Book: Juan

Martes de la Octava de Pascua

Martes de la Octava de Pascua

By administrador on 11 abril, 2023

 

Juan 20, 11-18

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?»

María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.

Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.»

Jesús le dijo: «¡María!»

Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir, «¡Maestro!» Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes.”»

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Palabra del Señor

Comentario

«Pascua» es paso, es transitar de un lugar a otro, de un estado a otro. No es algo estático, quieto, aunque a veces no nos guste, nos incomode, porque implica cambiar. «Pascua» es pasar, es paso. Tenemos que vivir, en definitiva, pasando cosas. Nos viven pasando cosas, situaciones, personas, sentimientos, pensamientos, un poco de todo, en la vida y en un mismo día incluso.

Jesús pasó lo mismo, quiso pasar por lo mismo. Vino a pasar por esta vida, dura pero linda, difícil pero gratificante, sufrida pero también gozosa. Además, vino a pasar lo que nadie quiere pasar: la muerte. Eso a lo que todos, por un sentido natural a la vida, queremos escaparle. Jesús vino a pasar por la muerte para enseñarnos a pasarla con él y para dejarnos una huella, y habiendo dejado huella todo se nos haga más fácil. Los caminos con huellas son más seguros, más serenos. Los caminos sin huellas son peligrosos y arriesgados.

La Pascua, lo que celebremos en estos días, es alegrarse de que Dios, el Dios hecho hombre, hecho humano por nosotros y como nosotros, se hizo tan parecido, tan humano que quiso pasar por todo, no le esquivó a nada, y aun teniendo miedo y angustia lo pasó por nosotros, sin negar sus sentimientos, sin negar lo que le pasaba interiormente. Pasó muchas cosas y las venció, para ayudarnos a vencer, a pasar todo lo que tengamos pasar. Esto es que de alguna manera celebramos en esta Pascua. Y nosotros… ¿qué nos queremos decir cuando nos decimos «¡Feliz Pascua!»? ¿Pensamos en esto? ¿Nos decimos esto de verdad?

En Algo del Evangelio de hoy, Jesús al encontrarse con María le pregunta: «Mujer, ¿por qué lloras?» y después: «¿A quién buscas?». Solo el que pasó por algo tiene autoridad, en definitiva, y derecho a preguntarle al otro qué le pasa cuando le está pasando algo similar. Solo Jesús es capaz de preguntarnos por lo más profundo de nuestros sentimientos, porque él también lo pasó. Eso es lo más maravilloso, lo más gratificante. No lo hace desde afuera, sino habiéndolo pasado. ¿Por qué no dejarse preguntar esto o algo por Jesús en este día? Varón, mujer, ¿por qué lloras?, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás triste? ¿Por qué estás enojado? ¿Por qué estás angustiada? ¿Por qué no me decís lo que te pasa? ¿Por qué teniendo todo a veces andás como si no tuvieses nada? ¿Por qué decís que crees en Mí y andás peor que aquellos que no creen en nada? No está mal llorar, angustiarse, entristecerse. Es parte de la vida, son cosas que pasan. Lo que hace mal en la vida, es no saber por qué estamos tristes, angustiados y enojados. Esa es la cuestión. Jesús no rechaza los sentimientos, pero nos quiere ayudar a reconocerlos y conducirlos. Por eso pregunta: ¿A quién buscas? Sea en el momento que estemos, el sentimiento que estemos pasando o padeciendo, es bueno dejarse preguntar. ¿Por qué? ¿Qué buscas? Solo dejándonos preguntar por él el porqué y el qué buscamos, podremos escuchar a Jesús que nos dice nuestro nombre: ¡María!

A vos te estoy hablando, acá estoy, soy yo, ese que andás buscando y no podés ver. Lo que buscás está al frente tuyo y no te das cuenta. Tenés que aprender a pasar ciertas cosas, a vivir de pascua en pascua, a pasar sentimientos lindos y feos, tristezas y alegrías. Hay que aprender a pasar las cosas con Jesús. Él las pasó primero y las pasó bien. Hay que pasar ciertas cosas sabiendo que siempre vendrá algo distinto, mejor o peor, según la mirada que tengamos, según si miramos las cosas con ojos resucitados o con ojos de muerte y pesimismo. Todo pasa y todo pasa para algo distinto, depende de nosotros que sea para resucitar. Por eso en esta Pascua, una vez más, digámonos «¡Feliz Pascua de Resurrección!», pero entendiendo y comprendiendo en lo profundo qué nos queremos decir.

Domingo de Pascua

Domingo de Pascua

By administrador on 9 abril, 2023

 

Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

Comentario

Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección; no todo es Viernes Santo, decíamos ayer, no todo es Sábado Santo de silencio, sino que nosotros, que creemos en Jesús, sabemos que él venció a la muerte, que él resucitó.

Él venció a la muerte para ayudarnos a pasar día a día las muertes de nuestras vidas, para volver a resucitar, para volver a creer que es posible dejar atrás muchas cosas, que es posible mirar adelante, que es posible vencer el odio, que es posible vencer el resentimiento, el rencor, el egoísmo, la falta de apertura de nuestro corazón a los demás. Es posible que todo eso muera, y por eso podemos resucitar, es posible «nacer de nuevo», como le decía Jesús a Nicodemo. Es posible hoy, en este Domingo de Pascua, que nos alegremos profundamente, que nos llenemos de gozo por creer que Jesús es el dueño de la historia, que cambió la historia para siempre, que es el dueño de nuestras vidas, que es nuestro rey y que vino con su luz a iluminar este mundo, y que vino a traernos la luz de la fe para iluminar nuestros pensamientos y sentimientos, nuestra inteligencia y nuestro corazón.

Le pido a nuestro Padre Dios que nos conceda a todos la luz de Cristo gloriosamente resucitado, que esa luz disipe las tinieblas de nuestra inteligencia, de nuestro corazón –como se decía ayer en la liturgia de la Vigilia Pascual–. Que este domingo nos encontremos llenos de gozo, llenos de gozo por saber que es verdad todo lo que creemos; que no es un «cuentito», que no es mentira, que la resurrección de Jesús cambió la historia de la humanidad, la historia de tu vida y la mía; si no, no estaríamos escuchando ahora la Palabra de Dios, no estaríamos participando con el corazón de cada misa, no estaríamos diciéndonos: ¡Felices Pascuas!

