
XXIV Miércoles durante el año
on 15 septiembre, 2021 in Lucas
Lucas 7, 31-35
Dijo el Señor:
¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos:
¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron!
¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: “¡Ha perdido la cabeza!” Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!” Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.
Palabra del Señor
Comentario
Tengo ganas de empezar hoy, con una pregunta retomando lo de ayer: ¿Por qué sufrimos más cuando nuestros pensamientos no son los de Dios sino lo de los hombres? Antes que nada, es bueno saber que nosotros obramos no solo movidos por nuestros sentimientos, sino fundamentalmente, por un modo de pensar, que influye en nuestros sentimientos, acciones, palabras y omisiones. Nuestros pensamientos vendrían a ser como el timón de nuestro barco, como para usar una imagen, y es por eso que nos influyen tanto. Cuando nuestros pensamientos no son los de Dios, sino únicamente los nuestros, el timón no siempre nos orienta bien. Mayormente nuestros pensamientos son errados, con respecto a las cosas de Dios, no sabemos lo que piensa Dios y a veces pretendemos decirle a Dios lo que debe o no debe hacer. Eso le pasó a Pedro, retó a Jesús porque sus pensamientos no concordaban con los deseos de Dios, eso de tener que pasar por la cruz, o sea, de tener que vivir el sufrimiento como camino de salvación. ¿Quién desea eso? ¿Quién elige tener que pasar por la cruz, por el sufrimiento? A todos nos pasa que, por lo menos en este tema, nuestros pensamientos son distintos a los de Dios. Pero, la realidad es que, el camino más sensato es el de aceptar lo que a veces nuestros pensamientos se niegan a aceptar, el mejor camino es aprender de los pensamientos de Dios que nos marcan el mejor camino, justamente para sufrir menos, o por lo menos, para vivir el sufrimiento que nos toque en la vida, de otra manera, al modo de Dios. Mañana veremos el porqué.
Las palabras de Dios son las que nos mantienen firme el corazón y el pensamiento, en lo importante, en lo que realmente vale la pena, son las que nos reorientan siempre, las que nos dan el rumbo una y otra vez. Hoy simplemente te dejo algunas preguntas para que medites con Algo del Evangelio y para que lo puedas reflexionar por tu cuenta.
Jesús habla de una generación, ¿con quién puede comparar a esa generación? Él se refiere a una clase, o estilo de personas; no se está refiriendo a esa generación en un sentido cronológico –digámoslo así–, sino a las personas de ese momento o incluso a nosotros. Se refiere, más bien, a un tipo particular de personas, ¿a quiénes se parecen? ¿A quiénes nos parecemos a veces?
Diríamos que, a los que siempre estaban inconformes, esos hombres no se conformaban con nada, no se conforman con Juan el Bautista –que no comía ni bebía– ni se conforman con Jesús –que come y bebe con los publicanos– nada les venía bien. ¿No te resulta conocida esa actitud?
Es esa actitud del que al final de cuentas, desea que las cosas sean solamente como el piensa, según sus criterios; esos hombres que esperaban un Mesías, pero al final cuando llega, no se dan cuenta, no lo quieren reconocer porque quieren que sea “a su manera”. En definitiva, sus pensamientos no eran los de Dios.
En el fondo es esa actitud del hombre que no se conforma por cómo es Dios, por cómo se manifiesta Dios. Lo lindo es que Dios no es como nosotros queremos que sea; Dios es Dios. Y Dios se hizo hombre en Jesús; y eso es lo que nos tiene que terminar de convencer y conformar. Lo más lindo es que Dios sea Dios, más allá de nuestros modos de pensar.
Dios el eterno que trasciendo todo, es el que está más allá de todo, pero se hizo hombre y se hizo un hombre especial, no como nosotros quisiéramos a veces.
Bueno, este inconformismo también se manifiesta en nuestra vida, en miles de situaciones. Pero lo mejor es pensarlo en la vida de fe, en nuestra vida espiritual. Obviamente, si somos quejosos e inconformistas con lo de cada día, seguramente lo seremos con las cosas espirituales. Por eso hoy preguntémonos: ¿Soy de las personas que no se conforman con nada, que no aceptan la realidad, que no acepta a las personas que tiene alrededor, que no acepta su trabajo, que no acepta su estudio, que no acepta el ambiente que le toca vivir? ¿Soy de los que siempre se están quejando de algo, y si no hay nada inventa la queja?
¿Soy de las personas que se queja porque las cosas no son como quiero y después cuando son distintas también se queja? ¿En el fondo qué es lo que nos mantiene inconforme? Eso nos pasa con las cosas de Dios, con las cosas de la Iglesia y con las cosas del mundo: no aceptar la realidad. El gran sacrificio de cada día es aceptar la realidad, como primer paso, antes de querer cambiarla opinando.
La primera gran actitud que debemos tener todos es la de aceptar la realidad, aceptar lo que se nos presenta día a día y lo que nos toca vivir, aceptar los pensamientos de Dios ¿Te gusta que Dios sea así? ¿Te gusta que se haya manifestado tan “normalmente?