
Mateo 5, 38-42 – XI Lunes durante el año
on 15 junio, 2020 in Mateo
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Palabra del Señor
Comentario
Hay que animarse a subir una montaña. No es fácil, pero es lindo subir una montaña. Seguro que alguna vez lo hiciste en algún campamento, como hablamos alguna vez, de chico, o ahora. Por ahí te hicieron subir una montaña que te parecía inmensa y tuviste esa experiencia cansadora, pero gratificante al mismo tiempo. Es inevitable, para llegar arriba hay que esforzarse y después, del esfuerzo, viene el gozo y la satisfacción. Es la propuesta para que sigamos estas semanas junto a Jesús, simbólicamente, subiendo a la montaña. Subir para estar con él y poder escucharlo, porque ahí arriba todo se escucha mucho mejor, para recibir en el corazón la ley del Reino de los hijos de Dios, la nueva ley del Reino de Dios, la que ya no quedó grabada en piedras, en tablas de piedras como la ley de Moisés, sino que quedó grabada en los corazones de los discípulos y desde ese día fue transmitiéndose de corazón a corazón, hasta nuestros días. El sermón de la montaña empezaba con las bienaventuranzas ¿te acordás? Era como el prólogo, su comienzo, su introducción.
En este comienzo de semana, en este lunes, te propongo hacer juntos el camino espiritual de ir subiendo, intentar que las palabras de Jesús nos vayan atrayendo tanto, que tengamos ganas de subir interiormente para elevarnos espiritualmente. Apartate un poco, escuchá la palabra de Dios en silencio. Por ahí con tu mujer, con tu marido, con tus hijos, pero en silencio. No hay otro camino para ver las cosas diferentes, para ver el paisaje desde otro panorama, que subir. Solo desde arriba se puede disfrutar la vista de una manera única e irrepetible. Lo mismo pasa con las palabras del Sermón de la montaña, lo mismo pasa con la nueva Ley de los hijos de Dios. Solo el que sube, el que se deja elevar las comprende y asimila. Solo el que se pone en camino para subir, para salir de uno mismo, de la comodidad de sus pensamientos y sentimientos, puede aceptar que Jesús venga a decirnos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo…”. “Yo les digo”. Él nos dice. Solo él puede darle el sentido pleno a la ley grabada en piedras frías y sin vida que no se podían cumplir sin la gracia de Dios. Solo él puede grabar la ley del amor verdadero en corazones con vida propia.
Vamos a subir juntos esta semana, como te digo. Vamos a escuchar la Ley de los hijos de Dios que tiene que ser “superior” dice, “mejor”, “superadora” en comparación a la de los escribas y fariseos; mucho mejor a la de los que creen que por cumplir están salvados. Como muchos de nosotros que están con la conciencia tranquila o están creyendo que agradan a Dios así. Un hijo quiere más. Un hijo que ama no calcula. Un hijo se entrega de corazón entero.
Como tantos hombres, a lo largo de la historia, que escucharon estas palabras de Algo del evangelio de hoy, seguramente te sorprenderás, te asustarás o bien te enojarás porque te parece una locura semejante pedido de Jesús. O te parece, incluso, injusto e ilógico pedir algo así. Pero vuelvo a decirte lo que te dije muchas veces: para comprender hay que creer, para aceptar hay que amar las palabras de Jesús, para comprender y aceptar hay que salir de uno mismo, hay que esforzarse un poco para no creérsela que uno se las sabe todas, para no considerar que nosotros tenemos la verdad. Se necesita humildad y para ser humilde hay que salir del yo, hay que vencer ese gigante interior, que es el ego.
“Yo les digo”… Yo les digo nos dice Jesús. Yo les digo que el mal no se soluciona con otro mal. Metételo en la cabeza, en el corazón. Que el fuego no se apaga con alcohol, que lo mojado no se seca con agua. Yo les digo que el mal solo puede ser vencido con el bien. Yo les digo que la mejor arma para destruir y afrontar el mal, en nuestra vida y en la de los demás, es el amor y la verdad. ¿Y cuál es la verdad? La verdad es que el amor es el remedio al dolor, el remedio al odio, es la respuesta a la mentira. Es la solución a la ira, a la violencia, a la insensatez, a la corrupción y doblez de corazón, al engaño, a la tristeza, a la hipocresía y así podríamos seguir nombrando todos los males de este mundo que anidan en nuestro corazón.
Presentar la otra mejilla, dar el manto, acompañar más de la cuenta, no es ser estúpidos, no es dejarse aplastar por el mal. Al contrario, es ser inteligentes y triunfar de otra manera. Es responder con el bien. No es ser tontos y dejar que el mal triunfe dejándome pegar, dejando que la injusticia gane la pulseada. ¡No! Eso no es cristiano, no es de Hijos de Dios. Poner la otra mejilla, es responder con un bien y que eso incluso nos exponga a recibir otro mal, para volver a responder con un bien, hasta el final. El que ama se expone. El que ama se expone a sufrir por amor, no por masoquismo. ¿Qué es lo que pretendemos hacer cuando respondemos a un mal con otro mal? Esa es la pregunta. Ganar. Triunfar. Queremos hacer justicia por mano propia y lo hacemos a nuestra manera, creyendo que de ese modo lo solucionaremos. Pero tenemos que entender que no hay otra manera de vencer el mal que con el bien. No existe otro camino posible por más que nos empeñemos en buscar otros caminos.
Probá, probemos hoy vivir estas palabras llenas de sabiduría, en lo sencillo de nuestra vida. Respondamos con una sonrisa alegre al saludo amargo del lunes por la mañana, ese saludo de tu compañero o jefe del trabajo. Respondé dejando el asiento a otro, aunque a vos te lo hayan negado. Respondé dando más de lo que te pidieron y es estrictamente necesario, aunque no parezca necesario. Respondé llamando al que te quiere y vos estás esperando que te llame primero por la dureza de tu corazón. Hay miles de formas de probar. Hay cientos de oportunidades en este día para vivir la verdad del evangelio de Jesús. Probemos, vas a ver que no nos vamos a arrepentir, vamos a salir ganando, en el fondo, lo que siempre queremos.