Marcos 12, 13-17 – IX Martes durante el año

on 2 junio, 2020 in

 

Le enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?»

Pero Él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario.»

Cuando se lo mostraron, preguntó: « ¿De quién es esta figura y esta inscripción?»

Respondieron: «Del César.»

Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.»

Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.

Palabra del Señor

Comentario

No se puede leer la vida de Jesús por partes, no es suficiente, no alcanza con sacar frases lindas del evangelio, interpretarlas a nuestra manera. Hay que animarse a todo, a mucho más, a conocerlo de pies a cabeza, hasta el fondo del corazón. Por eso, te pregunto y me pregunto: ¿Cuántos libros enteros leíste en tu vida? ¿Cuánto tiempo le dedicaste en tu vida a muchas páginas de diarios y revistas, libros y más libros? Seguramente mucho o por ahí no tanto, no importa, en realidad la cantidad que hayas leído. Ni hablar de películas o televisión, series que vemos a veces. Por eso, ahora podemos animarnos a preguntarnos… ¿Leíste alguna vez los evangelios enteros, de corrido, o día en día? ¿Leíste alguna vez todos los evangelios en donde se relata la vida de aquel que decís que amás y que seguís, los leíste? ¿Los escuchaste? ¿Los meditaste?

Es necesario que nos hagamos estas preguntas con sinceridad, porque no se conoce bien a Jesús cuando pretendemos conocerlo por partes, o por comentarios de otros, por más buenos que seamos, a veces, los sacerdotes, o intentemos serlo, o escuchando partes lindas nomás o no escuchando nada, o leyendo frases motivadoras del evangelio, dispersas por ahí, por todas las redes. Es imposible ser cristiano enamorado sin contacto con la Palabra de Dios. Alguna vez te lo dije, pero, por eso, afirmo una vez más, que es necesario escuchar el evangelio, el cometario es accesorio, hay que escuchar el evangelio.

Alguna vez también te dije: Si lees mucho de filosofía, serás filósofo… Si lees mucho de fútbol serás especialista en fútbol… Si te interesa la decoración, aprenderás de decoración, serás experta en decoración… Si escuchás y meditás mucho la Palabra de Dios, cada día, serás experto o experta en Jesús. ¿Hay algo mejor? ¿Hay algo mejor? Serás cristiano en serio. Porque ser cristiano es eso, amar a Jesús con todo el corazón. Lo mismo pasa con nosotros los sacerdotes… o comentamos la palabra de Dios, leyéndola y mostrándola, manifestándola, o nos predicamos a nosotros mismos, o lindas ideas, muy lindas, pero no las de Jesús.

Me acuerdo esa anécdota del padre Hurtado, cuando se acercó un estudiante, un seminarista, a preguntarle: ¿En qué se debía especializar, después de ordenarse sacerdote? ¿En qué carrera? ¿En qué licenciatura? Y san Alberto Hurtado le contestó: “Especialízate en Jesucristo”. No se puede hablar de Jesús, no se puede hablar de Dios, sin dejar que hable él. Tan sencillo como eso. Cuando perdemos el contacto con lo que da sentido a nuestra vida, o con lo que debería darlo, para lo cual nos consagramos nosotros los sacerdotes, somos capaces de hacer y decir cualquier cosa, como seguramente escucharás tantas por ahí. Es fundamental que volvamos a las fuentes, a la raíz de nuestra fe, a lo más profundo, todos, para volver a sentir la frescura del evangelio y encontrarnos con el Jesús que nos quisieron enseñar los que escribieron los evangelios. Hay que animarse a leer el evangelio de Marcos entero, y saborearlo poco a poco. Cuenta la historia que algunos santos se sabían el evangelio de Marcos, casi de memoria de tanto leerlo y meditarlo. Bueno, en la época donde no había tantos medios y cosas que nos hacen perder la memoria. Pero, ¡qué lejos estamos nosotros a veces, de tanto amor!

