XXVI Martes durante el año

on 27 septiembre, 2022 in

Lucas 9, 51-56

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Palabra del Señor

Comentario

El rico de la parábola del domingo se dio cuenta de lo que había sido, de lo que no había hecho cuando ya se había acabado el tiempo, cuando su vida en la tierra se había terminado. Cuando nos toque partir, ya no habrá tiempo para lamentos y pedidos de ayuda, suena duro y extremista, pero es lo que la enseñanza de Jesús quiere ayudarnos a reflexionar. El momento de abrir el corazón a los más necesitados, a los que la vida golpeó de una manera muy dura, a los que esta sociedad consumista y despiada descarta por amor al dinero, es ahora, no es mañana. El día para ayudar a otro que la está pasando mal, al Lázaro que te vas a cruzar hoy por el camino, el que estará pidiendo una mano, es hoy, no mañana. Probemos hoy, ser receptivos con las situaciones de dolor y sufrimiento que se nos presenten, no esquivemos la posibilidad de ayudar, nos estaremos «ganando amigos con el dinero de la injusticia» como decía también Jesús.

Ayer dijimos que durante esta semana íbamos a contemplar a un Jesús incomprendido, no fue simplemente una metáfora, una forma de decir, sino que es muy real. Generalmente es un aspecto de los evangelios que muchas veces pasamos de largo o no analizamos mucho, incluso nosotros los sacerdotes. Es verdad que es mucho más agradable hablar de las cosas lindas de la vida de Jesús, es más fácil para uno y además es más atractivo. Pero… ¿qué hacemos con lo demás? ¿Por qué los escritores de los evangelios no quisieron ocultar estas incomprensiones «de fondo» que vivió Jesús, tanto con sus discípulos, como con los extraños o los que no creían en Él? ¿No será que enamorarnos de un Jesús así, nos ayuda a conocerlo realmente y a conocernos a nosotros? En realidad, el fondo de la cuestión debería ser preguntarnos esto. ¿Conocemos al Jesús de los evangelios o al Jesús que me «contaron» en la catequesis de niños? ¿Conozco al Jesús real, como está descripto en los cuatro evangelios y en todo el nuevo testamento o conozco al Jesús que me «armaron» para convencerme que todo era lindo o al que me «armé» según mis propios criterios y preferencias para estar más cómodo con mi fe?

Creo que no está mal que nos hagamos estas preguntas en serio, creo que no está de más, que me anime a decirte estas cosas. Es mi deber como sacerdote, si callo no sirve. San Pablo decía: «Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados» (1 Cor, 1, 22-24) Hoy podríamos decir que mientras algunos cristianos o creyentes piden un Jesús «edulcorado», solucionador de problemas personales y ajenos, un Jesús que quite el sufrimiento mágicamente, hecho a medida y de bolsillo, un Jesús sin contradicciones y sin cruz, los que no creen o creen en otras cosas nos exigen un Jesús o un Dios que dé respuesta a todos los misterios de la vida, un Dios idea, un Dios que resuelva los enigmas y el mal de este mundo, y como «aparentemente» no lo puede hacer, en realidad ese Dios no existe, en realidad entonces no hace falta un Dios teniendo la sabiduría de este mundo.

Ni un extremo ni el otro. Nosotros predicamos a un Jesús vivo, que está vivo, cada vez más vivo, dicho simbólicamente, pero un Jesús que con su vida nos enseñó a vivir. Con su vida de contradicción e incomprensiones nos dio luz para vivir y nos marcó el camino a todos. No podemos quedarnos únicamente con que Jesús hoy está vivo y resucitado, no alcanza, tenemos que conocer cómo vivió y qué hizo. Si nos alcanzara con saber que Jesús está ahora vivo y resucitado no hubiese sido necesario escribir los evangelios y conocer su vida y sus palabras.

En Algo del Evangelio de hoy, es rechazado por los samaritanos e incomprendido por Juan y Santiago, sus propios discípulos, tanto que Él mismo los tuvo que reprender, los tuvo que retar, porque no entendían nada. «Se dio vuelta y los reprendió» dice la Palabra. Él estaba decidido a ir a Jerusalén a entregar su vida y sus discípulos le hablan de «mandar fuego» sobre otros. Él estaba siendo rechazado por muchos, pero respondía con amor y sus amigos querían guerra, querían muerte, querían destrucción, querían solucionar los problemas con más problemas.

Así de ciegos andamos muchas veces por la vida. Así de incoherentes somos a veces los cristianos. Sería lindo que Jesús nos mire y nos rete, no nos vendría mal, para que aprendamos de una vez por todas. Los que seguimos a Jesús no tenemos que hacer otra cosa que buscar la paz. Ni siquiera para defenderlo deberíamos usar la violencia, como algunos todavía pretenden. Él nunca hizo eso, ni lo quiere. Acordémonos que cuando Pedro le cortó la oreja al guardia por defender a su amigo, Jesús le pidió que guarde la espada.

Él es tan bueno que ni siquiera sus discípulos lo entendían. «Es demasiado bueno» decimos a veces de algunas personas, como diciendo es «demasiado tonto». Parece que no es bueno ser bueno en este mundo, si sos bueno no te comprenden. Incluso se te burlan. Pero… ¿Qué preferís? ¿Qué preferimos? ¿Pasar por tontos y ser buenos o ser tontos y no ser buenos? Jesús es bueno, solo Dios es Bueno, como Él mismo lo dijo, pero reta a sus discípulos para que entiendan que la violencia no es el camino, no puede ser el camino. Si queremos ser como Jesús, debemos andar como Él andaba.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.