Book: Marcos

III Viernes de Cuaresma

III Viernes de Cuaresma

By administrador on 17 marzo, 2023

Marcos 12, 28b-34

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».

Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que éstos.»

El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios.»

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.»

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Comentario

Es bueno volver a escuchar lo que a veces la mala memoria o la rutina nos hace olvidar: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva.» No me voy a cansar de repetirlo, porque a fuerza de escuchar y escuchar nuestro corazón se puede ensanchar y ensanchar, y esa es la idea. Si fuéramos conscientes, si supiéramos cuánto nos ama Dios, cuántos dones nos ha dado por medio de su Hijo, nos pasaríamos la vida, el día, pidiéndole lo que realmente nos hace falta y no tantas cosas que a veces en realidad no necesitamos. ¿Qué necesitamos? ¿Qué necesitás realmente? Una tuve la gracia de celebrar un casamiento de una pareja que volvió a la fe después de muchas búsquedas, después de muchas idas y venidas. Felices, decidieron regularizar su matrimonio y dejar que Jesús consagre el amor que de hace tanto tiempo se tenían. Tienen un hijo pequeño, que es un regalo de Dios, como todos los niños, pero este es muy especial. Después de la celebración, mientras a los esposos les tiraban arroz me quedé con él frente al altar mirando a Jesús y le dije: «Santi, ¿rezamos? Sí, me respondió. Nos arrodillamos juntos y rezamos cada uno lo suyo.

Cuando terminamos le pregunté: ¿Qué le pediste Santi? Primero le di gracias, me dijo – y eso ya me conmovió – porque hoy es el día más feliz de mi vida, hoy se cumplió lo que siempre soñé. Y después le pedí a Jesús que me regale dos hermanitos (es hijo único) una mujer y un varón. ¿Por qué dos? le pregunté. Porque si somos más, vamos a ser más felices entre todos» Una maravilla. Por algo Jesús nos dice que tenemos que hacernos como niños ¿no? Si conociéramos el don de Dios, los dones de Dios que a veces tenemos en nuestras narices, disfrutaríamos más la vida, le pediríamos a Jesús que nos dé de su agua, que nos dé lo esencial, como lo supo pedir este niño.

Mientras tanto… ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Escuchar. Algo del evangelio de hoy nos enseña que primero hay que escuchar. No ama el que no escucha y no escucha el que no ama. ¿Cuál es el primero de los mandamientos? le preguntaron a Jesús. “Escuchar para amar” “Amarás, si escuchás”. Es lindo saber que el mandamiento también es una promesa… Amarás, amarás… Vamos a terminar amando, pero si empezamos por escuchar. Escuchar es lo primero que quiere Dios de nosotros, sin escucha no hay posibilidad de amar, no hay amor que prospere.

A veces creo que los cristianos queremos empezar por el final y nos olvidamos del principio. Siempre es bueno empezar por el principio, “crece desde el pie, musiquita, crece desde el pie” dice una canción. Todo crece desde el pie. ¿Cómo pretender que Dios sea todo si no le damos lo primero y principal que es el oído que hace que las palabras lleguen al corazón? ¿Quién se puede enamorar de alguien al que jamás escucha? Por eso es bueno volver a escuchar que el primer mandamiento en realidad, es escuchar. No se puede amar a quien no se escucha. Mirá a tus hijos, a tu marido, a tu mujer, a tus hermanos, miralos y preguntate con sinceridad si es posible amarlos de verdad, si en verdad no los escuchás, si no te tomás el tiempo para saber qué piensan, qué sienten, qué necesitan, sentándote un rato con ellos. Cuando empezamos a escuchar a los que tenemos al lado nos llevamos muchas sorpresas, para bien y a veces para mal. Nos sorprendemos para bien, cuando de golpe descubrimos una riqueza inimaginable en personas que antes no teníamos en cuenta. Nos sorprendemos para mal cuando de golpe nos distanciamos de personas que en realidad no conocíamos bien, porque en el fondo no nos escuchábamos. ¿No será que con Dios nos pasa lo mismo? ¿No será que nos alejamos de Dios porque nos perdemos de escucharlo? ¿No será que nos enamoramos perdidamente de Él cuando nos decidimos a escucharlo?

El amor a Dios brota y crece casi naturalmente cuando se escucha, la escucha es como la lluvia que riega las plantas, porque el escuchar cosas lindas, cosas de Dios, nos purifica el corazón para poder verlo nítidamente y una vez que lo vemos empezamos a amarlo con el todo corazón, con toda el alma, el espíritu y las fuerzas. En cambio, cuando las cosas quieren ser al revés, o sea obligarse a amar a un Dios que no se escucha y no se sabe bien quien es, es casi tan imposible como estar ciego o sordo y querer enamorarse a la distancia de alguien que ni siquiera veo ni escucho.

Empecemos por el principio y el camino será más posible y lindo. Probemos hoy escuchar y que el escuchar nos abra el corazón para amar, a Dios y a los demás, porque en realidad, escuchar ya es empezar a amar.

VII Martes durante el año

VII Martes durante el año

By administrador on 21 febrero, 2023

Marcos 9,30-37

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará.» Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.

Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?.» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.

Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos.»

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado.»

Palabra del Señor

Comentario

La invitación de Jesús a amar a los enemigos suena bastante dura e imposible de cumplir, sin embargo, es remedio para nuestro corazón necesitado de amor y deseoso de amar. Sería muy pobre una interpretación del texto que escuchamos el domingo únicamente moralista, o sea como un mandato más para cumplir, para que seamos más buenos. Eso no alcanza, de hecho, remontándonos al comienzo del sermón de la montaña no debemos olvidar que Jesús no vino a abolir la ley, sino a darle cumplimiento, a ayudarnos a comprenderla y a vivirla, para experimentar en el corazón la plenitud del amor que nos propone Dios Padre. La ley, solo nos marca el camino, pero no nos da la fuerza para caminar, por lo tanto, quedarnos con el simple “amen a sus enemigos” no nos basta para poder lograrlo. Hay que ir más profundo, eso te propongo, preguntarnos y preguntarte: ¿Por qué Jesús nos pide esto? ¿Por qué Dios Padre le pidió a su Hijo que nos diga esas palabras? Pensemos por unos instantes, si Jesús no nos pide imposibles… ¿Por qué parecen tan imposibles estas invitaciones de Jesús?

