VI Martes durante el año

on 15 febrero, 2022 in

Marcos 8, 14-21

Jesús volvió a embarcarse hacia la orilla del lago.

Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.» Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.

Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?»

Ellos le respondieron: «Doce.»

«Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?»

Ellos le respondieron: «Siete.»

Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?»

Palabra del Señor

Comentario

Algo del Evangelio de hoy nos puede ayudar a entender qué es lo que nos pasa muchas veces, o qué es lo que les pasa a tantos cristianos, hombres y mujeres, que no terminan de vivir su fe con verdadera alegría: “¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?»” Las palabras de Jesús suenan duras, pero son tan reales. ¿No recordamos? No será que nos pasan estas cosas porque no recordamos, porque no terminamos de comprender y entender. Los discípulos habían terminado de estar en la multiplicación de los panes más grande de la historia y después se estaban preocupando por si les iba a alcanzar o no con un pan para todos. Parece gracioso, parece una ironía de la palabra de Dios, pero no lo es.

Realmente les pasó eso, realmente nos pasa eso. Nos olvidamos de lo vivido, nos olvidamos del don, nos olvidamos que somos hijos y terminamos “peleándonos por quién podrá comer y quien no”. Nos olvidamos que somos hermanos y entonces nos ponemos a discutir cuando vemos que no alcanza, porque no confiamos en que el otro es hermano. ¿Entendés? En el fondo nos olvidamos de nuestra condición de hijos y hermanos. Si nunca olvidáramos que nuestro Padre del Cielo jamás nos dejará sin lo necesario para vivir; si jamás olvidáramos que así como Dios cuida de los animales y las aves del cielo, es imposible que Él nos deje de cuidar, no nos detendríamos en peleas que no tienen sentido, no nos pondríamos a discutir por un poquito de pan. ¡Qué poca memoria tenemos! ¡Qué rápido nos olvidamos de que si sabemos compartir, si ponemos de nuestra parte, si nosotros hacemos lo que otros no pueden, jamás nos faltará nada, al contrario, siempre va a sobrar!

¿Ya te olvidaste de todo lo que Dios Padre te dio a lo largo de la vida? ¿Ya te olvidaste de que hace un ratito nomás Jesús multiplicó los panes frente a tus narices? ¿Tan rápido nos olvidamos de todo? ¿Ya te olvidaste de aquella vez que te animaste a poner de tu parte y de golpe todo fue mejor, todo se disfrutó, todo salió más lindo? ¿Ya te olvidaste de que la multiplicación de los panes es el milagro continuo de Jesús cuando sabemos poner amor a cada cosa? ¿Ya te olvidaste de que la Iglesia, aún con sus pecados, es una muestra cierta de que lo que se comparte se multiplica? ¿Te pusiste a contar alguna vez la cantidad de amistades, conocidos y hermanos que llegaron a tu vida gracias a que Jesús siempre multiplica todo? ¿Todavía no comprendemos ni entendemos?

No nos perdamos tanto amor del Padre por andar peleando y discutiendo. No nos perdamos tanto amor de hermanos por andar mirando si nuestra panza estará llena. Ser hijo y hermano, es mucho más que un simple almuerzo.