Book: Lucas

XXXIV Miércoles durante el año

XXXIV Miércoles durante el año

By administrador on 23 noviembre, 2022

Lucas 21, 12-19

Jesús dijo a sus discípulos:

«Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas».

Palabra del Señor

Comentario

Jesús no quiso «salvarse a sí mismo» no vivió para sí mismo, vivió para nosotros y por nosotros, por eso, habría sido incoherente que, en el momento más importante de su vida, se «baje de la cruz», dejando de amar, creyendo en un camino distinto al que su Padre le pedía. Si Jesús ese día se decía así mismo: «Me salvo», y bajaba de la cruz para mostrar que era Dios, no hubiese reconciliado al mundo por el amor, no hubiese mostrado que la única respuesta posible al odio, a la burla, al insulto, a la crítica, a la injusticia… es el amor, no el salir corriendo para salvarse uno mismo.

Dejemos que hoy Jesús nos diga a todos al oído del corazón, ese corazón que debe escuchar las palabras de verdad que Él nos dice: «No te bajes de la cruz… no abandones ese camino de amor que elegiste… no te desanimes por las burlas de los que no creen y te señalan… Hermano mío, hermana mía, no te bajes de la cruz, no te dejes engañar por el camino ancho, ese que todos proponen como solución…, es solo una ilusión. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, y mis enseñanzas son el consuelo para tu sufrimiento y tus problemas, no la solución definitiva, pero sí el alivio que necesitás. No abandones tu matrimonio, no abandones tu consagración, no te engañes… No abandones tu servicio, tu compromiso, no dejes de amar, perseverá hasta el fin, que solo ahí verás la recompensa, experimentarás la resurrección».

A veces nos parecen muy lejanas estas palabras de Jesús en Algo del Evangelio de hoy sobre la persecución, esto de que nos van a detener, a entregar, encarcelar. La mayoría de nosotros no vivimos una persecución de sangre, pero si vivimos persecuciones interiores, tribulaciones, tentaciones y burlas, de un mundo que en el fondo nos dice lo mismo que a Jesús: «Salvate a vos mismo, que los demás se arreglen por su cuenta, ya tengo bastantes problemas con mi vida, lo mejor es pensar que se «salve quien pueda».

Es verdad que, antes que nada, Jesús les hablaba a sus discípulos, a los más cercanos, a los que finalmente después de la Resurrección, salieron encendidos por el Espíritu Santo a anunciarle a todo el mundo que Jesús estaba vivo y que había muerto por todos. Eso generó la primera persecución de la Iglesia naciente y todos los apóstoles, menos Juan, terminaron dando la vida por el que amaban, así como Él la había dado por ellos. Pero también es verdad que a lo largo de la historia de la Iglesia ha habido, hay y habrá persecuciones contra los cristianos. Los mártires en la historia de la Iglesia son incontables y siempre fueron y serán semillas de nuevos cristianos. Hoy, aunque no parezca, sabemos que diariamente hay cristianos que son perseguidos y mueren por dar testimonio de Jesús, ¡¡son muchísimos!! Últimamente los Papas dijeron que hay más mártires en estos tiempos, que en los primeros siglos de la Iglesia.

Y¿ nosotros? ¿Nosotros que hacemos? ¿Nosotros rezamos por nuestros hermanos que mueren diariamente, por ejemplo, en Siria, en Irak? Y nosotros ¿Damos testimonio con nuestra vida de que Jesús es todo para nosotros? Mientras algunos dan su sangre por su amor a Jesús, vos y yo, ¿Qué damos? Como en el evangelio del lunes, ¿Damos lo que nos sobra como los ricos o damos todo lo que tenemos como la viuda? Los mártires de hoy dan, como los de siempre, todo lo que tienen para vivir, su propia vida, sabiendo que la vida no se pierde, la vida se gana para siempre, sabiendo que «nada podrá separarlos del amor a Cristo», nada podrá separarlos de aquel que dio su vida por nosotros.

Mientras algunos cristianos no pueden celebrar su fe con libertad, no pueden asistir a Misa, nosotros por ahí nos damos el lujo de no ir a misa o desaprovecharla, o participar sin el corazón, sin amor. Mientras algunos hermanos nuestros casi que no pueden confesarse por falta de sacerdotes, nosotros a veces no valoramos este sacramento o lo recibimos mal, o no hacemos nada para cambiar. Mientras algunas familias están separadas y viven sufriendo por ser cristianos, nosotros en nuestros ambientes nos da miedo muchas veces decir que somos católicos por miedo a que se nos burlen, por miedo a no saber qué decir, por vergüenza. ¡Qué triste! Que falta de amor tenemos a veces.

Mientras algún cristianos ahora está dando la vida sabiendo que su vida no se pierde, nosotros por ahí estamos perdiendo la vida en superficialidades o estamos viviendo con incoherencia nuestra fe mientras decimos que somos católicos, estamos borrando con el codo lo que decimos con la boca y alejamos a los demás de Dios. ¿Cómo es posible que ese crea en Jesús si vive, siente y piensa igual que todo el mundo? Nuestras incoherencias con la fe, nuestro vivir la fe a nuestra medida, debería ser un llamado de atención para pensar si realmente amamos a Dios como a veces decimos que lo amamos.

Que Jesús nos ayude hoy a no tener miedo a amarlo con toda la vida. Si realmente lo amamos, jamás tendremos miedo al qué dirán y a lo que tendremos que decir.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXIV Martes durante el año

XXXIV Martes durante el año

By administrador on 22 noviembre, 2022

Lucas 21, 5-11

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?»

Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca.” No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».

Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo».

Palabra del Señor

Comentario

“Salvarse a sí mismo” La gran tentación, la gran prueba que sufrió Jesús y nosotros también. La tentación de salvarnos a nosotros mismos, con la fantasía de que así salvaremos a más. En cambio, la lógica de Jesús es contraria, entregando su vida no solo salvó a más, sino que salvó a todos. Ahora… no todos quieren aceptar esa salvación, no todos quieren ser salvados por Jesús, pero bueno, ese es otro tema. Por lo pronto, es bueno tener en claro que esta prueba de Jesús se sigue repitiendo, de mil formas distintas, incluso en nosotros, cuando pensamos que no es “necesaria” la cruz del amor para alcanzar la salvación, en el fondo no es necesario el amor hasta el final. Un lindo engaño, que al final, no nos conduce a nada, sino todo lo contrario, a un mayor sufrimiento.