Algo del Evangelio de hoy es sencillo, algo cortito, pero con una gran enseñanza. Todos van hacia el sepulcro. Primero, María; después, Pedro y el discípulo amado, que podemos ser vos y yo. María, la enamorada, es la primera en llegar, y es la primera también porque ama tanto y se entristece ante la ausencia de su amado que va corriendo. Pedro y el discípulo amado corren juntos al escuchar el anuncio de María, el discípulo amado corre más rápido —seguramente por ser el más joven–, pero finalmente al llegar al sepulcro, respeta la primacía de Pedro y le deja el primer lugar. De Pedro no se dice nada, del amado se dice que vio y creyó. Pero de todos se dice lo mismo: «Todavía no habían comprendido que él debía resucitar de entre los muertos». A pesar de haber visto, todavía no habían comprendido. Todavía no se habían dado cuenta que la muerte había sido vencida. Todavía a veces no nos damos cuenta que nuestra fe es fe en la resurrección. «Si no creemos en que Jesús está resucitado y venció el mal, vana es nuestra fe», diría san Pablo.

Si no creemos que Jesús está resucitado, no tiene sentido todo lo que hacemos. Que la cruz de Jesús no tiene sentido si no es aplastada y superada por la resurrección. Todos buscamos a Jesús o todos busquémoslo por favor, de una manera u otra, todos necesitamos verlo, experimentar que está entre nosotros. Algunos, como María, necesitamos ir en busca de otros para creer (María va corriendo a buscar a los demás), necesitamos experimentar a veces algo de dolor y angustia para darnos cuenta lo que perdimos, al ver que no está algo en nuestro corazón salimos a buscarlo; ¿cuántas veces en nuestras vidas por un dolor, por una angustia hemos encontrado mejor a nuestro Dios vivo y resucitado? Otros, como Pedro, vemos signos, pero nos cuesta ver más allá, nos quedamos con la primera impresión y no sobrepasamos lo que vemos y nos cuesta descubrir que Jesús está detrás de esas vendas que estaban tiradas, de ese sudario… que lo que veía Pedro no era todo, sino que Jesús realmente estaba vivo. Y otros, como el discípulo amado, ven y creen; ven lo que ven y creen, no necesitan más que eso. Son de alguna manera como grados en la fe, como escalones. Ni mejor ni peor, distintos.

Todos estamos en diferentes «momentos» de la fe; no importa dónde estemos, no importa en qué grado de fe estés, o te reconozcas, lo que importa es que necesitamos de otros para creer, siempre. Todos necesitamos de otros para creer, de una comunidad, no podemos creer solos.
A veces necesitamos de una María que vuelve corriendo angustiada diciéndonos que Jesús no está cuando en realidad está, a veces necesitamos de un Pedro, o a veces necesitamos de un discípulo amado, o por ahí el discípulo amado, como ya lo dije, somos vos o yo. Todos somos discípulos amados. Solo se cree en Jesús de a muchos, en comunidad, en la Iglesia, con otros, en familia. En la Iglesia se cree en Jesús, tan simple como eso, en un Jesús vivo. Algunos viendo la angustia de unos que corren de acá para allá buscando el sentido del dolor (María), otros atropellados como Pedro que llegamos primero pero no terminamos de convencernos con el corazón y, finalmente, otros tantos que tienen la certeza del discípulo amado. Todos son necesarios en la Iglesia, vos y yo, todos vamos creyendo, todos vamos creciendo, todos somos necesarios.

Que hoy sea un día de un paso importante en nuestra fe, que volvamos a alegrarnos de esta verdad de fe tan profunda que cambió la historia de nuestras vidas para siempre. «Resucitó de veras, dice la secuencia de Pascua, nuestro amor y nuestra esperanza».

Que tengamos un buena domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

¡Feliz y santa Pascua de Resurrección!

Viernes Santo

Viernes Santo

By administrador on 7 abril, 2023

 

Juan 18, 1 — 19, 42

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.”»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor

Comentario

Hoy, Viernes Santo, más que nunca debemos callar, tenemos que meditar, tenemos que hacer silencio, tenemos que rezar. Hoy es Viernes Santo. El Señor se entregó por nosotros en la cruz, por vos y por mí, y murió de la peor manera imaginable para un hombre de ese tiempo.

La Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan que se lee en las celebraciones de hoy es demasiado larga para un audio, por eso te propongo que puedas leerla y rezarla por tu cuenta, que puedas meditarla, no te canses (capítulo 18 entero y capítulo 19 hasta el versículo 42 del Evangelio de Juan). Anímate a leerla. Es inagotable la riqueza al contemplar la Pasión de Jesús. Todos los santos, o te diría por lo menos los grandes santos, aquellos que llegaron a grandes cosas, siempre aconsejaron lo mismo. Todo está en la Pasión, todo brota desde ahí.

Si miramos a Jesús en la cruz, con sus pocas palabras, con sus silencios, nos alimentaremos de una forma que jamás imaginamos. Cada palabra, cada gesto, cada silencio de nuestro Salvador, cada actitud que tuvieron para con él, cada actitud que tuvo él para con los demás. Los indiferentes, los curiosos, los amorosos que estuvieron por ahí, al pie de la cruz, todo nos dice algo. Su actitud desde la cruz, su trono, sus silencios ante Pilato, sus miradas. Todo nos dice algo, todo te puede decir algo en este día. Por eso, si volvés a leerla, te va a decir algo más, te aseguro. Si podés tomarte un tiempo para rezar, para poder estar en tu casa tranquilo, en silencio, o en un templo, con la Biblia en tus manos, disfrutando de pasar cada hoja de la Palabra de Dios, de la Palabra más fuerte que nos dice nuestro Señor: «te amo» desde la cruz y poder volver a meditar la Pasión, es el día para hacerlo, no hay otro día tan especial como este para volver a contemplar tanto amor de nuestro Maestro en la cruz por nosotros.

Este audio va a ser sencillo, no vamos a desmenuzar mucho el texto, solamente quería invitarte a hacer lo que deberíamos hacer naturalmente. El Viernes Santo es el día en el que se nos invita al silencio, ese silencio que empezó ayer a la noche con la Misa de la Cena del Señor, pero que hoy continúa hasta la Vigilia Pascual. ¿Pudiste hacer silencio en estos días? Porque solo el silencio interior y exterior nos ayudará a contemplar y a poder llorar verdaderamente ante la cruz, ante nuestro Señor clavado por nosotros. «El silencio, decía un gran santo, es música callada, música callada de Dios, que nos habla al corazón». Como pasó en la vida de Jesús cuando quedó solo en la cruz, como pasó siempre en la historia de la Iglesia y seguirá pasando, en la Pasión siempre hay menos gente. Siempre.

