
Juan 15, 12-17 – V Viernes de Pascua
on 15 mayo, 2020 in Juan
Jesús dijo a sus discípulos:
«Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Palabra del Señor
Comentario
Varias personas durante estos días que hablamos del Cielo, me dijeron que los audios les ayudaron a “levantar las manos” con ganas de ir al Cielo. Algunos me dijeron también que se aburrieron, pero, por eso, hay de todo en la viña del Señor. A algunos nos aburre la Palabra de Dios, a otros nos aburren ciertos comentarios. Pero lo lindo es saber que Dios nunca se aburre de nosotros y lo lindo es saber que a algunos les dieron ganas de ir al cielo. Ante un agradecimiento también yo dije: “Conque a una persona le haga bien lo que trato de hacer, basta. Con que a una persona le haga bien, eso basta.” Es lindo ver cómo la palabra de Dios nos “enciende” el corazón para sentir y hacer cosas que antes no hubiéramos hecho. Para comprender y aceptar verdades que a veces tenemos como medio escondidas, por el olvido o porque las hemos archivado. Querer ir al Cielo, no importa cuándo, debería ser el motor silencioso y escondido de nuestras acciones de cada día, el desear amar a Dios en todas las cosas. Se va al Cielo amando y se llegará allá para seguir amando. “Prefiero el paraíso, preferisco il paradiso” decía San Felipe Neri ante tantas situaciones que le tocaban vivir. Los santos querían ir al cielo, no para que los reconozcan, para estar en una estampita, sino por amor a Jesús. San Felipe decía también algo muy lindo: “Oh Señor, que eres tan adorable y me has mandado a amarte, ¿por qué me diste tan solo un corazón y este tan pequeño?” El que ama a Jesús no le alcanza el corazón y el tiempo para amarlo, por eso quiere ir al Cielo, para amar hasta el fin, para dar la vida por su Amigo, como él lo hizo por nosotros. Es una cuestión de amor, tan sencillo y difícil a veces de comprender.
Siempre recuerdo algo que me pasó hace muchos años, cuando recién se despertó en mí el llamado a ser sacerdote, cuando todavía me escapaba un poco a la voluntad de Dios. Una vez fui a Misa en la semana y escuché este Evangelio. Y como te debe pasar a vos muchas veces al ir a Misa, después de escuchar el Evangelio, o por lo menos me pasaba a mí, me recuerdo que me senté entusiasmado a esperar lo que iba a decir el sacerdote en el sermón, según mi pobre comprensión, el evangelio más importante de nuestra fe. Eso me pasaba en esa época. Hoy que estoy del otro lado ya no me pasa tanto, al contrario, pienso que muchos esperan algo grande cuando uno hable y justamente uno no llega nunca a colmar las expectativas de todos. Pero bueno, ese es otro tema. Quería decir que apenas el sacerdote empezó a predicar, dijo lo siguiente: “Esto que acabamos de escuchar es una utopía, esto es imposible.” Recuerdo que me chocó mucho, bastante. Me acuerdo de que no pude seguir escuchando, como que me bloqueé. Como si fuese que me desilusionó tanto lo que dijo el sacerdote, que me parecía que no tenía sentido seguir escuchando. Me dije: ¿qué está diciendo este hombre? Si esto es imposible… ¿cómo es posible que Jesús lo haya dicho? ¿Si esto es una utopía qué hacemos en la Iglesia? El tiempo, el seminario, el sacerdocio, me ayudaron a no juzgar tan rápidamente, a saber esperar para interpretar mejor. Además, me enseñaron a no ser tan lapidario con los sacerdotes, obviamente porque ahora estoy del otro lado, y porque en realidad me d cuenta que muchas veces el problema es que no sabemos escuchar. No que el otro dice cosas feas, sino que a veces no sabemos escuchar. Escuché una parte y seguramente no terminé de escuchar todo el sermón. Muchas veces nos pasa esto. Escuchamos lo que queremos escuchar o no escuchamos lo que nos ayudaría a entender lo que escuchamos al principio. El corazón es sensible y provoca que los oídos se cierren inmediatamente o, al contrario, se abran increíblemente. A mí ese día se me cerraron. ¿Te pasó alguna vez eso? Hay que escuchar todo, hay que hacer el esfuerzo. Te aconsejo. Hay que escuchar todo y aprender a sacar lo mejor.
¿Qué creo que quiso decir ese sacerdote ese día? ¿Qué creo que dice Algo del evangelio de hoy? Creo que quiso decir lo que Jesús nos dice, pero lo dijo de otra manera. Ámense porque yo los amo como amigos, aunque ustedes a veces no se comporten como amigos. Ámense porque yo los amé primero. Ámense porque yo les di una dignidad que nadie les puede dar. Ámense, sí es verdad, se los “mando”, pero se los mando habiendo amado, habiendo dado la vida. Esto es imposible y es una utopía, si nos lo hubiera mandado alguien que no nos haya amado antes. Esto sería una locura si pensáramos que amar así, puede salir espontáneamente de nuestro corazón. Solo puede amar así quien descubre que hay alguien que siempre lo llamará “amigo”, pase lo que pase. Para Jesús todos son sus amigos, hasta los enemigos. Él los considera amigos, aunque ellos no lo consideren amigo. Por todos dio la vida, incluso hasta por aquellos que lo despreciaron y desprecian. ¿Entendemos la diferencia? Para Jesús somos sus amigos, aunque no nos comportemos como amigos. Que alguien nos considere enemigo, es problema en realidad del otro. Debería ser, no nuestro. El que ama no considera a nadie enemigo, aunque tenga en claro quiénes son enemigos. Para Jesús no hay amor más grane que dar la vida por los amigos, o sea, por todos. Nosotros daríamos la vida solo por los que nos consideran amigos, por los que queremos como amigos. Amar con el amor de Jesús es “para empezar”, no considerar a nadie como enemigo, porque Jesús no tiene enemigos y los “amigos de mi Amigo son mis amigos o por lo menos nunca enemigos.” ¿Por qué nos empeñamos a veces en hacer bandos” si para Jesús son todos amigos? Terminemos con esta linda oración de San Felipe Neri: “Oh, Señor que eres tan adorable y me has mandado a amarte, ¿por qué me diste un corazón y este tan pequeño?” Señor, danos un corazón más grande como el tuyo, un corazón capaz de amar lo que al principio no nos parece amable. Esto es posible, te lo aseguro. No es una utopía. Es cristianismo en serio.