“Señor, quiero mirarte en la cruz una vez más… decidiendo estar ahí hasta el final por mí. Todavía no tomo conciencia de que, por mí, no te bajaste de la cruz, de que quisiste ser mi Rey desde el amor, y no desde la imposición. Todavía sigo olvidándome de que, aun siendo bueno, aun sin haber hecho nada malo, fuiste humillado hasta el final por todos. Señor, no quiero bajarme de la cruz, no quiero bajarme de esa decisión de amor que me hizo elegirte, que me hizo elegir el servicio y el amor antes que la comodidad y el egoísmo… sin embargo, te confieso que a veces mi corazón se deja endulzar el oído por los que me gritan y me invitan a bajarme de la cruz para elegir lo más fácil… No dejes que me venza la tentación… no lo permitas, no quiero bajarme”.

De Algo del Evangelio de hoy Jesús nos advierte sobre tres actitudes: No poner nuestra confianza en lo que pasa, no curiosear sobre lo que vendrá y, por último, no confiar en los que se presenten en su nombre y nos pueden engañar.  Dicho en positivo, sería algo así: Poner la confianza absoluta en el Señor, tener puesta nuestra esperanza solo en Él y saber distinguir a los adivinos del fin o de catástrofes, porque nos pueden engañar.

Ante la admiración por la majestuosidad del templo de Jerusalén, Jesús advierte que de lo que ven no quedará piedra sobre piedra. Estaba prediciendo lo que finalmente pasó en el año 70, la del templo de Jerusalén, pero al mismo tiempo es una enseñanza para que no pongamos nuestro corazón en lo material, para que no nos creamos que todo lo que vemos es eterno. Todo pasará, todo, incluso lo mejor de este mundo y por eso no vale la pena hacer de las cosas que vemos especie de “minidioses” creados por nosotros y admirados por nosotros también. Jesús relativiza el valor de las cosas materiales, incluso del mismísimo templo de Jerusalén. Los judíos se quedaron sin templo y se quedaron sin culto a Dios, por eso siguen teniendo su muro, el muro de los lamentos donde van a pedir y lamentarse por no poder rendir culto. Nosotros los cristianos tenemos templos, para manifestar la presencia de Dios en medio del mundo, pero el verdadero templo de Dios es Jesús mismo, con su cuerpo que somos nosotros.

Y por eso, aunque haya hoy una catástrofe y todos nuestros templos se vengan abajo, aunque nos quemen todos los templos los que nos odian, jamás nos quedaremos sin acceso a Dios, sin contacto con nuestro Padre, porque nosotros mismos somos las piedras vivas del nuevo templo que es Jesús. ¿Qué distinto no? Que distinto es saber que podemos encontrarnos con Dios en primer lugar, en lo más íntimo de nosotros mismos, porque ahí habita Él siempre y más que nunca cuando le dejamos estar.

Lo segundo se entiende mejor sabiendo lo primero. ¿Para qué curiosear? ¿Para qué andar queriendo saber cuándo será el fin y cómo será? No vale la pena. Si estamos convencidos de que todo es pasajero y de que pase lo que pase Él está y es el dueño y Rey de la historia, ¿Qué sentido tiene saber y esperar con temor el fin total? Los que andan queriendo saber el fututo son los que en realidad no están sabiendo vivir el presente y no confían en la presencia y poder de Dios en este mundo. Todos los predicadores y adivinos que andan por ahí, los que tiran las cartas, los que supuestamente saben lo que nos pasará, son engañadores y manipuladores de la necesidad que tenemos muchas veces, de saber lo que pasará. Confiar en Él y en sus palabras, es lo difícil, pero al mismo tiempo lo que consuela y da paz.

Por último, tener cuidado de los falsos profetas y saber distinguirlos. Son miles lo que ya predijeron lo que va a pasar y cuando será el fin de los tiempos. Muchas veces algunos católicos pierden el tiempo en eso, pierden energía y se preguntan estas cosas, y no es por maldad, es por ignorancia, es por no haber escuchado a Jesús que lo dice claramente. “No los sigan”. No sigamos a nadie que no sea Jesús, todo lo demás es pasajero y hay que saber distinguir. ¡Cuántas ansiedades nos ahorraríamos si confiáramos en las palabras de Jesús y nos dedicáramos a vivir el presente con paz, entregando el pasado a su misericordia y perdón, y confiando lo que vendrá a su Providencia!

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXIV Lunes durante el año

XXXIV Lunes durante el año

By administrador on 21 noviembre, 2022

Lucas 21, 1-4

Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir.»

Palabra del Señor

Comentario

Comenzamos una nueva semana acompañados de las palabras que no pasan, que permanecen para siempre, aun cuando todo pase. Palabras de Dios, palabras que quedaron grabadas para siempre en la Sagrada Escritura y en cada corazón que las cree y las lleva a la vida. Hay palabras o frases de la Palabra de Dios que es bueno no dejarlas pasar fácilmente, que es lindo intentar seguir pasándolas por el corazón, porque son claves, son importantes, son palabras que engendran otras palabras, son palabras que hacen nacer actitudes distintas en nosotros, son palabras que nos ayudan a cambiar de pensamiento, son palabras que no pasan jamás, pero que hay que hacerlas revivir una y otra vez. ¿Cómo hacer para hacerlas revivir? Viviéndolas nosotros, llevándolas a la práctica, no dejando que caigan en corazones agujereados, sino en corazones dispuestos a hacerlas carne.

Por eso muchas veces te propongo repasar algo del evangelio de cada domingo durante la semana que sigue. Creo que es una ayudita más, un paso más que podemos dar. Si hay algo que me sorprendió del evangelio del ayer, del domingo, fue esta frase que se repitió tres veces de distinto modo: “Sálvate a ti mismo” Impresiona esa escena y todo lo que significa. Distintos personajes, sin saber bien a quién le hablaban, increpando a Dios, diciéndole que se “Salve así mismo”. La historia se repite. Los hombres siguen a veces burlándose de Dios y nosotros seguimos sufriendo la tentación de “bajarnos de la cruz” y salvarnos a nosotros mismos. Es una frase muy dura pero muy profunda, que de apoco iremos intentando rumiar en estos días, como hacen las vacas, que vuelven a masticar una y otra vez el pasto para poder digerirlo. Con algunas frases de la palabra hay que hacer lo mismo, masticar y masticar.