Creo yo que en parte porque no las terminamos de comprender. Nada de lo que nos pide Jesús es ajeno a nuestra esencia, es contrario a nuestra naturaleza, por eso debemos descubrir en el fondo de nuestro corazón el porqué es necesario responder al mal con el bien, al odio con amor, a la violencia con paz, a la falta de perdón con perdón. Por la sencilla y profunda razón que fuimos creados por amor y para amar, y todo lo que atenta contra esa necesidad de nuestro ser, nos terminará enfermando o destruyendo, tarde o temprano. Incluso, podríamos decir, que nuestros egoísmos, nuestras broncas, enojos, odios, rencores, deseos de venganza, son el lado opuesto, la otra cara de la moneda de nuestro de deseo de ser amados, que, al no ser saciado, al no sentirse satisfecho, reacciona de un modo inadecuado haciendo lo contrario, pero en realidad, buscando ser amado. Todos podemos amar como Dios nos ama, porque todos somos sus hijos, y porque todos somos hermanos, por eso debemos empezar por reconocer que el amor, incluso hacia el que no es tan bueno, es una necesidad de nuestro corazón, es un grito de auxilio desde el fondo de nuestra alma, que no vive plenamente si tiene algún rencor en el corazón, algún enemigo que destruir.

Ayer no pudimos comentar demasiado, pero recordá que Jesús se metía en medio de una discusión entre sus discípulos y algunos escribas, para después finalmente terminar dialogando casi solo con el padre de este niño endemoniado. Obviamente fue mucho más fecundo el diálogo de Jesús, que la discusión de sus discípulos. Hoy, algo del evangelio escuchamos nuevamente que los discípulos iban discutiendo por el camino, justamente después que Jesús les había abierto su corazón y les había contado que sería entregado y matado en la cruz. ¿Qué contraste no? El contraste entre la actitud de Jesús, que evidentemente no le gustan las discusiones y le gusta el dialogo cara a cara, y los discípulos que no entienden nada todavía, discuten y además discuten por ver quién es el más grande.

Cualquier parecido a nuestra realidad en pura coincidencia, ¿no? Esto no solo pasa en el mundo, en los trabajos, en los colegios, en las universidades, en las familias, pasa en la Iglesia, les pasó a los discípulos también. No entendemos a Jesús mientras Él nos habla y lo que es peor como dice el texto de hoy: “no comprendían esto y temían hacerle preguntas”, no dialogamos, no le preguntamos, no lo escuchamos. Y como no lo escuchamos, escuchamos nuestro corazón y con nuestro corazón lo bueno y no tan bueno, escuchamos nuestras pasiones y lo que nos aleja de los demás. La carta de Santiago dice algo que nos puede ayudar: “Hermanos: ¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra.” Es la ambición por ser más grandes que los demás lo que nos lleva a pelear y discutir por miles de cosas. Pensá en todas las discusiones de tu vida diaria: ¿por qué discutís con tu mujer, con tu marido, con tus hijos, con tus amigos, con los compañeros de trabajo, con desconocidos? ¿No será porque querés ser más grande teniendo razón? ¿No será que tenemos que aprender a dialogar y no discutir? ¿No será que tenemos que dialogar más con Jesús para aprender a dialogar más con los demás? Lo que está claro, es que a Jesús no le gusta discutir y no le gusta que discutamos, le gusta mucho más escucharnos o bien hacernos sentar y decirnos: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos.»

VII Lunes durante el año

VII Lunes durante el año

By administrador on 20 febrero, 2023

Marcos 9,14-29

Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo.

Él les preguntó: “¿Sobre qué estaban discutiendo?”.

Uno de ellos le dijo: “Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo.

Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron”.

“Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo”. Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.

Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que está así?”. “Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos”. ¡Si puedes…!”, respondió Jesús. “Todo es posible para el que cree”.

Inmediatamente el padre del niño exclamó: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”.

Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más”.

El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: “Está muerto”. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”.

Él les respondió: “Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración”.

Palabra del Señor

Comentario

Qué difíciles parecen a veces algunas palabras de Jesús. Qué difícil es volver a escuchar como en el Evangelio de ayer, que tenemos que amar a nuestros enemigos. Qué difícil es, a veces, cuando en el fondo no profundizamos el mensaje y la Palabra de Dios y nos quedamos justamente en lo superficial, en aquello que a simple vista nos choca y nos duele porque en el fondo nos confronta con nuestra propia debilidad. ¿Amar a los enemigos? ¿Yo puedo amar a mis enemigos, puedo amar a los que me hacen mal, puedo amar a los que en el fondo no siento amar? ¿Es posible amar si no lo siento? Tantas preguntas y cuestiones que surgen del Evangelio de ayer que intentaremos ir desmenuzando a lo largo de esta semana. Pero así nomás, me animo a decirte hoy que sin el amor de Jesús obviamente no podemos amar como Él ama. En realidad, Él nos ama para que amemos. Él nos da su amor para que podamos hacer lo que parece imposible. Porque nada es imposible para Dios. Nada es imposible para el que tiene fe, para el que confía en que Él está. Él nos da la fuerza para poder amar así.

