
XXI Martes durante el año
on 25 agosto, 2020 in Mateo
Mateo 23, 23-26
Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: ¡la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Palabra del Señor
Comentario
Retomando un poco el evangelio del domingo, decíamos que la fe es una gracia. Pedro no pudo decir esas palabras. No pudo saber quién era Jesús, si no hubiese sido porque se lo reveló el Padre del cielo. Vino esa gracia del cielo. La fe es un don, es verdad, y sorprende a veces, porque algunos la tienen y otros parece que no, que no la recibieron. Sin embargo, no tenemos que olvidar que la fe también es camino, es combate. “Hay que combatir el buen combate de la fe”, como dice san Pablo. Ese combate que implica también conocer el objeto de la fe, o sea, a Jesús, conocer al consumador, tener nuestros ojos fijos en él y darnos cuenta que el camino de la fe es ir descubriéndolo tal cual es. No tal cual lo pensamos nosotros, sino tal cual es. Es por eso que también Jesús evitaba que lo reconozcan como Mesías. Algo medio extraño y que nos puede chocar un poco, pero eso decía en el evangelio del domingo también. Les ordenó severamente que no dijeran que era el Mesías. No quería, Jesús no quiere que lo confundamos con un Mesías al modo humano, siguiendo nuestra lógica. Pero bueno, seguiremos con esto en estos días.
En Algo del Evangelio de hoy seguimos escuchando, de alguna manera, los reproches de Jesús a los fariseos. El “fariseísmo” es el gran mal del corazón de los hombres religiosos, y con esto no me refiero únicamente a los consagrados, a los sacerdotes –aunque por supuesto que es más grave cuando se da en nosotros–, sino a todo hombre que se jacta de tener fe, que dice tener fe, y de creer en un Dios que es amor, tal como lo creemos nosotros los cristianos.
Hoy te propongo, me propongo, que pensemos en porqué muchas veces hacemos ciertas cosas, porqué nos mentimos y mentimos a veces a los demás o, si querés podemos decirlo de otra manera, nos falta verdad o nos alejamos de la verdad, esa verdad que nos libera, cuando desde un pensamiento engañoso generamos palabras o frases falsas y actuamos muchas veces hipócritamente, incluso sin darnos cuenta. O bien al revés, una acción que realizamos que está carente de verdad nos lleva a tener que justificarla con palabras falsas que hace que terminemos engañándonos y justificándonos a nosotros mismos. ¿Cuántas veces hacemos esto y muchas veces sin darnos cuenta?
Vuelvo a decirte y decirme: Jesús rechaza la mentira. No solo porque quiere la verdad, así en abstracto, como si la verdad fuera una cosa que está ahí, en el cielo, sino porque él es la verdad. Y la verdad nos hace libres y la mentira claramente nos hace mal, nos esclaviza silenciosamente. El ser veraces nos ayuda a dejar de esclavizarnos por la hipocresía, que es como andar con una máscara. Qué difícil que es vivir en la verdad. Nos da tanto miedo mostrarnos como somos. Nos da miedo mostrarnos débiles, frágiles. Nos da miedo reconocer que nos equivocamos, por orgullo y, además, porque estamos, de alguna manera, presionados por un deseo desenfrenado de ser “perfectos”, intachables, exitosos, aplaudidos. Nosotros mismos nos presionamos a nosotros mismos por querer ser casi perfectos, y esto es una perfección engañosa. Podemos sumarle a esto también que el mundo aplaude al supuestamente exitoso y se ríe del mal llamado “fracasado”. Entonces vivimos así más presionados que nunca, tironeados por todos lados.
Bueno, hoy vemos que los fariseos encarnan esta manera de vivir falsa e hipócrita. ¿Qué hace un fariseo? Dos cosas principalmente: descuida lo esencial y se preocupa por lo externo, por lo superficial. Descuida lo esencial, descuida la justicia, la misericordia, la fidelidad. “Busca filtrar el mosquito” como dice Jesús–que está en lo accesorio– y “se traga el camello de lo esencial”.
Por eso somos fariseos cuando criticamos y vemos los pecados ajenos y no nos damos cuenta que los nuestros a veces son peores, que nuestras debilidades son mucho más grandes que las de los demás. También somos fariseos cuando estamos preocupados y criticamos por cómo se hace esto o aquello, acá o allá, pensando que nuestra forma es la mejor y no amamos en lo concreto, como cuando vemos a un pobre y no tenemos caridad. Dice Jesús que hay que practicar esto sin descuidar aquello. Lo accesorio y los detalles no es que no sean importantes, pero lo más importante es otra cosa, es lo esencial.
Y la segunda característica del fariseo es que se preocupa por lo externo, por lo superficial, por la letra de la ley, y no sabe ir a lo profundo, a lo esencial. Todos creen que es bueno, puro, santo, humilde, pero por dentro no tiene misericordia, no es justo, no es fiel, y se olvida de que, si empieza por cuidar su corazón, lo de afuera vendrá por sí solo, se acomodará. Se olvida que tiene mucho que cambiar en sí mismo y se distrae fijándose en las pequeñeces de los demás. El día que se ponga de manifiesto –como dice san Pablo– los corazones y las intenciones de cada uno de nosotros, nos daremos cuenta el tiempo que perdimos- incluso la Iglesia ¡cuidado!- , “matando mosquitos”, porque nos enojaban y no nos dábamos cuenta que se nos llenaba la casa de nuestro corazón de camellos gigantes, de nuestro orgullo, que se nos llenó el corazón de la hipocresía que a veces nos invade.
Que Jesús hoy nos libre a todos del “virus del fariseísmo”. Ese es el peor virus que nos puede atacar a todos y lo único que logra es enfermar y matar nuestra vida de fe que, en realidad, tiene que ser libre y sencilla, humilde y generosa, como lo fue la vida de Jesús.