
XXX Jueves durante el año
on 27 octubre, 2022 in Lucas
Lucas 13, 31-35
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte».
El les respondió: «Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»
Palabra del Señor
Comentario
Continuemos, utilizando la imagen de la parábola del domingo, la del fariseo y el publicano en el templo, para seguir profundizando y también conectarla de alguna manera con la escena hoy. Decíamos ayer que el publicano fue sincero, con él mismo y por supuesto con Dios, supo decir la verdad sobre sí mismo venciendo todo prejuicio, su oración brotó del corazón, mientras se lo golpeaba. Y es así, una cosa lleva a la otra, la veracidad con nosotros mismos, inevitablemente nos llevará a ser sinceros con Dios, porque Él habita en lo más íntimo de nosotros mismos, y hablar con lo más nuestro, es, finalmente, hablar con Dios y al revés. Por eso, encontrarse con la verdad de uno mismo, por más que cueste y muchas veces no nos guste, es encontrarse con nuestro Padre. El publicano salió del templo habiéndose encontrado con su Padre, en cambio el fariseo salió habiéndose encontrado con una caricatura de sí mismo, no con su verdad, y lo que es peor, creyendo que se había encontrado con Dios, pero en el fondo no.
La oración profunda y sincera debe ser nuestro anhelo, nuestro camino. ¿Cuántas veces nuestra oración es un encuentro con una caricatura de Dios y con una falsa imagen de nosotros mismos, ya sea positiva o negativa? ¿Cuántas veces vamos a rezar y salimos sin encontrarnos con Dios creyendo que lo hicimos? Es bueno vivir deseando ser sinceros, tenemos que buscar esa sinceridad, no ocultarnos de Él bajo nuestras miradas, bajo nuestros prejuicios, bajo nuestras tristezas o falsas alegrías. Solo el amor nos introduce en este camino. Solo el amor libre nos abre a la confianza y abandono en un Dios que es Padre y lo sabe todo, pero lo sabe con amor y misericordia. El abandono interior nos va llevando lentamente a la sinceridad y el ser sinceros nos ayuda a abandonarnos, a perder el temor. No somos siempre malos, muchas veces mentimos por miedo, por temor a encontrarnos con lo que somos y a que los demás sepan lo que somos.
Jesús evidentemente, tenemos que decirlo, fue sincero. Algo del Evangelio de hoy es un claro ejemplo. Rezó con sinceridad, de cara a su Padre, sin ocultarle nada de lo que sentía y además fue muy sincero con los demás cuando tuvo que serlo, cuando tuvo que expresar lo que sentía y pensaba. Ser sinceros no quiere decir buscar el «sincericidio» o sea, de estar diciendo en todo momento y en todo lugar, y frente a toda persona, lo que sentimos y pensamos. Ese no siempre es el camino. Pero ser sinceros, si nos puede llevar muchas veces, a tener que enfrentarnos con personas y situaciones. Cuando Jesús lo tuvo que hacer, lo hizo, y no tuvo, como se dice, «pelos en la lengua». Le dijo zorro a Herodes y les dijo en la cara a los fariseos lo que les tenía que decir. Por supuesto que no les gustaba… pero… ¿Pensás que Jesús se detuvo mucho en lo que pensarían los demás? ¿Creemos que Jesús hubiera hecho todo lo que hizo, si hubiese estado pendiente de los «me gusta» de los demás? Muchas palabras y acciones de Él jamás fueron «políticamente correctas», todo lo contrario. Generaron la ira y la bronca de muchos. Esa fue una de las razones que lo terminó llevando a la muerte.
Me pregunto… ¿Y a nosotros hoy que nos pasa? ¿Por qué nos cuesta tanto ser sinceros y veraces? ¿No será que muchas veces vivimos camuflados en un mundo que le encanta la mentira y la hipocresía? ¿No será que la mentira nos molesta únicamente cuando nos toca de cerca, pero mientras tanto vivimos en un mundo que nos miente y eso parece que es parte de la vida? Hay muchos Herodes zorros que hoy quieren matar a los que dicen la verdad. En muchos lugares del mundo hay hombres y mujeres que mueren por hablar, por ser sinceros, por ser cristianos.
Nosotros ¿De qué lado queremos estar? ¿Queremos ser zorros encubriendo la mentira en nuestros ambientes, en los trabajos deshonestos, en la política que no siempre busca el bien de los demás con sinceridad, en ciertos sectores de la Iglesia que dicen lo que hay que hacer y no lo hacen, en nuestra familia? Hay algo que tenemos que tener claro. Si somos sinceros, tarde o temprano nos costará algo. La sinceridad no viene sin nada bajo el brazo, a Jesús le costó, porque el mundo la odia, el mundo odia la sinceridad. A nosotros también nos va a costar y nos cuesta día a día.
Una vez un amigo me contó algo que le pasó. Fue a denunciar un intento de corrupción en su trabajo. Fue decidido y fue recibido con mucho entusiasmo por su jefe. El salió orgulloso de haber hecho el bien, lo que debía hacer. Pero la alegría y la ilusión de pensar que la situación corrupta iba a cambiar duró lo que dura una estrella fugaz. ¿Sabés qué pasó? Nunca más lo llamaron para un trabajo en ese lugar. La sinceridad cuesta, pero da paz cuando se logra. ¿Vos crees que este amigo ahora está en la calle, no puede mantener su familia? No, nada de eso. Tiene otros trabajos, porque Dios no nos abandona jamás cuando somos fieles. Se puede, se puede ser sinceros, se puede vivir en la verdad, se puede…solo se debe querer.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.