XXV Jueves durante el año

on 22 septiembre, 2022 in

Lucas 9, 7-9

El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado». Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado».

Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?» Y trataba de verlo.

Palabra del Señor

Comentario

La necesidad de amor, y la falta de capacidad para reconocerlo, puede jugarnos día a día muy malas «pasadas», como se dice. Eso fue lo que no supo reconocer el administrador deshonesto, sí, muy astuto, pero deshonesto con su propio corazón. Su objetivo fue ganarse el corazón de los deudores para tener alguien que lo reciba cuando perdiera el puesto, sin embargo, buscó «ganarse» ese amor, no a fuerza de amor, sino como un comercio, como una transacción… «te doy algo para que algún día me des». Sin darse cuenta pidió limosna, no para alimentos, sino mendigó el amor, y el amor no se mendiga, sino simplemente se da, y se recibe. ¡Qué paradoja la de este hombre! Le daba vergüenza imaginarse pidiendo limosna al sentirse pobre, pero no le dio vergüenza conseguir amor comprándolo por unos pesos. ¿No hacemos lo mismo nosotros a veces? ¿No nos pasa que por no ser sinceros con nuestras necesidades terminamos mendigando el amor de otros, o pretendiendo que nos den lo que nosotros no estamos dispuestos a dar? El amor es gratuito, se da, simplemente se da, sin buscar recompensa, aunque siempre de un modo u otro, el amor nos terminará colmando.

Es difícil muchas veces ponerse en la piel de aquellos que no creen o les cuesta creer. Nosotros, los que escuchamos día a día la Palabra de Dios y se supone que creemos, que nos hace bien, que nos gusta, estamos habituados a ciertas cosas y entendemos ciertas cosas, por decirlo así, de manera natural, a veces sin mucho esfuerzo. No nos cuestionamos algunos planteamientos porque recibimos la gracia de aceptar por la fe lo que por la razón lleva un largo camino. La fe allana el camino, no lo evita, sino que nos ayuda a tomar un «atajo», por decirlo así, para llegar antes, para llegar más cómodos, con menos esfuerzo. Muchos piensan que la fe se opone a la razón, sin embargo, eso es un gran error. Al leer el Evangelio, nos puede resultar raro que durante la vida de Jesús haya habido personas que les costó creer en Él, aun viéndolo hacer tantos milagros. Pero en realidad, si nos ponemos en su lugar, tenemos que aceptar que no es «evidente» a los ojos, el aceptar que un hombre cualquiera pueda ser realmente Dios, eso le choca bastante a la lógica de nuestra razón. Eso solo se puede saber por la fe, solo se puede aceptar por la fe. Me parece que ya lo dije varias veces, pero es necesario repetirlo. Creer que Dios existe, es un ser único y supremo, en principio, no es difícil, la mayoría de los seres humanos lo acepta, ahora… creer que ese Dios vivió entre nosotros y se hizo uno de nosotros, no es de todos, no todos lo pueden creer, sino solo los que tienen fe.

En Algo del Evangelio de hoy, vemos claramente a Herodes que no sabe bien quién es Jesús, decía así: «¿Quién es este del que oigo decir semejantes cosas?» Escuchaba que era un gran hombre, alguien que hacía muchos milagros. Pero no sabía bien quién era. ¿No es parecido a lo que escuchamos hoy? Muchísima gente, incluso católicos, aceptan que Jesús fue un gran hombre, que hizo grandes cosas y que con sus enseñanzas cambió bastante la historia de la humanidad, pero… ¿Saben realmente quién fue Jesús? ¿Quién es Jesús?

En realidad, Herodes estaba desconcertado porque la misma gente no sabía bien quién era realmente ese hombre llamado Jesús; pensaban que era un resucitado, un antiguo profeta o Juan el Bautista.

Fijémonos como a veces es más fácil pensar en cosas espectaculares o maravillosas, que pensar en lo normal, en lo ordinario. Era más fácil pensar que ese Jesús era alguien que había resucitado; que pensar y saber realmente quién era… Los seres humanos tendemos a hacer las cosas más complicadas de lo que son.

Era un hombre, sí; era un hombre, pero también nosotros sabemos que era Dios encarnado. Creo que a vos y a mí, nos hubiera pasado lo mismo, no es fácil creer que Dios sea tan normal como nosotros mismos; no es fácil creer que Dios se haya hecho hombre; no es fácil pensar que lo trascendente se haya hecho parte de nuestra vida; no es fácil pensar que lo inaccesible se hizo accesible; no es fácil creer que lo divino se haga humano. No es fácil creer, no hay que dar nada por supuesto. Por eso enseñamos, y se ve claramente en los evangelios, que la fe no solo es una respuesta del hombre a Dios, sino que también, y al mismo tiempo, es un don. Por eso, a nosotros nos pasa a veces esto en la vida; nos podemos pasar el día buscando a un Jesús deslumbrante, maravilloso, buscando a un Dios que se manifieste a lo grande, y sin querer, podemos perder el tiempo buscando «señales» o buscando «apariciones» y no nos damos cuenta que Dios al hacerse hombre, vino justamente a dar vuelta ese pensamiento, esa lógica. Vino a hacer de lo ordinario algo extraordinario; de lo sencillo algo grande; vino a divinizar lo humano, a hacer de las cosas ordinarias de nuestra vida algo grande, darles un valor infinito y a manifestarse en lo humano, en definitiva, a estar siempre, presente en todos lados, en todo tiempo, en cada corazón.

¡Cuidado! Puede pasarnos lo mismo: podemos tener a Jesús al lado: en un enfermo, en el pobre que nos pide y que nos cruzamos a veces todos los días, en nuestra madre que nos necesita, en nuestro padre que desde hace mucho que no hablamos, en algún enfermo de la familia, en alguien que está solo, en la Palabra de Dios que escuchamos todos los días y la tenemos en nuestras manos, en la Eucaristía diaria y dominical –en la posibilidad de recibirla–, en la posibilidad de recibir el perdón también en la confesión; en el silencio de nuestro interior; en todas esas circunstancias tenemos la presencia viva de Jesús, pero si no somos capaces de verlo, nos pasamos la vida esperando grandes cosas y nos perdemos la oportunidad de encontrarnos con Él a quien tenemos siempre presente de tantas maneras.

Si estamos todavía detrás de grandes cosas, es porque todavía, como Herodes y algunos de ese tiempo, no sabemos bien quién es Jesús y qué es lo que vino a hacer. Pidamos más fe para creer que Él está en lo humano y que en lo humano encontramos lo divino.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.