XIV Jueves durante el año

on 9 julio, 2020 in

 

Mateo 10, 7-15

Jesús dijo a sus apóstoles:

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.

Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Palabra del Señor

Comentario

La paciencia no sólo todo lo alcanza, sino que la paciencia, debemos decirlo, se alcanza en la medida que la practicamos. En la medida que luchamos y nos damos cuenta que es una virtud, que tenemos que alcanzar a fuerza de constancia. La paciencia es ese algo que debemos trabajar en la vida, es algo que se va forjando en nuestro interior y nos va modelando el corazón como personas de bien, como hijos de Dios, en la medida en que somos pacientes, no queda otra. No podemos pretender ser pacientes de un día para el otro, va en contra de la paciencia. La paciencia a veces, también podríamos decir, que toma el color o el matiz del “soportar”, de aprender a cargar ciertas cosas, aprender a callar, aprender a “masticar”, por decir así, en silencio, interiormente, lo que nos duele. Podríamos decir que toma un color también de “pasividad”, de no actuar. Otras veces la paciencia tiene que ser activa, no es solamente un “apichonarse” y saber esperar que pase la tormenta, sino también, hacer cosas que nos ayuden a vivirla, ser nosotros los que buscamos por medio del amor, cambiar también la realidad.

Jesús fue paciente, pero no se quedó quieto, no se acuarteló, no se escondió, no solo supo esperar los momentos oportunos, sino que los buscó. Por eso esta virtud va de alguna manera, abrazada al amor, nos ayuda a amar, y es activa porque el amor siempre es activo. No siempre es quedarse y esperar, sino también levantar la cabeza, mirar y decir ¿dónde puedo poner hoy mi corazón?, ¿dónde puedo exponerme para amar?; y en esa exposición por supuesto que a veces, se nos hace el corazón más vulnerable y a veces sufrimos.

La paciencia se alcanza y “todo lo alcanza, quien a Dios tiene, decimos, nada le falta”. No pienses que la paciencia es por arte de magia, no es de un día para el otro. Seremos pacientes lentamente, perseverantemente en la constancia del día y por eso hay que ser pacientes hasta que lleguemos a alcanzarla, y seguiremos luchando cada día para mantener esa paciencia, que es en definitiva, la que nos dará la felicidad, porque es la que nos da el Amor.

¿Y si nos proponemos hoy ser un poco más pacientes? Pensá con quién debés ser más paciente hoy. ¿Si nos proponemos hoy no querer violentar nuestra realidad y lo que nos rodea? Hoy es un día para ser pacientes, como todos, hoy es un día para también buscar el modo de ser pacientes, levantar la cabeza y decir: ¿Dónde puedo poner mi cuota de paciencia, mi corazón? ¿Dónde puedo practicarla? ¿Dónde puedo amar?

En Algo del Evangelio de hoy Jesús nos dice: “Den gratuitamente porque han recibido gratuitamente”. Si recibiste gratuitamente el don de la fe, el don de creer en él y creyendo podés mirar y vivir las cosas de otra manera; recibiste no sólo el don de la fe, sino también recibiste a tu familia, tantos bienes, tantas cosas en tu vida que te ayudaron a ser lo que sos. Por eso, pensando en esto, tenemos que dar gratuitamente, por eso el que se siente apóstol, llamado por Jesús, se siente agradecido, el que se siente apóstol no se siente “especial” y distinto a los demás, por algo que consiguió por sus propios méritos, el que se siente apóstol es un hombre agradecido y es un hombre generoso, una mujer generosa.

Por eso, para evangelizar no es necesario llevar nada material, porque lo mejor se lleva dentro, lo mejor se lleva en el corazón. ¡Qué triste es cuando en la Iglesia no comprendemos esto, si pensando que la evangelización está más dada por los medios, que por el fin y por el corazón! ¡Qué triste cuando en la iglesia opacamos el verdadero mensaje, por hacer tantas cosas para supuestamente, atraer y divertir, pero nos olvidamos de lo esencial!

La evangelización se da por generosidad, no se da por obligación. No vamos a predicar y a llevar el evangelio a los demás en nuestro trabajo, en nuestra familia, en la parroquia, en la comunidad, en el grupo; por una obligación moral, sólo por un mandato de Jesús; sino porque nos reconocemos gratificados, nos reconocemos “agraciados” por él, nos reconocemos “mirados” y amados por nuestro buen Dios  y eso hace que de golpe, por decir así, desborde nuestro corazón y tengamos ganas de decirle a los demás: “Mirá yo recibí esto y como lo recibí te lo quiero dar, tengo para darte a Jesús, que es lo mejor que tengo en la vida.”

Qué lindo que es sentirse apóstol, sentirse amado y agraciado, sentirse elegido porque él nos amó primero y por eso tenemos ganas de mirar a los demás a los ojos y decirles: “Esto tengo para darte”.

Que hoy sea un día en el que demos gratuitamente, con paciencia, tantas cosas buenas que recibimos por gracia de Dios. Nada de lo que tenemos es real o estrictamente nuestro; todo lo que recibimos, lo recibimos gracias a la gracia de Dios.

Ojalá que hoy nos sintamos agradecidos y esto nos permita no aferrarnos a nada; por eso Jesús nos envía sin nada, nos envía a la “casa”, a los corazones de las personas, para que ahí podamos volcar todo lo nuestro, todo lo mejor que tenemos… el amor de Jesús.