Book: Lucas

Solemnidad de la Anunciación del Señor

Solemnidad de la Anunciación del Señor

By administrador on 25 marzo, 2023

Lucas 1, 26-38

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.» Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel  le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.»

María dijo al Ángel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?» El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios.»

María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho.» Y el Ángel se alejó.

Palabra del Señor

Comentario

Celebramos hoy en toda la Iglesia la Solemnidad de la Anunciación del Señor, el día en el que todo cambió para siempre, el instante más silencioso, pero más trascendental de la historia de la humanidad. Los historiadores podrán decir muchas cosas sobre tantos acontecimientos importantes desde que el mundo es mundo, podrán buscar siempre lo más llamativo y espectacular, pero la realidad es que para nosotros ese momento, ese encuentro del Ángel Gabriel con María, ese encuentro del Espíritu Santo con la Virgen, es el verdadero acontecimiento que dio «vuelta» el mundo, tu vida y la mía, la de millones y millones de personas. Las cosas grandes de la historia de la humanidad, en realidad, pasaron desapercibidas para los poderosos de este mundo que les gusta mucho más el «show» que otra cosa. Dios eligió «hacerse el distraído» y entrar en este mundo por la puerta de «atrás», como para no figurar, como para no ser visto, como para ser uno más, sin dejar de ser lo que era y meterse en nuestros corazones.

Demasiada alegría junta, la alegría de una adolescente sencilla y desconocida, que recibió la noticia de que iba a ser la Madre de Dios. Una gran locura. La venida de Dios al mundo, el anuncio de la concepción de Jesús en el vientre de María, como decimos siempre, por obra y gracia del Espíritu Santo, es para alegrarse siempre. Jesús también fue un niño en el vientre de su madre. También creció silenciosamente hasta nacer como cualquiera de nosotros. Por eso hoy también rezamos por todos los niños por nacer, por todos los niños que están «custodiados» por sus madres en sus vientres. Pero especialmente recemos por todos los niños por nacer que sufren el «terror» del aborto que amenaza sus vidas, para que sus madres tomen conciencia del don que llevan en sus vientres y jamás recurran a una aparente solución que puede arruinar una vida para siempre, incluso la de ellas mismas.

Para el caso, María también vivió un embarazo «no deseado», podríamos decirlo en lenguaje actual. Ella no tenía pensado quedar embarazada, y mucho menos de ese modo. Sin embargo, supo abrirse al misterio de la vida, supo aceptar lo que en principio no entendía ni quería. Supo querer y aceptar la invitación como voluntad de Dios y amar la vida desde el momento de su misteriosa concepción hasta la muerte en la cruz. Por eso es lindo hoy que recemos por todas las madres que también, por diferentes circunstancias, viven un embarazo «no deseado», no buscado, para que abran sus corazones al don que llevan, al niño que milagrosamente llevan en sus vientres y que necesitan de ellas.

Algo del Evangelio de hoy nos muestra que, de punta a punta, desde el anuncio del Ángel a María hasta el anuncio de la Resurrección, Dios viene a darnos una alegría, Dios está con nosotros para alegrarse, no para preocuparnos y asustarnos. Una vida que nos vino a dar una alegría. Una vida que nos vino a dar vida. Un niño siempre puede transformarse en una alegría. Ser cristiano es alegrarse con esta alegría, alegrarse de que Dios se haya «metido» en nuestras vidas, de que nos haya sorprendido de esta manera. Ser cristiano es alegrarse porque María fue capaz de decir que sí, y gracias a Ella, el Hijo de Dios se metió en nuestra historia, para vivir como nosotros, para morir por nosotros y resucitar para nosotros.

María es la mujer más inteligente y llena de amor de la historia, la más feliz de todas porque supo confiar y creer sin ver, aunque haya preguntado para saber cómo Dios se las iba a ingeniar para hacer semejante milagro. Nunca desconfió de las promesas de Dios y de sus planes. Para el que cree, siempre lo que Dios quiere es lo mejor. Creer hace bien, creer es de inteligentes, creer nos abre caminos nuevos y más seguros, creer nos llena el alma de felicidad, aunque nos dé un poco de miedo y vértigo. Seremos felices si aprendemos a creer y confiar sin ver, sin muchas pretensiones.

Que hoy María nos ayude a decirle con confianza a Dios Padre, pero por ahí con miedo, pero con confianza: «Sí, soy tu servidor.

Quiero ser tu servidora, que se cumpla todo lo que tenés pensado para mí». Que María despierte el corazón de tantas madres que, por equivocarse, hoy no quieren recibir una vida, que se sientan abrazadas y acompañadas por la misericordia de Jesús que siempre nos da una oportunidad.

¿Quién dijo que creer es de débiles e ingenuos? ¿Quién dijo alguna vez que tener fe es algo infantil o de poco inteligentes? ¿Lo escuchaste alguna vez? Son puras palabras y tentaciones. Creer como María, confiando sin entender tanto, es el verdadero camino de la felicidad. Y vos, ¿qué preferís?

III Sábado de Cuaresma

III Sábado de Cuaresma

By administrador on 18 marzo, 2023

Lucas 18, 9-14

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:

«Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas.”

En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”

Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.»

Palabra del Señor

Comentario

Jesús, como a la samaritana, se nos presenta en el camino de la vida, se sienta junto al pozo, ese pozo a donde nosotros acudimos a beber, a saciar nuestra sed, deseando que tengamos, en el fondo, sed de Él, como Él mismo la tiene de nosotros. Así hizo con esa mujer, la del evangelio del domingo pasado que espero te acuerdes. Esa mujer que no terminaba de comprender como un hombre, un judío podía estar dialogando con ella, y mucho más, pedirle agua para beber. Es así, Jesús se “disfraza” de necesitado para que nosotros podamos descubrirlo, pero fundamentalmente descubrir que solo Él puede saciar la sed de amor que “grita” desde el pozo de nuestro corazón. Esta semana nos acompañó esta imagen, esa maravillosa escena, que en realidad es el reflejo de lo que de algún modo o de otro, tarde o temprano nos pasará con Jesús, nos buscará para que lo busquemos, nos encontrará para que lo encontremos, nos pedirá de beber, para que le pidamos.