Todo el evangelio es como un drama entre los que necesitan ser salvados y los que no necesitan salvación, lo tienen todo y no necesitan de nadie. Te diría que toda la historia de la humanidad es historia de los que se creen salvados por sí mismos, por el poder, por el dinero, por el prestigio, por la fama, por una religiosidad del cumplimiento, por sus propios planes y miles de cosas más… y de los que nunca se consideran salvados por algo humano, sino los que siempre manifiestan que la salvación es un regalo, que la salvación viene de lo alto y no de este mundo. Y Jesús en el medio de la historia, en todo sentido. Queriendo mostrarnos con su amor que la verdadera salvación no viene de los poderes de este mundo, sino que viene de su amor misericordioso, de su corazón que ama hasta el final y que desde la cruz nos sigue diciendo que no vale la pena “bajarse de la cruz”, que vale la pena amar hasta el fin.

La pobre viuda de algo evangelio de hoy dio más que nadie. La pobre viuda no quiso “salvarse a sí misma”, sino que con lo poco que tenía quiso ayudar a que otros se puedan salvar. No se miró a sí misma y cuidó lo poco que tenía, sino que confió en que dando con el corazón nunca sería abandonada por Dios. Esa es la lógica del generoso. Dar sabiendo que nunca será abandonado, dar sabiendo que todo lo que se da se multiplica y que, así como yo pude ser generoso, siempre habrá alguien generoso conmigo.La más pobre dio más que todos los ricos. Evidentemente Jesús no sabe mucho de matemática. ¿Cómo es posible que alguien que dio menos en cantidad sea en realidad el que más dio? Jesús no sabe mucho de matemática o por ahí lo que él mide y calcula pasa por otro lado, pasa por el corazón. Me inclino a pensar que, Él mira lo que a nosotros nos cuesta ver. Para Jesús dar mucho no es directamente proporcional a dar con el corazón y dar poco puede ser compatible con dar todo.

Una cosa extraña para nuestra mentalidad que todo lo calcula, que todo lo mide y lo cuenta pensando que la vida del corazón es matemática pura, donde siempre 1+1 es 2. Menos mal que las cosas de Dios no son así, sino estaríamos todos muy complicados todos. La vida del corazón no es ciencia exacta, es ciencia, pero del corazón, va por otros carriles. Y mientras nosotros queremos encasillar y encajonar todo en cálculos y números, incluso la salvación, Jesús se encarga de “patear el tablero” y enseñarnos un modo nuevo de ver las cosas, de entender la realidad.

Intentemos hoy vivir y pensar que la “salvación” de nuestra vida, de nuestra familia, no pasa por la cantidad de bienes que tengamos y acumulemos, sino que pasa, en el fondo, por la generosidad con la que vivamos, sea mucho o poco lo que demos, no importa, el cálculo mejor dejémoslo en manos de Jesús, que no sabe tanto de matemática. Aprendemos de la viuda, que supo dar todo, aunque nadie se había dado cuenta, solo Jesús.

Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo

Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo

By administrador on 20 noviembre, 2022

Lucas 23, 35-43

Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!»

También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»

Sobre su cabeza había una inscripción: «Éste es el rey de los judíos».

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo».

Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».

Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Palabra del Señor

Comentario

Ultimo domingo del año de la Iglesia, hoy celebramos la Solemnidad de Jesús como Rey del Universo. Último domingo del año en el que la Iglesia quiere meditar, revivir y volver a pasar por nuestros corazones, los misterios de la vida de nuestro Salvador Jesucristo. Sabemos que no coincide con el año civil pero igualmente, siempre es bueno volver recordarlo. La semana que viene ya comenzaremos el adviento, tiempo que dedicaremos especialmente a reflexionar sobre la venida del Señor preparándonos, fundamentalmente para la Navidad.

Sin embargo, estarás sorprendido por algo del evangelio de hoy, con el que terminamos el año. ¿Por qué aparece hoy, en esta fiesta, esta escena de Jesús crucificado, burlado, basureado por todos, incluso por un malhechor? ¿Por qué la figura de Cristo Rey está simbolizada desde un trono totalmente distinto al del mundo, un trono de madera, pero que es en realidad una cruz? Este Jesús burlado, también es defendido por un “buen malhechor” o “buen ladrón” aunque parezca contradictorio. Terminamos el año contemplando a Jesús como rey de todo y todos, pero colgado en una cruz, provocado por los jefes de los judíos, por los soldados y por un ladrón malvado.

Podemos preguntarnos esto: ¿Es posible que ese sea mi rey? ¿Ese es el rey que nosotros amamos? ¿El que no fue capaz de salvarse a sí mismo cuando tenía la posibilidad de hacerlo? Antes que yo te responda esta pregunta, me gustaría que vos mismo con sinceridad puedas responderla en el silencio de tu corazón, en este momento de oración. Si tenés una cruz a mano, si podés mirar ahora una cruz en donde esté también Jesús, miralo a los ojos, miralo con el corazón y preguntale: ¿Realmente sos mi rey? ¿Realmente seguís reinando en este mundo tan lleno de maldad e injusticia por todos lados? ¿Por qué no te bajaste de la cruz ese día y les mostraste a todos quién eras verdaderamente?

Hagamos estas preguntas y en silencio imaginemos que es Jesús quien nos contesta, que Jesús nos quiere contestar a cada uno de nosotros los que le acabamos de preguntar.

“Si amigo, sí amiga mía, soy tu rey, soy rey tuyo y de todos, aunque a veces no te des cuenta por andar en la tuya, aunque muchos no lo puedan reconocer, aunque muchos me rechacen y sigan insistiendo que lo mejor ese día hubiese sido bajarme de la cruz y salvarme a mí mismo, sin salvar a todos. Muchos creen que lo mejor es mostrar mi poder bajando de la cruz, dejando de amar, pero en realidad hoy puedo decirte que soy Rey porque no dejé de amar, no me bajé de la cruz, me quedé hasta el final. ¿Crees que ese día mi corazón no deseo bajar de la cruz? ¿Crees que ese día la tentación no invadió mi corazón? Sí, si porque era el camino más fácil salvarme a mí mismo que salvar a todos, era más atractivo hacerlo de ese modo.

