
XXVI Miércoles durante el año
on 28 septiembre, 2022 in Lucas
Lucas 9, 57-62
Mientras Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!»
Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
Palabra del Señor
Comentario
Algunas de las palabras del evangelio de hoy, me las acuerdo como si las hubiese escuchado ayer: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Recuerdo que las escuché por primera vez y muchas veces en unos campamentos que hacía cuando era chico, eran parte de la oración de la mañana. No puedo recordar más que eso pero de lo que sí estoy seguro, es que nunca entendí demasiado a qué se referían, pero misteriosamente se quedaron grabadas para siempre en mi alma. Cada vez que las escucho me hacen recordar a esos días en los que, en medio de la naturaleza, vivíamos días de diversión y encuentro con Dios. ¿Te pasó alguna vez esto con algún texto del evangelio? ¿Te pasa con algunas palabras de Dios que escuchaste muchas veces y que ahora, después de mucho tiempo, al volver a escucharlas, empiezan a recobrar sentido? La palabra de Dios es imposible que pase por nuestra vida sin dejar alguna huella o por lo menos, a preparar el «terreno» para que sea otra palabra la que cale hondo en el alma. Todos de una manera u otra vivimos esta experiencia, con la palabra de Dios o bien con palabras que nos dijeron. No comprendemos todo de una vez, no digerimos el misterio de la vida en un instante o en un encuentro.
Por eso y para relacionar lo que te acabo con el texto que escuchamos, podríamos preguntarnos si estos hombres habrán comprendido al acercarse a Jesús con todo entusiasmo para seguirlo lo que les quiso decir ¿Qué habrán hecho después de escuchar estas palabras, lo habrán seguido o no? No sabemos. Lo que sí sabemos, es lo que les respondió Jesús. Y ¿los peros de las respuestas?… los «peros» de sus respuestas son evidencia de que no comprendían todavía muy bien a quien seguían. Cuando uno sabe lo que quiere, cuando uno tiene claro el fin y sus deseos, no hay «pero» que valga, todo es superado por el anhelo de alcanzar ese deseo. Seguir a Jesús o querer seguirlo poniendo «peros», es signo de que todavía no se lo conoce y que por eso, no nos animamos a dar el paso definitivo.
Jesús hoy otra vez es incomprendido. Lo quieren pero no lo quieren completamente. Quieren seguirlo pero a su manera. Jesús no es siempre comprendido y no siempre se hizo comprender perfectamente, dejó la puerta abierta al misterio. Hay que animarse a no comprender todo para empezar a comprender algo. Solo cuando damos el paso, cuando nos animamos, cuando nos arriesgamos empezamos a comprender. En cambio, cuando miramos la vida desde un balcón y no nos animamos a dar el paso, a tirarnos, es cuando en el fondo no comprendemos nada, y esperamos lo mágico para empezar a comprender.
Siempre habrá una «cuota» de incomprensión en nuestra vida, para con nosotros, para con los demás y por supuesto para con los planes de Dios. Cuota que hará, que no todos nos comprendan bien y cuota de incomprensión que hará que no comprendamos todo lo que Jesús es y a lo que nos invita. ¿Pretendés comprenderlo todo? Te estás poniendo en el lugar de Dios. ¿Querés que todos te comprendan? No te estás poniendo en el lugar de los otros. Ni vos, ni yo, ni los demás son perfectos. Solo Dios comprende todo y solo Dios elige a quién quiere hacerle comprender y a quien quiere ayudarle a comprender mejor las cosas.
Jesús invitó a estos hombres y nos invita hoy a todos, a no mirar para atrás, a lanzarnos al futuro sin arrastrar el pasado; a no anteponer nada ante su amor, ni siquiera la propia familia; a no esperar el momento ideal para amar, sino a empezar a amar desde ahora, hoy, sin esperas, sin pereza. Jesús nos anima a no buscar en Él comodidades humanas, sino entrega, amor, acompañados a veces de dolores e incomprensiones. Pero para encontrar la felicidad.
No se puede tener todo calculado, no se puede esperar a resolver todo para entregarse. Lo bueno es entregarse sabiendo que el camino se va aclarando en la medida que avanzamos, pero sabiendo que con Jesús nunca nos podemos perder, aunque a veces nos cueste comprender.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre tu corazón y permanezca para siempre.