XI Lunes durante el año

on 13 junio, 2022 in

Mateo 5, 38-42

Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.

Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

Palabra del Señor

Comentario

Hay que subir a la montaña, es lindo subir una montaña. Seguro que alguna vez lo hiciste, seguro que alguna vez en algún campamento, de chico, te hicieron subir una montaña y tuviste esa experiencia, cansadora y gratificante al mismo tiempo, es inevitable, para llegar arriba hay que esforzarse. Es la propuesta de estas semanas, junto a Jesús, simbólicamente subir a la montaña, para estar con él y poder escucharlo para recibir la ley el Reino de los hijos de Dios, la nueva ley del Reino de Dios, la que ya no quedó grabada en piedras, como la Ley de Moisés, sino que quedó grabada en los corazones de los discípulos y desde ese día fue transmitiéndose de corazón a corazón, para llegar al tuyo y al mío.

En este comienzo de semana, te propongo hacer juntos el camino espiritual de ir subiendo, de que las palabras de Jesús nos vayan atrayendo tanto que tengamos ganas de subir interiormente una montaña. No hay otro camino para ver las cosas diferentes, para ver el paisaje desde arriba hay que subir. Solo desde arriba se puede disfrutar la vista de una manera nueva y única. Lo mismo pasa con las palabras del Sermón de la montaña, lo mismo pasa con la nueva ley de los hijos de Dios. Solo el que sube las comprende y asimila, solo el que se pone en camino para subir, para salir de uno mismo, de la comodidad de sus pensamientos y sentimientos puede aceptar que Jesús venga a decirnos: «Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo…». Solo él puede darle sentido pleno a la ley grabada en piedras frías y sin vida, solo él puede grabar la ley del amor verdadero en corazones con vida.

El Sermón de la Montaña a veces genera controversias, enojos. De hecho, en estos días alguien nos escribió enojada, porque no le gustó, en el fondo, lo que dijo Jesús en el Evangelio. No pusimos otra cosa en esa imagen que lo que Jesús dijo y, sin embargo, una persona se enojó, porque aquel que no es capaz de subir, en el fondo, choca contra sus pensamientos y sentimientos e incluso la nueva ley de Dios parece ser más imposible que la antigua. Por eso, subamos, no nos enojemos, escuchemos lo que Jesús nos dice y abramos nuestro corazón.

Vamos a subir juntos esta semana, vamos a escuchar la ley de los hijos del Padre que tiene que ser «superior», «mejor» a la de los escribas y fariseos, mejor a la de los que creen que por cumplir están salvados, están con la conciencia tranquila, están agradando a Dios. Un hijo siempre quiere más, un hijo verdadero no calcula, un hijo entrega su corazón.

Como tantos hombres a lo largo de la historia que escucharon estas palabras de Jesús, seguramente te sorprenderás, te asustarás o bien te enojarás porque te parece una locura semejante pedido de Jesús o te parece incluso injusto e ilógico. Pero vuelvo a decirte lo que dije muchas veces: para comprender hay que creer, para aceptar hay que amar las palabras de Jesús y para comprenderlas y aceptarlas hay «subir a la montaña», hay que salir de uno mismo, hay que esforzarse un poco para no creérsela, para no considerar que nosotros tenemos la verdad. Se necesita humildad y para ser humildes hay salir del Yo.

«Yo les digo… Yo les digo…», nos dice Jesús. Yo les digo que el mal no se soluciona con otro mal, a eso se refiere Jesús. No podemos responder al mal con el mal. Yo les digo que el fuego no se apaga con alcohol, que lo mojado no se seca con agua. Yo les digo que el mal solo puede ser vencido por el bien. Yo les digo que la mejor arma para destruir y afrontar el mal es el amor y la verdad, y la verdad es que el amor es el remedio al dolor, a la violencia, es el remedio al odio, a la mentira, es la respuesta a la ira, a la violencia, a la insensatez, a la corrupción, al engaño, a la tristeza, a la hipocresía y así podríamos seguir.

Presentar entonces la otra mejilla…Escuchemos bien: presentar la otra mejilla, dar el manto, acompañar más de la cuenta si nos pidieron, no es ser tontos, no es dejarse aplastar por el mal y no hacer nada. Es responder con bien. Vuelvo a decir, no es ser tontos y dejar que el mal triunfe dejándome pegar, dejando que la injusticia gane la pulseada. ¡¡¡NO!!! Eso no es cristiano, no es de hijos de Dios. Poner la otra mejilla, es responder con un bien y que eso incluso nos exponga a recibir otro mal a causa del bien. El que ama se expone amando. El que ama se expone a sufrir por amor, no por masoquismo. Por eso hay que entender bien las palabras del Evangelio de hoy, para que no te pase como esta persona que se enojó en estos días, porque en el fondo no pudo escuchar; no por mala, no pudo escuchar. O escuchamos a nuestra manera, ponemos el oído y no profundizamos.

Probemos vivir estas palabras llenas de sabiduría de hoy en lo sencillo de nuestras vidas. Respondamos con una sonrisa alegre al saludo amargo del lunes por la mañana de tu compañero de trabajo, del que maneja el colectivo, el medio de transporte. Respondamos dejando el asiento a otro o a otra aunque a vos te lo hayan negado. Respondamos dando más de lo que nos pidieron, para ser generosos, demos más de lo estrictamente necesario, de lo que nos deja la conciencia tranquila. Respondamos llamando al que nos quiere y nosotros estamos esperando que nos llame. Hay miles de formas de probar las palabras de Jesús de hoy. Probemos, no nos vamos a arrepentir. Amar no es de tontos, es de inteligentes. Amar es la única manera de romper la cadena de mal que a veces nos enreda y no nos deja vivir en paz. El mal siempre estará cuando un corazón en vez de responder con el bien, responde con el mal. El mal en el fondo está en nosotros cuando no sabemos elegir el mejor camino, el que Jesús nos enseñó.