Hace unos días me contaban una anécdota tan linda de una pequeña que va al Santísimo, a la adoración, junto con su abuela y de golpe ella se encontraba hablando con Jesús. Ella le hablaba a Jesús cara a cara, con sencillez y en voz alta. La abuela le dijo: “shhh, tienes que hacer silencio”. La pequeña le decía: “abuela no hagas así, si acá no hay nadie que tenga que dormir”, pensando que lo que estaba buscando era hacerla dormir. Ella le seguía hablando a Jesús: “Él me mira por ese ojo grande que tiene” le decía también, refiriéndose a la Eucaristía, a la hostia consagrada, que es la custodia. La miraba, la amaba, le daba su amor a esa pequeña que en su pequeñez pero maravillosa comprensión del misterio que tenía en sus narices, lo expresaba de esa manera. “Me mira por ese ojo grande”. Y la verdad es así. Él nos mira así. Es un gran ojo que está observándonos con amor continuamente, la Eucaristía, pero también, todo lo que hacemos. Y no un ojo que nos mira para juzgarnos, para decir mira que Yo estoy acá para decirte lo que tenés que hacer, sino que en realidad te está diciendo, mirá que Yo te estoy mirando; mirá que Yo te miro con amor; mirá que es posible amar así; mirá que podés amar a tus enemigos; mira no tires la toalla, no pienses que todo es lo mismo. No pienses que da lo mismo amar o no amar. No pienses que tenés que ser como los del mundo que aman así no más. Nosotros estamos para cosas más grandes, pero no porque somos mejores sino porque nos damos cuenta que Él nos mira, con ese ojo grande como lo sentía esta pequeña.

Algo del Evangelio de hoy es una maravilla, imposible de comentar en dos minutos, como tantos evangelios que son tan ricos. Me da pena solo tomar algo, pero bueno, como me decía un sacerdote: “No te preocupes si hoy no podés decir todo, otro día, otro año, podrás decir algo más”. Son varias las personas, varias las situaciones de esta escena, por eso te dejo “picando” algunas cuestiones para que puedas pensarlas y rezar por tu cuenta.

Jesús llega en medio de una discusión: Escribas vs. Discípulos. Cuasi partido de futbol. Mientras tanto, la “pelota”, el problema, está en otro lado y no lo solucionan. El niño está endemoniado (mientras ellos discuten). El niño tiene un problema, desde su infancia, y mientras tanto los otros discuten. Las discusiones, en general, no solucionan los problemas. Los agrandan. Discutir para ver quién tiene razón no lleva a nada. En realidad, deberíamos poder dialogar para encontrar soluciones.

Por otro lado, el padre del niño no tiene suficiente fe, pero lo lindo es que es sincero, se da cuenta y lo reconoce. Qué lindo que vos y yo podamos decir; Señor la verdad que no tengo tanta fe, a veces me cuesta creer. Su forma de hablar es la de un hombre con poca fe: “Si puedes…”. ¿Cómo si puedes? El que cree, jamás duda de que Dios puede lograr algo, aunque pueda pensar que si es o no lo que Dios quiere. Por eso, este hombre terminó diciendo con todo su corazón: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”. Creo, pero ayúdame. ¿Es lindo no? “Creo, pero ayúdame, ayúdame a creer más, a creer que podes siempre. Lo que pasa es que tenés que querer, tiene que ser Tu voluntad, no la mía”. Dios puede todo, pero no quiere todo lo mismo que nosotros y es bueno reconocerlo.

Jesús puede todo, pero no quiere todo lo mismo que nosotros, no somos su padre, somos sus hermanos y no decidimos la voluntad de Dios. Por eso necesitamos de la oración para “ganarle” a estos demonios que nos atormentan y atormentan a otros, a tantas personas alejadas de Dios y que queremos acercarnos. Necesitamos hablar con nuestro Padre. Necesitamos escuchar su Palabra, no podemos vivir sin escucharlo. No podemos “echar” de otros y de nosotros, las cosas que nos hacen mal porque andamos discutiendo, porque perdemos el tiempo en cosas que no hacen a la fe, sino a nuestros egos, y mientras tanto, vamos perdiendo la fe, vamos debilitando nuestra fe. Hay cosas en la vida, te diría que casi todo, se solucionan con más fe y la fe se alimenta con más oración y con más escucha.

VI Sábado durante el año

VI Sábado durante el año

By administrador on 18 febrero, 2023

Marcos 9, 2-13

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.» De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos.»

Y le hicieron esta pregunta: «¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?»

Jesús les respondió: «Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito.»

Palabra del Señor

Comentario

Es más, lo que nos perdemos. Esa fue un poco la idea de fondo de esta semana. Nos perdemos mucho amor de Dios dando vueltas por ahí, o alojado en un corazón de algún hermano. Nos perdemos muchas cosas lindas por olvido, por andar “cumpliendo” lo estrictamente necesario, por andar midiendo el amor, sin darnos cuenta que el amor libre y decidido es el que nos dará lo que necesitamos, es el que nos hará perder la vida en lo que realmente vale la pena. Te propongo que puedas hacer vos el repaso de esta semana. Algo del Evangelio de hoy nos ayuda a completar los lindos temas que pudimos rezar en estos días.

Jesús siempre se encarga de sorprendernos cuando salimos de nosotros mismos. Es increíble. Los “tabores”, esos momentos especiales junto a Jesús, como les tocó vivir a Pedro, Santiago y Juan, son pocos en la vida… son únicos, pero son la piedra fundamental para que toda obra, toda situación, por más dura que sea, se transforme en una experiencia con Él. Nada de lo humano “se escapa” de ser experiencia de Dios, nada, absolutamente nada. Por eso no podemos vivir del pasado, de las transfiguraciones viejas, tenemos que vivir el presente y lanzarnos al futuro. Para eso Jesús nos eligió. No podemos vivir de “rentas”, de lo que experimentamos alguna vez queriendo que se repita todos los días y creyendo que solo cuando sentí a Jesús, Jesús estuvo. Eso no es amor verdadero. El amor verdadero sabe vivir también en la ausencia de luz, de consuelo.

Obviamente es natural que cuando Jesús “se nos transfigura” y se nos muestra así, tan claramente, den ganas de quedarse para siempre y solo con Él, es natural, pero no es lo que Él quiere. Es natural, pero no es lo que necesitamos. Necesitamos la vida diaria, el amor cotidiano, sencillo y oculto de cada día. Necesitamos, vos y yo, vos con tu familia, vos en tu trabajo, vos en tu apostolado, vos en tu grupo, y yo en mi sacerdocio… el presente, el Jesús del presente y el que vendrá. El que está siempre, ahora, en este momento y que nos sostiene y consuela siempre, y necesitamos el Jesús que vendrá, el que vendrá para sorprendernos cuando nos animemos a amar día a día.