Y de la parábola de algo evangelio de hoy creo que lo primero que podemos decir, o lo que se me ocurre hoy decir es. ¿No será que a veces interpretamos demasiado literal algunas cosas del evangelio y nos olvidamos de lo esencial, de lo más profundo? Pasa mucho en nuestras Iglesias que cuando hay celebraciones de poca gente -celebraciones semanales, por ejemplo- la gente se va mucho atrás, se va mucho a los bancos del fondo, a grandes distancias; como si a veces pensáramos que dependiendo del lugar que ocupemos estamos más o menos cerca de Dios o lo merecemos más o menos.

Y hoy justamente el Señor nos quiere mostrar que no se trata de eso. Obviamente la actitud del publicano que está lejos, es la actitud del que se siente pecador, del que se siente necesitado de Dios; y la actitud del fariseo que está de pie, es todo lo contrario, porque él se siente justo, se siente mejor que los demás y da gracias porque “no es como los demás”; pero no es una cuestión de qué asiento ocupo en la Iglesia, puedo estar en el primer banco sintiéndome un gran pecador y por tanto necesitado de Dios que es lo que me hace ir hasta ahí; puedo ser sacerdote y estar muy cerca del altar, pero estar lejos de Dios, mi corazón puede estar lejos de Él, porque estoy soberbio y pienso que soy más que los demás; no importa el lugar…

Vamos a lo esencial del Evangelio: Jesús se refiere a aquellos que se tenían por justos y despreciaban a los demás; y de eso es de lo que debemos tener cuidado, reflexionar si nosotros en alguna forma de pensar, de sentir, de actuar o de mirar a los demás, no nos creemos un poco más justos y despreciamos a los demás. En el fondo es esa actitud la que nos aleja de Dios; cuando me siento capaz de juzgar y pensar que soy diferente, incluso agradecer que soy diferente y llegar a decir: “Gracias Señor porque me libraste de esto o de lo otro”, y miro a los demás de reojo. Cuando caemos en esa actitud de soberbia es cuando más lejos estamos de Dios y no nos iremos “justificados” en nuestra oración.

La oración que brota del fondo de nuestro corazón no es creernos diferentes a los demás, sino más bien pedirle al Señor que nos ayude a reconocernos como realmente somos; y no temer mostrarnos ante Dios como realmente somos.

Me contó alguna vez un sacerdote que después de una Misa, en el atrio de la Iglesia mientras saludaba a los demás, escuchaba un grupo de señoras que decían: “Y al final en el cielo vamos a estar los mismos de siempre”; como una actitud de mucha soberbia de la cual seguramente no se daban cuenta, estas señoras no se daban cuenta de lo que estaban diciendo.

¿A veces no será que nosotros nos creemos como una élite dentro de la Iglesia? Como la élite de los que estamos más cerca y “menos mal que somos nosotros, menos mal que Dios nos eligió a nosotros”. Hay que tener mucho cuidado de no caer en esta soberbia tan sutil que se mete en el corazón de los “más creyentes” incluso, de los que aparentemente estamos más cerca, estamos “de pie” al lado de Dios. Mejor es salir justificado de la oración, porque el que se humilla será ensalzado; el que se reconoce como es, a eso se refiere Jesús. Humillarse es reconocerse con la verdad, “La humildad es la verdad” decía Santa Teresa, y por eso, aquel que se pone frente a Dios sin miedo a mostrarse como es y por esa pequeñez que reconoce en él pide perdón y se arrodilla también como una actitud interior; es el que realmente saldrá de la presencia de Dios, como Él quiere que salgamos y no como nosotros creemos que tenemos que salir.

Pidámosle esta gracia en este fin de semana, aprovechemos para pedirle a la Palabra que produzca este fruto en nosotros: frutos de humildad, que es lo que realmente nos ayuda a vivir como el Señor quiere.

III Jueves de Cuaresma

III Jueves de Cuaresma

By administrador on 16 marzo, 2023

Lucas 11, 14-23

Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: «Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.»

Palabra del Señor

Comentario

Vivir pensando en lo que nos falta, vivir viendo la parte del vaso vacío, lo que debería ser y no es, lo que me pasó, me afectó y no puedo cambiar, vivir sin considerar lo que tenemos y esperando lo que vendrá, termina por agobiarnos y haciéndonos caer en el pesimismo insoportable. Vivir así es ver parte de la verdad. Hoy estamos cansados de escuchar parte de la verdad, verdades a medias, verdades que no son verdades porque son “ideologías” y cuando una ideología quiere ser la única verdad, termina por matar a la Verdad. Estamos cansados porque cada uno tiene su verdad o mejor dicho, cada uno considera que la suya es la única verdad y pocos se animan a abrazar una verdad un poco más amplia y trascendente. ¿Sabés qué es lo que pasa o por lo menos lo que me parece que pasa especialmente en nuestro país, en el mundo y porqué no también dentro de la Iglesia? Pasa que Jesús es relegado, olvidado  y muchas veces por los que más deberían recordarlo.

El pobre Jesús no entra en estas discusiones interminables en donde todos quieren tener la razón, en donde el dinero manda, en donde la lógica del poder termina triunfando por sobre los intereses comunes. Todos hablan de sus verdades pero se olvidan de una Verdad mucho más verdadera, de Jesús, que es Camino, Verdad y Vida. Alguno me dirá, pero… ¿Qué tiene que ver el mundo con Jesús, con las discusiones del mundo? Tiene mucho que ver, por lo menos para nosotros los cristianos, que sin querer a veces “separamos” demasiado las cosas del mundo con nuestra fe y nos olvidamos que nuestra fe es sal y luz en este mundo dividido por las discordias, por las medias verdades que se hacen ideologías.

Algo del Evangelio de hoy pone de manifiesto los “pesimistas de siempre” los “mala onda” que buscan siempre “el pelo en la leche”, la “quinta pata al gato” porque las ideas le nublan el corazón. La ideología no permite ver la realidad. Estos hombres en vez de reconocer lo que bien que hacía Jesús son capaces de decir semejante barbaridad, que Jesús hacía el bien con el poder del demonio. Algo absurdo como lo que nos toca ver cada día. No solo no veían la parte llena del vaso, sino que ponían algo malo, veían algo malo. El pesimista, el que está lleno de ideas lindas pero tiene el corazón marchitado, achicado, resentido, enojado, triste, lleno de revancha, termina dividiendo. Es inevitable. Jesús quiere unir y el pesimista desunir. Jesús nos llama a la unión y nosotros nos encargamos de desparramar. «El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.»

