
VI Jueves de Pascua
on 18 mayo, 2023 in Juan
Juan 16, 16-20
Jesús dijo a sus discípulos:
«Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver.» Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: «¿Qué significa esto que nos dice: “Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”? ¿Y qué significa: “Yo me voy al Padre”?» Decían: «¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir.»
Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: «Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: “Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”.
Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.»
Palabra del Señor
Comentario
Si empezamos el día intentando no pensar tanto en lo que tenemos que hacer, sino en lo que podemos contemplar, frenando un poco, para hacer silencio, te aseguro que todo va a ser mucho mejor. Vas a tener otra mirada de lo que ves y vivís. Pero, si empezamos el día escuchando las “malas noticias”, escuchando los problemas que hay por todos lados de este mundo, de tu país, de tu comunidad, escuchando otras voces que no son las de Jesús, es verdad, por ahí no es malo en sí mismo, pero nos perdemos de algo, de algo mucho mejor. Nos perdemos de la serenidad de la mañana. Por algo los monjes empiezan su día diciendo: “Señor, abre mis labios… y mi boca proclamará tu alabanza”. Empiezan sus días pidiendo a Dios que les abra los labios solo para alabar. Vos dirás, bueno, pero son monjes. Sí, es verdad, pero podemos tomar lo esencial de esta petición, de estas personas que se consagran completamente a Dios. Nosotros empezamos el día levantando a nuestros hijos, haciendo desayuno, empezando a manejar, a veces, a lidiar con el tránsito, amontonándonos, a veces, en un medio de transporte. Sí, es verdad, todo eso es complicado. Pero se puede intentar dejar que, el primer silencio de la mañana no se rompa por lo menos por culpa nuestra. Intentemos escuchar hoy solo la Palabra de Dios al principio, intentemos no encender ninguna radio, ninguna televisión, ninguna computadora.
La soledad mal vivida o la soledad, como ese sentimiento que molesta, es la ausencia, a veces, de alegría, de gozo interior. La soledad, en el fondo, es falta de amor, ya sea por no recibirlo o por no buscarlo, pero, en definitiva, es no es estar experimentando el amor. Y muchas veces buscamos el remedio de la soledad en falsas alegrías o gozos que, en el fondo, nos pueden dejar más solos todavía. Por eso, si estás un poco molesto, molesta, por estar solo, si estás quejoso o quejosa por estar sola, fijate si en realidad no estás “haciendo la tuya”, creyéndote el artífice de tu propia felicidad. Una persona quejosa, en el fondo, se siente sola y todo lo reclama. Una persona quejosa afea los ambientes en los que está y colabora ella misma para quedarse sola, porque es molesto estar con alguien que se queja y es pesimista. No es raro encontrar personas solas, pero que, en realidad sin querer, lamentablemente y con tristeza, hicieron todo lo posible para quedarse solas. Es triste, pero también pasa.
Pero lo lindo de Algo del Evangelio de hoy es que Jesús les asegura a los discípulos y a nosotros, de que esa “tristeza se convertirá en gozo”, se puede convertir en gozo. La tristeza para el cristiano no tiene que ser la última palabra, debe ser siempre pasajera, jamás puede llegar para instalarse, para echar raíces, para aquerenciarse en el corazón. No pienses que esa tristeza que tenés va a durar siempre. Aprendé a mirar más allá. Sabé esperar, sabé confiar en que Jesús te convertirá ese sentimiento en un gozo imborrable, cuando aprendas a verlo a él en todas las cosas. Seguro que ya te pasó alguna vez, seguro que lo viviste. Por eso no te olvides que la tristeza es pasajera y que salir de la tristeza también depende de nuestros deseos de salir de ese aislamiento, que puede convertirse en una soledad instalada y hace tanto mal, a nosotros y a la Iglesia. Es triste ver cristianos tristes. No estamos hechos para la tristeza.
Por otro lado, lo lindo del gozo es que jamás puede ser pleno si no es compartido y eso ayuda a otros a salir de sus encierros. Todos vivimos esa experiencia alguna vez, de alguna manera. Todos hemos alegrado a otros y todos hemos sido alegrados por otros. Todos necesitamos compartir la alegría. Es esencial a la alegría que se derrame, que se comparta. Una vez, unos novios con fecha de casamiento, me contaron que, por algunas dificultades de distancia de sus familias, no podían avisar a todos juntos la fecha de su casamiento y eso hacía que no pudieran disfrutar semejante noticia. La alegría del casamiento no era solo para ellos. Es así, las alegrías son para contarlas, los gozos son para compartirlos. Las alegrías espantan las tristezas y los gozos quitan las soledades.
Si estás alegre, contalo, compartilo, hace bien. Si andás triste, pensá de dónde viene esa tristeza, qué fue lo que la originó, para poder combatirla, pero mientras tanto, andá y quedate un rato con Jesús, mientras tanto andá y buscá la compañía de alguien que esté alegre, eso te va a ayudar.