Son lindas las transfiguraciones cotidianas, cuando Jesús se muestra en los otros también, como por ejemplo: cuando una persona que está viviendo debajo de un puente, en situación de calle, porque esta sociedad de consumo y más consumo, lo fue desechando y ya no le da más oportunidades, te dice algo así: “Padre, yo no le puedo echar la culpa a Dios por estar así, esto es culpa mía” mientras muchos de nosotros le echamos la culpa a Dios de todos nuestros males. Es un “pequeño” tabor cuando alguien como José, un hombre que está durmiendo con una sola frazada tirado en una vereda, saca de su único bolso una biblia para leerme una frase de la Palabra de Dios, donde en resumidas cuentas le pedía a Dios que le “saque ese rencor del corazón porque eso era lo peor, lo que más mal le hacía” sin pedir nada material, absolutamente nada… mientras nosotros por ahí tenemos nuestra biblia llena de tierra en un cajón. Es una linda transfiguración cuando un hombre como Moisés, también de la calle, después de charlar profundamente con él cara a cara, me termina abrazando con lágrimas en los ojos para decirme: “Te amo hermano”, y riéndose, porque era raro que dos hombres se estén diciendo esa frase, me ayuda a que yo le conteste con el mismo “te amo”, perdiendo toda “posible” vergüenza y dándome cuenta que en definitiva eso es lo que Jesús nos pidió a todos, que nos amemos, tan fácil y sencillo como eso.

Esos son los pequeños “tabores” que sostienen el día a día, no solo ese momento del pasado que querrías que vuelva siempre. Esos y muchos otros que vos sabrás, son los momentos de gracia que hay que aprender a percibir y abrazar todos los días, dejando que Jesús nos sorprenda siempre cuando nos decidimos a seguirlo con amor.

VI Viernes durante el año

VI Viernes durante el año

By administrador on 17 febrero, 2023

Marcos 8, 34-9, 1

Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?

Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.»

Y les decía: «Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder.»

Palabra del Señor

Comentario

Muchas veces ya me contaron algunas personas, especialmente madres y padres, y aunque me costaba creerlo un poco al principio, que escuchan los audios con la Palabra de Dios con sus hijos, con los más pequeños. Digo que me costaba creerlo porque siempre pienso que lo que digo o trato de explicar cada día está más destinados para adultos. Y es verdad, no lo dedico especialmente a los niños. Es difícil lograr que lo que uno hace sea escuchado por todo tipo de público. Pero… qué alegría me da el saber que muchos niños hacen el esfuerzo de escuchar en familia la palabra de Dios de cada día. Qué alegría el escuchar que muchos padres incluyen a los niños en la escucha diaria. ¿Te imaginás como cambiarían nuestras familias si empezáramos los días juntos escuchando a nuestro Padre del Cielo?

Con los adolescentes y jóvenes por ahí se nos hace más difícil, es cierto, pero nunca subestimemos a los niños, nunca subestimemos a los jóvenes, siempre nos pueden sorprender. Acordate que Jesús decía que el “Reino de los cielos pertenece a los que son como ellos”, como los niños, a los que se hacen como niños. Y si nosotros escuchamos la palabra de Dios con ellos, seguramente ellos percibirán mensajes que para nosotros permanecen ocultos. Nunca me voy a olvidar cuando una vez en una capilla que me tocó ayudar durante un par de años, un niño me preguntó que había en esa “cajita”, señalándome el sagrario. Le respondí con mucha seguridad y soltura: Ahí está Jesús. Es la casita de Jesús. Y él me respondió con mucha seguridad e inocencia: ¿Y cómo hace para entrar ahí adentro?”

Te estarás riendo, como yo, pero cuánto para aprender. Jamás se cuestionó la verdad sobre la presencia de Jesús en el sagrario, al contrario, tan poco se la cuestionó que me preguntó cómo era posible que entre en un lugar tan pequeño. Así son los pequeños. Pequeños, pero con grandezas. Así son tus hijos, así son los niños, los predilectos de Jesús. Dios quiera que te animes a escuchar con ellos la palabra de Dios, aunque creas que no entienden, vas a ver que te sorprenderán. Entre tanta tecnología y celular en sus manos, entre tantas cosas que ven ¿Qué mal les puede hacer unos minutos de Jesús? Que Dios bendiga a todos los niños del mundo, en especial a los que más sufren, a los abandonados, a los que la guerra los desprecia, a los que el mundo discrimina, a todos.

¿Qué podemos aprender juntos del evangelio de hoy? Que para vivir una vida plena, feliz, hay que enamorarse de Jesús, hay que querer seguirlo, y para querer nos tiene que atraer, y solo nos atrae lo que nos enamora, lo atractivo. Aunque parezca tonto lo que estoy diciendo. ¿Cómo pretendés que tus hijos sigan de corazón a Jesús si los obligás? ¿Cómo pretendemos en la Iglesia que la gente se acerque a Jesús si la obligamos? ¿Qué nos pasó? La obligación brota del amor, y no al revés. El amor no se impone, se expone, se vive y eso es lo que atrae. Cuando tenemos que imponer el amor, es porque deja de ser amor, no es amor. La obligación brota del corazón que ama, el corazón que ama se “liga” libremente al amado.

Como lo hiciste con tu mujer, como lo hiciste con tu marido alguna vez. Pero cuando esta unión es impuesta, quiere decir que no es amada, no es libre, y por eso en ese instante deja de ser verdadero amor.