El que no está con Jesús o no entiende a Jesús, o se dice discípulo de Jesús, pero divide o desparrama por estar siempre mirando lo malo y lo vacío, no entiende el mensaje del evangelio. Un síntoma de nuestra cercanía a Jesús es nuestra capacidad de unir, de integrar, de abrazar, de recibir. Nuestro país lamentablemente está dividido, el mundo está dividido, la Iglesia está dividida también. ¿Qué hacemos? ¿Qué hacés? ¿Seguís dividiendo con tus palabras, con tus opiniones, con tus publicaciones del face, en tus grupos de whatsapp? ¿Te gusta tirar la piedra y esconder la mano? ¿Te gusta quedarte con una parte de la verdad? ¿Te gusta la división? Entonces no estás con Jesús, estás desparramando. ¿Te gusta unir, buscar puntos en común? ¿Te gusta ver la Verdad con mayor amplitud de corazón? ¿Te gusta conciliar para no hacer solo hincapié en lo distinto? Entonces estás recogiendo con Jesús.

Seamos cristianos, dejemos de dividir y de buscar lo malo en lo bueno, o de ver solo lo malo cuando hay mucho de bueno. Seamos verdaderos discípulos de Jesús, saltemos “la grieta” para descubrir que del otro lado hay hermanos, no enemigos, del otro lado hay gente buena también, solo que se dejan ganar a veces por sus ideas, como de este lado también.

III Lunes de Cuaresma

III Lunes de Cuaresma

By administrador on 13 marzo, 2023

Lucas 4, 24-30

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga:

«Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.

También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.»

Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Palabra del Señor

Comentario

Nada puede separarnos del amor de Cristo, nada podrá separarnos de su amor si confiamos en que Él, murió por nosotros, siendo pecadores, siendo débiles, sin preguntarnos previamente. Cada lunes, cada día, pero muchas veces lo remarco los lunes, es necesario volver a empezar, a confiar, a reafirmar nuestra fe en un Dios que nos ama tanto que envío a su propio Hijo para que por medio de Él, tengamos vida, vida eterna. Seguimos en este camino de cuaresma, que está lleno de espinas, como la vida, pero también lleno de rosas y de gracias que Él se encarga de derramarnos. Me toca escuchar a personas que están sufriendo algún dolor, alguna tristeza, un sinsabor, una decepción, un engaño y me dicen: “Esta no es la cuaresma que esperaba, la que preparé, no estoy pudiendo rezar, no sé como hacer”.

Se me ocurre decirles lo que también alguna vez me dijeron: “Ésta es tu cuaresma, la que no elegiste tanto, la que se te vino encima, con esta situación que te desborda”. En definitiva, la cuaresma, nuestra vida, creo que no debe atarse tanto a un manual, a una serie de pautas a seguir como si fuéramos robots y además todos iguales. Confieso que me cuesta un poco entender esas cuaresmas de manual que muchos proponen, o exigen, en donde cada día se nos propone algo, un propósito, una meta, o cosas así, me parece todo muy armado. Me ayuda más el aceptar lo que muchas veces no elegimos, lo que nos toca, aprendiendo a vivir la vida en la medida que se nos presenta, pero bueno, es verdad que es cuestión de estilos. Pero volviendo a lo otro, les digo y me digo eso… “Ésta es tu cuaresma, ese dolor, esa tristeza, esa aridez, eso que tenés que aceptar”.

Intentaré en estos días retomar la maravillosa escena del evangelio de ayer, que es un manantial de agua vida, de sabiduría, de tela para cortar. Solo dejo algo picando… Jesús se acercó al pozo de agua, a ese lugar en donde la samaritana iba a saciar su sed. ¿En que te hace pensar eso? Me viene al corazón el entendimiento de que Jesús está al lado, siempre, y así nos encuentra, al lado, de esos “pozos” en donde nosotros vamos a saciar nuestra sed, nuestros deseos a veces ocultos, nuestros deseos de ser amados, que muchas veces no terminan de saciarnos. Pero seguiremos estos días con este tema.

Desde algo del evangelio de hoy, nos pueden surgir algunas preguntas que muchas veces no nos ponemos a analizar en profundidad y tienen que ver con lo que pasó al mismísimo Jesús, en carne propia, el rechazo de sus más cercanos y conocidos. ¿Por qué ningún profeta es bien recibido en su tierra, porqué Jesús fue rechazado en su tierra, en su lugar, porqué a nosotros nos pasa a veces lo mismo en nuestras familias, donde nos conocen? ¿Por qué esta gente se enfureció tanto con Jesús al escuchar sus palabras? ¿Qué se esconde detrás de esta actitud de rechazo ante lo conocido? ¿Por qué no alcanzan ni siquiera los milagros cuando se está entre los nuestros? ¿Por qué no alcanza con el cambio que produjo en tu vida Jesús, y es real, para que los más cercanos a vos y a mí, se convenzan de que Dios se manifiesta en lo sencillo y cotidiano de nuestras vidas?

Es un tema muy inquietante, que muchas veces nos carcome el corazón. Vos por ahí sos uno de esos que recibió la alegría de ser salvado por Jesús y que ahora, esparce su fragancia por todos lados, pero sin embargo con tu propia familia no podés, tu misma familia parece ser un murallón inquebrantable. ¿Te pasó alguna vez? Ningún profeta es bien recibido en su propia tierra, y vos y yo somos profetas por el bautismo, si estamos unidos a Jesús hablamos en su nombre, eso es ser profetas. Incluso nos pasa al revés, nosotros también alguna vez rechazamos la voz de Dios que se nos manifestó por medio de alguien cercano. Seguramente debemos reconocer que nos pasó, no es fácil.

¿Qué es lo que pasa? Justamente pasa que no comprendemos esto, nos pasa que no comprendemos que Dios habita en nuestros corazones y puede hablarnos a través de cualquiera, por más que no sea de mi agrado. Nos pasa por no entender que Dios que es tan maravilloso, tan grande, que habla por medio de lo humano, de lo pequeño. Por no entender que, a Dios, no lo podemos entender, valga la redundancia, sino que lo tenemos que aceptar como es y que el único que nos enseña como es, justamente es él mismo.

