V Martes de Cuaresma

on 23 marzo, 2021 in

Juan 8, 21-30

Jesús dijo a los fariseos:

«Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir». Los judíos se preguntaban: «¿Pensará matarse para decir: “¿Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”?»

Jesús continuó: «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: “Ustedes morirán en sus pecados”. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados».

Los judíos le preguntaron: «¿Quién eres tú?»

Jesús les respondió: «Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo».

Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.

Después les dijo: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada».

Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.

Palabra del Señor

Comentario

Cuando evitamos sufrir para amar, a la larga sufrimos por no amar. Por eso, no hay peor sufrimiento que aquel que nos sobreviene por «quedarnos solos», por caer en esta tierra y no morir a nuestros egoísmos, a nuestros caprichos, a nuestra propia «voluntad y verdad». Algo de esto nos enseñaba el Evangelio del domingo en esta última semana de Cuaresma: «Si morimos, damos mucho fruto». Si aprendemos a morir cada día, en cada momento, dando algo de nuestra vida a los demás, dando toda nuestra vida a los demás, para terminar dándola algún día cuando nos llegue la muerte, jamás nos quedaremos solos. Solo el amor atrae, solo la entrega engendra verdaderas relaciones de amor. Por eso, hay que escaparle al sufrimiento sin sentido, pero jamás escaparle al sufrimiento que nos da vida, que nos enseña a amar, a entregarnos. Ese debería ser uno de nuestros mayores anhelos, para poder ser hombres y mujeres que demos frutos en cada circunstancia de la vida, sea el lugar que nos toque ocupar. Vamos caminando juntos hacia esta nueva Semana Santa, caminando obviamente junto a Jesús, dispuestos a ser semillas que den vida, semillas dispuestas a morir.

Durante esta semana previa a la Semana Santa, la semana más importante del año para los que creemos en Jesús, continuamos escuchando el evangelio de Juan, que me imagino que estarás experimentando algo de su dificultad. Las situaciones y las discusiones de Jesús con los fariseos se empiezan a exacerbar de a poco y todo se va encaminando lentamente a la entrega de Jesús en la Cruz. Parece como que Jesús habla en un idioma distinto y los fariseos en otro, o por lo menos entienden otra cosa totalmente distinta. «Ellos no comprendían que se refería al Padre», dice concretamente. Muchas veces en los evangelios, Jesús experimenta la incomprensión, pero al mismo tiempo experimentó la confianza, por algo termina diciendo: «Mientras hablaba así, muchos creyeron en él». Es por eso que, para creer, debemos escuchar y escuchar, abrirnos continuamente a lo que Jesús nos dice, por más que al principio no comprendamos demasiado. No nos desanimemos, nunca dudemos de que las palabras de Jesús tienen algo para decirnos, algo para enseñarnos, para consolarnos, algo para ayudarnos a cambiar y seguir adelante.

Algo del Evangelio de hoy es una invitación a ver más allá, a aprender interpretar, a aprender a esperar. Jesús les dice a los fariseos: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy». Les estaba diciendo algo así: «¡Cuando me maten, cuando me cuelguen de la cruz y me levanten bien alto, sabrán que yo soy Dios, que no era un hombre cualquiera, porque desde ese día cambiará la historia de la humanidad, miles y millones de personas se dejarán atraer por mi amor!». Les estaba anticipando que su muerte se transformaría en un signo concreto para reconocer que él era Dios caminando entre ellos y nunca se habían dado cuenta. Toda una locura para ellos y para nosotros también, si lo pensamos en serio.

Dios elige morir en una cruz, de la peor manera imaginable para esa época, para poder manifestarse como Dios, para vencer la muerte con su Resurrección. Ahí está la Gloria de nuestro Dios. Con esa actitud de fondo tenemos que caminar hacia la Semana Santa. No bajemos la cabeza cuando veamos a Jesús en la Cruz, no nos tiene que dar lástima, nos tiene que dar deseos de amarlo. No bajemos la cabeza como quien le da un poco de impresión o vergüenza por lo que hayamos hecho alguna vez, sino todo lo contrario, mirándolo fijo para poder descubrir en ese hombre todo el amor de Dios condensado en una persona, que lo único que desea es amarnos y perdonarnos, dándonos la vida que todos necesitamos.

Cuando por la gracia de Dios Padre nos demos cuenta de que Jesús también fue levantado en la «Cruz» por amor hacia cada uno de nosotros, por vos y por mí, recién ahí empezaremos a conocer verdaderamente quien es Jesús y qué es lo que vino a hacer a este mundo. No se lo conoce solo por los libros.

El conocimiento que necesitamos todos es el del amor, el amor que despierta la fe, la fe que despierta el amor y la posibilidad de cambiar. ¿Nosotros a veces no andaremos hablando en otra sintonía, como los fariseos? ¿No será que a veces nosotros estamos escuchando otra frecuencia? Jesús nos habla en FM y nosotros estamos en AM. Tenemos wifi libre, sin clave, gratis y andamos gastando el dinero y energía, tratando de conectarnos con Jesús de maneras rebuscadas o extrañas mientras lo tenemos en el corazón y se nos manifiesta en cada hermano.