Por eso… ¿Querés que tu hijo ame a Jesús? Dejalo ser libre. Dejalo que sepa elegir, que sepa descubrir lo mejor. ¿Querés amar a Jesús de verdad? Escuchá lo que Jesús dice hoy: “El que quiera venir detrás de mí…” El que quiera, el que quiera. Nunca lo impuso. No dice “el que lo sienta”, sino el que quiera y se quiere con la cabeza y el corazón. Se conoce con la cabeza y el corazón. Se ama con la cabeza y el corazón. Por eso para querer de verdad hay que conocer. No se puede querer lo que no se conoce. Para querer lo que se conoce, lo conocido debe ser atractivo, debe ser la respuesta a lo que nuestro corazón busca desde siempre en el silencio, la felicidad. Y Jesús es la respuesta atractiva a todos nuestros anhelos, a las de tus hijos también, incluso la de los más alejados, aunque  por ahora no todos se dan cuenta.

¿Querés o no querés seguir a Jesús? Esa es la pregunta clave de hoy. Si decís que sí porque realmente estás enamorado de él, alegrate, nada te va a frenar… ninguna renuncia, ninguna cruz. Irás “perdiendo tu vida”, pero en el fondo estarás ganándola. Sí decís que sí sin amarlo, solo por una obligación externa, todo se te hará una pesadez, todo se te hará una carga, será un amor forzado. En el fondo no será un verdadero amor. Todavía te faltará pedir el toque del corazón para enamorarte. Si decís que no, está bien, sos libre, es tu decisión… pero tenés que hacerte cargo de  lo que decidís, tenés que asumir que sin Él, todo se te hará más difícil. Andarás por la vida creyendo que la estás “ganando” pero al final te darás cuenta que la estarás perdiendo en cosas que no salvan. ¡Qué lindo es saber que Jesús respeta nuestra libertad! Enseñale eso a tus hijos.

VI Jueves durante el año

VI Jueves durante el año

By administrador on 16 febrero, 2023

 

Marcos 8, 27-33

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: « ¿Quién dice la gente que soy yo?».

Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.»

Entonces Él les pregunto: «Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?»

Pedro respondió: «Tú eres el Mesías.» Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad.

Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: « ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.

Palabra del Señor

Comentario

Ayer te decía que somos capaces, somos capaces de cosas grandes y somos capaces de cosas muy bajas. Es la maravilla y la debilidad del ser humano. Somos capaces de amar hasta dar la vida, de hacer cosas heroicas por una persona, por un ideal, por un bien, pero al mismo tiempo somos capaces, cómo se dice, de “tirar todo por la borda” en un instante, por una mala idea, por un mal consejo, por un error, por un arrebato de ira, por una distracción, por una ambición, por un mal deseo que nos desorienta, por una tentación. Sí, es posible, pero somos capaces. Somos sal y luz, lo dijo Jesús, y lo venimos diciendo ya muchas veces, estamos creados para amar, para mucho, no para cumplir, para andar calculando. Pero hay que reconocer que nos olvidamos de quiénes somos y nos olvidamos de lo que hizo Jesús por nosotros.

Hace unos días estuve visitando una familia y después de comer, unos de los hijos de 14 años me hizo una pregunta espectacular, impresionante para alguien de esa edad, una pregunta que seguramente voy y yo, por ahí nunca pudimos hacerla en profundidad, sí leímos la frase, pero no sé si sabemos contestarla. “Padre: ¿Qué quiere decir que Jesús murió por nosotros?” Uyy, me dije por adentro, ¿Para donde disparo’ ¿Cómo hago para contestar con sencillez la pregunta más importante de nuestra fe, a un chico de esa edad y con toda la familia observándome? Bueno, no te voy a contar todo lo que me salió decirle, porque sería largo, simplemente creo que nos sirve esto para pensar. ¿Somos conscientes de lo que significa que Jesús haya muerto POR nosotros? Saberlo, pero con el corazón ¿Tiene alguna implicancia concreta en nuestra vida? ¿Nos olvidamos? ¿O nos pasa como a los discípulos ayer que no comprenden ni entienden y por eso discuten, o como Pedro hoy que después de responder casi con calificación 10 la pregunta más difícil, termina convirtiéndose en Satanás, en obstáculo para Jesús porque quiere interferir en su camino?

Como te decía al principio, somos capaces, de lo mejor y de lo peor. Siempre es más lo que nos perdemos de ganar por olvido e incomprensión, que por maldad. Creo que ser cristiano en el día a día, es no renunciar a tomar conciencia de quién es Jesús y todo lo que nos ha dado y nos da. De quién es Él en nuestra vida. El verdadero cristiano es el que descubre el Amor, no el que hace más cosas buenas, el que cumple. Puedo vivir cumpliendo, vivir haciendo muchas cosas lindas, buenas y no ser buen cristiano, pero no haber descubierto el Amor, a Jesús, que murió y resucitó por nosotros.

Algo del Evangelio de hoy nos muestra a un Pedro que es capaz de todo, de recibir la revelación más importante a convertirse en “Satanás” porque sus pensamientos no son los de Dios. Todo en cuestión de minutos. ¿Te pasó alguna vez? Nos pasa en tantísimas cosas. Cuando recibimos algo, un don, una inspiración, un deseo de amar y sin querer nos adueñamos de lo recibido, sin querer nos “la creemos” y terminamos patinando después en la curva siguiente, como para que se compruebe que la obra no era nuestra, sino de Dios Padre a través de nosotros. Pienso que a veces nuestro Padre del Cielo permite que “patinemos” para que no olvidemos que todo lo bueno proviene de Él y que jamás podemos adueñarnos de lo que no es nuestro. ¡Qué lindo poder vivir así! Siempre conscientes de que Él es el Padre y es Padre de todos, de que el Reino es de Él, no nuestro, de que Él tiene que ser santificado y no nosotros alabados, de que hay que cumplir su voluntad y no tanto la nuestra.

Pedro se olvidó, al instante de haber recibido el don, no comprendió completamente. Se dejó llevar por sus pensamientos, igual que nosotros, que no nos gusta sufrir y además pretendemos un Dios que no haya pasado por el sufrimiento, que nos haya salvado de otra manera.

Por ahí hoy nos sirve preguntarnos lo que los niños a veces se preguntan con tanta naturalidad y que tanto nos enseñan. ¿Qué quiere decir que Jesús haya muerto por mí? o dejarnos preguntar por el mismo: ¿Quién soy para vos, quién decís que soy?