Jesús hoy no se dejó matar, siguió su camino, aunque no lo entendieron y aunque lo quisieron matar. Así vamos nosotros, intentando seguir nuestro camino, el de Jesús, aunque nos quieran matar y hacer callar nuestra voz, simplemente porque no nos entienden, o porque algunos no quieren escuchar lo evidente, simplemente porque no comprenden que Dios pueda hablar en cada templo-corazón y que por hacer de su relación con nosotros un comercio, nos perdemos la gratuidad de su amor que se nos “aparece” por todos lados, incluso por medio de aquellos que nos cuesta querer.

No te enojes si te rechazan dentro de tu ámbito más querido, a Jesús también le pasó, es parte de la lógica del evangelio. No seas como los que rechazaron a Jesús por ser conocido, por ser tan “normal”, intentá siempre escuchar la voz de Dios que se manifiesta a través de todos, especialmente de los más cercanos.

II Sábado de Cuaresma

II Sábado de Cuaresma

By administrador on 11 marzo, 2023

Lucas 15, 1-3. 11b-32

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo entonces esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde.” Y el padre les repartió sus bienes.

Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.

Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Entonces recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.”

Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.

El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo.”

Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado.” Y comenzó la fiesta.

El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.

Él le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.”

Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: “Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”

Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.”»

Palabra del Señor

Comentario

¿Qué manera de terminar esta segunda semana de Cuaresma? Si miramos para atrás dan ganas de repasar todos los evangelios de la semana, porque uno fue mejor que el otro, aunque no es bueno decir eso. Pero si escuchamos el de hoy es imposible no decir algo. Es poco el tiempo que nos queda para comentar semejante parábola. Es una pena. No se puede decir tanto en poco tiempo, lo que sí se puede, lo que sí podés es volver a escucharla una y mil veces y pedirle a Jesús que te ayude a reconocer en este relato que es “el corazón del Evangelio”, el corazón de un Padre que nos sorprende tanto, que destruye toda la lógica humana de lo que nosotros consideramos justo. Ya estarás sacando tus propias conclusiones, ya habrás estado pensando algo mientras escuchabas este relato de Jesús. Te pregunto, y me pregunto también, para hacer una especie de resumen o propuesta para hoy. ¿Cuál es tu primera sensación? ¡Cuál es nuestra primera sensación al escuchar esta parábola? Antes de pensar y reflexionar cómo es posible algo así, ¿qué sentimiento te aflora? Es verdad que es bueno pensar, pero también es verdad que es bueno sentir y reconocer eso que sentimos.

Hay que aprender a leer entrelineas de lo que sentimos, en nuestros sentimientos. Por ejemplo, hago algunas preguntas para ayudar: ¿Te enoja que este Padre sea tan bueno que hasta parece no muy inteligente? ¿Te enojás como el hijo mayor? ¿Te sorprendés como el hijo menor ante tanto amor, te quedás sin palabras? ¿Entrarías a la fiesta del hijo menor, del perdonado o te quedarías mirando desde afuera, con bronca, sin querer entrar? ¿Entrarías a la fiesta como el hijo menor a disfrutar del perdón como lo disfruta ese Padre? ¿Qué haríamos nosotros si nos pasara lo mismo, en nuestra propia familia? ¿Qué harías si fueses padre o si sos padre con dos hijos y te pasara lo mismo con uno de tus hijos? ¿Qué harías si hubieses despilfarrado los bienes de tu padre? ¿Volverías? ¿Con qué cara volverías a hablar con tu papá? ¿Volverías o te quedarías entre los chanchos y el barro eternamente? ¿Te pasó alguna vez? ¿Cuál sería tu reacción al ver que un hermano tuyo vuelve a tu casa a reconocer su pecado? ¿Bronca, alegría, envidia, enojo? ¿Te alegrarías al ver a tu papá recibiéndolo como un rey?

¿Qué dirías si te digo que el Padre del Cielo, el Padre de Jesús, tu Padre y mi Padre, el Padre de todos, de buenos y malos vive para darnos su perdón y nosotros no nos damos cuenta, ya sea porque nos llevamos lo que no es nuestro y lo gastamos – desperdiciando su amor – ya sea porque teniendo todo lo de Él nunca lo supimos disfrutar? ¿No será que vivimos en nuestra propia galaxia de egoísmo y hasta le queremos enseñar a Dios como se es buen Dios? ¿No será bueno pedir en esta cuaresma poder llegar a la Pascua y disfrutar de la fiesta que el Padre nos tiene preparada, esa que nos quiere hacer y nosotros a veces nos empeñamos en arruinar?

Se que te llené de preguntas. Bueno, por ahí alguna te ayude a reconocer que en esa primera sensación y sentimiento que reconociste al principio, podés encontrar la voz de Dios que algo te quiere decir, algo te quiere mostrar, de algo nos quiere perdonar, de algo nos quiere sanar.

II Jueves de Cuaresma

II Jueves de Cuaresma

By administrador on 9 marzo, 2023

Lucas 16, 19-31

Jesús dijo a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.

El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.

En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan.”

Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí.”

El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento.”

Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen.”

“No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán.”

Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán.”»

Palabra del Señor

Comentario

Hay Evangelios que son tan expresivos, dicen tanto de solo escucharlos, palabras y parábolas en las que Jesús fue tan directo, tan “sin vueltas”, tan firme, que uno podría pensar que no necesitan explicación nuestra. Es verdad, sin embargo, siempre es bueno volver a escucharlos, siempre es bueno volver a decir algo para despertarnos del letargo en el que vivimos muchas veces, siempre es bueno volver a preguntarnos si estamos o no viviendo eso que escuchamos. Somos propensos a olvidar, decíamos estos días, nos vamos acomodando en nuestras cosas y podemos pasar de largo mil y una veces por lugares que en realidad no podemos olvidar. “Lugares de nuestra fe” que si los olvidamos se atrofia el corazón y caemos lentamente en una fe armada a la carta, no una fe que cambia la vida, sino una fe que se adapta a nuestra vida. Un lugar de la fe, irremplazable, inamovible, que jamás cambiará, aunque pasen y pasen los años… ¿Sabés cuál es? Los pobres. ¿Por qué un lugar de la fe? Porque ahí nos encontramos con quien decimos amar y creer, con Jesús.

