XVII Miércoles durante el año

on 27 julio, 2022 in

Mateo 13, 44-46

Jesús dijo a la multitud:

«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.»

Palabra del Señor

Comentario

Retomando algo de la riqueza del evangelio del domingo pasado, es lindo recordar que además de enseñarles a rezar a los discípulos, o sea a darles una fórmula por decirlo de alguna manera, Jesús les enseñó que debían orar con insistencia. Jamás alcanzarán las palabras para dirigirnos a nuestro Padre, jamás podemos agotar el misterio de nuestra comunicación con Él, con una mera repetición de fórmulas, sino que junto con eso debe ir de la mano el corazón, la insistencia de un corazón que ama, como el del “amigo inoportuno” que, con tal de darle un pedazo de pan a su otro amigo, no se cansó de insistir. Por eso Jesús lo decía así: “Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!” Jesús quiere que no nos cansemos de pedir, desea que seamos insistentes e inoportunos. Dios Padre desea darnos lo que Él más desea, aunque parezca redundante, y eso que más desea es lo que a veces nosotros menos deseamos, su Espíritu. Por eso sería muy infantil que cualquiera de nosotros, vos y yo, digamos que ya sabemos rezar, que sabemos orar, porque en realidad deberíamos decir junto con San Pablo: “…el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido…” Eso quiere decir que pedir el Espíritu Santo, es condición necesaria para rezar, es condición indispensable para dejar que de nuestro corazón broten las palabras, o los “gemidos inefables” que ni nosotros mismos sabemos reconocer, esas necesidades que ni nosotros mismos reconocemos. Seguiremos con esto.

Podríamos preguntarnos hoy, por qué a veces Jesús no habló tan claro como uno lo puede esperarlo o el porqué de las parábolas, que parecen tan sencillas a simple vista y sin embargo, necesitan ser explicadas. Los discípulos en privado, muchas veces le preguntaron a Jesús sobre el significado de las cosas que decía, el significado de las parábolas, eso evidentemente, quiere decir, que no comprendían todo y que no todos entendían lo que Jesús quería decir. Lo mismo pasa hoy. Y vuelvo a la pregunta del principio ¿por qué Jesús eligió ese modo de enseñar? Mientras Jesús sabía todo y sabe todo, él prefirió no decir todo de golpe, no decir todo de una vez, para que vayamos viendo, comprendiendo de a poco y con provecho, con fruto. No estamos preparados para tanto de golpe, somos débiles, no nos da el corazón, no nos alcanza la mente y por eso, Jesús a sus discípulos y a nosotros, nos va llevando de a poco, como buen Maestro, mostrándonos algo para atraernos, callando ciertas cosas para decírnoslas después, como vos hacés con tus hijos, como hace un maestro enseñando. Así vamos adentrándonos en los misterios del Corazón de Jesús, los misterios del Reino de Dios, que son insondables. Así de golpe miramos para atrás y podemos decir: ¡Ah, ahora comprendo! ah, ahora entiendo lo que me decía Jesús. Así es el camino de la vida, el camino del evangelio. No podemos ser golosos con la palabra de Dios, tenemos que comer de a poco e ir degustando.

Mientras, desde Algo del Evangelio de hoy, lo que podemos ir pidiendo es descubrir la riqueza y la belleza del Reino de los Cielos, que hoy está simbolizada en el tesoro y en la perla. Descubrir el amor de Jesús, descubrirlo a Él, por medio de sus palabras, de la Eucaristía, de la caridad, es todo, es la mayor riqueza. Nosotros estamos haciendo el camino de la palabra, descubrir el tesoro de lo que Jesús nos dice cada día. Pero el tesoro del Reino de los Cielos, es algo que nos puede llegar por miles de caminos, Dios tiene uno pensado y “guardado” para cada uno de nosotros. Pensalo y rezalo hoy en tu propia vida. ¿Cómo llegaste a descubrir a Jesús, cómo encontraste el tesoro de la Eucaristía, cómo llegó a vos la palabra de cada día, estos audios? ¿Cómo empezaste a tener un apostolado y eso te hizo descubrir semejante regalo? Y al mismo tiempo cada uno descubre el tesoro y la perla, el valor de Jesús y la belleza de seguirlo, de diferentes maneras y en diferentes momentos de su vida. Lo fundamental que tenemos que guardar en el corazón hoy, creo, que es que el amor de Jesús vale más que todo lo que podamos tener, el tesoro vale más que el campo en donde estaba escondido y vale más que todos los bienes del hombre que es capaz de vender todo lo que tenía. Nadie vende todo si lo que va a comprar no es mejor. Jesús es todo, es todo lo que necesitamos y anhelamos.

Jesús es el tesoro que andamos buscando casi sin darnos cuenta, Jesús es lo que te hizo cambiar de vida, es el único que cambió la vida de millones de personas a lo largo de la historia, es el que te hizo entrar en ese grupo de oración, es el que te hizo entrar en ese movimiento, en ese grupo, es el que te ayuda a servir cada día. Jesús es todo, ¿queda alguna duda? Por otro lado, Él es la perla más linda, más bella. Y la belleza vale más que cualquier cosa, por eso este hombre vende todo por la perla más linda, la belleza de estar con Jesús vale más que todo lo que podamos tener. Estar con Él es lindo, hace bien, cambia la cara, cambia la mirada, cambia el corazón y eso se nota. Si todavía no andamos con una sonrisa por la vida dándonos cuenta de que vivir es mucho más lindo de lo que imaginamos, es porque todavía no encontramos a Jesús realmente, tenemos que seguir buscando, pero no hay que desanimarse, Jesús se hace encontradizo para aquellos que lo buscan con un corazón sincero, como decía también la palabra del domingo, porque el que busca, encuentra, el que llama se le abrirá, el que pide se le dará.