VI Miércoles durante el año

VI Miércoles durante el año

By administrador on 15 febrero, 2023

Marcos 8, 22-26

Cuando Jesús y sus discípulos, llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?» El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan.»

Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»

Palabra del Señor

Comentario

Somos capaces de ver un día un milagro y al otro día olvidarlo. Somos capaces de emocionarnos hasta las lágrimas al tener una experiencia profunda de fe, una experiencia real de Jesús en nuestras vidas e inmediatamente después ser presos de la pereza, de la duda, de la incomprensión. A todos nos puede pasar, somos capaces. Pero es una maravilla poder ir leyendo y meditando cada día la palabra de Dios, siguiendo el “hilo” de los relatos que nos propone la Iglesia, porque uno ve ahí más claramente el proceso de los mismos apóstoles, de los que estaban cerca de Jesús. Uno va percibiendo también como les costó, como fueron creciendo, como Jesús los fue llevando de la mano hasta que se les abrieron los ojos definitivamente en la resurrección.

Te aconsejo que leas todos los días, siempre, te aconsejo que nunca dejes la lectura diaria, pase lo que pase, sea como fuera el modo en que lo hagas, pero no la dejes. Incluso lo mejor sería algún día prescindir de los comentarios “ajenos” por más buenos y lindos que sean, porque es la manera de crecer. Muchas personas ya me han dicho varias veces que primero leen el evangelio por su cuenta y después escuchan los audios. ¡Qué alegría que sea así! La alegría del predicador que busca que los demás se encuentren personalmente con Jesús. Es necesario que sea así. Es verdad que ninguno de nosotros es experto en la palabra de Dios, que siempre necesitamos de la ayuda de la Iglesia para interpretarla, para entenderla, pero también es cierto… que necesitamos crecer, no podemos depender siempre de un audio, de un mail o de un libro. Probá hoy volver a leer el evangelio solo o sola, o en familia, probá hoy tomar tu biblia y buscar el evangelio de Marcos, incluso marcar las partes que te van diciendo algo, marcar los verbos que te dicen algo especial, las actitudes, hacé tu propio camino, tu propio trabajo, tu propia escucha. Vas a ver muchos más frutos.

Se que este modo de evangelizar por los audios nunca se tiene que terminar, siempre alguien lo tiene que hacer, porque logra lo inimaginable, hace llegar la palabra de Dios a corazones que nunca antes hubiese llegado, mientras miles y miles de biblias están encajonadas, con tierra, están en bibliotecas familiares, los audios con la Palabra de Dios se “meten” en los celulares, y ojalá en los corazones, de personas que jamás se animarían a leer su biblia, por eso no lo dejemos, pero también por eso, animémonos a crecer por nuestra cuenta.

Hablando de llevar de la mano… ¿Te diste cuenta del detalle de hoy? Algo del Evangelio dice así: …“tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo” Un milagro de Jesús personalizado y por “cuotas”. Primero le puso saliva y le impuso las manos, pero no alcanzó, tuvo que imponerle las manos otra vez para que pueda ver definitivamente. ¿Qué raro no? Pero qué lindo. Para rezar y pensar muchas cosas.

Jesús que a veces elige darle a cada uno lo que necesita en el lugar que él sabe que es mejor, sin nadie, “a las afueras del pueblo”, a las afueras de este mundo alocado, sin gente, sin “mirones”, sin chusmas, sin molestias. Jesús por ahí con nosotros está haciendo lo mismo, nos está llevando de la mano, nos conduce a donde él quiere, y aunque nosotros no comprendemos porqué no nos da lo que le pedimos ahora, él lo hace así, lo quiere así, sabe qué es lo mejor. ¿No estará haciendo lo mismo con vos o conmigo, en silencio, sin que nadie lo sepa, pero de la mano? ¿No será que no tenemos que desesperar, que tenemos que confiar, que nuestra ceguera él la curará? ¿No es más lindo también un milagro “personalizado” sin que nadie lo vea? Tiene su encanto también.

¿Por qué por cuotas, por etapas nos podemos preguntar? Bueno, eso mejor hay que preguntárselo a él. Pero mirémoslo desde nuestro corazón. ¿No será porque nos falta fe? ¿Qué le habrá pasado en el corazón a ese cieguito? ¿No será porque también tenía que sanar su mirada interior y dejar de ver a la gente como si fueran árboles? ¿No será que Jesús también quiere curar nuestras “ansias” de que todo sea ya, de que todo sea por un clic? Muchas preguntas. Alguna por ahí nos encaja bien. Por ahí la mejor pregunta es la que te tenés que hacer vos mismo. ¿No será que la curación de nuestra ceguera también es un proceso, como todo, y que es lindo ver como Jesús nos acompaña de la mano hasta que podamos ver bien?

Mientras tanto, luchemos interiormente por dejar de ver a los hombres, a nuestros más queridos, a los que andan por ahí, a los que están en la calle, a los más pobres, a los menos queridos, como “si fueran árboles que caminan”. Son hijos de Dios, son hermanos nuestros, y nos perdemos de algo si no vamos aprendiendo a mirarlos bien. Que Jesús nos lleve, nos conduzca de la mano a donde Él quiera, para curarnos definitivamente de nuestras cegueras.

VI Martes durante el año

VI Martes durante el año

By administrador on 14 febrero, 2023

Marcos 8, 14-21

Jesús volvió a embarcarse hacia la orilla del lago.

Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.» Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.

Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?»

Ellos le respondieron: «Doce.»

«Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?»

Ellos le respondieron: «Siete.»

Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?»

Palabra del Señor

Comentario

En general siempre es más lo que nos perdemos, que lo que hacemos mal conscientemente. La cuestión pasa por lo que nos perdemos. ¿Alguna vez te pusiste a pensar en eso?  Cuando vivimos una fe del cumplimiento, “cumplo y miento”, como me decía un sacerdote en mi seminario, seguramente no hacemos ningún mal, no le hacemos mal a nadie, “no matamos ni robamos”, como se dice por ahí, pero en el fondo nos perdemos de ser hijos, hijos amados del Padre y tener cada día más hermanos. Padre: “Yo no le hago mal a nadie”. ¡Menos mal, pienso por adentro! Eso es lo básico, eso es lo que debe aspirar cualquier hombre bien nacido, es lo indispensable para vivir en paz en un mundo donde somos muchos.

