
XXII Martes durante el año
on 30 agosto, 2022 in Mateo
Mateo 13, 44-46
Jesús dijo a la multitud:
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró».
Palabra del Señor
Comentario
¡Cada tanto es bueno levantarnos el ánimo mutuamente! La vida es así, andamos a veces a los tumbos, con caídas y levantadas, con alegrías y tristezas. Cuando uno anda cabizbajo el otro está un poco mejor, cuando uno anda un poco mejor siempre hay alguien que necesita de mi consuelo. La Palabra de Dios se transforma en nuestra vida en fuente de consuelo, consuelo recibido gratuitamente y consuelo que busca consolar a otro. ¡Qué lindo que es cuando descubrimos que podemos consolar a otros, aún cuando estamos desconsolados! No hay que esperar estar bien para hacer bien a otros. Sí, es un misterio, pero es así. Te voy a leer unas palabras del apóstol San pablo que lo dice mejor que nadie, unas palabras que siempre, desde que entré al seminario resonaron de una manera distinta en mi vida y que en estos días de retiro volvieron a aparecer muy fuertemente. Sé que te van a hacer bien, sé que alguien que está escuchando esto le ayudará y si te ayudan a vos, animate a mandárselas a alguien que creas que necesita ser consolado. Imaginate el bien que podemos hacer con un «clic», con el solo hecho de apoyar un dedo y quitarnos los miedos y el respeto humano por lo que pensarán, hay miles de personas hoy que necesitan ser consoladas, que andan por la vida como sin alma y sin corazón. Escuchá estas palabras:
«Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo» (2Cor. 1, 3-5) Por medio de Jesús nos viene el consuelo en medio de las tribulaciones, de los problemas, de los sufrimientos de cada día, de los dolores. El Padre de las misericordias es el Padre del consuelo. Este texto daría para cien udios ininterrumpidos, pero solo quiero dejarte estas palabras para que las medites un poco si te ayudan. No desesperes, no «tires la toalla» Dios consuela siempre para que podamos consolar, Dios nos consuela también en la medida que salimos de nosotros mismos y nos animamos a seguir buscando el «tesoro» y la «perla» más linda de nuestra vida.
Eso hicieron los santos, de carne y hueso como vos y yo. ¿Vos te pensás que los santos no tuvieron tribulaciones y dificultades? ¿Vos te pensás que Santa Rosa de Lima no tuvo sufrimientos y dolores? ¿Vos te pensás que los santos no lloraron y se entristecieron? ¿Vos te imaginás a Santa Rosa «viviendo en una nube» o te imaginás a una Santa Rosa luchando día a día para cuidar ese tesoro y esa perla que es Jesús en nuestra vida? ¿Vos crees que la santidad es una cosa rara para algunos locos que se les ocurrió hacer el bien o en realidad es un don para todos los que se dan cuenta que estamos hecho de barro pero para cosas más grandes? ¿Vos pensás estar toda la vida esperando hacer grandes cosas o preferís hoy empezar a darte cuenta que la clave está en hacer lo mejor que podemos y con amor, lo que Dios nos conceda cada día? El que encuentra a Jesús, el tesoro, lo más valioso del mundo, el que encuentra a Jesús, la perla más bella que existe, hace todo por cuidarlo y cuidarla. El amor de Jesús hay que cuidarlo, por eso el hombre y la mujer, vos y yo, aquellos que lo encuentran, venden todo para comprarlo, no importa, cueste lo que cueste siempre vale más nuestra vida espiritual, nuestra vida cercana a Jesús que todas las riquezas de este mundo y que todos los amores del mundo.
Los santos no fueron personas raras, Santa Rosa de Lima no fue rara, fueron personas que se jugaron en serio -algo que nosotros a veces no terminamos de hacer- y mientras se jugaron, se equivocaron como todos, pecaron como todos, pero al mismo tiempo se convencieron de algo, de que nada vale más que la vida de comunión con Jesús, el trato con Él día a día con su palabra, en la oración, el amor hacia los demás, los sacramentos y el luchar día a día para amar desinteresamente y dejar de mirarnos el ombligo esperando que otros nos consuelen. ¿Querés que te consuelen? Consolá a otros. ¿Querés ser santo o santa? No dejes de buscar y buscar el tesoro y la perla que nos dan la verdadera alegría que todos necesitamos.