XVIII Lunes durante el año

on 3 agosto, 2020 in

Mateo 14, 13-21

Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.

Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos.»

Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos.»

Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados.»

«Tráiganmelos aquí», les dijo.

Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.

Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, buen lunes. Espero que estés empezando un buen lunes, a pesar de todo, a pesar de todas las cosas que pasan y que nos pasan, a pesar de que en el mundo se nos bombardea con tanta información, tantas malas noticias, que a veces nos pueden dejar el corazón un poco pesimista y desesperanzado. Pero nosotros no podemos perder la esperanza, y por eso tenemos que volver a escuchar la Palabra de Dios. En este volver a escuchar te estarás preguntando, estarás diciendo: “¿Esto ya lo escuché ayer? Este es el evangelio de ayer”. Sí, tenés razón. Es el evangelio, el mismo evangelio de ayer, domingo.

Son estas cosas que a veces pasan en la liturgia, que sería muy largo de explicarlo pero, por la diferencia que hay en la configuración de las lecturas de los domingos  con respecto a las de la semana, a veces pasa que puede haber esta superposición de textos. Pero, más allá de esto, creo que nos ayuda el volver a escuchar. ¿Por qué no? A veces, Dios permite estas cosas y nos permite volver a profundizar. Nunca está demás.  Además, además el evangelio de ayer, el evangelio de hoy, siempre tiene mucha tela para cortar, demasiada, que tampoco la terminaremos hoy. Ayer yo dije algunas cosas que aportaron algo, me parece, y hoy quería pensarlo de otra manera. En esta invitación de Jesús a los discípulos diciéndoles: “Denles ustedes de comer” me resuena, hoy más que nunca, estas palabras como dirigidas a nosotros, a la Iglesia: “Denles ustedes de comer”. A nosotros los sacerdotes: “Denles ustedes de comer”. “Yo los necesito a ustedes. Yo necesito de la Iglesia para hacer llegar mi amor”. Basta de esta, a veces, “lucha” que se puede dar dentro de nosotros y afuera, con que es una cosa o la otra, o es lo espiritual o lo material.

No, son las dos cosas. Jesús vino a sanar el corazón y el alma y vino a cambiar las realidades, pero desde adentro. Y por eso, ya no sirve más oponer. No sirve más decir: “Bueno, la Iglesia se ocupa de lo social” o “La Iglesia se ocupa solo de lo espiritual, o “Son las dos cosas”. Sin embargo, hoy más que nunca, resuenan en mi corazón estas palabras para mí como sacerdote, para tantos sacerdotes, para tantos ministros de la Iglesia, consagrados: ¡Démosles de comer! La gente tiene hambre, la gente tiene hambre de Jesús. Es verdad, estamos dando mucha comida, estamos alimentando a tantas personas que lo necesitan. Es verdad, eso, si compartimos, nunca va a faltar. Pero si no compartimos a Jesús, si no compartimos la Eucaristía, si nosotros los sacerdotes no somos los que llevamos a Jesús a los demás, a aquellos que no se pueden acercar o aquellos que están tratando de venir, ¿quién se los va a dar? Démosles nosotros de comer. Señor, que estas palabras hoy resuenen también en mi corazón y en el de tantos sacerdotes, en toda la Iglesia. ¡Despierta Iglesia! Despertate, tenemos que darle de comer a la gente que está hambrienta de Jesús. Está hambrienta de amor. Necesita mucho más que cosas materiales. Necesita mucho más que un pedazo de pan. Necesita pan y el pan del alma. Necesita amor, necesita contención, necesita sanación del corazón, para eliminar las heridas, para dejarlas de un lado y mirar para adelante.

Jesús, que hoy, una vez más, podamos escuchar estas palabras y animarnos a hacernos cargo de lo que hemos decidido, de lo que nos hemos comprometido alguna vez cuando nos decidimos ser sacerdotes: Darle de comer al pueblo hambriento de Dios, que tanto te necesita.