¿Cómo hacer para esquivar y minimizar las palabras de Jesús de algo del evangelio de hoy? Imposible. Si recibimos bienes en la tierra, ya sea por regalo o esfuerzo personal – o ambas a la vez, como es generalmente- y no sabemos compartirlos o no queremos compartirlos al ver a tantos que la pasan mal, terminaremos algún día pidiendo clemencia a aquellos mismos que no quisimos socorrer cuando nos necesitaron. Ninguno de nosotros puede acabar con el hambre en el mundo, con la injusticia, con el dolor, con la desigualdad, con “los sin techo”, pero todos nosotros podemos ayudar, de alguna manera, a los que vamos cruzando por la vida, como nosotros también fuimos ayudados. Alguno dirá: “A mí nadie me regalo nada, no me sobra nada, ¿por qué ayudar a alguien que no conozco?”.

¿Estás seguro? ¿Nadie te regaló nada? Pensalo bien, pensá en tu vida desde la infancia. ¿Estás seguro? ¿Estás seguro que en tu casa no te sobra algo? Anda mirar la cantidad de ropa que tenés y no usas. Andá a mirar tu cocina la comida que tenés. Mirá tu billetera o la cuenta de tu banco y fijate si en realidad necesitás todo lo que tenés. ¿No será que andamos con mucho sin necesidad? Mientras nosotros los cristianos a veces almacenamos y custodiamos lo que tenemos, miles y miles luchan día a día por lo de cada día, ni siquiera lo de mañana, lo de cada día.

Jesús no reprocha los bienes, reprocha la cerrazón del corazón. No está mal tener bienes, lo que está mal es no compartirlos, lo que está mal es ver alguien tirado y pasar de largo, lo que está mal es gastar miles y miles en cosas superfluas y no ser capaces de mirar y sentir el dolor de tanta gente que no puede, que no le alcanza. Lo que está mal es que haya gente que tenga dos o tres casas, y otros ni siquiera tengan un rancho. En este mundo hay millones de Lázaros que están comiendo las “migajas” que caen de la mesa de tantos que gastan y gastan, por gastar nomás. En este mundo hay millones de Lázaros que son acariciados por los perros y no por nosotros, los cristianos. Mientras muchos se quejan por sus derechos, y les gusta reivindicarlos sin poder mirar el todo, sin poder ver con amplitud las necesidades de la sociedad, hay algunos que no tienen tiempo ni corazón, para saber si tienen derechos.

A veces la cerrazón del corazón humano puede llegar a ser tan grande, “que, aunque los muertos resuciten, tampoco se convencerán”. Es muy fuerte y dura esta expresión de Jesús, pero describe gráficamente el drama del corazón del hombre que se cierra al amor, de Dios y de los más necesitados. Que Jesús nos libre de esta cerrazón. No hace falta que resucite alguien para descubrir lo que Dios quiere, ya lo sabemos. Tenemos la Palabra de Dios de cada día y lo que nos falta muchas veces es creer, aceptarla y llevarla a la vida.

II Lunes de Cuaresma

II Lunes de Cuaresma

By administrador on 6 marzo, 2023

Lucas 6, 36

Jesús dijo a sus discípulos:

«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.»

Palabra del Señor

Comentario

La palabra de Dios es viva y eficaz, hace lo que nadie puede hacer, realiza lo que veces nosotros no podemos hacer por nuestras propias fuerzas. La palabra de Dios es eficaz porque hace lo que dice, tarde o temprano logra lo que quiere, aunque no lo parezca. La palabra de Dios, un lunes a la mañana, es “resucitadora”, ayuda a levantarnos, a decir: “Hoy me levanto” “Hoy quiero algo distinto” “Hoy puedo, hoy se puede”. Ayer me quedó una frase resonando en el corazón que no la pude comentar y me parece que nos puede ayudar esta semana junto con la imagen de la transfiguración de Jesús, con las manifestaciones de Jesús en nuestras vidas, que no podemos olvidar si queremos seguir firmes en la “cuaresma” de nuestras vidas. Jesús les dijo a los discípulos: «Levántense, no tengan miedo.» ¡Qué lindo! ¡¡No tengamos miedo, levantémonos!! ¿Cuánta gente anda tirada por ahí sin querer levantarse? ¿Cuánta gente, por ahí vos, anda necesitando otros Cristos que se animen a levantarlos, animarlos y decirles que no deben tener miedo? ¿Cuántos de nosotros nos olvidamos que la vida no es solo prueba y prueba, sino también consuelo que hay que aprender a descubrir y ver en cada detalle?

Jesús levantó a sus discípulos del suelo para que no se queden ahí tirados; así como nos levanta a nosotros hoy y nos anima a levantar a otros. ¡No dejemos que nos roben las ganas de vivir! ¡No dejemos que las luchas de esta vida nos quiten el ánimo de levantarnos! ¡No permitamos que un mal trago nos arruine el día! ¡No dejemos que el orgullo nos opaque las ganas de amar! ¡No dejemos que el querer ser servidos nos impida pedir perdón primero! ¡No permitamos que la violencia de otros nos ponga violentos, estamos para otra cosa, estamos para andar animando a otros, para ayudar a que sientan que Jesús está entre nosotros! ¡No dejemos que la calumnia ajena nos quite la paz! ¡No perdamos la calma ante los que nos critican! ¡No dejemos que la falta de misericordia de este mundo nos endurezca el corazón! ¡No permitamos que la condena social y de los que tenemos cerca nos lleven a condenar a otros! ¡No permitamos que la falta de perdón nos atrofie el corazón y lo deje seco y duro como una piedra! Levantate, no tengas miedo, Jesús está siempre y el Padre quiere que lo escuches, cada día, con paciencia y perseverancia. Tomate un tiempo hoy para escuchar. Hacé el esfuerzo. Intentá hoy escuchar la palabra dejando de hacer lo que seguro ahora estás haciendo. ¿No te das cuenta que no se puede hacer bien haciendo todo al mismo tiempo? ¿No te das cuenta que por “aprovechar” el tiempo en realidad lo perdés? Si mientras escuchás esto te das cuenta y tomás conciencia de que estás haciendo o pensando en otra cosa, frená el audio y volvé a empezar, ¿Qué te cuesta? Es mejor. Nadie hace más cosas que el que hace una por vez. Probá.