Pero lo que nos podemos preguntar es: ¿Eso alcanza?  ¿Somos sal y luz solo para eso? ¿Somos sal y luz por el hecho de no hacerle mal a nadie o por desvivirnos en hacer el bien a los otros? La sal es para salar, la luz para iluminar. Es distinta la ecuación si soñamos con esto, si soñamos con ser hijos, pero no “hijos únicos”, sino hijos-hermanos, con muchos hermanos, muchos más de lo que imaginamos. El cristiano es hijo para amar a su Padre y para amar a los otros hijos de su Padre. Ese es el camino de los hijos y no se ama en serio cuando solo se quiere “no hacer mal”. ¿Entendés porque es más lo que nos perdemos? Nos perdemos de ser libres, nos perdemos de amar, nos perdemos en una maraña de cosas cuando pensamos y sentimos así nuestra fe.

Algo del Evangelio de hoy nos puede ayudar a entender qué es lo que nos pasa muchas veces, o qué es lo que les pasa a tantos cristianos, hombres y mujeres, que no terminan de vivir su fe con verdadera alegría: “¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?»” Las palabras de Jesús suenan duras, pero son tan reales. ¿No recordamos? No será que nos pasan estas cosas porque no recordamos, porque no terminamos de comprender y entender.

Los discípulos habían terminado de estar en la multiplicación de los panes más grande de la historia y después se estaban preocupando por si les iba a alcanzar o no con un pan para todos. Parece gracioso, parece una ironía de la palabra de Dios, pero no lo es. Realmente les pasó eso, realmente nos pasa eso. Nos olvidamos de lo vivido, nos olvidamos del don, nos olvidamos que somos hijos y terminamos “peleándonos por quién podrá comer y quien no”. Nos olvidamos que somos hermanos y entonces nos ponemos a discutir cuando vemos que no alcanza porque no confiamos en que el otro es hermano. ¿Entendés? En el fondo nos olvidamos de nuestra condición de hijos y hermanos.

Si nunca olvidáramos que nuestro Padre del Cielo jamás nos dejará sin lo necesario para vivir; si jamás olvidáramos que así como Dios cuida de los animales y las aves del cielo, es imposible que Él nos deje de cuidar, no nos detendríamos en peleas que no tienen sentido, no nos pondríamos a discutir por un poquito de pan. ¡Qué poca memoria tenemos! ¡Qué rápido nos olvidamos de que si sabemos compartir, si ponemos de nuestra parte, si nosotros hacemos lo que otros no pueden, jamás nos faltará nada, al contrario, siempre va a sobrar!

¿Ya te olvidaste de todo lo que Dios Padre te dio a lo largo de la vida? ¿Ya te olvidaste de que hace un ratito nomás Jesús multiplicó los panes frente a tus narices? ¿Tan rápido nos olvidamos de todo? ¿Ya te olvidaste de aquella vez que te animaste a poner de tu parte y de golpe todo fue mejor, todo se disfrutó, todo salió más lindo? ¿Ya te olvidaste de que la multiplicación de los panes es el milagro continuo de Jesús cuando sabemos poner amor a cada cosa? ¿Ya te olvidaste de que la Iglesia, aún con sus pecados, es una muestra cierta de que lo que se comparte se multiplica? ¿Te pusiste a contar alguna vez la cantidad de amistades, conocidos y hermanos que llegaron a tu vida gracias a que Jesús siempre multiplica todo? ¿Todavía no comprendemos ni entendemos?

No nos perdamos tanto amor del Padre por andar peleando y discutiendo. No nos perdamos tanto amor de hermanos por andar mirando si nuestra panza estará llena. Ser hijo y hermano, es mucho más que un simple almuerzo.

VI Lunes durante el año

VI Lunes durante el año

By administrador on 13 febrero, 2023

Marcos 8, 11-13

Llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: « ¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo.»

Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.

Palabra del Señor

Comentario

Cuando empezamos a descubrir lentamente en la vida, o de golpe, que ser cristiano es mucho más que “cumplir”, que es mucho más que quedarse “tranquilo de conciencia” por haber hecho algunas cosas bien, que es mucho más lindo que andar “calculando” el amor que podemos dar, que es mucho más pleno que quedar bien con un Dios que nos está controlando para ver si le obedecemos o no… todo empieza a tomar otro color, todo empieza a verse de una manera distinta.

¿Te pasó? ¿Te pasa? Ojalá que sí, porque así lo quiere nuestro Padre del cielo que nos considera hijos, no esclavos, nos ama como a hijos, no como a cosas, pretende amor, no servidumbre desinteresada, fría, seca, sin alma. Si no te pasó nunca no desesperes, es el camino que todos debemos recorrer, tarde o temprano, si queremos salir del esquema de una religión vivida como imposición desde afuera, sea por quien fuera. Si no te pasó, volvé al Padre Nuestro, rezalo con el corazón, es la oración de los hijos de Dios, digamos juntos: “Venga tu Reino, que venga tu reinado de amor a nuestras vidas, vení a nuestras vidas así te reconocemos como Padre, no como algo raro y lejano, no como “Dios” así a secas, sos nuestro Padre y queremos sentirnos hijos.”

El cristiano en serio es el que empieza a vivir esta relación de amor, real y concreta con un Dios que es Padre, con un Dios que es Hijo y hermano mayor y con un Dios que también es Espíritu, que habita en el alma, que anima y consuela siempre. El cristiano que recibe esta gracia, que no fuerza su relación con su Padre, sino que la disfruta, que vive feliz de ser pobre de espíritu, que vive feliz por ser paciente, por ser misericordioso, por estar en paz, por tener el corazón puro, por dejarse consolar en el sufrimiento, es el cristiano que no necesita “signos” especiales, no necesita andar “desafiando” a Dios. ¿Qué hijo, que se siente hijo y que ama a su Padre lo desafía y discute con Él? Una cosa es enojarse cada tanto, una cosa es no entender sus caminos y otra cosa es desafiarlo y discutir.