El Crucificado se queda solo, ante la fiesta todos lo acompañaron; ahora en la cruz muchísimos se van y lo dejan solo. El Crucificado es escándalo para un mundo que quiere el éxito a toda costa, para un mundo que es capaz de vender su alma por un poco de poder, o vender a Jesús, como Judas, por un poco de dinero. El Crucificado –Jesús– es una necedad para un mundo que ahora en su mayoría está en otra cosa, disperso, con más tiempo para distraerse y perderse lo mejor. Y al mismo tiempo, ¿cuántos cristianos viven estos días con el corazón en otra cosa? ¡Pobre nuestro buen Jesús! ¡Pobre Jesús que sigue sufriendo por tanta falta de amor! Él sigue solo gritando desde la cruz: «Tengo sed. ¡Tengo sed de que tengan sed de mí!». Esa es la gran sed de Dios, de un Dios hecho hombre por nosotros. Todavía su amor infinito no tocó nuestros corazones. No importa. No importa que seamos los de siempre, los menos, siempre poquitos y también pecadores. Somos la pequeña familia de Dios Padre que desea seguir enamorándose de tanto amor manifestado en Jesús su Hijo; y mientras tanto rezamos por todos, esa es nuestra tarea, nuestra misión: rezar por todos. Tenemos que salir, terminar esta Semana Santa con más amor, no puede ser lo mismo de siempre. Sigamos haciendo silencio, sigamos ayunando un poco para poder estar sensibles a tanto amor.

Hoy un poco de ayuno y abstinencia no nos va a hacer mal. Aprovechemos a estar con él en el silencio.

El Crucificado tiene que ser nuestra sana obsesión en estos días, nuestra obsesión de amor. Si lo miramos fijo, si nos arrodillamos frente a él, él con la fuerza de su gracia nos ayudará a enamorarnos más y más. Solo así nuestra Semana Santa tendrá verdadero sentido. Si estás sufriendo mucho, miralo fijo, mirá un crucifijo, tómalo en tus manos, fuerte, bésalo. Si estás insensible al amor, mirá a tu Salvador, porque él te va a enternecer el corazón. Mirá la cruz, adorá la cruz desde tu casa. Si estás anestesiado por este mundo superficial y consumista, mirá a Jesús, él te va a ayudar a mirar con más profundidad la vida. Si estás esclavizado por algún vicio, algún pecado, míralo a Jesús, él te va a poder sacar con su amor. Si estás enredado en tu orgullo que no te deja perdonar, mirá a Jesús, que él desde la cruz perdona a todos y te ayudará a perdonar. Si estás viendo sufrir a alguien y eso te hace sufrir mucho, miren juntos a Jesús para poder tener la misma mirada que él ante los que sufren. Todas las respuestas a nuestras preguntas las vamos a encontrar en Jesús amándonos desde la cruz. Esa es la respuesta a todas nuestras preguntas: Jesús desde la cruz.

Mirémoslo fijo, es lo mejor que podemos hacer hoy…hasta mañana, cuando lleguemos a la Vigilia Pascual, pero no podremos resucitar si antes no pasamos por la cruz mirando a nuestro buen Jesús.

Jueves Santo – Cena del Señor

Jueves Santo – Cena del Señor

By administrador on 6 abril, 2023

Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.

Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»

Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás.»

«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!»

Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte.»

«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!»

Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos.» El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios.»

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»

Palabra del Señor

Comentario

¿Comprendemos lo que acabamos de escuchar? ¿Comprendemos en lo que acabamos de escuchar lo que hizo Jesús con sus discípulos, lo que hizo Jesús con nosotros? Bueno, creo que es una pregunta que nos podemos hacer en este Jueves Santo. La Iglesia nos regala una vez más el comienzo de un triduo pascual: jueves, viernes y Sábado Santo, sábado de Gloria, para poder revivir en nuestro corazón, repasar en nuestro corazón los acontecimientos más importantes de la historia: la pasión, la muerte y resurrección de nuestro Salvador, de Jesucristo. Por eso, empecemos estos tres días con un corazón bien abierto, dispuestos a comprender, a que el Señor nos abra una vez más el entendimiento y el corazón y que nos demos cuenta que, a través de un gesto, el Señor nos estaba anticipando su entrega en la cruz, el infinito amor por cada uno de nosotros. Los amó hasta el fin, nos ama hasta el fin, nos amó hasta el fin desde que se hizo hombre entre nosotros, pero especialmente desde esa última cena, en la que en ese gesto tan maravilloso que revivimos y actualizamos en cada eucaristía, Jesús anticipó su muerte y el sentido de su muerte.

Quise empezar Algo del Evangelio de hoy haciéndonos la pregunta que Jesús le hizo a los discípulos después de lavarle los pies. Es necesario que también hoy nosotros nos preguntemos: ¿Comprendemos lo que Jesús hizo por nosotros? ¿Comprendemos lo que Jesús sigue haciendo por nosotros cada vez que celebramos la eucaristía y revivimos esa noche maravillosa en la que Jesús instituyó el sacerdocio católico, instituyó la Eucaristía y, al mismo tiempo, nos dejó el mandamiento del amor? ¿Comprendemos? Creo que deberíamos reconocer que no en su totalidad. Por lo menos debemos reconocer que no comprendemos todo, y por eso necesitamos volver a escuchar una vez más la Palabra de Dios; y en ese escuchar lo que el Evangelio nos dice, y en ese escuchar las diferentes reacciones a lo que Jesús hizo, poder sentirnos representados y darnos cuenta que muchas veces somos como Pedro, que no nos damos cuenta y que no permitimos que Jesús nos lave los pies.

¿Qué quiere decir que Jesús nos lavó los pies? Quiere decir que Jesús se hizo servidor nuestro, que él siendo Dios no hizo alarde de su categoría de Dios, sino al contrario, se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo y se puso a lavar los pies a sus discípulos, mostrándoles que eso es lo que tenemos que hacer con nosotros. En definitiva, su entrega y su muerte en la cruz es el acto de amor más grande e infinito que podamos imaginar en esta vida y tenemos que dejar que él nos ame, tenemos que dejar que él nos salve para que podamos compartir su suerte. «Si yo no te lavo, si no te dejas lavar por mí, si no te dejas amar, si no te dejas perdonar, si no te dejas purificar por mi amor, no podrás compartir mi suerte». En la vida muchas veces no podemos amar como Jesús ama porque en definitiva no nos dejamos amar, porque siempre le ponemos un «pero», porque no confiamos en su misericordia, porque incluso nos creemos más que él y no permitimos que sea él el que nos sirva.