¿Sabés por qué no me baje de la cruz y me salvé a mi mismo? Por vos. Lo hice por vos, lo hice por todos. No me salvé a mí mismo para salvar a todos y para que hoy vos te des cuenta que te amo, hasta el fin. ¿Cómo me hubieses reconocido hoy como rey si yo no hubiese entregado mi vida por vos? Soy el único rey que entregó la vida por todos. Soy el único rey que tiene seguidores aún después de no estar presente físicamente en este mundo. Soy el único rey que no te extorsiona para que lo ames, simplemente amo, te amo. Soy el único rey que prometo todo, pero a cambio de todo. No prometo riquezas y fama en este mundo, sino que prometo entrega y vida eterna. Soy el único rey que no te engaña y te dice la verdad, y la verdad, es que tenés que hacer lo mismo que Yo. No intentes salvarte a vos mismo. Eso es puro “espejismo”. No intentes salvar tu vida continuamente a costa de los demás. Yo te hice para que entregues tu vida y salves la de otros. No intentes “salvarte” en el trabajo buscando poder y siendo deshonesto tantas veces. Nos busques “salvarte” a vos mismo, criticando a los otros y juzgando a todo lo que no es como vos querés que sea. No insistas en “salvarte” a vos mismo acumulando riquezas y cosas en esta vida mientras otros la pasan mal en serio.

No quieras salvarte a vos mismo permaneciendo en tu pecado, en esa tibieza, en esa avaricia desgastante, en esa lujuria que te ciega, en esa soberbia que te enloquece, en esa ira que te aleja de todos, eso no es salvación, es perdición. No te dejes vencer por las voces de este mundo que te dicen: “Salvate a vos mismo, los otros no importan, que los demás se las arreglen, es la vida de ellos, no es mi vida, son voces tentadoras, pero no es mi voz. Yo te enseño otra cosa, salvate… salvando, salvate amando, permanecé en el amor, eso es no bajarse de la cruz, permanecé amando hasta el final, aunque muchos te digan que no vale la pena, eso es reinar, eso es atraer, por eso Yo soy tu Rey, porque ame hasta el final, aun teniendo motivos para no hacerlo, hoy quiero ser Rey otra vez, en tu corazón y en el de miles de personas, dejame reinar, pero para eso tenés que dejarte salvar, tenés que dejar de pretender  salvarte a vos mismo”.

XXXIII Sábado durante el año

XXXIII Sábado durante el año

By administrador on 19 noviembre, 2022

Lucas 20, 27-40

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».

Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y ya no se atrevían a preguntarle nada.

Palabra del Señor

Resumen de la semana

Voy a proponerte en este sábado hacer una especie de resumen con algunas palabras que nos hayan quedado de esta semana en la que como trasfondo escuchábamos las palabras del Papa Francisco, que nos ayudaban a tener una actitud diferente ante la oración, proponiéndonos ponernos ante Jesús como aquel que nos mira para así poder escucharlo; Para poder dejarnos mirar por Él y dejarnos amar, y así sentir su Palabra.

Sin caer en “sentimentalismos” darnos cuenta que la oración también es eso: un juego de miradas y de abrir el corazón a Jesús.

El lunes, te acordás que escuchábamos el evangelio del ciego Bartimeo, y terminábamos con una oración que decía: “Señor, me imagino que soy el ciego Bartimeo, estoy en el camino con inmensos deseos de verte…”, que teníamos que pedir poder ver a Jesús; el milagro de verlo es el gran placer de cualquier creyente que está con el corazón volcado hacia Él» Esa era la petición del lunes… Empezar a ver para poder dejar que Jesús nos mire. ¡Qué lindo! En definitiva, eso es lo que cuenta. ¿Qué sentido tiene empezar a ver si no es para mirar a Jesús y dejarse mirar por Él? «Señor, que yo vea otra vez» Que veamos para poder ser mirados. Solo eso nos sanará de lo que tenemos que ser sanados.

Y el martes escuchamos ese otro lindo relato del rico Zaqueo, que termina siendo transformado interiormente por la presencia de Jesús cuando le pide quedarse en su casa y estar con él. Pero nos deteníamos en la «murmuración de todos» Todos murmuraban, seguramente murmuraban porque no se dejaron mirar por los ojos de Jesús. ¿Quién puede hablar mal de Jesús si fue mirado a los ojos por él? Imposible. Los que murmuran son los que no lo conocen. Lo mismo nos pasa a nosotros. Murmuramos cuando no conocemos, murmuran y sospechan de nosotros cuando no nos conocen, cuando no se dejaron mirar por nosotros alguna vez a los ojos.

El miércoles veíamos que la sospecha podríamos encontrarla en dos frases del evangelio, en los conciudadanos que no querían a ese rey por rey y en uno de los servidores que por tener un mal concepto de su rey, terminaba siendo mezquino y escondía el don en su «pañuelo». Decíamos: No sospeches de Dios, no le tengas miedo, no «inventes» que Dios es malo y exige más de la cuenta. Dios es Bueno, pero se toma en serio nuestra vida y por eso nos da para que podamos dar frutos, no para esconder lo regalado por andar murmurando por ahí, perdiendo el tiempo. ¿Vos nos harías lo mismo con tus hijos? ¿Vos no hacés lo mismo con tus hijos? ¿Vos no pretendés que tus hijos den todo lo que puedan dar, según lo que le fuiste dando a lo largo de sus vidas? Eso sí, Dios no exige más de lo que podemos dar, nosotros no exijamos más a los demás, a nuestros hijos, de lo que ellos pueden dar.

Y el jueves, contemplábamos a Jesús llorando frente a Jerusalén. ¿Eso no fue lo que hizo Jesús por nosotros también? ¿No fueron hoy esas lágrimas frente a Jerusalén, las lágrimas de Dios Padre que pasaron por el corazón de Jesús? ¿No será que Jesús algún día también le dijo a su Padre, «quiero que tus lágrimas sean las mías? ¿No será que todavía no terminamos de darnos cuenta que el dolor de Dios Padre es que nosotros no seamos capaces de decidirnos a amarlo como se lo merece? Jesús lloró. Jesús también llora cuando dejamos de mirarlo. Eso es algo que no debemos olvidar si queremos ser cristianos en serio. Solo podemos darnos cuenta que Jesús llora por nosotros si nos decidimos otra vez a mirarlo a los ojos.

