III Sábado de Pascua

on 29 abril, 2023 in

Juan 6, 60-69

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen».

En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».

Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

Palabra del Señor

Comentario

«Quédate con nosotros», le dijeron los dos discípulos a Jesús sin saber que era él cuando llegaron a Emaús y vieron que hizo ademán, que amagó seguir adelante. Quédate con nosotros, Señor, porque te necesitamos. Muchas veces le podemos estar diciendo a Jesús eso sin saber que es él. Quédate con nosotros, quédate en esa amistad, quédate en nuestra familia, quédate en mi comunidad, quédate de tantas maneras. Jesús tiene esa capacidad de hacernos arder el corazón sin que nos demos cuenta que es él y nos hace arder el corazón cuando escuchamos su palabra, cuando escuchamos a otros que no hablan, cuando escuchamos a los que tenemos alrededor, de esa manera se manifiesta Jesús.

Por eso, al terminar esta semana, habiendo seguido el relato de alguna manera de la aparición de Jesús resucitado a los dos discípulos, llegando a Emaús, que salga de nuestro corazón también hoy decirle: Señor, quédate con nosotros, porque se hace tarde y la vida se acaba, la vida se pone difícil y te necesitamos.

Bueno, como decíamos, llegamos caminando como los discípulos de Emaús, por el camino de esta vida, llegamos un poco tristes. A veces sin comprender, a veces olvidándonos que Jesús está a nuestro lado, pero ahí andamos, caminando. Hay que seguir caminando, no nos preocupemos, él siempre está, tarde o temprano, si sabemos escuchar, lo reconoceremos al partir el pan. Llegamos al final de esta semana y en este sábado también, al final del discurso del Pan de Vida en el que Jesús, después de ir redondeando el tema, por decirlo de alguna manera, de presentarse como el Pan, como el alimento del mundo, finalmente terminó diciendo directamente, sin vueltas: «Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día». Por eso no vamos a hacer resumen este día, sino vamos a aprovechar este Evangelio maravilloso, tan profundo. Les aseguro, nos dice Jesús, que me quedaré con ustedes para siempre, hasta el fin de los tiempos. Me quedaré realmente para que puedan alimentarse de mí, para que me encuentren resucitado en cada misa, en cada sagrario, en cada lugar donde se adore la Eucaristía. Me quedaré especialmente ahí, pero para que también me encuentren en todos lados, en cada lugar donde haya amor, ahí estaré yo. Yo estaré también en cada persona, estaré en vos, en cada corazón que crea en mí.

Después de oír a Jesús toda la semana diciendo que él es el Pan de Vida, diciendo que para dejar de tener hambre hay que alimentarse de él, que para dejar de tener sed en esta vida hay que ir hacia él, hay que creer en él, también diciendo explícitamente, que hay que alimentarse de su Cuerpo y de su Sangre, ¿qué pensamos? ¿Qué pensás? ¿Qué te sale decir? ¿Te sale decir lo que dijeron aquellos que no creyeron? ¡Es duro este lenguaje! ¿Es imposible que esto sea así?, ¿será tan así lo de la Eucaristía?, ¿será tan verdad?, o te sale decir lo de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos, a dónde voy a ir? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

¿No te sale decir eso? Señor: ¿a dónde voy a ir ahora ante tantas propuestas de felicidad?, ¿a dónde voy a ir, si solamente vos me das paz al corazón? Vos solamente calmás mi sed. Quiero decirte eso hoy Jesús, ¿a dónde voy a ir? Si solo vos tenés palabras de Vida eterna, solamente vos das aquello que necesito, solamente vos das aquello que necesitamos. Escuchar a Jesús que dice sin ningún problema: «¿También ustedes quieren irse?». También nos tiene que llevar a nosotros a sincerarnos, como dijimos al comienzo de la semana, a purificar nuestra fe de todo lo que está a veces contaminada. ¿Creemos o no creemos en Jesús? ¿Creemos o no? No hay muchos caminos ante esto: o creer en sus palabras, creer en que él quiso quedarse como alimento en cada Eucaristía, o no creer y pensar que es simbólico, pensar que no es para tanto, pensar que es una exageración, que es un invento de la Iglesia, incluso como algunos piensan.

Jesús no presiona a nadie, pero sí invita a que nos decidamos, que nos decidamos verdaderamente. «¿También ustedes quieren irse?». ¿Qué querés hacer? ¿Creer y seguir caminando o dudar y quedarte quieto esperando más milagros? El milagro continuo de Jesús en esta tierra actualmente es la Eucaristía. Es su presencia silenciosa en cada templo, en cada sagrario, en cada corazón que lo recibe. ¿Por qué esperamos algo más? ¿No será que nos falta fe y no lo reconocemos? Muchas veces me dicen: «Padre, yo no voy a misa, o no voy mucho a la Iglesia, pero tengo fe». Sí es verdad, puede ser, puede ser que creas que Dios existe. Ahora… me pregunto: Si realmente tuviéramos fe en que Jesús se quedó en la Eucaristía, si creyéramos en sus palabras y que está realmente ahí, ¿no iríamos corriendo a estar con él o a recibirlo? Seamos sinceros. A todos nos falta un poco de fe, nos falta purificar nuestra fe y poder decirle a Jesús con sinceridad: «Señor, ¿a quién voy a ir? Tú tienes palabras de Vida eterna. Perdoná por las veces que me fui para otros lados, que no te busqué. Quiero creer, quiero sincerarme y decirte que no quiero ahora ir a otro lado, pero, al mismo tiempo, necesito fuerza para seguir». Hay que pedir que él nos lo conceda, no nos olvidemos lo que nos dijo: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si mi Padre no se lo concede».

Que estas palabras de hoy nos hagan arder el corazón, y nos ayuden a darnos cuenta que Jesús está siempre con nosotros, pero cada día nos quiere atraer más y más.

Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.