Por eso Señor, en este Jueves Santo, una vez más queremos que nos laves los pies, queremos que en la santa misa que participemos hoy, o sino por medio de la oración, del silencio y de la meditación de este texto de hoy, podamos dejarnos amar por vos una vez más. Queremos que nos sirvas, porque solo dejándonos servir por tu amor, por vos mismo nosotros descubrimos cuál es el sentido de nuestra vida, que también tenemos que servir a los demás. No podemos amar como vos nos amas si no nos dejamos amar por vos. En definitiva, tu mandamiento es el mandato de amor más maravilloso que puede aspirar un ser humano: amar al modo tuyo, Señor. Por eso en esta noche queremos lavarnos los pies o queremos que nos laves los pies para aprender a lavarnos los pies entre nosotros, a reconocernos todos como hermanos y a aprender de lo mismo que hiciste vos con nosotros.

Señor, ¡gracias, gracias por entregarte una vez más! ¡Gracias por dejarnos la Eucaristía, gracias por dejarnos el sacerdocio, gracias por enseñarnos a amar!

Martes Santo

Martes Santo

By administrador on 4 abril, 2023

Juan 13, 21-33.36-38

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente:

«Les aseguro que uno de ustedes me entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.    Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere.» El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»

Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato.»

Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer.»   Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.  Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en Él.

Si Dios ha sido glorificado en Él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán,  pero Yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos:”A donde Yo voy, ustedes no pueden venir”.»  Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»

Jesús le respondió: «Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás.»  Pedro le preguntó: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.»

Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»

Palabra del Señor

Comentario

Toda la vida de Cristo es misterio. Vamos a celebrar en estos días el misterio pascual, o sea, el misterio de su paso de la muerte a la vida. Pero la palabra misterio para nosotros, los católicos, tiene una connotación especial; no es misterio en el sentido de que no lo podemos conocer absolutamente, sino lo contrario, que gracias a que se manifestó podemos conocerlo, no completa y plenamente, pero sí podemos conocerlo. Gracias a que Jesús se manifestó podemos conocer algo del corazón de Dios. Pero podríamos decir que hay un gran misterio en el corazón de Jesús que solo él nos lo puede revelar, y por qué no pedírselo en esta Semana Santa. ¿Cuál?, te estarás preguntando. La elección de Judas, la elección de este hombre como apóstol, aun sabiendo que lo iba a traicionar, y además la paciencia de soportarlo durante tres años sabiendo de sus malas intenciones y viendo que robaba lo que estaba destinado a los pobres. ¿Pensaste en esto alguna vez?

Un gran santo español, Manuel González, decía que «la conducta de Jesús para con Judas es la obra cumbre del ejemplo más perfecto de la misericordia del corazón de Jesús que quería grabar en el corazón de sus apóstoles y obviamente en nosotros. Toda la razón de ser de Judas en el grupo de los Doce era que el corazón de Jesús luciera toda su misericordia y todo su respeto a la libertad humana y enseñar a sus apóstoles de todos los tiempos la manera más eficaz de llevar el mensaje de Dios a los demás; lo que nosotros llamamos apostolado». ¡Qué locura de amor! ¡Qué locura de misericordia!

Hay una regla apostólica, hay una regla para los apóstoles –que somos vos y yo también–, que debemos aprender para que nuestra tarea sea realmente fecunda, no exitosa, sino fecunda: sea donde nos toque ayudar, educar, transmitir, evangelizar llevando la Palabra de Dios, nunca nos olvidemos de estas palabras de Jesús: «Hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio», lo dice Jesús en el Evangelio de Lucas. Eso que Él dijo lo llevó a la práctica de manera especial y profunda y misteriosamente con Judas; lo hizo siempre, le hizo siempre el bien sin esperar nada y, además, sabiendo que su amor no iba a dar fruto en él, es algo maravilloso e increíble, algo que no nos entra a veces en el corazón.

Hay que hacer todo lo posible por el corazón de los otros sin que se espere nada de ellos, ¡qué difícil! Y esto no quiere decir que no nos interesen los frutos y que nos dé lo mismo, sino que la fuerza del amor no tiene que estar puesta en la espera de esos frutos, porque ese fruto, que vendrá o no, no depende en definitiva de nosotros, sino que depende de la libertad del otro y de la gracia de Dios. Como dice san Pablo: «Nosotros sembramos y es Dios el que hace crecer». La actitud de Jesús ante Judas que se ve en Algo del Evangelio de hoy nos muestra, por un lado, el increíble extremo al que llega el amor del corazón de Jesús que se entrega aun sabiendo que será traicionado; y por otro lado, nos muestra hasta dónde puede llegar la debilidad del corazón humano que no se quiere doblegar ante tanto amor de Dios. ¿Puede el hombre ser tan duro? Sí, puede. ¿Puede el corazón de Jesús amar tanto y ser rechazado? Sí, sí puede.

La verdad que esto es para rezar y maravillarse, maravillarse de tanto amor, pero al mismo tiempo sirve para que nosotros nos preguntemos con sinceridad: si Jesús que amó tanto pudo ser rechazado, ¿qué impide que a mí no me pase lo mismo? ¿Quién me creo que a veces pretendo que todos me amen incondicionalmente como si yo fuera más que el mismísimo Dios? Cuando amo y busco sinceramente hacer el bien a los demás, ¿qué pretendo? ¿Que me retribuyan pensando que me lo merezco? ¿Espero el agradecimiento y la recompensa siempre cuando hago las cosas?

Cuánto amaríamos de más si pudiéramos vivir esta regla que nos enseña Jesús en el Evangelio y cuántos fracasos, desalientos, tristezas, enojos y cálculos humanos nos ahorraríamos si aprendiéramos a hacer el bien sin esperar nada a cambio.

Dios quiera y Dios lo quiere que podamos vivir y aprender esto en esta Semana Santa, pidámosle esta gracia con todo nuestro corazón. Empecemos estos días santos con este deseo en el corazón, de amar como nos ama Jesús, de saber esperar como nos espera Él, de tener esa paciencia que nos tiene Él.

Lunes Santo

Lunes Santo

By administrador on 3 abril, 2023

Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: ¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres? Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.

Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, buen comienzo de otra gran Semana Santa; en realidad comenzamos ayer, pero después del Lunes Santo nos encaminamos lentamente hacia el Viernes Santo, que será el final de la vida de Jesús en esta tierra, en realidad el aparente final. Nos encaminamos también al Domingo de Pascua, a la resurrección. Por eso en estos días escucharemos en los evangelios los últimos momentos de la vida de Jesús, relatados por san Juan, sus últimos días, sus últimas acciones y gestos, sus últimas decisiones. Entre ellas aparece la escena de Algo del Evangelio de hoy, en el que Jesús con sus más amigos, con Marta, María y Lázaro, al que había resucitado, vive estos momentos tan particulares que acabamos de escuchar.

Dice la Palabra de hoy que le prepararon una cena, él fue a comer con sus amigos y además durante esa cena, María tuvo un gesto de amor que impregnó toda la casa de perfume y que sería lindo que impregne toda la casa de nuestro corazón. Todo un signo de lo que produce el amor en la vida de aquel que reconoce a Jesús como su Señor, como el que le da sentido a nuestra vida. Por eso, empecemos este lunes con mucho ánimo. Vuelvo a decir, no importa cómo hayamos llegado, pero vivamos esta Semana Santa con intensidad, dediquemos más tiempo a la oración, dediquemos más tiempo al silencio, apaguemos un poco tanto ruido que nos aturde, tanto aturdimiento de hoy que no nos deja pensar. Pareciera ser como una anestesia del corazón que impide que los latidos de nuestro ser nos digan lo que el Señor quiere. Por eso apaguemos un poco, dejemos tanto ruido.

Pero antes de detenernos entonces en esta escena, pensemos en esto que también es importante, que me parece lindo del Evangelio de hoy. Jesús de algún modo se deja amar; de algún modo no, se deja amar por sus amigos. Misteriosamente Jesús, que podríamos decir que no necesitaba del amor humano, de los que lo rodeaban, porque siendo Dios no lo necesita, Jesús no solo ama, sino que al mismo tiempo se deja amar para enseñarnos que el amor también hay que aprender a recibirlo. Deja que le preparen una cena sabiendo que eran sus últimos días y, además, deja que derrochen en sus pies, por amor, un perfume carísimo. Es un detalle que a veces no tenemos en cuenta. Es tan difícil a veces amar, como dejarse amar por los demás. Aunque parezca una debilidad, Jesús necesitó del amor de los más cercanos, de sus discípulos, pero no una necesidad porque le faltaba algo, sino porque él lo quiso así para enseñarnos, porque eligió tanto amar como ser amado en todo y todo en su plenitud. Nosotros, en cambio, a veces andamos a las caídas, a los tumbos, como decimos, intentando amar y muchas veces no dejándonos amar, no dándole la oportunidad a los demás que tengan gestos de cariño con nosotros.

Pensémoslo… pensemos que en el fondo es de algún modo una cierta soberbia, es un sutil engaño al convencernos que no necesitamos de los demás y mucho menos cariño, gestos concretos. ¿Conoces esas personas que no les gusta que les demuestren cariño, que las abracen, que les digan que las quieren, que les festejen los cumpleaños, que les hagan sorpresas? ¿No será que en el fondo cuando somos así estamos ocultando una falsa humildad, una aparente austeridad de afectos e incluso de bienes, pero que en realidad le estamos privando a los otros la posibilidad de querernos? ¿No será soberbia eso pensando que no necesitamos afectos? Para pensar y rezar mucho. Jesús no descartó esa posibilidad aun pudiendo poner la excusa por los pobres. No. Cada cosa en su lugar y se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Amar a los pobres y tener gestos de derroche y de amor para con él. Hoy para nosotros en la vida de la Iglesia, podríamos decir que es la Eucaristía, la presencia real de Jesús entre nosotros, la liturgia. Eso hace María. Derrocha perfume por amor a Jesús reconociéndolo como su Señor. Eso hace la Iglesia con Jesús vivo en cada sagrario, en cada altar donde Jesús es adorado, adornado y ensalzado con tantas cosas.

O nos podemos preguntar: ¿lo hacemos? La Iglesia nunca tuvo ni debe tener reparo en gastar y derrochar en gestos de amor hacia Jesús vivo y presente, obviamente sin olvidarse de los pobres que siempre estarán y están con nosotros. Y son el Jesús entre nosotros también. Se pueden hacer las dos cosas, vuelvo a decir, amar a Jesús en los pobres y amar a Jesús en la Eucaristía, en cada sagrario, en cada templo, en la belleza de todo lo que dedicamos a él. Jesús y los pobres se merecen todos los gestos de amor.

Esta Semana Santa él espera de nosotros un gesto de derroche, derroche de amor, para que se impregne la casa de nuestro corazón, con el perfume que proviene él y cambia todo. Esta Semana Santa es de él y para él. Él quiere ser amado y por eso deja que lo amemos, que hagamos lo que se nos ocurra por él. No midamos el amor, siempre será poco, nunca alcanza, pero lo importante es dar todo lo que podamos. No tengamos miedo en esta semana en derrochar todo por amor a Jesús.

V Sábado de Cuaresma

V Sábado de Cuaresma

By administrador on 1 abril, 2023

Juan 11, 45-57

Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación.»

Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?»

No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.

A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.

Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: « ¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?» Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.

Palabra del Señor

Comentario

Se acerca la Pascua de los cristianos, la tuya y la mía. Se acerca la semana santa. Hoy a partir de las misas de la tarde comenzaremos la semana más importante del año para los que creemos en Jesús. Con el domingo de ramos empezamos a transitar, por decir así, la recta final. La de la vida de Jesús y del camino que venimos haciendo haces casi cuarenta días. La propuesta del camino fue la misma para todos. Estés donde estés, sea la vida de fe que estés llevando, sea que estés cerca o alejado, con fervor o sin ganas. No importa. Fue la misma propuesta para todos, pero el camino seguramente fue distinto, cada uno dio pasos diferentes, cada uno comprendió a su manera, a cada uno Jesús le mostró cosas distintas, y eso es lo lindo y, por otro lado, lo misterioso.

Somos nosotros los que tenemos que interiorizar lo que se nos va sembrando en el corazón día a día con la Palabra de Dios. Algunos siembran, Dios hace crecer, nosotros removemos y abonamos la tierra para ayudar, para acelerar las cosas. ¿Pusiste algo de tu parte en este tiempo? ¿Hiciste el esfuerzo para escuchar, por crecer, por luchar? Espero que sí. Espero que empieces esta semana santa con un corazón más grande, con más ganas, con deseos de que no sea una semana más, una semana de vacaciones, una semana cualquiera. Se puede, se puede vivirla de una manera nueva y distinta. Las celebraciones serán las mismas, la historia es la de siempre, el final ya lo conocemos. Pero no es lo mismo, no creas que será lo mismo.

