XV Domingo durante el año

on 12 julio, 2020 in

 

Mateo 13, 1-9

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.

Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.

¡El que tenga oídos, que oiga!»

Palabra del Señor

Comentario

Claramente Jesús no fue un ingeniero, ni un matemático. ¿Te diste cuenta? Evidentemente a Jesús no le interesaban tanto los números como nos pasa a nosotros que, inevitablemente, pensamos y todo lo calculamos, excepto cuando amamos, que casi sin darnos cuenta dejamos de medir todo y eso está bien. Ante el amor dejamos la ingeniería, la física y la matemática de lado y eso es lo que nos hace bien. Es lo que debería pasarnos. Qué difícil en este mundo de hoy donde todo se mide, donde todo se calcula, incluso los seguidores, los likes y las cosas que nos gusta ver las medimos todas, porque, en el fondo, estamos buscando otra cosa.

¿Te imaginás un ingeniero agrónomo pensando en tirar semillas por todos lados al preparar y estimar lo necesario para una siembra? Imposible. Lo echan o se funde.

¿Te imaginás el dueño de un campo no pensando en usar lo mejor posible sus recursos, cómo sembrar la menor cantidad de semillas posibles para poder obtener la mayor cantidad de frutos esperados? Imposible. Tiene que calcularlo siempre, para que su campo sea rentable.

Esto es así. Y está muy bien, por supuesto. Es la lógica del buen uso del suelo y de los recursos que se tienen para obtener los mayores beneficios. Es la lógica también de buscar sacar el mayor provecho a nuestro trabajo, evitando las pérdidas y el derroche. Esto está bien y debe ser así, en la medida en que no transformemos a las personas en números. Cosa que pasa muy seguido, pero bueno, ese es otro tema.

Pero ¿sabés cuál es la buena noticia de Algo del evangelio de hoy? La buena noticia, que la lógica de Jesús, la lógica de Dios es muy pero muy distinta a la nuestra cuando se trata del amor. La lógica con la que él piensa el mundo es muy diferente a la nuestra y, por eso, nos cuesta comprender muchas veces sus palabras. Y por eso no escuchamos a Dios a veces. Porque escuchar implica cambiar nuestra lógica, sacarnos el chip de nuestro pensamiento; cambiar nuestra manera de pensar o, por lo menos, plantearnos en serio cómo es Dios. Pensar cómo piensa Dios nos compromete a cambiar. Nos obliga a mirar muchas cosas de otro modo o, por lo menos, no intentar pensar que lo que piensa este mundo es lo que piensa Dios. Hoy, por lo menos, empecemos por ahí.

Dice la Palabra que: “El sembrador salió a sembrar”. Intentemos hoy pensar cómo piensa Dios. Intentemos mirar la realidad desde arriba, por decirlo así, con los anteojos de la fe, y no como ingenieros calculadores, sino como padres que aman a sus hijos. ¡Menos mal que el sembrador es generoso! ¡Menos mal que no calcula tanto en dónde tira la semilla! Su generosidad es muy inusual para nosotros. Cualquier sembrador “de los nuestros”, vos y yo, sería un poco más calculador. Sin embargo, Jesús “revolea” las semillas por todos lados, en el camino, sobre las piedras, entre malezas y, por supuesto, en lugares buenos. Así viene sembrando este sembrador tan bueno en tu vida, en nuestras vidas, en la historia de la humanidad. Siempre apuesta por nosotros, aun sabiendo que muchas semillas quedarán desaprovechadas por distintos motivos; aun sabiendo que no darán muchos frutos o, por lo menos, los que él quisiera. ¡Menos mal, Jesús, que sos tan generoso! Hasta podríamos pensar que tira muchas semillas justamente sabiendo que serán pocas las que den frutos. Imaginate si tirara pocas. Si damos frutos con “pocas”, imaginate si tirara pocas. El que siembra generosamente, cosechará generosamente. Jesús no es mezquino. Por eso, muchos lo aman, porque no es mezquino. Jesús es amor y el amor es derroche. El amor no calcula. El amor no especula. El amor no es para ingenieros o matemáticos. Eso es para otra cosa.

La semilla cae en muchos lugares diferentes. No da frutos en todos, claramente. Pero el problema, por eso, no es la semilla. El problema es el lugar en donde cae. La semilla-palabra siempre es buena. Siempre es la mejor. La semilla-palabra tiene todo lo necesario para hacer una gran planta con los mejores frutos, sin embargo, las cosas no se dan siempre como el sembrador quiere. Esto no importa tanto. Lo importante es que la semilla-palabra siempre es abundante y de la buena.

Las semillas, la Palabra de Dios, caen en diferentes lugares. Podríamos pensar que todos tenemos algo de cada terreno en nuestro corazón. En los lugares en donde la semilla no da fruto, aun cuando algo crece, parece que el denominador común es la falta de interés, el que no se la valora lo suficiente. Tanto la que cae en el camino, como la que se enfervoriza por un rato y afloja ante la crisis, como aquel que deja que las “cosas” la ahoguen, en los tres casos no terminamos de comprender ni de valorar el don del amor de Dios, el don de su Palabra. ¡Si supiéramos que es Dios el que nos habla, cómo cuidaríamos cada palabra! Nos cuesta oír, nos cuesta escuchar y por eso nos cuesta comprender y vivir la Palabra.

Hoy Jesús les cuenta esta parábola a miles de corazones. A nosotros, a vos y a mí. Para que examinemos qué clase de oyente somos o en qué aspectos de nuestras vidas tenemos que empezar a escuchar en serio, para dejar de pensar tan mezquinamente, para animarnos a recibir mejor los dones y, al mismo tiempo, animarnos a ser sembradores al estilo de Jesús. Derrochadores desinteresados. Por eso animate también hoy a esparcir estos audios con la Palabra de Dios en todos lados. No importa qué corazón la recibirá. Lo importante es que esa semilla algún día, de alguna manera, dará fruto. Y si querés recibirlo directamente, no te olvides de nuestra web: www.algodelevangelio.org.

“El que tenga oídos, que oiga” y escuche. Mientras tanto Jesús, por favor, seguí sembrando.