Y ayer viernes veíamos a Jesús echando a los vendedores del templo, ese enojo de Jesús, un enojo equilibrado, que en el fondo nos ayudaba a descubrir también en dónde andan nuestros enojos ¿no?; porque hay cosas que nos enojan y otras que nos resbalan, y preguntarnos: ¿no será que lo que más nos interesa muchas veces somos nosotros mismos y por eso nos enojamos tanto? Dios nos habla por medio de los sentimientos –decíamos– tenemos que aprender a leer que hay detrás de cada sentimiento.

Y bueno, que este repaso de la semana nos ayude a descubrir eso; ¿por dónde nos estuvo hablando Dios estos días con su mirada? ¿Qué nos quiso decir? ¿Qué nos quiso decir en ese dolor? ¿Qué nos quiso decir en esa tristeza? ¿Qué nos quiso decir en esa alegría? ¿Qué nos quiso decir en esas cosas lindas que nos tocó vivir esta semana? ¿Nos hemos dejado mirar por Él? Porque en definitiva eso es lo importante.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXIII Viernes durante el año

XXXIII Viernes durante el año

By administrador on 18 noviembre, 2022

Lucas 19, 45-48

Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones».

Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.

Palabra del Señor

Comentario

En estos días estuvimos introduciendo la meditación al Evangelio de cada día con algunas palabras del Papa que creo nos ayudan a seguir día a día aprendiendo a rezar con Algo del Evangelio, a relacionarnos con más amor con Aquel que sabemos que nos ama, como dice Santa Teresa de Jesús. Hoy volvamos a escuchar el final de la frase del Papa: «Yo le dejo poner sus ojos sobre mí. Y siento, sin sentimentalismo, siento en lo más profundo de las cosas lo que el Señor me dice» Dejar que Jesús nos mire, para poder escucharlo. Dijimos que es muy difícil dejar que alguien nos mire, es muy difícil en la oración dejar que aquel que no vemos nos mire, aunque sabemos con el corazón que nos mira siempre. San Agustín dice algo muy lindo: «¿Cuál es la explicación de que nos alegremos con el Señor, si él está lejos? Pero en realidad no está lejos. Tú eres el que hace que esté lejos.

Amalo y se te acercará; amalo y habitará en ti». Somos nosotros los que hacemos que el Señor no esté cerca, aunque en realidad siempre está. Somos nosotros que al dejar de mirar nos olvidamos y no percibimos que siempre está cerca. Mirar para descubrir que somos mirados es un lindo camino para dejar de «sospechar» de Dios, como dijimos el otro día, dejar de pensar que Dios es lo que nosotros pensamos. Y como dice el Papa Francisco, esto no es sentimentalismo, no es que tenemos que ir a rezar para «sentir», no es ese el fin de la oración, pero por otro lado es lindo sentir algo en la oración, hace bien sentir un poco, los sentimientos ayudan a que las palabras puedan llegar profundo. No busquemos únicamente sentir, pero si sentimos algo, bienvenido sea el sentimiento para poder descubrir lo que Dios Padre nos dice.

Hablando de sentir, hoy vemos a Jesús que siente indignación al ver convertida la casa de su Padre en una casa de comercio. Ayer Jesús lloraba, hoy se indigna. ¿Ves que Jesús siente la vida, tiene sentimientos y además no quedaron ocultos en los evangelios? Esto no es sentimentalismo, es realidad, es la palabra de Dios. Jesús sintió como hombre. Como hombre sin pecado.  Pasaron por su corazón sentimientos que lo hicieron reaccionar ante diferentes situaciones, a veces llorando, otras indignado y seguro muchas riendo (aunque el evangelio no lo dice). Pero su corazón siempre estuvo ordenado, sintió, pero no fue esclavo de sus sentimientos, sino que sus sentimientos eran auténticos, mostraban perfectamente lo que su corazón vivía y pensaba. No tenía el corazón dividido como nos pasa a nosotros que a veces ni sabemos por qué sentimos lo que sentimos, ni entendemos porque muchas veces pensamos lo que pensamos.
Al expulsar los vendedores del templo se enojó cuando se tenía que enojar y en la medida justa en la que lo tenía que hacer, pero siempre manteniendo dominio de sí mismo.

A nosotros nos cuesta muchísimo vivir el dominio de nosotros, a veces nos enojamos cuando no nos tenemos que enojar o nos enojamos demasiado para lo que realmente pasó o bien no nos enojamos cuando nos deberíamos enojar. El sentimiento de enojo no es malo en sí mismo, no hay que tener miedo al enojo, hay que aprender a escuchar el corazón y equilibrarlo. Una sacerdote una vez me dijo «no mates un mosquito con un cañón», como diciendo no gastes demasiadas energías, ira, cólera en cosas que en realidad no son para tanto. ¿Cuánta energía y tiempo perdido en enojos sin sentido que en el fondo provienen de nuestro orgullo herido, nuestra soberbia? Y al contrario ¿cuánta pasividad y pusilanimidad ante las cosas que nos deberían mover un poco el corazón?

Esto te lo dejo para que lo pienses. En el fondo, en el fondo, nos enoja lo que nos interesa y nos resbala lo que no nos interesa. Esto es obvio. Ahora, nos podríamos preguntar ¿no será que lo que más nos interesa muchas veces somos nosotros mismos? Dios nos habla por medio de los sentimientos, lo decía al principio. Tenemos que aprender a leer que hay detrás de cada sentimiento. Sentir, sentiremos siempre, lo importante es saber interpretarlos, tanto para moderarlos, como para despertarlos.

Podríamos decir tomando el evangelio de hoy, «dime que te enoja y te diré por dónde anda tu corazón» ¿Dónde está tu corazón? ¿Qué es lo que te enoja?

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXIII Jueves durante el año

XXXIII Jueves durante el año

By administrador on 17 noviembre, 2022

Lucas 19, 41-44

Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.

Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».