Algo del Evangelio de hoy muestra la trama interna de la entrega, de la decisión de matar a Jesús aun viendo y confirmando lo que hacía. Deciden matarlo una vez que se enteran de que había resucitado a Lázaro. ¡Qué locura! ¡Parece un cuento, pero fue verdad! «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?» Y sí, la verdad es que la maldad del hombre es incomprensible. ¿Vos comprendés algo? A veces no comprendemos cómo es posible que invocando un bien se haga el mal con tanta locura. Así piensa este mundo también. De la misma manera que actuaron con Jesús en ese tiempo.

Es preferible matar a uno a que mueran algunos más. Es preferible matar a un inocente, que hacerse cargo de las cosas que uno hace. En este mundo, en el tuyo y el mío, a veces es preferible hacer muchas cosas y no jugarse por la verdad, que proviene del Amor, con mayúsculas, que es Jesús. Es preferible callar una verdad para no exponer a los mentirosos. Algunos prefieren decir que se juegan por los pobres y viven exageradamente holgados. Otros tiran misiles para hablar de paz. Muchísimos deciden subirse al tren de la deshonestidad alegando que “todos lo hacen”.

Y nosotros… ¿Qué hacemos? ¿Cómo actuamos? ¿Cómo vivimos nuestra decisión de amar la verdad y el amor? ¿Nos subimos a la masa del “no jugarnos por nada”? Me conmovió una vez la coherencia de un amigo que trabajaba de vendedor en un negocio que vende de todo un poco, y me contaba su decisión de no vender un producto anticonceptivo abortivo aún bajo presión y peligro de perder su trabajo. No lo hizo nunca. Se le rieron en la cara y lo trataron de “cerrado”, pero él no aflojó. Es un ejemplo no más, de miles que podríamos poner, alguno tuyo, alguno mío, de las veces que nos jugamos por la verdad, aun siendo responsables por las consecuencias, aún con temor a que nos vaya mal. Seguro vos mismo tenés más ejemplos, y también muchos de cuando no nos jugamos. Solo un ejemplo de miles de situaciones en donde muchos deciden “matar al bien” y donde otros tantos prefieren callar y son cómplices.

Nosotros, mientras tanto, no tenemos que aflojar y tenemos que entrar a esta Semana Santa con deseos de honrar a Jesús con la vida y no solo con los labios. Con deseos de acompañar a Jesús no solo de lejos, como quien no quiere la cosa, sino de enamorarnos de su coherencia hasta el fin, de su amor sincero que no se escapó en los momentos más duros y difíciles. Por amor a vos, por amor a mí, a todos los hombres. Entremos a esta Semana Santa con un corazón grande, deseosos de mirar a Jesús el Jueves Santo, el viernes y el sábado, padeciendo, muriendo y resucitando por nosotros.

V Viernes de Cuaresma

V Viernes de Cuaresma

By administrador on 31 marzo, 2023

Juan 10, 31-42

Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.

Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?»

Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios.»

Jesús les respondió: «¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: “Tú blasfemas”, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”?

Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre.»

Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: «Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad.» Y en ese lugar muchos creyeron en él.

Palabra del Señor

Comentario

Parece mentira que escuchemos en el Evangelio que “tomaron piedras para apedrearlo”. Parece mentira que hayan querido apedrear al hombre más bueno del mundo. Parece mentira que, a pesar de verlo hacer milagros, de hacer el bien, de ayudar a los enfermos, de estar donde nadie quería estar, de resucitar a un hombre, hayan deseado matarlo y finalmente lo hayan hecho. Cosa de locos. Cosa de hombres, ciegos, con el corazón roto. Como nos pasa también a nosotros. A veces se nos hace costumbre esto, pero no es normal, debería ser al revés. Estamos a una semana del día en el que celebraremos que Jesús murió por amor hacia cada uno de nosotros.

Mientras Él pretende que entre nosotros nos “desatemos las vendas”, como pedía que hagamos con Lázaro, para poder caminar, algunos, y por ahí nosotros, andamos por la vida “apedreando lo bueno o incluso a los demás”, porque no nos gusta lo que hacen.

Aparece hoy otra vez el tema de las piedras ¿Te acordás del Evangelio del lunes? Algunos fariseos habían tomado piedras para apedrear a la mujer pecadora y no pudieron, porque el mismo Jesús les había hecho ver que, si es cuestión de tirar piedras a los pecadores, en realidad nos tendríamos que apedrear entre todos, digamos que no queda nadie en pie. El tema no es que no podemos emitir juicios, opinar sobre las cosas malas que pasan en el mundo. Lo que no quiere Jesús es que nos tiremos piedras, que nos condenemos. Esa es la cuestión. Hay una gran diferencia. Si es por ser pecadores, nos apedreamos entre todos y terminaríamos todos muertos. El mundo sería un caos, como lo es bastante si miramos alrededor. Nos mataríamos entre todos, como muchos lo hacen.

Aunque en realidad, es un poco lo que vemos día a día. Incapacidad para reconocer bondad, belleza, amor y tantas cosas lindas por ahí, muchas ganas de hacer justicia por mano propia, creyéndonos dueños y señores de la verdad. Por eso andamos a veces tirando piedras por el mundo, aunque no vemos, andamos ciegos de amor y de bondad, no nos damos cuenta que tenemos muchas cosas “de Dios” en nosotros, entre nosotros y en los otros. Por eso, distinguí la diferencia entre opinar y emitir un juicio. Emitir un juicio sobre una realidad, sobre una cosa que está mal. Y otra cosa es querer tomar justicia por mano propia. Jesús no quiere eso. Quiere, en el fondo, en realidad quiere que desatemos las vendas de los otros para que los otros puedan caminar. Que les saquemos el sudario de la cabeza a esos Lázaros que están como muertos en vida para que vean la verdad. Esa es la cuestión.

Estos judíos de Algo del Evangelio de hoy, los que finalmente mandaron a matar a Jesús, se lavaron las manos como Pilatos. No se dan cuenta de lo que hacen. Por eso Jesús llegará al colmo del amor al decir en la cruz (y para eso nos tenemos que preparar): “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” Al colmo de la maldad, Jesús terminará respondiendo con el colmo del amor. Y no porque sea tonto y no reconozca que hay maldad, eso tampoco quiere de nosotros, sino que reconoce que hay maldad, pero como fruto de la ignorancia y la ceguera, porque todavía no ven el amor. Si esos judíos se hubieran dado cuenta de lo que estaban haciendo, no lo hubieran hecho.