Algo del Evangelio de hoy, tan cortito pero sustancioso, nos anima a levantarnos creo yo. Nos anima a no tener miedo y a poner el corazón donde vale la pena. Porque mientras el mundo avanza, tus proyectos también, lo de tu parroquia, tu grupo, tu trabajo, tu comunidad, mientras todo avanza, no debemos olvidar que lo que más tiene que avanzar es nuestra misericordia, nuestro perdón, nuestro “no juzgar ni condenar”. ¿De qué sirve avanzar en tantas cosas de la vida si no avanzamos en esto, que es lo que alivia y da paz al corazón? ¿De qué sirve tener todo y pedirle a Jesús todo, si no tenemos misericordia ni perdón? ¿De qué sirve si tus hijos tienen todo si no aprendieron de tu boca y corazón a no juzgar y condenar? ¿Te das cuenta que aquí está el corazón del evangelio muchas veces olvidado? ¿Te das cuenta de por qué la cuaresma nos quiere llevar a lo esencial? ¿Te das cuenta cuántas veces hemos destruido personas por nuestra falta de misericordia y de perdón? ¿Te das cuenta que ese que despreciaste y ofendiste, que no perdonaste y juzgaste, es tan hombre y mujer como vos, tan débil y con problemas como vos? Jesús es misericordioso, pero no es tonto, no se hará el tonto cuando nos juzgue.

Nos juzgará con misericordia, como solo Él puede, pero en la medida que nosotros vayamos aprendiendo a hacer lo mismo. ¿Cómo nos dará la cara para pedir perdón y misericordia si nosotros hoy somos incapaces de darla? ¡Cuánta necesidad de conversión que tenemos! ¡Qué lindo será hoy pedirla, no tener miedo y levantarnos! ¿Sabés porqué a veces andamos tirados en el piso y con miedo? Porque no somos capaces de perdonar, de misericordear, de callar y no condenar. La falta de perdón y la soberbia nos aplasta. ¡No nos dejemos aplastar! ¡Arriba, hoy podemos volver a levantarnos, hoy podemos resucitar una vez más!

I Miércoles de Cuaresma

I Miércoles de Cuaresma

By administrador on 1 marzo, 2023

Lucas 11, 29-32

Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.

El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.

El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.»

Palabra del Señor

Comentario

Querer “vivir solo de pan” y no darnos cuenta que lo que nos llena realmente la vida es otra cosa, es de alguna manera querer vivir solo de lo que vemos y percibimos con nuestros sentidos, con la vista, el tacto, el gusto, el olfato y el oído. No vivimos solamente de lo material, por eso Jesús le contestó al demonio: “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, le estaba diciendo justamente lo contrario a lo que a veces pensamos y el mundo nos hace pensar; le estaba diciendo que el alimento diario de nuestras vidas no entra solo por los sentidos del cuerpo, sino que entra también por el sentir del corazón, del alma.  Por supuesto se alimenta de los sentidos, pero le llega al alma. Jesús le respondió al demonio con la misma Palabra de Dios. No dialogó, le respondió. Jesús le respondió también pensando en nosotros, en nuestra vida concreta para enseñarnos a vencer la tentación. ¿Cuántos de nosotros vivimos como si lo material fuera lo único o bien, lo más importante de nuestras vidas? En la práctica, en los hechos, en el día a día… ¿Cuánto ocupa en nuestro corazón la preocupación por el “pan material de cada día”? ¿Qué es para nosotros el “pan de cada día, lo material o lo espiritual? ¡Qué difícil! ¿No? Por ahí estarás pensando: “Padre, y vos porque no tenés familia, es imposible no pensar en lo material con una familia”.

Es verdad, no es lo mismo para un sacerdote, pero también es verdad que vivimos en el mundo y tenemos que administrar los bienes de una comunidad que se nos confía y también podemos caer fácilmente en pensar que lo que necesita la gente “es pan material” y no el verdadero pan del cielo que jamás nos dejará con hambre. Es mucho más fácil alimentar cuerpos que alimentar almas. Es mucho más tentador ser el sacerdote que “alimenta” y soluciona los problemas materiales de las personas, que el sacerdote que no solo intenta alimentar las “panzas”, los “estómagos”, sino también los corazones. Esta tentación la sufrimos todos, porque es natural que nos basemos en lo que vemos y nos cueste ver más allá de lo que ven y sienten nuestros sentidos.

Por eso la Cuaresma es también camino de purificación de nuestros sentidos del cuerpo, de profundización de nuestros sentidos, tiempo de crecer en nuestra sensibilidad, esa que nos ayuda a encontrarle el verdadero sentido a las cosas que nos pasan y les pasa a los demás. Y eso nos pasa en el desierto, la cuaresma acordate es como la vida, un desierto.

Algo del Evangelio de hoy nos clarifica lo que nos pasa también a nosotros, lo que les pasó a aquellos que estuvieron con Jesús cara a cara. Muchos pedían signos. O sea, pedían poder ver con sus ojos lo que pedían sus corazones, y no al revés, ver con el corazón lo que veían sus ojos. Pedían signos y no interpretaban los que ya tenían. ¿Parece extraño lo que te digo? Los que piden signos y no se interiorizan en lo que ven son los que disocian la vida, separan y no unen, son los que creen que lo espiritual va por un lado y lo material por otro, los que no pueden entender que por medio de lo material experimentamos lo espiritual. Lo que no pueden entender que el hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, y que la palabra de Dios nos llega por medio de cosas materiales, sonidos, personas, situaciones, cosas concretas que experimentamos por nuestros sentidos. “Creemos en lo que no vemos, pero creemos porque algo vemos”, decía un sabio profesor. La fe, no es solo una cuestión espiritual ni solo una cuestión material. La fe incluye las dos. Esta es la aparente paradoja de nuestra fe, algo que pocas veces nos ponemos a pensar y nos trae muchos problemas cuando no lo profundizamos.

