
XXX Viernes durante el año
on 29 octubre, 2021 in Lucas
Lucas 14, 1-6
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía.
Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: «¿Está permitido curar en sábado o no?» Pero ellos guardaron silencio.
Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. Y volviéndose hacia ellos, les dijo: «Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?»
A esto no pudieron responder nada.
Palabra del Señor
Comentario
Estar ciego no es el verdadero problema, sino el no reconocerlo. Dios nos dio los ojos para que estemos atentos a las necesidades de los demás, no para mirarnos el ombligo, por eso la verdadera ceguera es la del corazón, la que no nos permite ver personas al costado del camino de la vida, o incluso darnos cuenta que nosotros mismos podemos andar tirados sin poder levantarnos. Bartimeo escuchó que Jesús pasaba por ahí, y lo lindo es que no pensó en el “qué dirán” para animarse a gritar, no tuvo miedo para insistir ser escuchado, sino que buscó lo que necesitaba… “piedad”. Debe haber sido un momento único ese instante en el que se acercaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Él te llama». Escuchar que Jesús nos llama, darnos cuenta que nos llama a levantarnos, a tener ánimo, a dejar el costado del camino, es lo mejor que nos puede pasar. ¿Te pasó alguna vez que alguien te dijo eso? ¿Te pasó eso de sentir que Jesús te dice al corazón… “Ánimo, levantate, te llamo…” Si estás o andás medio así, sin ganas de levantarte, pedile a Jesús escuchar estas palabras como dirigidas a vos… “Ánimo, levantate… te necesito… muchos te necesitan, no vale la pena quedarse tirado por ahí, sin hacer nada, sin hacer el intento por lucharla”.
Con respecto a Algo del Evangelio de hoy, vemos cómo Jesús deja a todos callados. En realidad –fijate bien en el relato– los principales fariseos no hablan; dice que observan “atentamente”, y termina diciendo que no pudieron responder nada, también guardaron silencio.
Primero los fariseos observan para criticar y después se callan porque no tienen qué decir. La soberbia hoy, en esta escena, por lo menos tiene un límite; porque sabemos que después, la gran soberbia de los fariseos llevará a Jesús a la muerte. Pero la soberbia de los fariseos de hoy tiene un límite, y es la bondad de Jesús, la Verdad que es el mismo Jesús que se manifiesta abiertamente en todo lo que dice y hace, en sus palabras y milagros.
Y hay algo importante que quiero destacar y es, que Jesús no sólo dice cosas verdaderas porque Él es la verdad; sino que además quiere ayudarnos a que nos encontremos con la Verdad que es Él y con la verdad de nuestra vida que es encontrarlo a Él.
Por eso pregunta, por eso pregunta hoy dos veces y quiere sacarles lo mejor a estos hombres; sin embargo, ellos sólo responden con un silencio. Pregunta para ayudarlos a encontrar su verdad, Jesús nos pregunta para ayudarnos a encontrar nuestra verdad; que es que seamos verdaderos. Principalmente eso es seguir encontrando la Verdad: encontrarlo a Él, a Jesús; siendo verdaderos en las palabras que decimos, en los sentimientos, en nuestra expresión, en los gestos, en las convicciones y en las relaciones humanas. Esto es muy importante porque la verdad no es solamente algo que se piensa, no son enunciados vacíos, la verdad no sólo es algo que se dice con las palabras; es algo que se dice con la vida, que se vive según la Verdad –con mayúscula– que se encuentra; que es Cristo.
Por eso los fariseos no pueden contestar porque no se animan a encontrarse con su propia verdad y enfrentarse con sus cerrazones, con su soberbia y egoísmo.
Bueno… y dos cosas para terminar; que esta actitud de hoy nos ayude a animarnos a que Jesús nos pregunte, nos saque del fondo del corazón nuestra verdad, lo que somos –no importa lo que seamos–, lo que guardamos, nuestras grandes bondades, nuestros sueños, nuestras alegrías; sino también nuestros enojos, nuestras broncas, incomprensiones, nuestros pecados, nuestras tristezas; todo lo que tenemos guardado y no queremos sacarlo, por vergüenza, por miedo, por el qué dirán, por no querer ser juzgados…para que sacándolo y diciéndolo podamos confrontarlo con Él, la Verdad con mayúscula que viene a amar esa verdad oculta de nuestro corazón y a sacarnos de nuestra cerrazón que a veces nos hace creernos los dueños de la razón.
Y lo segundo, es que el modo de Jesús de ayudar a que los demás encuentren la verdad “preguntando” nos anima a imitarlo. No vamos a ayudar a otros a encontrar la verdad a los gritos y con voracidad, creyendo que es una pulseada, una lucha para ver quién gana, así no lo vamos a conseguir, eso no hace más que opacarla.
Vamos a conseguirlo, ayudando a que el otro se encuentre con Jesús. Todo lo demás, las supuestas “verdades” –con minúsculas–, más chiquitas, son pasajeras. Las verdades políticas, de un bando o de otro, las verdades de pensamiento, de forma de ser; son pasajeras, desaparecen y cambian.
Nuestra mayor alegría es encontramos con Él, que es la Verdad y nos viene a descubrir la verdad de nuestra vida. Que hoy puedas hablarle a Jesús, responderle –según estas palabras– a lo largo de este día o de tu momento de oración.