Actúan así pensando que obran bien, que es lo más triste. ¿Cuántas veces hemos hecho cosas convencidos de que estábamos obrando bien? ¿Cuántas personas a nuestro alrededor obran mal, nos hacen mal pensando que obran bien? Esa es la ceguera más grande, es la enfermedad más profunda del hombre, incluso del hombre religioso, del que dice creer y defender una cierta “verdad”. Somos capaces de defender la verdad con ideas, pero “tirarle” piedras al distinto, al de otro color, al de otra condición, al de otro “supuesto” nivel. Es triste, pero los cristianos somos capaces.

Si nosotros nos diéramos cuenta de lo que hacemos cuando hacemos el mal, la verdad que no lo haríamos. Si fuéramos conscientes un instante de lo que significa hacer el mal, no lo haríamos. Si fuéramos conscientes de porqué el otro llegó a hacer el mal que hace, no tiraríamos piedras. No terminamos de ser conscientes plenamente de las consecuencias del mal, de la falta de amor. ¿Cuál es el remedio? El amor de Jesús en la cruz. Hacia allá vamos. Acordate de andar con una cruz estos días, de mirar la cruz con más amor. ¿Cuál es el camino? Entrar en esta Semana santa deseando ser más conscientes del inmenso amor de Jesús por cada uno de nosotros, incluso por aquellos que nos cuesta amar, aquellos que creemos que se merecen ser apedreados. La semana Santa no es un cuentito para recordar, sino una Pasión (con mayúscula) para revivir. Para salir siendo más conscientes de que si no amamos lo suficiente al Padre y a los demás, no es porque no tengamos la capacidad, sino porque todavía no nos damos cuenta de tanto amor. El Amor con mayúscula reclama amor.

El amor llama al amor. Cuando descubrimos cuánto nos aman nos dan más ganas de amar, nos sentimos deudores de ese amor, pero con libertad. Si esto nos pasa con los que más queremos, con los que nos rodean, ¿no te parece que nos tendría que pasar un poquito más con Jesús en esta semana que empezamos? Pidamos a María que nos lleve por ese camino. Hoy es el día de María al pie de la cruz, de la mano con ella al pie de la Cruz, para no cansarnos de admirarnos del amor que Dios Padre nos tiene. Que Dios tiene por cada uno de sus hijos, por más que estén errados en su camino. Nosotros también podemos crecer en esta conciencia de todo el amor que nos tiene el Señor. Pidámosle con todo el corazón. Pidámosle también mirar a nuestros hermanos que, aunque estén errados también necesitan de nuestro amor. Pidamos ser otros Lázaros que podamos revivir al amor y al perdón. Pidamos también transformar a otros en Lázaros desatándoles las vendas.

V Jueves de Cuaresma

V Jueves de Cuaresma

By administrador on 30 marzo, 2023

Juan 8, 51-59

Jesús dijo a los judíos:

«Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás.»

Los judíos le dijeron: «Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: “El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás.” ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?»

Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman “nuestro Dios”, y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: “No lo conozco”, sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría.»

Los judíos le dijeron: «Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?»

Jesús respondió: «Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy.»

Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.

Palabra del Señor

Comentario

¿Alguna vez sentiste la sensación de que algo en tu vida se desató de golpe, eso que estaba atado y parecía imposible? ¿Alguna vez sentiste esa sensación de tener “un nudo en la garganta” o en el corazón o en el estómago y que, de golpe, se destrabe? ¿Alguna vez experimentaste que la ayuda de otro fue el desencadenante para un paso nuevo en tu vida? ¿Alguna vez disfrutaste de la sensación de que “con muy poco” hiciste muchísimo para ayudar a otro a desanudarse? Seguro que sí. Bueno, eso es lo que significa: “Desátenlo para que pueda caminar”, del Evangelio del domingo a Lázaro. No solo Jesús lo revivió, sino que pidió que lo desaten. La vida es un ida y vuelta. Jesús nos hace participar de la resurrección de los otros, y le gusta que otros participen de las nuestras. Todos los días participamos de la resurrección de Jesús, todos los días, en cada misa, en cada situación concreta en donde somos instrumentos de su amor, de su vida.

Sí, así como compartimos los dolores y sufrimientos de este mundo, podemos de alguna manera revivir siempre, gracias a la gracia, gracias al amor de otros que andan desatándonos con su amor. Nadie revive solo, nadie se la vida así mismo. De alguna manera siempre dependemos de otros y depender del amor no es esclavitud, en la medida que somos conscientes y libres para decidir. Si no, preguntémosle a Jesús, que se hizo hombre y por muchos años “dependió” (entre comillas) del amor de María y José y eligió a doce amigos para emprender la obra más grande de la historia de la Humanidad, transmitir el amor de Dios a cada corazón. Podría haberlo hecho todo muy solo, pero no quiso. Cuidado con esas ideas de que ser libre es no depender del amor de nadie. Dios, misteriosamente, transmite su amor dependiendo de nosotros.

Algo del Evangelio de hoy y todo el Evangelio, toda la Palabra, es una historia de amor y dependencias mutuas, pero con libertad. Siempre por una libertad más liberadora, la del amor y la verdad. Jesús no quiere glorificarse a sí mismo, no le sirve de nada. No quiere glorificarse solo. Él depende del amor del Padre que lo glorifica por ser obediente, por amarlo hasta el fin. La gloria del hijo es hacer la voluntad del Padre y la gloria del Padre es que su Hijo cumpla su voluntad. Es por eso que Dios Padre recompensará a su Hijo con la Resurrección, porque fue fiel a su amor hasta el final. Eso es lo que celebraremos en la semana santa. Que la fidelidad al amor, al Amor con mayúscula, la fidelidad a una libertad entregada al dueño de la Vida, es lo que finalmente vence la muerte, el odio, el rencor y todos los males de este mundo.

Sé que parece raro lo que te digo, sé que es difícil a veces “bajar a la tierra” lo que dice el Evangelio. Pero no hay que irse muy lejos para entender esto, no hay que buscar ejemplos raros. Jesús lo dice de alguna manera hoy: “El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás.” La fidelidad nos asegura la vida para siempre, no la vida del cuerpo, sino la vida del espíritu. Todo pasará, pero sus palabras y el amor no pasarán. El que es fiel y depende de las palabras de Jesús, a las palabras de Dios, va a permanecer, va a estar siempre de alguna manera presente.

