
X Sábado durante el año
on 11 junio, 2022 in Mateo
Mateo 5, 33-37
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
Palabra del Señor
Comentario
Podemos aprovechar este sábado para ver el camino recorrido, para ver si hemos subido o no a la montaña con Jesús.
Esa era la invitación de esta semana en el comienzo del Sermón de la Montaña; Jesús sube a la montaña para hacernos subir con Él, para que vayamos a recibir la Ley del Reino de los hijos de Dios, la Ley de la gracia; para que aprendamos a comprender verdaderamente el sentido profundo de los Mandamientos.
Jesús sube a la montaña para que nosotros también subamos; por eso miremos hacia atrás y fijémonos si en esta semana hemos subido un poquito más la montaña…
Las Bienaventuranzas decíamos que son el rostro de Jesús, son en realidad promesas que Él nos hace para que podamos vivir como Él, como hijos de Dios.
¿Y cuál era la clave de las Bienaventuranzas? La clave de las Bienaventuranzas es Jesús mismo, es su mismo Corazón. Él las vivió primero porque Él es el Maestro para poder vivirlas eso es lo que decíamos el lunes.
El martes nos hacíamos esta pregunta tan profunda: ¿Cuál era el distintivo de un cristiano?, ¿Qué es lo que finalmente nos hace ser cristiano, nos distingue algo de los demás, nos debería distinguir algo? ¿Qué es lo que Jesús dice que debe distinguir a un discípulo de Él?
El Sermón de la Montaña de a poquito nos va llevando a encontrar esa respuesta…
Nos íbamos a sorprender, nos dábamos cuenta que finalmente el distintivo del cristiano es querer glorificar a su Padre, es descubrir que el único sentido de la vida es querer glorificar al Padre, amándolo y amando a todos sus hijos; amando a los demás como hermanos.
Y por eso el miércoles, Jesús nos explicaba cuál era la relación entre el nuevo modo de vivir de los hijos de Dios; y el modo anterior de vivir, bajo la ley del Antiguo Testamento…
¿Cómo es? ¿Este nuevo modo anula el anterior? -preguntábamos- ¿Este nuevo modo excluye lo antiguo?: ¡No!, al contrario; este “nuevo modo” llevará a su plenitud al anterior.
Jesús nos enseñará a que tomemos los Mandamientos y descubramos su VERDADERO sentido, Jesús no puede borrar con el codo, lo que el Padre escribió con su mano.
Jesús vino a cumplir los Mandamientos, pero también vino a algo mucho más grande; a ayudarnos a cumplirlos y a darnos la fuerza y la gracia para poder cumplirlos.
El jueves, afirmábamos que el que es hijo “en serio”, no se preocupa entonces únicamente por “cumplir” la Ley en su literalidad, no se preocupa únicamente en no matar físicamente a su hermano: “padre yo no maté a nadie” -nos dicen a veces a los sacerdotes-; sino que además un hijo no quiere matar a nadie con el corazón y tampoco matar el corazón de nadie. El que se siente hermano de los demás, jamás va a querer herir al otro, jamás va a querer herir a otro hijo de Dios.
Por eso nos preguntábamos si esto no es lógico, ¿no es lógico que Dios como Padre, desee que todos sus hijos se lleven bien y que no se hieran?, ¿no pretendés vos lo mismo con tus hijos? ¿O sos feliz si tus hijos se pelean entre ellos?
No alcanza entonces con no matar, no podemos ser tan mediocres de “conformarnos” con no matar a nadie. Jesús vino a enseñarnos algo más: a AMAR a los demás, no matar a nadie con el pensamiento, con el corazón, no matar a nadie con los ojos o con tus palabras.
Y el viernes, finalmente Jesús nos volvía a decir: “Han oído que se dijo … Yo les digo…”
Yo les vengo a enseñar que tienen que mirar a todos como hermanos, mirar a mujeres y varones como hermanos; todos somos hijos de Dios, y por eso decía que desear a alguien con el corazón es ya de alguna manera, cometer aquello que nuestro deseo busca.
Entonces, fijémonos si esta semana hemos subido un poquito más la montaña; subamos para recibir la Ley del Reino de los hijos de Dios, subamos para que Jesús nos abra su Corazón y podamos comprender un poco más cuál es la voluntad del Padre para cada uno de nosotros.