
Juan 15, 18-21 – V Sábado de Pascua
on 16 mayo, 2020 in Juan
Jesús dijo a sus discípulos:
«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
Palabra del Señor
Comentario
En este sábado, nos ayudan las palabras de Jesús de Algo del evangelio de hoy: “Acuérdense de los que les dije”. Acordémonos de lo que nos dijo en estos días. Alguna palabra que escuchaste seguro que te ayudó. Alguna frase la escuchaste por ahí por primera vez. Alguna la habías escuchado muchas veces, pero te vino bien escucharla otra vez. La clave no es olvidarse. La clave es no perder la memoria. Por eso vamos a recordar algunas cosas y aprovechemos para quedarnos con la más profunda y necesaria para nuestra vida. Intentemos empezar este día con deseos de escuchar más y mejor. Intentemos aprovechar este día para volver a tomar nuestro evangelio, nuestra biblia y poder buscar nosotros mismos el texto que queremos meditar. Acordémonos de algo de lo que nos dijo Jesús.
Tampoco olvidemos el tema del Cielo que nos acompañó de alguna manera esta semana. ¡No nos olvidemos del Cielo! Esta vida es camino a la vida eterna. Alguna vez alguien que cree en Dios, pero no es cercana a la Iglesia ni tampoco reconoce mucho a Jesús, me dijo: “No entiendo porqué la humanidad le dio a la muerte una connotación tan negativa, si supuestamente ese es el paso hacia el más allá, el paso a un lugar tan divino y el famoso encuentro con Jesús. Nunca entendí porqué la muerte es tan patética y tan triste, tan “todo”, si se debiera tomar como un paso más en la vida.” Me pregunto y también me cuestiono porqué los cristianos a veces enfrentamos la muerte con tanto pánico o tanta angustia y me sorprende que alguien que supuestamente no cree tanto la tenga, de alguna manera, tan clara. Para pensar.
Vamos a repasar un poco. El lunes Jesús nos proponía traernos el Cielo al corazón, quedarse en nuestro corazón hasta que nos llegue el día de poder gozar de su presencia. «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él» El que ama empieza a vivir el Cielo en la tierra, en el corazón, porque el que ama “le hace un lugar” en el corazón al mismísimo Dios, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. ¿Nos damos cuenta de semejante verdad? ¿Nos damos cuenta de que cuando amamos en realidad estamos siendo lo que debemos ser, estamos abriéndole las puertas al que nos creó para que encuentre un buen lugar?
El martes decíamos que tenemos que amar lo que viene. Amar el Cielo es amar la vida, es amar todo lo creado, pero amar esta vida es también reconocer que acá no está lo definitivo. Es darse cuenta que acá se juega nuestra vida, pero lo que vendrá será algo inimaginable, será una paz eterna. Mientras tanto, Jesús nos dejó su paz, nos da su paz, nos quiere en paz, pero no como la paz que nos da este mundo que muchas veces vive en “su mundo”, decíamos.
El miércoles lo que nos unía, lo que nos une vitalmente a Jesús es el amor que él nos da y nos permite dar como él. La clave es no hacer muchas cosas buenas o hacer cosas buenas pero, si no hacerlas como él las haría, con el amor de él. Solo así daremos frutos de santidad. Todo lo demás, todo lo demás, aunque todos lo reconozcan, quedará en la nada, no sirve para nada si no es por amor. Cuando nos toque partir de este mundo, nos guste o no, tengamos ganas o no, no se nos preguntará, no nos preguntará Jesús cuántas cosas hicimos en cantidad; cuánto nos aplaudieron; cuánto dinero juntamos; cuántos títulos acumulamos; cuánto nos quisieron, cuánto nos amaron, sino cuánto amamos, cómo amamos… finalmente si amamos.
El jueves Jesús nos ayudó a descubrir que podemos amar porque en realidad somos amados por él y por el Padre. Esa es la clave. Podemos amar porque somos amados. Podemos amar si “permanecemos” en esto, si reconocemos esto. No se puede amar bien si no se acepta semejante misterio y regalo. No se puede vivir este mandamiento que brota desde adentro si no se reconoce también desde adentro que amar y ser amados, entregarse y dejar que los otros nos amen, no es una obligación, sino que es una necesidad del alma. Necesitamos darnos cuenta de que experimentar el amor de Dios es necesario hacerlo por gestos humanos. Necesitamos amar, necesitamos un motivo para vivir. Necesitamos darnos cuenta de que el amor es cosa seria y que Dios se tomó en serio el amor y por eso nos amó hasta el extremo para que ese amor nos despierte nuestras ganas y deseos de amar.
Y ayer, viernes, amar con el amor de Jesús es “para empezar”, no considerar a nadie como enemigo, porque Jesús no tiene enemigos y los “amigos de mi Amigo son mis amigos o por lo menos nunca enemigos”. ¿Por qué nos empeñamos a veces en hacer bandos si para Jesús somos todos amigos? Terminemos con esta linda oración, otra vez, de San Felipe: “Oh, Señor que eres tan adorable y me has mandado a amarte, ¿por qué me diste tan solo un corazón y este tan pequeño?” Jesús danos un corazón grande, un corazón deseoso de amar como vos nos amás.