¿Andamos pidiéndole signos a Jesús para que nos demuestre que está? Será porque no estamos aprendiendo a interpretar lo que vivimos y lo que nos pasa. ¿Creemos sin pensar seriamente en lo que nos pasa, sin interpretarlo? Puede ser entonces que nos esté dando miedo asumir que a Jesús lo conocemos siempre por medio de otros y con otros. Los dos extremos nos hacen mal. Ni lo material sin lo espiritual, ni lo espiritual sin lo material. Vivimos de lo material, pero con lo espiritual. Van las dos cosas de la mano, van juntas y son inseparables. “El hombre no es ni ángel ni bestia, y quien quiere hacer el ángel termina siendo bestia” decía Pascal.

No pidamos signos, ya los recibimos y tenemos que aprender a percibirlos. El signo que pedían esos hombres fue finalmente la Muerte y Resurrección de Jesús, ese es el signo de Jonás, que pasó tres días y tres noches en el vientre de un pez, como Jesús tres días en el vientre de la tierra. Esa es la prueba de que Jesús es Dios y Hombre, esa es la gran verdad que celebramos en cada misa, cada domingo, en cada Pascua y hacia allá nos encamina la cuaresma.

Sábado después de ceniza

Sábado después de ceniza

By administrador on 25 febrero, 2023

Lucas 5, 27-32

Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: «¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?»

Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan.»

Palabra del Señor

Comentario

Un llamado, una crítica y una respuesta eterna de Jesús: creo que, con estos tres momentos, de alguna manera, podemos resumir Algo del Evangelio de hoy y nos puede ayudar a rezar a todos los que escuchamos diariamente la Palabra de Dios.

Primero, Jesús llama a un recaudador de impuestos, a un reconocido «traicionero» del pueblo judío, aquel que se servía de los que necesitaban para recaudar para el imperio. Y justamente a él lo llama no por ser bueno, sino porque seguro vio en él algo que nadie podía ver. Vio, podríamos decir, el núcleo de bondad de su corazón. Nunca hay que descartar a nadie. Siempre cuando Jesús llama, nos enseña eso. «Nosotros miramos las apariencias, él mira el corazón». Todo hombre, por más malo que parezca o por más de que haya hecho muchísimas cosas malas en su vida, tiene en su interior algo que nadie ve, incluso él mismo. El único que puede ver eso y apostar a lo que nadie ve es Jesús, también pasó con vos y conmigo. Eso se ve en el Evangelio de hoy. Solo Dios se juega por nosotros cuando a veces parece que nadie lo hace. Esto es algo que no tenemos que olvidar nunca, para pensarlo en nosotros y para pensarlo en los demás, cuando a veces sin querer juzgamos por desconocimiento. No descartar jamás a nadie, por más perdido que parezca.

Después de esto, Jesús termina comiendo y festejando con Leví y sus amigos pecadores. Obviamente, ¿qué clase de amigos tenía Leví? Parecido al refrán que dice: «Dios los cría y el viento los amontona» o «dime con quién andas, y te diré quién eres». Bueno, a Jesús no le molesta encontrar pecadores amontonados; al contrario, se mete ahí donde nadie quiere meterse. Se mete con sus discípulos. Nosotros también a veces tenemos esos prejuicios y pensamos: «Mirá con quién anda ese, mirá con quién se junta». Bueno, puede ser, pero depende. Es verdad que, si no voy como médico a un hospital y no tengo cuidado, puedo terminar enfermándome también yo. Ahora, también es verdad que puedo ir al hospital como médico, como lo hizo Jesús, para ayudar a que los enfermos se curen.

Los fariseos no entendían esto y por eso critican, pero al criticarlo, sin darse cuenta, lo elogian. Siempre la crítica proviene de una cierta ignorancia y de una carencia propia. Critican porque no saben, creyendo que saben, como vos y yo cuando también criticamos. Criticamos convencidos que es justa y necesaria la crítica, pero en el fondo ignoramos algo básico y profundo, no sabemos lo que hay en el interior de cada hombre. No lo sabemos, y si no lo sabemos, no podemos ni tenemos el derecho a hablar como si supiéramos. Sin embargo, lo triste es que a veces hablamos como si supiéramos.

Estos fariseos no conocían el corazón de Jesús, ni tampoco el de Leví, el de los pecadores. El mundo no conoce el corazón de Dios y, por eso, se toma el atrevimiento de criticarlo. Nosotros no conocemos el corazón de los demás como para opinar tan libremente y creyendo que lo sabemos todo. Por eso, la respuesta de Jesús pinta cómo es el corazón de un Dios que generalmente es criticado, justamente por ser bueno. Para este mundo ser bueno se convierte en motivo de crítica, en un problema. Nos dicen a veces: «No seas tan bueno». «No seas ingenuo», nos dicen algunos y algunos padres incluso enseñan esto a sus hijos. Es verdad que hay que cuidarse, es verdad que no hay que ser tonto. Pero Dios vino a mostrar que es bueno, que puede sentarse a la mesa con todos y que por eso no deja de ser Dios, que viene como médico de nosotros que estamos enfermos, y a veces andamos como si no lo estuviéramos.

Tanto Leví como sus amigos, como los fariseos, en el fondo están todos enfermos; algunos se dan cuenta y otros no. Unos con enfermedades visibles y otros con enfermedades ocultas.

Todos sufrimos enfermedades espirituales y del corazón, y por eso en vez de ver las enfermedades de los demás olvidándonos de las nuestras, en vez de enojarnos porque Jesús cura a los que parece que no lo merecen, en vez de creernos que no necesitamos médico, aprovechemos que Jesús se sienta a la mesa con cualquiera, con todos, para estar con él; y para que estando con él, podamos cambiar. Es verdad, él quiere que cambiemos. Él quiere que en esta Cuaresma nosotros nos propongamos verdaderamente un cambio profundo del corazón. Es tiempo de gracia, es tiempo de dejar que Jesús se siente a la mesa con nosotros y nos enternezca con su amor y nos muestre que es posible ser hombres y mujeres nuevos, cambiar verdaderamente.

Esta es la conversión que todos necesitamos, cercanos y alejados. Porque, en definitiva, algún día todos terminaremos comiendo en la misma mesa, en la mesa del Reino, si de verdad aprendimos a dejarnos curar por Dios, que es Padre y envía a su Hijo para sanarnos. Mientras tanto, no señalemos a nadie, por las dudas. No vaya ser que Dios lo llame y yo me quede mirando de lejos cómo disfrutan algo que me estoy perdiendo. Mientras tanto, vivamos esta Cuaresma convencidos de que necesitamos del mejor médico del mundo que anda recorriendo el hospital de nuestra vida buscando a quién curar.

