XIV Lunes durante el año

on 6 julio, 2020 in

 

Mateo 9, 18-26

Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá.» Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada.» Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado.» Y desde ese instante la mujer quedó curada.

Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: «Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme.» Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.

Palabra del Señor

Comentario

Paciencia en este nuevo lunes. Paciencia. Mucha paciencia se necesita para seguir caminando en esta vida; para conservar la fe, la calma, la paz; para aceptar la realidad; para aceptar lo que nos pasa, lo que está pasando en el mundo; para aceptar un dolor, una enfermedad; para soportar al insoportable, a veces, que no podemos soportar por nuestra debilidad. Y así podríamos seguir. “La paciencia todo lo alcanza”, decía Santa Teresa. Me sorprende, escuchando a veces a tantas personas, escuchando confesiones o personas que se acercan a hablar, un tema recurrente, un tema que sale siempre en todos, es el de la paciencia. “Padre no tengo paciencia”. “Estoy cansado, estoy cansada”. “Todo y todos me hacen enojar”. Y, a veces, me pregunto y me acuerdo de algo que me dijo una vez un monje: ¿No será al revés, que estamos cansados de tanto enojarnos? El que es manso y humilde de corazón, como Jesús nos recomendaba ayer…el que es manso y humilde de corazón, como Jesús nos enseñaba en el evangelio de ayer, se enoja menos que el iracundo, el impaciente. Por eso, en el fondo, la falta de mansedumbre es lo que nos cansa el corazón, nos agobia.

Esto me hace pensar mucho. ¿Será que el hombre siempre fue tan impaciente o será que estamos en la época de la impaciencia? ¿Será que el uso de la tecnología ha exacerbado nuestra cuota natural de impaciencia, de ansiedad, con la que parece que nacemos? No lo sé, lo que sí sé es que necesitamos paciencia para todo, en especial para escuchar la palabra de Dios y ver frutos, para escucharla y comprenderla, para escucharla y aceptarla. Te diría que la mayoría de los abandonos de tanta gente que deja de escuchar, que se entusiasmó y después deja de escuchar, o de gente que es inconstante al escuchar, se debe a la impaciencia, a esa necesidad que tenemos de alcanzar las cosas rápido. Muchísimos que escuchaban con alegría, hoy ya no escuchan más. ¡De lo que se pierden! Si supiéramos que Dios habla en el tiempo y dándole tiempo, ¡cuánto tiempo le dedicaríamos! ¿No? Tené paciencia, tengamos paciencia. La paciencia es la virtud de los sabios, de los prudentes, de los fuertes, de los nobles, de los honestos, de los generosos, de los que tienen temple, de los que buscan cosas grandes, de los justos, de los humildes. En definitiva, de los santos, de los buenos hijos de Dios que saben esperar todo de su Padre con paciencia; que saben que todo vendrá de él, tarde o temprano, y lo que no viene es porque no tiene que venir.

Algo del Evangelio de hoy es para disfrutar. Dos grandes milagros. Dos personas de fe, grandes personas de fe que tuvieron fe incluso en momentos donde todo parecía perdido, donde parecía que no había solución. Una mujer que desde hace doce años estaba enferma y un hombre desesperado con su hija muerta. ¡Qué terrible! Solo una mujer paciente puede seguir intentando después de doce años de dolor, de enfermedad, de búsquedas y búsquedas. Solo un hombre paciente puede pedir recuperar a su hija una vez que la vio en sus brazos muerta. ¡Qué maravilla! ¡Qué ejemplo y ánimo para muchos de nosotros hoy que no pasamos ni por una ínfima parte de dolor de estos personajes del evangelio de hoy! Por eso, contemplemos a estas dos personas que nos dan ejemplo de fe, que siguieron intentando a pesar de todo, incluso esperando que no se dé lo que ellos querían; incluso dispuestos a vivir el fracaso; incluso seguramente dispuestos a alabar a Dios, como lo hizo Jesús ayer, ante el fracaso, ante el no conseguir sus deseos. Por eso Señor, queremos pedirte hoy que nos des, por lo menos, una pizca de esa paciencia.

Porque la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sé, porque muchos me lo cuentan, que hay muchos enfermos. Personas que están ahora, en este momento, enfermas. Personas que están sufriendo día a día, que escuchan estos audios con el evangelio de cada día. Seguro que son mujeres y hombres de paciencia y, si no lo son, los animo a tener paciencia, a seguir esperando, a seguir luchando con fortaleza, para esperar la recuperación o para saber aceptar la enfermedad. Rezamos por todos los enfermos. Rezamos por todos los que están sufriendo. Qué lindo que es que el evangelio de cada día nos una como hermanos, cada uno en lo suyo, algunos sufriendo, otros rezando por los que sufren. Y por qué no, pedirles que recen y ofrezcan ellos también sus sufrimientos por nosotros; por los que tenemos que entregar la vida por el bien de la humanidad, del evangelio; por los que no tenemos tanta paciencia. La paciencia se alcanza muchas veces en la prueba, en el dolor, casi como una ironía, no queda otra que tener paciencia.

Si ahora estás enfermo o enferma, sufriendo en tu cuerpo o en tu alma por algún dolor o por alguna pérdida, aprendé de estos personajes del evangelio de hoy. Esperá, sabé esperar. Pedile a Jesús con todo tu corazón, pero también estate dispuesto a que no pase lo que deseás. Pidámosle a Jesús, a la mujer del evangelio hoy y al padre de esta niña que nos ayuden a saber esperar y confiar siempre hasta el final, sabiendo que, pase lo que pase, aunque algunos incluso se rían de Jesús, como lo muestra el evangelio de hoy, su amor siempre terminará resucitando y curándolo todo.

Si tu vida anda sobre rieles, si estás bien, si no tenés ningún problema, no tenés derecho a ser impaciente, no tenés derecho a quejarte, no tenés derecho a andar reclamando. Disfrutá de lo que tenés y ayudá a los que están en alguna necesidad. Disfrutá y rezá, también, por los que están sufriendo. No tenemos derecho a veces a quejarnos, habiendo tanto sufrimiento en este mundo. “Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo” y ayudanos a ir siempre hacia vos, descargando nuestras aflicciones y nuestros agobios, aquellos agobios que incluso nos hemos conseguido nosotros por nuestra falta de paciencia.