Palabra del Señor

Comentario

Tuve la experiencia estos días, siguiendo el consejo del Papa Francisco que venimos meditando esta semana, de «dejarme mirar por el Señor». Volví a experimentar lo necesario que es para vivir el «dejarse mirar por Jesús». Te vuelvo a repetir las palabras del Papa del lunes, son muy lindas: «Quiero decirte que yo leo mi vieja Biblia, muy seguido la tomo aquí, la leo un poco allá; después la dejo y me dejo mirar por el Señor. No soy yo quien lo mira, es Él quien me mira. Sí, Él está ahí, yo le dejo poner sus ojos sobre mí y siento –sin sentimentalismo–, siento en lo más profundo de las cosas, lo que el Señor me dice». ¡Es así! Te lo aseguro. Sin sentimentalismo. No es espiritualidad barata o marketinera. Probalo. Hoy intentá vivir esto. Andá al Sagrario de tu parroquia, andá a una capilla de adoración perpetua, andá probá. Si no sos de ir a una Iglesia, tomá una imagen de tu casa, una imagen de Jesús. No leas nada, no cantes, no te distraigas, no pienses en tus hijos, en tu familia, en tu trabajo, no hagas otra cosa. Solo mirá, no cierres los ojos, sino que mirá, mirá fijo para que de golpe te sientas mirado, mirada. Es una maravilla que no se puede explicar con palabras. Todo se detiene, todo deja de importar un poco. Lo hice y volví a darme cuenta de que frente a Jesús lo mejor es sacarse el reloj, dejar de mirar la hora y dejarse mirar. Dios quiera que lo puedas hacer, seguro que Dios lo quiere, somos nosotros los que tenemos que querer, y si se quiere, tarde o temprano se puede. Vamos a seguir con esto, en estos días, da muchos frutos.

Con respecto a Algo del Evangelio de hoy, podríamos decir que lo que nos pasa a nosotros, esto de que no siempre nuestra interioridad se condice con nuestras manifestaciones exteriores (y al revés) y por eso tenemos que aprender a interpretarlas, claramente no le pasaba a Jesús. Él es el perfecto hombre, Dios hecho hombre, pero hombre sin pecado y por eso, hombre que no padeció el desorden de sus pasiones. Nuestro Catecismo, obviamente basándose en la Palabra de Dios, enseña que toda la vida de Jesús nos revela al Padre, o sea, nos dice, nos muestra quién es y cómo es el Padre. Sus palabras, sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar. Lo que Jesús dice, hace, calla, sufre nos muestra lo que el Padre dice, hace, calla y sufre. Hoy Jesús llora por Jerusalén, el Padre, podríamos decir, que también llora por sus hijos, por los de esa época y por la nuestra, por vos y por mí. Sin olvidarnos que hablamos con palabras humanas algo que no terminamos de comprender, podríamos hoy pensar en esto. ¿Cuántas veces Jesús y el Padre lloraron por nosotros, porque no terminamos de aprovechar su presencia en nuestras vidas? ¿Cuántas veces vos lloraste por tus hijos, por ciertas ingratitudes de ellos para con vos? ¡Cómo te hacen sufrir tus hijos!! ¿No? Bueno si nos duele eso muchas veces, ¿por qué no pensar lo que Dios ama y sufre por sus hijos ingratos de la tierra que viven olvidados de Él o bien dicen que lo quieren, pero al final no lo quieren tanto? ¿No seremos vos y yo algunos de los que hacen sufrir un poco a Dios?

Este llanto de Jesús es un sentimiento al que muchas veces no le damos tanta importancia, o que pasamos de largo porque por ahí, solo recordamos el llanto de Jesús al morir su amigo Lázaro o sus lágrimas durante su pasión. Esto nos pasa mucho con el evangelio. Nuestra memoria es un poco selectiva, como lo somos con la comida. Bueno, con la palabra de Dios muchas veces nos pasa lo mismo. El plato de la palabra está servido todos los días, pero algunas veces elegimos lo que más nos gusta olvidándonos de muchas cosas más y separamos lo que no podemos «tragar», por su aspecto, o porque alguna vez nos cayó mal, o por caprichosos nomás.

Este llanto de Jesús es un poco incómodo. Llora por tanta gente, por la ceguera que no les permite reconocer el tiempo de Dios, su paso, la visita por sus vidas. Los discípulos vieron llorar a Jesús. ¿Te imaginás ese momento? Jesús mirando la ciudad y las personas que debían recibirlo, mientras caían lágrimas de sus ojos que seguro mojaron el puño de su túnica. Lágrimas por amor, lágrimas de tristeza, lágrimas de desilusión, lágrimas de impotencia, de reproche, lágrimas de Dios. Sí, Dios lloró, aunque cueste creerlo. Jesús lloró, y lloró en serio, no fue un teatro para que creamos que tenía sentimientos, los tenía. Lloró estando con nosotros y por qué no pensar que llora también ahora desde el cielo, por decirlo así, llora por lo mismo, llora por amor.

Jesús llora cuando nosotros también tenemos los ojos tapados o nublados por tantas cosas y no podemos ver que Él, nos está visitando continuamente. ¿Qué más esperamos de Jesús? ¿Qué otras señales de su visita necesitamos para darnos cuenta de tanto amor? ¿No seremos demasiados «ambiciosos» con Dios, exigiéndole más de la cuenta? ¿No será que tenemos un Dios tan sencillo que a veces nos incomoda un poco y nos descoloca? Llora porque nos ama, como cuando un padre y una madre se les estruja el corazón al ver que un hijo o una hija toma caminos equivocados o desperdician sus vidas en cosas que no tienen sentido. ¿No es lógico que Jesús llore por nosotros? ¿No es lindo, aunque duela, que a Jesús le preocupe nuestra vida y llore por nosotros? Aunque parezca raro y duela un poco, prefiero pensar que Jesús llora por nosotros, a que no le interese lo que hacemos.

Jesús, danos la gracia de darnos cuenta las veces que visitás nuestros corazones y nosotros por distraídos, no nos damos cuenta.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXIII Miércoles durante el año

XXXIII Miércoles durante el año

By administrador on 16 noviembre, 2022

Lucas 19, 11-28

Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.

El les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: “Háganlas producir hasta que yo vuelva.” Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir “No queremos que este sea nuestro rey.”

Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más.” “Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades.”

Llegó el segundo y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más.” A él también le dijo: “Tú estarás al frente de cinco ciudades.”

Llegó el otro y le dijo: “Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado.” Él le respondió: “Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses.”

Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más.” “¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!”

Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia». Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.