Si sos fiel a las palabras de Jesús, que en definitiva es ser fiel al amor, pero el amor con verdad, no al amor inventado, sino al amor que se aprende de Dios, nada de lo que hagas dejará de existir, tu vida y la mía serán fecundas. Tu vida y la mía no morirán con nuestro cuerpo, sino que seguirán “viviendo” en corazones ajenos. ¿Cuántas personas que conociste en tu vida, ya no están, pero siguen vivas? ¿Crees esto? ¿Querés ser alguien que después de esta vida siga permaneciendo en otros corazones y ayude a desatar las vendas que no dejan caminar a tantos? Los santos son el claro ejemplo de hombres y mujeres que por ser fieles a las palabras de Jesús no han muerto, siguen vivos, permanecen entre nosotros y son los que hoy nos ayudan a seguir caminando. Siguen desatando a otros. Algún familiar tuyo, tus padres, tu hermano, tu hermana, tu hijo o tu hija que ya no está, también con su vida siguen ayudándote a vivir. Siguen desatando vendas para que podamos caminar. No te desanimes. Escuchalos. De alguna manera están.

Seamos fieles, no abandonemos el amor, no abandonemos elegir “depender” de otros. No abandonemos la oración. No abandonemos el escuchar cada día la Palabra de Dios. No abandonemos una buena amistad. No abandonemos ese apostolado que nos hace tanto bien. No abandonemos la misa que nos enriquece. Seamos fieles, que solo así iremos muriendo en esta vida, pero reviviendo para la que permanece para siempre.

V Miércoles de Cuaresma

V Miércoles de Cuaresma

By administrador on 29 marzo, 2023

Juan 8, 31-42

Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él:

«Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres.»

Ellos le respondieron: «Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: “Ustedes serán libres”?»

Jesús les respondió: «Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes.

Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre.»

Ellos le replicaron: «Nuestro padre es Abraham.»

Y Jesús les dijo: «Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre.»

Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios.»

Jesús prosiguió: «Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.»

Palabra del Señor

Comentario

“Desátenlo para que pueda caminar” les decía Jesús a los que presenciaron la resurrección, el revivir de Lázaro en el evangelio del domingo, ¿te acordás? ¿Por qué será que Jesús no hizo el milagro entero, de una, resurrección y sin vendas? ¿Qué extraño no? Pienso que Jesús quiere siempre algo de nuestra parte, algo de nosotros, algo de los otros para hacer las cosas mejor. No le gusta obrar solo, siempre utiliza medios, personas, situaciones, acontecimientos. Es así, y que lindo que es. Jesús nos ayuda por medio de otros, de cercanos que nos “desatan”, que nos ayudan a caminar porque a veces no podemos desatarnos por nosotros mismos. Somos esclavos de algunas ataduras, miles de vendas que no nos dejan ser muy libres. ¿Alguna vez viste una momia que se saque las vendas por sí misma? Por momentos quisiéramos ser así, muy independientes, sin necesidad de los otros, sin embargo, a medida que pasan los años te darás cuenta que sin los demás no somos nadie, sin la ayuda de los otros, de Jesús “no podemos caminar”. ¡Qué linda imagen! ¡Qué bien nos hace pensar y vivir así! Para ser libres no tenemos que ser independientes, sino dependientes, en el buen sentido de la palabra, del amor de otros. ¡Qué extraña paradoja!

Qué lindo que es escuchar a Jesús día a día, permanecer fiel a sus palabras, tratar de vivirlas y cumplirlas, insistir que no hay nada más gratificante que ser libre, pero que al mismo tiempo, se es libre cuando uno entrega su libertad a la de Jesús que nos enseña la verdad. Toda una hoja de ruta para la vida de cada uno de nosotros. Algo del Evangelio de hoy nos quiere enseñar esto.

El desafío de la vida es permanecer, permanecer fieles, insistir, luchar, no dejarse vencer por el mal, por los que nos tiran para abajo. Lo más difícil en la vida, y mucho más en la fe, en lo espiritual, es la fidelidad, es la permanencia, es el seguir a pesar de todo, es la “disciplina”. Lo más difícil para un sacerdote es ser fiel, es no claudicar, no pensar que parece no tener sentido lo que hacemos, confiar en la gracia, en lo que no se ve, en lo invisible que existe. Lo más difícil para vos que estás casado es seguir, es apostar otra vez, es volver a confiar que se puede, es perdonar, es volver a amar al que elegiste, es dejar de “coquetear con las tentaciones”. Solo el que es fiel ama verdaderamente y solo el que ama en serio es discípulo de Jesús, y solo el que va descubriendo la verdad de su vida, con lo bueno y lo malo, es libre para decidir amar en todo momento. Esa es la verdadera libertad, la de elegir siempre el amor, el amor de Jesús.

Mientras tanto somos esclavos, estamos “llenos de vendas que nos atan”, esclavos que nos vamos yendo de la casa del Padre “haciéndonos los adultos” queriendo dejar de ser hijos, de vivir esa alegría profunda de estar siempre en la casa de nuestro Padre. El que cree que es libre por dejar la verdad de lo que Dios pide, lo único que logra es ser más esclavo, esclavo de sí mismo. Es el engaño del hombre que se cree libre, que hace y deshace lo que se le antoja sin discernir sobre la verdad y el amor. El que aprende a ser libre obedeciendo por amor es el que más disfruta de ser hijo, le gusta ser hijo y escuchar todos los días. Obedecer a Jesús, a sus palabras no produce hombres sin pensamiento propio o marionetas, sino al contrario, las palabras de Jesús van haciendo de nosotros hombres que se dan cuenta que siempre se necesita un límite y una guía para poder crecer, que la libertad no se contrapone con lo frágil y débil, que es más libre aquel que se da cuenta que no lo puede todo, que no todo lo puede controlar y tener a sus pies.

¡Qué lindo es ser hijos y decidir quedarse siempre con nuestro Padre, amando y eligiendo estar, permanecer! ¡Qué lindo es escuchar día a día la palabra de Dios y luchar por ser fieles! No le aflojes, no le aflojemos. Aunque el mundo se venga abajo, aunque todos se rían, aunque nadie te entienda, aunque todos estén en otra, no aflojemos. Escuchemos todos los días para conocer la verdad, para amar la verdad y encontrar la verdadera libertad.