
Juan 6, 16-21 – II Sábado de Pascua
on 25 abril, 2020 in Juan
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.
Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. Él les dijo: «Soy yo, no teman.»
Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.
Palabra del Señor
Resumen II semana de Pascua
No nos olvidemos que en esta semana que nos regaló la Pascua, de alguna manera queríamos “volver a nacer” junto con Nicodemo. También decíamos que tenemos que ser felices, o aceptar esa bienaventuranza de Jesús de ser felices por creer sin ver. Qué lindo que podamos terminar este tiempo, estos días, deseando volver a nacer por la fe. Porque el que cree puede volver a nacer. Siempre se puede volver a nacer en lo espiritual. Nunca pensemos que estamos “muertos” totalmente. Nunca pensemos que, aunque tengamos muchos años o estemos enfermos o nuestro cuerpo no pueda más; no pensemos que no se puede volver a nacer. No pensemos que no podemos volver a ser felices, si ni siquiera la fe nos da felicidad, porque por ahí no estamos teniendo una fe pura y verdadera.
Todos nosotros podemos volver a renacer de lo alto, podemos creer más, tener más vida y ser más felices. Hay que volver a maravillarse siempre, una vez más, de que Dios nos haya amado tanto, nos haya amado primero y nos haya enviado a su Hijo para enseñarnos a vivir como hijos amados por él para perdonarnos los pecados y ayudarnos a dejar el pecado que nos sigue atormentando tantas veces.
Hoy también, como hicimos en la semana, intentemos hablarle a Jesús como lo que es: como nuestro Salvador, nuestro hermano mayor; aquel que vino a darnos vida y no a condenarnos, aquel que nos vino a dar luz para poder ver bien. Todo lo que pidamos en su Nombre al Padre; él nos lo concederá. Pidamos creer en esto, pidamos creer en él. Pidamos renacer una vez más. Pidamos seguir creyendo mientras caminamos para que la vida no se haga tan pesada, para que la muerte no apague el sentido de nuestra vida, para que el sufrimiento no sea la última palabra, para que el amor sea el motor de cada cosa que hacemos, para que Jesús sea el centro de nuestra vida y así poder animar al triste y consolar al afligido, para seguir amando, aunque a veces nos cansemos…
Y el jueves nos preguntábamos si nos damos cuenta porqué es tan importante escuchar oír hablar a Jesús y oír hablar de Jesús. ¿Nos damos cuenta de por qué creer en Jesús nos hace veraces, de por qué creer en sus palabras nos da Vida Eterna? Porque no hay otra palabra de Dios Padre para nosotros que no sea una palabra de amor, de verdad, de consuelo, de ánimo, de corrección, de perdón, de reproche cariñoso. Todo para nuestro bien Todo para andar en la verdad y para amar.
Por eso no nos cansemos de escuchar. No nos cansemos de oír. Si escuchamos con constancia la Palabra de Dios, cuando menos nos demos cuenta, tendremos más Vida. No nos cansemos de escuchar –decíamos muchas veces esta semana–; porque es feliz el que cree sin haber visto, el que sigue insistiendo, el que sigue escuchando. Y la fe nos viene por los oídos.
Nuestro Pan del alma –decíamos también ayer– nuestro Pan que alimenta el espíritu no puede ser sino el mismo Dios, porque nada nos puede saciar sino solo Dios. Somos “insaciables” solo nos sacia lo superabundante y eso solo puede venir de Dios.
¿Y dónde encontramos a Dios? En Jesús. Inevitablemente tenemos que ir hacia él, porque él es el enviado del Padre para que creamos. Él es el Pan del mundo, el alimento que nos da la Vida eterna, el alimento de todos los hambrientos.
Ahora… ¿cómo podemos alimentarnos de Jesús? Viviendo de tal manera que él mismo se convierta en nuestro verdadero Pan, aceptando y creyendo estas palabras, meditando todos los días la Palabra de Dios, viviéndola, haciéndola carne, amando en nuestro metro cuadrado cotidiano, encontrando lo grande en lo sencillo. Y hoy, en Algo del Evangelio vemos que Jesús camina por las aguas. Y les muestra a sus discípulos que él tiene el poder, que él es el rey del universo, que él tiene poder incluso con la naturaleza. Él es el dueño, porque por medio de él fueron hechas todas las cosas. Sin embargo, ellos tuvieron miedo. Ellos temieron porque no sabían bien quién era, y es ahí donde Jesús les dice “Soy yo, no teman”.
Qué lindo que es terminar estos días escuchando esas palabras de Jesús “No temas”. ¿Por qué temes? ¿Por qué le tienes tanto miedo a las cosas? ¿No te das cuenta de que yo soy el dueño de tu vida, no te das cuenta de que la barca tocará tierra rápidamente y te llevará a donde yo quiero? ¿No te das cuenta de que yo te amo, y que, aunque a veces parece de noche yo estoy siempre, y, en el fondo, soy yo el que maneja el timón de la barca de la Iglesia, de la barca de tu vida?
Que las palabras del Evangelio de hoy nos ayuden a terminar en paz, habiendo disfrutado estos días de su Palabra, habiendo disfrutado de tantas palabras de Dios que quisieron llegarnos al corazón.