Juan 17, 1-11a – VII Martes de Pascua

on 26 mayo, 2020 in

 

Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:

«Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.

Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.»

Palabra del Señor

Comentario

Puede parecer a veces que, para nosotros, la fiesta de la Ascensión del Señor, que celebramos el domingo, no nos dice mucho. De hecho, a veces, no se profundiza mucho. Es una fiesta a la que a veces, en la Iglesia, no le damos tanta importancia. Es como que quedó un poco opacada entre la Pascua y Pentecostés. Quedó ahí, entre medio. Sin embargo, es una gran verdad, una linda verdad de nuestra fe, que la mencionamos en el Credo cada domingo que lo rezamos, que la mencionamos en un montón de momentos de la misa y nos enseña muchísimas cosas. Para los discípulos que lo vieron partir “entre las nubes”, sí debe haber sido significativo y misterioso. Muchas preguntas se les habrán cruzado por el corazón. ¿Qué pasaría ahora con ellos? ¿Cuándo volvería Jesús? ¿Qué podrían hacer ellos, solos, sin él? ¿Qué significaba eso de ir por todo el mundo a anunciar la Buena Noticia, a bautizar, a enseñar? Qué difícil debe haber sido para ellos. Para nosotros podría parecernos obvio, pero no fue lo mismo para ellos. Sin embargo, la prueba de que Jesús seguía estando con ellos, fueron los frutos que comenzaron a experimentar todos los apóstoles ante la ausencia de Jesús en la Iglesia naciente. Una ausencia que se transformó en una presencia distinta.

No podrían darse tantos frutos en toda la tierra, cada día, a cada instante, en miles de corazones, incluso en este mismo momento, mientras vos estás escuchando ahora, si Jesús no estuviese a la derecha del Padre asistiéndonos con su amor, con su fuerza.
De Algo del evangelio de hoy, escuchamos una oración de Jesús que quedó en el evangelio, y evangelio que se puede transformar en oración para nosotros. Qué fecundo puede ser para todos imaginar esta escena en la que Jesús mirando al cielo, mira a su Padre, lo busca con la mirada, como esa mirada de amor y el corazón para poder hablarle, para decirle todo lo que sentía. Jesús, en la última cena, se despidió de sus discípulos y se los encomendó a su Padre. Pero, al mismo tiempo, les dejó a sus amigos el mejor legado que podía dejarles, sus palabras que se harían eternas porque no fueron solamente palabras, sino que fueron al mismo tiempo, palabras que se hicieron gestos de amor, reales y concretos.

Qué lindo imaginar a Jesús mirando al cielo diciendo esto. Te propongo que hagamos hoy algo similar, que hagamos lo mismo, que elevemos nuestros ojos al cielo, o a una imagen, o a un lugar que nos ayude como a transportarnos, dicho simbólicamente, a ese momento. Las palabras de Dios pueden hacerse vida ahora, si buscamos que las escenas del evangelio, de alguna manera, se hagan presentes. No sean un cuentito, no sean frases lindas, frases motivadoras. Por eso, para eso, tenemos que usar todos nuestros sentidos, toda la sana espiritualidad, corazón y pensamiento. Somos una unidad. Antes de pensar en lo que podrías decirle vos al mismo Padre, a Jesús, pensá en lo que dijo Jesús, en algunas de las palabras que escuchaste recién y, si es necesario, volvé a escucharlas.

A mí me ayudan las que te voy a repetir ahora, las que rezo al elevar la hostia consagrada en el altar, en las misas de cada día, son éstas: “Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo”. Eso pido, que todos los que están en la misa, tengan esa vida eterna, que conozcan al Dios verdadero, a su enviado. Fijate también, a vos cuáles te sirven, si te sirven estas u otras.

Te decía que esta oración de Jesús quedó escrita en el evangelio. Sus palabras se hicieron evangelio y que, por eso, y porqué no, el evangelio para nosotros se debería transformar en oración, en elevación del alma hacia Dios. Eso es rezar, elevar nuestra alma a Dios para que no solo se arrastre por el suelo, por decir así, por las cosas de cada día, sino que se anime a elevarse un poco. Nuestra alma, nuestro espíritu está hecho para cosas más grandes todavía. Mucho más de lo que imaginamos. Eso es la Vida Eterna en la tierra, buscar cada día conocer al único Dios verdadero, al Padre de todos, y a su enviado Jesucristo. Vivir en serio es conocer a Dios, a Dios Padre, y a su Hijo. También podríamos decirlo al revés: conociendo a Cristo, conocer al Padre.

Toda nuestra fe cristiana podría sintetizarse en esto: conocer y amar a Cristo para poder conocer el amor del Padre. Pensemos si en nuestra vida estamos buscando esto. Pensemos si estamos intentando esto día a día. Todo lo demás es pasajero y secundario. ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué estás haciendo en tu vida, en la Iglesia? ¿Para qué crees que es la Iglesia? ¿Qué estás haciendo en tu familia? ¿Estás buscando la Vida Eterna mientras vivís esta vida terrena y pasajera? La Vida en serio, la Eterna, la que da ganas de vivir, la que nos ayuda a seguir cada día es esta: Conocer al único Dios verdadero y a Jesús su enviado. No a cualquier “dios” hecho a nuestra medida, no a cualquier ídolo humano, ni siquiera a un santo, a un político, a un prócer, sino a Jesús, que es el Camino, Verdad y Vida. Te aseguro que eso te va a dar la verdadera paz, te aseguro que eso te va a reorientar en la vida, la va a orientar. Escuchá a Jesús todos los días y vas a empezar a entender lo que es la Vida Eterna.