XII Lunes durante el año

on 21 junio, 2021 in

Mateo 7, 1-5

Jesús dijo a sus discípulos:

No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.

¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Deja que te saque la paja de tu ojo», si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Palabra del Señor

Comentario

Cada lunes es necesario renovar el deseo de seguir escuchando mientras caminamos, mientras empezamos la rutina, mientras todo –de algún modo– vuelve a empezar, mientras cada uno está en la suya en lo que le corresponde, mientras todos continuamos con nuestros proyectos y sueños. Pero lo fundamental es que si dejamos de escuchar, todo va perdiendo su sentido y su sabor. Nunca te olvides lo bien que te hace empezar el día escuchando, lo bien que te hace abandonar tu vida en las manos del Padre; es lo mejor que podemos hacer.

Te recuerdo que desde hace dos semanas estamos rezando con el Evangelio de san Mateo y particularmente con el Sermón de la Montaña, los capítulos 5, 6 y 7. Hoy empezamos a escuchar el capítulo 7. Acordate que el tema de la montaña es todo un símbolo para el mismo Jesús que viene a dar la nueva Ley desde el monte, así como Moisés había recibido la Ley en un monte. Pero también es un símbolo para nosotros, que debemos subir para poder escuchar verdaderamente a Jesús, debemos salir de nosotros, de nuestra comodidad para recibir el anuncio del Reino de los Hijos de Dios, el Reino de los Hijos de un mismo Padre que ama a todos, malos y buenos.

Por eso es necesario volver a renovar este deseo y terminar de escuchar durante esta semana este sermón de Jesús que espero que te haya ido atrapando, enamorando, ilusionando con poder vivir como verdadero Hijo. Buscá un buen lugar para escuchar, buscá un buen momento para tomar tu Biblia otra vez y gastar las hojas de tanto leerla y meditarla. Que la Palabra de Dios escrita y escuchada sea nuestro mayor gozo, nuestra lectura más deseada, y acordate que, como decíamos ayer, con el Evangelio del domingo, Jesús siempre está. Aunque parece que duerme, aunque las horas de este mundo nos sobrepasan, él siempre está. Debemos afirmar una vez nuestra fe, todas nuestra dudas deben estrellarse ante las palabras de Jesús que increpa el viento de este mundo y nos quiere volver a despertar. ¿Cómo no tenés tu fe?. Después de todo el amor que te demostré, ¿no tenés fe?

En Algo del Evangelio de hoy, Jesús no da muchas vueltas, en realidad nunca da muchas vueltas, pero sí es verdad que algunas de sus palabras necesitan ser más interpretadas que otras; hay evangelios y evangelios, podríamos decir. En cambio, ante las palabras de hoy, ¿qué duda nos puede quedar? ¿Qué interpretación podemos darle? ¿Pudo haber sido más claro y concreto? ¿Son necesarias muchas aclaraciones? Me parece que no. Sin embargo, es algo que debemos escuchar mil veces y hacerlo parte de nuestro modo de pensar y sentir. No alcanza con escuchar, no alcanza con decir: «¡Qué lindas palabras o que duras!», sino que tenemos que ser oyentes practicantes. Escuchar no asegura el vivirlas. Lo que nos asegura el vivir, es escuchar, meditar, asimilar y alegrarse con una enseñanza que descubrimos como camino de felicidad. La nueva Ley de Jesús es Ley del gozo, Ley que libera de los desórdenes de nuestro interior y de la esclavitud del cumplir por cumplir.

¿Cuántas veces juzgué en mi vida teniendo una viga en mi propio ojo y finalmente el tiempo me terminó enseñando cuanto me había equivocado? ¿Cuántas veces perdí el tiempo hablando de otros mientras no podía yo mismo con mi propia vida? ¿Cuánto dañé a los otros por decir cosas que pensaba y, aun siendo verdad, no ayudaron a nada? ¿Cuántas personas me perdí de conocerlas verdaderamente por haberlas juzgado antes de tiempo? Pensemos en positivo. No juzgar hace bien, no juzgar nos conduce lentamente hacia la humildad y los humildes son los Hijos predilectos del Padre, los humildes son los pobres de espíritu, son los pequeños del Reino, son los más felices, viven sin tensiones. Felices los humildes, felices los que se van haciendo humildes por no juzgar a nadie. Felices los que no se creen con el derecho a andar armando y desamándole la vida a los demás, pensando que ellos tienen la casa en orden.

Felices los que descubren que las mejores batallas que podemos librar son los nuestras, las propias, las de luchar con nuestra propia soberbia que nos ciega y no nos deja ver tanto desorden propio mientras somos especialistas en los ajenos.

¿Qué camino preferís elegir? ¿El de la hipocresía que se alimenta continuamente del error ajeno? ¿El de la hipocresía que se deleita al ver tropezar a los otros? ¿El de la hipocresía que, además, se cree que no es hipócrita y que siempre tiene una excusa y una razón para juzgar? ¿El de la hipocresía que no es capaz de mirar en su interior para darse cuenta que el primero que tiene que cambiar es uno mismo? Mientras sigamos el camino de la hipocresía, consciente o inconscientemente, jamás seremos hijos de corazón, seremos pura apariencia. Un hermano no juzga a otro hermano simplemente porque respeta al Padre, que es el único que sabe qué pasa en el corazón de cada Hijo. El Padre ve en lo secreto y por eso solo el Padre puede distinguir, puede comprender todo y perdonarlo todo.

¿Juzgás? Pensalo en serio, pensalo con responsabilidad. Respondete esta pregunta con profundidad. Se juzga con todo el ser, con la mirada, con el pensamiento, con el corazón, con la palabra, con la indiferencia, con el rencor, con el olvido; se juzga con el modo de vivir. Jesús no nos prohíbe pensar y discernir qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, nos prohíbe emitir juicios de valor sobre las personas que son débiles como nosotros.

Elijamos ser Hijos, elijamos vivir como hermanos, aborreciendo el mal y el pecado, pero amando y abrazando al que lo hace, al que se equivoca, al que se tropieza. Ayer el que se equivoco fue tu prójimo, hoy puedo ser yo, mañana podés ser vos. Elijamos mejor corregirnos a nosotros mismos primero para poder algún día tener el corazón limpio y así poder ayudar a otros a ver más claro.