Palabra del Señor

Comentario

«Me dejo mirar por el Señor» decía el Papa Francisco en la frase de la semana que elegimos, haciendo referencia a su actitud frente a la Palabra de Dios después de leerla. Todo un camino para recorrer. Puede parecer una frase demasiado poética, algo muy lindo pero vacío de sentido. Sin embargo, el dejarse mirar es toda una imagen de una actitud del corazón que implica mucho esfuerzo para lograrla. ¿Probaste alguna vez dejar mucho tiempo la mirada fija en alguien, pero dejando al mismo tiempo que te mire? En general somos nosotros los que queremos dominar las cosas mirándolas, pero… el dejar que nos miren es muy difícil, es un renunciar a ese deseo de dominarlo todo. Por eso en la oración tenemos que dejar que Jesús nos mire, así como miró al joven rico, así como miró ayer a Zaqueo, como nos quiere mirar a cada uno de nosotros. Para dejarse mirar no queda otro camino que frenar, que dejar de hacer, que dejar de correr, que dejar de querer dominarlo todo. Una buena mirada de alguien puede más que mil conversaciones juntas, una linda mirada de Jesús puede más que mil oraciones repetidas. Hagamos el intento, por lo menos hoy.

Continuemos hoy con la sospecha que conduce a la murmuración, al desprecio y todo con su raíz en la soberbia. No es lo más visible de la parábola de hoy, pero sí está como de fondo en dos momentos, en dos frases: “No queremos que este sea nuestro rey” de los conciudadanos y la otra de uno de los servidores «Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado.”  El hombre que no «siente» y no «quiere» que Dios sea su rey, que Jesús sea el dueño de su vida y los servidores que recibieron dones de Dios pero que en definitiva por «sospechar» de Él, por tenerle miedo, por tener una falsa imagen de Dios se pierden de dar frutos. ¿Ves que sin querer el hombre murmura de Dios, sospecha de Dios y por eso se pierde lo mejor? El Dios exigente que cosecha donde no siembra, el Dios que es dueño de todo y por eso no nos da libertad, nos dejó en este mundo únicamente para hacernos sufrir. Todas son ideas raras de Dios pero que muchas veces los cristianos sin querer nos encargamos de difundir, con nuestras actitudes equivocadas, con nuestras enseñanzas deformadas, con nuestras doctrinas mal transmitidas. Ese no es el Dios de Jesús, ese no es Jesús, no es el rostro del Dios Padre que Jesús vino a mostrarnos.

No sospeches de Dios, no le tengas miedo, no «inventes» que Dios es malo y exige más de la cuenta. Dios es Bueno, pero se toma en serio nuestra vida y por eso nos da para que podamos dar frutos, no para esconder lo regalado por andar murmurando por ahí, perdiendo el tiempo. ¿Vos nos harías lo mismo con tus hijos? ¿Vos no hacés lo mismo con tus hijos? ¿Vos no pretendés que tus hijos den todo lo que puedan dar, según lo que le fuiste dando a lo largo de sus vidas? Eso sí, Dios no exige más de lo que podemos dar, nosotros no exijamos más a los demás, a nuestros hijos, de lo que ellos pueden dar.

Que la Palabra de Dios, que la mirada de Jesús en la oración, que la parábola de hoy nos ayude a encontrarnos con el verdadero Dios, creador y dueño de todo, pero Padre, paciente, misericordioso, tierno y compasivo. ¿Y si pensamos que Dios muchas veces es como en realidad no pensamos o lo contrario a lo que pensamos? Eso es una buena noticia de Algo del Evangelio de hoy. Pidamos la gracia de no andar sospechando sobre Dios, de no andar murmurando sobre Él, no se lo merece. Pidamos la gracia también de no esconder lo que nos dio, en el «pañuelo» de nuestro egoísmo y temor, todos tenemos muchísimo para dar.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXIII Martes durante el año

XXIII Martes durante el año

By administrador on 15 noviembre, 2022

Lucas 19, 1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, hoy no nos olvidemos de mirar al cielo, por lo menos un momento. Mirar al cielo e invocar al Espíritu Santo que está en todas partes y que especialmente habita en cada corazón creyente. Si vos y yo creemos es gracias al Espíritu de Dios que nos anima interiormente, no podríamos creer en Jesús si no fuera por el Espíritu.  Es el Espíritu Santo quien te va a decir hoy lo que más te conviene, lo que más necesitas para tu vida. San Pablo dice así: «el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido» Él es el que nos ayuda a rezar, por eso invocalo con confianza sabiendo que todo es distinto en la oración, si rezamos desde el Espíritu Santo, con el Espíritu Santo. Como decíamos ayer citando al Papa, leamos la Biblia,  y dejemos que nos mire el Señor por un rato.

De hace unas semanas tuvimos las oportunidad de rezar con esta escena de hoy, con este encuentro entre Jesús y Zaqueo. Por supuesto que hay mucha tela para cortar todavía. Es inagotable. Nunca me voy a cansar de decirme y decirte esto sobre la palabra de Dios. Necesito decirlo porque es un modo de convencernos, y de no dejar de buscar jamás. Cuando se mete en el corazón la menor «sugerencia» de que «ya no hay más» «ya lo leí» o el «ya lo escuché», es cuando sin querer tiramos por el balcón la posibilidad de lo nuevo, de la gracia que sorprende, en definitiva del Espíritu Santo que siempre dirá lo necesario para cada corazón que está dispuesto a escuchar.

Por eso hoy tengo ganas de que nos detengamos simplemente en una actitud que Algo del Evangelio nos deja picando, por decir así, casi al pasar. Una vez que Jesús se fue a alojar en casa de Zaqueo, se dice: «Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Al ver eso, todos murmuraban. ¿Qué raro no? La murmuración. El cáncer oculto del corazón del hombre. El virus de la soberbia que se manifiesta de esa forma. El virus es la soberbia, la enfermedad es el prejuicio y el síntoma la murmuración.

Jesús sufrió la murmuración, el que lo acusen, el que no lo entiendan, el que lo prejuzguen, el que lo critiquen. Nuestro corazón herido desde el principio casi imperceptiblemente nos lleva a «dudar» de Dios. Eso le pasó a los primeros hombres, eso logró sembrar en el corazón de Adán y Eva la serpiente engañadora, el maligno. El demonio siembra duda, nosotros la alimentamos. ¿Cómo es posible que Dios sea tan bueno y se vaya a mezclar con los peores de los peores? ¿Cómo es posible que Dios sea así? «Todos murmuraban» No algunos, sino todos. El bien es sospechado, el bien que vino a traer Jesús al mundo y por lo tanto, el bien que deseamos hacer vos y yo todos los días. Es así, no hay que amargarse. Esto lo sufrió Jesús, lo sufrieron los santos, lo sufre cada persona que intenta hacer el bien, lo sufre la Iglesia, lo sufrimos nosotros. Siempre la sospecha. Es algo con lo cual hay que contar. No hay que amargarse.

