamos día a día interpretarla para que se haga vida en el hoy de nuestras vidas, dejándonos guiar por el todo de la Palabra y por los grandes intérpretes de la historia.

Jesús no menosprecia a su madre y a sus parientes, sino que aprovecha esa situación para abrir más el corazón y enseñarnos a abrirlo. Lo dijo para agrandar su corazón como nunca podríamos haberlo imaginado. Agrandar el corazón, no quiere decir quitarle lugar al otro, o sacarle el lugar a alguien, como inconscientemente a veces lo hacemos. Todo lo contrario. Si no, dar espacio para que entren más. Solo Jesús puede hacer eso tan bien. Eso es algo que debemos aprender también en nuestros afectos humanos, familiares, amistades, en la misma Iglesia.

Él lo hizo con su vida y sus palabras, amando a todos y diciéndonos que, si cumplimos la voluntad de su Padre, de golpe, por decir así, por gracia de Dios, somos hermanos de Él, madres de Él, y, por lo tanto, se amplía nuestro corazón a lugares nunca pensados. Seguro que te pasó. Seguro que “gracias a Dios”, gracias a que tenés fe, tenés muchas más amistades, hermanos, padres y madres, de las que hubieses tenido si tu vida hubiese sido solo hacer “la tuya”. Es así, vivir la palabra de Dios te abre el corazón y te llena de amistades, porque ves a los demás como hermanos. La Palabra de Dios se hace viva porque se cumple siempre, tarde o temprano. Nadie tiene más amor, más capacidad de amar, más amigos, más hermanas, más hermanos, que aquel que es fiel día a día con esfuerzo, por hacer la voluntad de nuestro Papá del Cielo. Eso es lo que Él quiere, que seamos y nos sintamos hermanos entre nosotros e hijos de Él.