Hoy te animo a levantar la mano para poder decirle: «Señor, yo tengo necesidad de médico, tengo necesidad de vos. Tengo necesidad de ser curado, porque mi soberbia también me enceguece y me hace ponerme por encima de los demás; porque mi soberbia también me hace olvidar que alguna vez entraste a mi vida y me enseñaste lo que era la misericordiosa».

Jueves después de ceniza

Jueves después de ceniza

By administrador on 23 febrero, 2023

Lucas 9, 22-25

Jesús dijo a sus discípulos:

«El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.»

Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?»

Palabra del Señor

Comentario

Qué alegría más grande es empezar esta Cuaresma con libertad, con decisión, no por un ritualismo vacío! ¡Qué lindo es empezarla con amor, con un amor no viciado por el «qué dirán», por la obligación impuesta desde afuera o incluso por una religiosidad aparentemente muy linda desde afuera, pero vacía, de pura cáscara! Como tantos Miércoles de Ceniza, la Iglesia ayer estaba llena, de bote a bote, como se dice, con ancianos, adultos y niños de todos los tamaños… le di tantas gracias a Dios de corazón. Todavía existe una fe pura y sencilla en el pueblo de Dios, aun cuando no es obligación ir por el precepto, se acercaron y se acercan muchísimos a escuchar la Palabra de Dios, a recibir ese signo tan lindo y tan fuerte de la imposición de las cenizas y también a recibir la Eucaristía, por supuesto.

La Iglesia, creo yo que debe volver a la sencillez, a la pureza de la fe, a la fe que no es impuesta, sino asimilada; a la fe no fabricada desde afuera, sino vivida; a la fe no de las masas, sino de las comunidades pequeñas y fervorosas. ¿Para qué queremos ser muchos? Todos debemos experimentar alguna vez que la fe no es «tener» que hacer cosas hacia afuera, como ayunar, rezar y dar limosna, sino que la fe en realidad es creer en Jesús, vivo y presente en una comunidad concreta, en la Eucaristía, en los más pobres, y que el Padre finalmente es el que nos da la gracia de hacer cosas luego de tener esa certeza. Sí, ayunar, rezar y dar limosna, pero eso brota desde adentro.

Yendo a Algo del Evangelio de hoy, podemos decir que es verdad que no es bueno ser drástico, o sea, pensar que en la vida todo es blanco o negro, de esta vereda o de la otra, porque eso muchas veces nos lleva a enfrentarnos y a mirar de reojo todo lo que no es como nosotros pensamos que debe ser. Pero también es verdad que en la vida es bueno ser claros y sinceros, fundamentalmente con nosotros mismos y para con Dios. No se puede andar en serio por la vida sin una profunda y verdadera sinceridad. Y la Cuaresma, vamos a ir viendo, es de alguna manera un lindo camino de sinceridad interior que redundará en nuestra relación con Dios y los demás.

¿Por qué digo esto? Porque hoy Jesús en sus palabras es un poco drástico, digamos, a simple vista. En realidad, muchas veces Jesús lo fue, pero drástico, contundente, fuerte, para una mirada superficial y para corazones que no quieren meterse para dentro, o bien podemos pensar que no siempre el ser drástico, contundente y fuerte es algo malo en sí mismo, al contrario, es necesario muchas veces. Pero imagino que, si estás escuchando este audio, querés ser sincero con él y con vos mismo. ¿Cuáles son las definiciones contundentes? «El que quiera ir detrás de mí tiene que cargar su cruz». El que quiera salvar su vida, la va a perder y el que la pierda por Jesús, la salvará. No parece haber mucho término medio. Por eso en esto tenemos que ser sinceros nosotros con él; si no, hacemos de nuestra fe hacia él una especie de ensalada de frutas, como se dice, en donde no terminamos de distinguir bien qué es cada cosa.

Seguirlo cargando nuestra cruz es seguirlo, seguirlo sin cargar ninguna cruz es mirarlo de lejos, no es seguirlo. Es como poner «me gusta» a una página y enterarse cada tanto cuales son las novedades de este mundo tan superficial. Es como hacerse miembro de un club y recibir novedades por correo, es como decir que somos estudiantes y ni siquiera estudiamos, solo vamos a cursar. Seguirlo y buscar nuestro propio provecho, queriendo salvarnos a nosotros mismos, siendo egoístas, no es seguirlo, sino que es hacernos la idea de que lo seguimos. Seguirlo es empezar un camino de aceptación de que la salvación viene de él y que solo perdiendo la vida por amor de apoco, entregándonos vamos encontrando la plenitud. ¿Ves? En este sentido, Jesús no fue con medias tintas, no dijo una frase linda para atraer, para que lo sigamos, sin mostrarnos la letra chica del contrato, al contrario, fue más sincero que cualquiera.

Ahora, por otro lado, es verdad que una vez que lo seguimos, que tomamos esa decisión, empezamos un camino, estando en camino y en el camino hay de todo, hay varios carriles, por decir así, rápidos, lentos, incluso hay colectoras, hay caídas, cansancios, ayudas, reproches, hay… podríamos decir, algunos grises, pero ese es otro tema.

Hoy busquemos un «shock» de sinceridad, que puede transformarse en un sincericidio pero que nos haga bien, entregando la vida. ¿Queremos seguir a Jesús así, con cruz y dando la vida o queremos un cristianismo del vale todo y todo está bien siempre que siga mis gustos y caprichos? ¿Somos libres de seguir a Jesús, es una decisión nuestra, o lo seguimos casi por inercia como quien no quiere nada? ¿Lo seguimos dando la vida o pretendiendo que todos la den por nosotros? ¿Lo seguimos de lejos, casi virtualmente, sin compromiso como quien pone «me gusta» en una página para quedar bien con el otro o lo seguimos siendo responsables con cada obra del día, sabiendo que, sin diálogo con él, sin amor concreto al prójimo y sin privaciones voluntarias de nosotros mismos no podemos amar en serio? Pensemos y recemos con este regalo de hoy, con la Palabra de Dios.