
VI Lunes durante el año
on 14 febrero, 2022 in Marcos
Marcos 8, 11-13
Llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: « ¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo.»
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Palabra del Señor
Comentario
Algo del Evangelio de hoy nos enseña lo que no debemos hacer con Jesús, con su Padre si queremos ser felices. Ni discutir, ni desafiar. Algo que les encantaba a los fariseos. Algo que a nuestro corazón a veces también le gusta. ¿Sos de discutir y desafiar a los demás? ¿Sos de discutir y desafiar a Dios? Vuelvo a decir, una cosa es preguntarle a tu Papá el porqué de esto y el porqué de lo otro –algo normal y parte de nuestra vida- y otra cosa es plantarnos frente a Dios como más grandes que Él, no como hijos, sino como “pares”.
Discutir no tiene sentido, dialogar sí. No discutas con nadie, no pierdas el tiempo. Dialogar sí, no te canses de dialogar, es lo mejor que podés hacer. Dejá de discutir, es lo peor que podés hacer. Fijate que dice el evangelio que “llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él”, no dice que Jesús discutía con ellos. No me imagino a Jesús discutiendo, si me lo imagino a Jesús queriendo dialogar, pero cuando alguien no quiere dialogar, el problema no es nuestro, es del otro, es el otro que no quiere. El que discute generalmente cae en el desafiar, en el intentar poner a prueba al otro porque en el fondo no le interesa lo que el otro piensa y siente, sino solo en lo que él piensa y siente. El que discute no escucha, no está dispuesto a escuchar, por eso discute, es medio sordito. El que discute no está abierto a incorporar algo nuevo, sino que busca que el otro se adecue a su manera de ser. Por eso los fariseos discuten, desafían y piden un signo, mientras tenían el signo frente a sus narices. Mucho para aprender de la palabra de Dios de hoy. No solo en nuestra relación con los demás, sino con nuestro Padre. ¿Dialogamos con nuestro Papá del cielo o discutimos? ¿Le preguntamos o lo desafiamos?
Finalmente es lindo imaginar ese momento en el que Jesús “suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo?” ¿Qué pensará Jesús de nosotros cuando les pedimos signos? ¿Suspirará de la misma manera? Podemos ser parte de esa generación que no se comporta como hijos y anda desafiando a Dios. Podemos, cuidado. ¿Por qué será que no terminamos de convencernos del signo más grande y maravilloso que podamos imaginar, de Jesús? ¿Por qué será que nos pasamos bastante tiempo de nuestra vida discutiendo, desafiando a otros y al mismo Dios y no nos damos cuenta que el mayor desafío está en reconocer el amor de Dios que se hizo carne en Jesús y se hace carne todos los días con su palabra, con la Eucaristía, en los más pobres, en nuestra familia? ¿Qué Dios pretendemos? ¿No seremos demasiados pretensiosos?