Algo del evangelio de hoy nos enseña muchas cosas, pero una de ellas es que, claramente Jesús no era tonto, bueno, es muy obvio, ¿no? Fue muy bueno, pero no era tonto, no era un ingenuo. Muchas veces ante los engaños de los otros, nos conviene responder con preguntas como lo hacía él. La manera más fácil de desenmascarar un engaño, una hipocresía y saber qué es lo que realmente busca el otro, es “retrucar”, como se dice, es un juego de acá de Argentina, que se llama “truco”. Si te cantan “truco”, decile “retruco”, si te cantan “retruco”, respondele “quiero vale cuatro”. Jesús no se dejó engañar por los soberbios de este mundo, que querían que pise el palito o la trampa, y se equivoque para acusarlo de algo. Por eso, primero lo adularon un poco, lo adulan en el evangelio de hoy. Si respondía que había que pagar el impuesto, lo iban a acusar de estar a favor del imperio y en contra de su pueblo y de Dios, si respondía que no había que pagarlo, lo iban a acusar de rebelde, de no someterse a la ley. Qué cosa tan actual también para hoy, ¿no? Qué difícil que es diferenciar lo que es de Dios y lo que es de los hombres, lo que es de los que nos gobiernan, y de nosotros, nuestra independencia sana. Por eso, no podía haber mejor respuesta que la de Jesús: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.»

Podría ser algo así también: “Esa moneda que tenés en la mano es del Emperador, está bien, dásela a Él, está bien… es de él, está su cara; pero, el corazón es de Dios, y por eso hay que dárselo a él. En sus corazones está grabada la imagen de Dios, la imagen de Dios está grabada en nuestra alma”. Qué lindo, qué maravilla. Cada cosa en su lugar y no dejarse engañar. Eso es lo que tenemos que hacer. Los cristianos estamos en este mundo, y es lindo el mundo que Dios nos dio, es para agradecer, como decíamos ayer, pero al mismo tiempo no somos de este mundo, somos para otro mundo, no somos para este mundo. Por eso, hay que darle a este mundo, lo que es de este mundo, lo poco que podemos darle, pero a Dios lo que es de él. ¿Qué le corresponde al mundo? Es lo que tenemos que aprender a discernir y distinguir, seguramente muchas cosas, pero jamás el corazón. ¡Cuidado! No le des tu corazón a ningún político, a ningún líder humano. ¿Qué tenemos que darle a Dios? Todo, porque todo es de él.

Especialmente nuestro corazón que es su “imagen y semejanza” ¿Te acordás de la parábola de ayer? La viña es de él, el mundo es de él, todo fue puesto por él y para él, y por eso todos los frutos son para él. Sin embargo, “este mundo” nos hace olvidarnos quién es el verdadero “César”. Con mayúscula, Dios es el verdadero rey de nuestra vida, el que la gobierna. Los reyes de este mundo, los gobernadores de este mundo, pasan y pasan. Los presidentes también. A ellos les gusta que sus nombres queden grabados en diferentes lugares, en monedas, en billetes, calles, monumentos, lugares públicos y tantas cosas más, pero el único que merece ser grabado en nuestro corazón es Dios, el Dios hecho hombre, Jesús. ¿Entendemos esta verdad tan hermosa, tan maravillosa?

La respuesta de Jesús pone las cosas en su lugar, da la verdadera jerarquía a las cosas que nosotros a veces perdemos de vista. Somos de Dios y para Dios, Dios o nada, pero al mismo tiempo debemos en este mundo cumplir las leyes que nos rigen y nos ayudan a vivir en la sociedad buscando el bien común, por supuesto las que no contradicen la ley de Dios. Un buen cristiano es un buen ciudadano. San Pablo recomendaba rezar por los gobernantes, y de alguna manera, someterse a ellos, pero, ¡cuidado! A Dios lo que es de Dios. Un buen hijo de Dios cumple las leyes que se orientan al bien común, pero rechaza las leyes que atentan contra el amor de Dios y sus mandamientos. ¿Más clarito? hay que echare agua.

¿Entendemos? “A Dios lo que es de Dios”. O sea, todo.