¿Qué hizo Jesús? ¿Se deprimió? ¿Se hizo la víctima? ¿Se puso a darles explicaciones para que lo entiendan? ¿Se acostó esa noche entristecido por no ser comprendido? En principio parece que no. Se fue a la casa de Zaqueo, a estar con él, con un pecador. Fue a hacer lo que sabía que tenía que hacer, mientras todos murmuraban. ¿Cuál es el problema? Hay que seguir, como dice el Quijote: «Ladran Sancho, señal que cabalgamos» Que murmuren Jesús, señal de que amamos. Mientras la murmuración sea fruto de no comprender la bondad de Dios que se preocupa por los que nadie se ocupa, hay que seguir.

Ahora… cuando la murmuración es por el hecho de no estar haciendo lo que Jesús haría en nuestro lugar, bueno, ahí si hay que detenerse y escuchar. Mientras tanto sigamos adelante, y por supuesto, no seamos nosotros unos de esos «tantos» que murmuran y ladran mientras otros hacen el bien, eso no es de cristianos.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXIII Lunes durante el año

XXXIII Lunes durante el año

By administrador on 14 noviembre, 2022

Lucas 18,35-43

Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.
Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”.

Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que yo vea otra vez”.

Y Jesús le dijo: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado”. En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.

Palabra del Señor

Comentario

Una vez más empezamos otra semana queriendo rezar con Algo del Evangelio de cada día; en estos días, quiero aprovechar también para ir desmenuzando lentamente algunas palabras del Papa Francisco que nos pueden ayudar a seguir valorando la lectura diaria y la oración con la Palabra de Dios. Así dice el Papa: «Quiero decirte que yo leo mi vieja Biblia, muy seguido la tomo aquí, la leo un poco allá; después la dejo y me dejo mirar por el Señor. No soy yo quien lo mira, es Él quien me mira. Sí, Él está ahí, yo le dejo poner sus ojos sobre mí y siento –sin sentimentalismo–, siento en lo más profundo de las cosas lo que el Señor me dice».

Vamos a pedirle al Espíritu Santo que en esta semana nos ayude a tener esta actitud: a leer, a dejarnos mirar, y a escuchar lo que nos dice. Leer, dejarnos mirar por Jesús y escuchar lo que nos dice; es un caminito posible y seguro. Algo de esto tenemos que proponernos en estos días, en medio de tantas cosas que tenemos que hacer, de los proyectos y cosas que tenemos por delante: tenemos que hacernos un tiempo para leer con nuestra propia Biblia, para quedarnos quietos y dejarnos mirar, y finalmente callar un poco para poder escuchar. Es muy difícil dejarse mirar por Jesús, es muy difícil; es algo que tenemos que pedir con todo el corazón.

Y el Evangelio de hoy es una de las escenas más lindas de la vida de Jesús,  llena de detalles que nos invitan a profundizar en lo que Jesús dice a cada uno, en lo que nos quiere decir a cada uno. Esa es la clave, ese es el desafío, que hoy podamos escuchar a Jesús y dejar que nos mire, mientras nos preguntamos: ¿Quién soy yo en esta escena? ¿Cómo vengo viviendo y quién quiero ser también de acá en adelante? ¿Soy el cieguito que está al costado del camino y aunque no puede ver a Jesús lo escucha cuando pasa y pregunta? ¿Pregunto dónde está Jesús? ¿Antes veía y ahora no veo más? ¿Perdí la capacidad de ver más allá? El cieguito recuperó la vista, quiere decir que antes veía.

Aunque no veamos bien, por lo menos tenemos que aprender a escuchar; tenemos que escuchar que Jesús está por ahí, está por allá; está siempre. Tenemos que ser como el cieguito que ante la proximidad de Jesús no para de gritar y le importa muy poco que lo quieran callar.

Ya quisiera tener yo esa fe de este hombre que grita olvidándose de todo.

Quién de nosotros puede decir con seguridad que siempre ve a Jesús en el camino de esta vida, que lo ve en todos lados. No nos creamos como los que estaban ese día alrededor de Jesús, que además se dan el lujo de  callar a los demás. Somos un poco ciegos y Jesús viene a curarnos de la ceguera del corazón que nos tiene quietos sin avanzar, tirados al costado del camino; con fe, pero tirados, no haciendo nada, no haciendo nada por seguir.

Qué lindo sería también dejar que Jesús nos pregunte hoy: «¿Qué querés que haga por tí? ¿Qué necesitás de mí?».

Pensá… porque Jesús nos da la oportunidad de que podamos pedirle aquello que realmente necesitamos. Pidamos ver un poco más, pidamos verlo a Él; pidamos lo mejor.

Hay un verso de un himno de la liturgia que dice así: «Y yo como el ciego del camino pido un milagro para ver». Que podamos ver lo que hace rato dejamos de ver.

Que esta petición sea la más importante del día, que pidamos un milagro para ver a Jesús. Y que esta petición se nos transforme en oración, en diálogo; por eso termino con una oración de un sacerdote que me pareció muy buena para que la escuchemos juntos, dice así: «Señor me imagino que soy el ciego Bartimeo, estoy en el camino con inmensos deseos de verte, por eso gritaba y grito, aunque tus apóstoles todavía no imbuidos de tu mensaje, me mandaban que callara.

El milagro de verte es el gran placer de cualquier creyente que está unido a ti ya en éste mundo; mientras tanto Señor quiero que mis manos sean constructivas, te pido que mi corazón se mantenga cálido y no frío, tú me llamas a que sea una persona, así: bondadoso, amable, acogedor, tierno y fuerte al mismo tiempo».

Que esta oración nos ayude a poder pedirle con todo el corazón a Jesús que «queremos ver»,  que ese es el gran placer de aquel que busca a Jesús; verlo en este mundo aunque a veces Jesús se hace escurridizo y nos cuesta. Pidámosle esta gracia en este día…

Que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.