XIII Jueves durante el año

on 30 junio, 2022 in

Mateo 9, 1-8

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados.»

Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema.»

Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: « ¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»

El se levantó y se fue a su casa.

Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.

Palabra del Señor

Comentario

Si la Palabra de Dios es bien recibida desde temprano, puede transformarse en alimento para todo el día, es más, puede ser a la tarde, o la noche, el “buenas tardes o buenas noches” de cada día. Sí, Dios también quiere decirnos algo bueno cuando empieza a caer el sol y antes de descansar. Es bueno descansar escuchando cosas que hacen bien, de hecho, hay un salmo que dice así: “Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruyes internamente, tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré”. Si durante el día hicimos el esfuerzo de lograr que permanezca en el corazón la palabra que más nos resonó, y casi sin darnos cuenta vamos intentando vivir lo que escuchamos, antes de acostarnos, los acontecimientos del día pueden mostrarnos o revelarnos lo que en un principio a veces, no pudimos comprender. Nunca hay que despreciar lo que nos pasó durante el día, aun cuando no nos pareció tan bueno, porque lo que Dios nos enseña se manifiesta de algún modo en la vida, y lo que nos va sucediendo también se transforma en palabra de Dios para aquel que tiene fe. Como dice San Pablo: “Todo sirve para el bien para aquellos que aman a Dios”. Nada se desperdicia, todo se transforma en oportunidad para escuchar y aprender.

Podemos aprender cada día de esta gran verdad solo cuando somos capaces de acostarnos en paz, habiendo hecho de alguna manera un “repaso” del día, un traer al corazón lo que vivimos, tanto lo bueno, como lo malo, agradeciendo lo vivido por más que no haya sido lo mejor, agradeciendo la vida, y pidiendo perdón si fuera necesario, por aquello que hicimos mal o no nos salió de la mejor manera, por nuestras faltas de amor. Solo así podemos reconocer en cada acontecimiento, el paso de Jesús por nuestras vidas.

Esto es algo que no hicieron todos los que tuvieron la dicha de ver a Jesús cara a cara. Muchos esperaban una cosa y cuando escuchaban otra distinta se cerraban. ¿No te pasó eso alguna vez? ¿No te pasó alguna vez que pusiste tu expectativa en algo y cuando no se dio lo que esperabas, cerraste la cortina del corazón? Los que vieron a Jesús, especialmente los escribas y fariseos, les pasó eso. Lo que no encajaba en sus expectativas lo rechazaban, por no adecuarse a su forma de pensar. Así les pasa a muchos cristianos con palabras de Jesús, con enseñanzas de la Iglesia, con enseñanzas de los Papas, con enseñanzas de sacerdotes, también nos pasa a los sacerdotes entre nosotros, nos puede pasar a todos. ¿Qué pasa cuando actuamos así? Por un lado, eso manifiesta un gran grado de inmadurez, ya que es de niños rechazar automáticamente aquello que no nos gusta, y por otro lado, nos perdemos mucho, nos perdemos algo nuevo que Jesús quiere mostrarnos, y eso es por cerrarnos, por no aceptar algo distinto, algo que, aunque a simple vista puede no gustar, encierra una verdad.

Jesús en Algo del Evangelio de hoy, hace lo que nadie esperaba, hace en realidad lo que Él cree que es lo mejor. Perdona los pecados de este hombre, antes que curarlo de su parálisis, sin embargo, no le creen. El hombre perdonado ni abrió la boca, no lo necesitó, recibió todo lo mejor que podía recibir, en realidad, abrieron la boca los que tenían cerrado el corazón, porque no podían creer que un hombre cualquiera, fuese Dios, capaz de perdonar los pecados de una persona. Demasiado misterio junto como para creer todo de golpe. Sin embargo, Jesús para demostrar que el mayor milagro es perdonar los pecados, antes que devolver la movilidad a alguien, le ordena que se “levante”, que resucite desde el corazón y que, además, pueda empezar a caminar otra vez.

Puede ser que alguna vez nos haya pasado algo parecido o que hayamos escuchado algo así. Puede ser que alguna vez fuimos a pedirle algo a Jesús y nos terminó dando algo mejor, o algo que no veíamos. Él es así. Él sabe todo, sabe mejor que nosotros que es lo que necesitamos y muchas veces una carencia física, una enfermedad nos ayuda a reconocer una carencia espiritual. El mayor mal de nuestra vida es el pecado, personal y estructural, y si eso se sana todo lo demás va sanando, en cambio, sí estamos bien físicamente pero mal del corazón, por más que estemos bien sanos y tengamos todo, algo en nuestra vida no funciona bien, algo siempre nos molesta. El corazón nos acompaña a todos lados y cuando está enfermo el único médico capaz de curarlo, es Jesús, ni el mejor médico clínico del mundo puede curar las secuelas que deja el egoísmo en nuestra vida.

¿Nos damos cuenta que lo que necesitamos es mucho más que salud y trabajo? ¿Nos damos cuenta que por más salud y trabajo que tengamos si no tenemos amor de Dios en nuestro interior, en realidad no tenemos nada? Si vamos a pedirle algo a Jesús, tengamos la humildad de reconocer que seguro Él tiene algo mucho mejor que darnos, aun cuando nosotros no lo sepamos, aun cuando nosotros y los otros, estemos convencidos de que lo mejor es otra cosa. Aceptemos que solo Él conoce nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros dolores y tristezas. Dejemos nuestra propia curación en manos de Él, y confiemos en que su palabra y su amor puede, hacer que nos volvamos a levantar, y nos llevemos nuestra propia camilla, aquella que alguna vez nos transportó.