Algo del Evangelio de hoy nos enseña lo que no debemos hacer con Jesús, con su Padre si queremos ser felices. Ni discutir, ni desafiar. Algo que les encantaba a los fariseos. Algo que a nuestro corazón a veces también le gusta. ¿Sos de discutir y desafiar a los demás? ¿Sos de discutir y desafiar a Dios? Vuelvo a decir, una cosa es preguntarle a tu Papá el porqué de esto y el porqué de lo otro –algo normal y parte de nuestra vida- y otra cosa es plantarnos frente a Dios como más grandes que Él, no como hijos, sino como “pares”.

Discutir no tiene sentido, dialogar sí. No discutas con nadie, no pierdas el tiempo. Dialogar sí, no te canses de dialogar, es lo mejor que podés hacer. Dejá de discutir, es lo peor que podés hacer. Fijate que dice el evangelio que “llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él”, no dice que Jesús discutía con ellos. No me imagino a Jesús discutiendo, si me lo imagino a Jesús queriendo dialogar, pero cuando alguien no quiere dialogar, el problema no es nuestro, es del otro, es el otro que no quiere. El que discute generalmente cae en el desafiar, en el intentar poner a prueba al otro porque en el fondo no le interesa lo que el otro piensa y siente, sino solo en lo que él piensa y siente.

El que discute no escucha, no está dispuesto a escuchar, por eso discute, es medio sordito. El que discute no está abierto a incorporar algo nuevo, sino que busca que el otro se adecue a su manera de ser. Por eso los fariseos discuten, desafían y piden un signo, mientras tenían el signo frente a sus narices. Mucho para aprender de la palabra de Dios de hoy. No solo en nuestra relación con los demás, sino con nuestro Padre. ¿Dialogamos con nuestro Papá del cielo o discutimos? ¿Le preguntamos o lo desafiamos?

Finalmente es lindo imaginar ese momento en el que Jesús “suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo?” ¿Qué pensará Jesús de nosotros cuando les pedimos signos? ¿Suspirará de la misma manera? Podemos ser parte de esa generación que no se comporta como hijos y anda desafiando a Dios. Podemos, cuidado. ¿Por qué será que no terminamos de convencernos del signo más grande y maravilloso que podamos imaginar, de Jesús? ¿Por qué será que nos pasamos bastante tiempo de nuestra vida discutiendo, desafiando a otros y al mismo Dios y no nos damos cuenta que el mayor desafío está en reconocer el amor de Dios que se hizo carne en Jesús y se hace carne todos los días con su palabra, con la Eucaristía, en los más pobres, en nuestra familia? ¿Qué Dios pretendemos? ¿No seremos demasiados pretenciosos?

V Sábado durante el año

V Sábado durante el año

By administrador on 11 febrero, 2023

Marcos 8, 1-10

En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos.»

Los discípulos le preguntaron: «¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?»

Él les dijo: «¿Cuántos panes tienen ustedes?»

Ellos respondieron: «Siete.»

Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.

Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.

Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.

Palabra del Señor

Comentario

Siempre sobra podríamos decir, siempre sobra cuando se trata de las cosas de Dios. Cuando Jesús está en medio de nosotros, en nosotros, jamás puede faltar lo esencial para vivir. Cuando falta, en realidad es porque Jesús no está ahí, no porque él no quiere, sino porque alguien no le dio lugar, alguien no lo deja entrar, alguien le cerró la puerta. Dice así el libro del Apocalipsis: «Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos». Solo es cuestión de dejarlo pasar. Él está tocando la puerta, la de tu corazón y la del mío. Cuando Jesús está en un corazón, jamás faltará lo necesario para vivir en paz, o sea, el amor que se necesita.

La Madre Teresa, santa Teresa de Calcuta, no refiriéndose directamente a este evangelio, pero sí creo que cae como anillo al dedo, decía algo así: «Yo hago lo que usted no puede, y usted hace lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer cosas grandes». Cada uno podríamos decir entonces que hace lo que puede –eso quiso decir la Madre Teresa– y los otros hacen lo que uno no puede hacer, porque no todos podemos hacer todo, pero con esos «podemos» chiquitos se pueden hacer cosas grandes que a veces ni calculamos, que ni pensamos. ¡Qué emoción cuando uno se pone a pensar en esto con fe y profundidad! ¡Esto es la Iglesia! ¡Qué maravilla cuando nos damos cuenta que la multiplicación de los panes es el milagro continuo del amor de Jesús que se comparte y se derrama abundantemente a lugares impensados, a corazones que nunca imaginamos! ¿Cuántas obras en la Iglesia comenzaron así? Seguramente tu comunidad, un movimiento, una parroquia. Tantas obras de caridad que surgieron por un «podemos» de alguien y el «podemos» del otro y, de golpe, todo empezó a crecer.

El milagro de la multiplicación de los panes pasó verdaderamente, no como algunos tratan de negar diciendo que es un escrito simbólico. Es una pérdida de tiempo detenerse en estos análisis, lo importante es que Jesús lo hizo y lo sigue haciendo. Jesús lo hace a cada minuto, en cada rincón del mundo, cuando creemos en su amor, cuando confiamos en su palabra, cuando nos abandonamos a su obra –que es más grande que la nuestra–, cuando no nos adueñamos de su amor, cuando simplemente somos instrumentos, canales, cuando nos animamos a escuchar esto cada día. Pero al mismo tiempo levantamos el corazón para ver que hay miles de «hambrientos», como nosotros, que necesitan del «pan de Jesús», del pan material, del pan de una vida más llevadera, más digna, pero también del pan del amor, del pan de la Palabra.

¿Pensás que tenés que tener mucho para convertirte en pan para los demás? ¿Pensás que tenés que saber mucho para poder hablar de Jesús a los otros? Eso no es así. Somos luz y sal. Somos sal y somos luz. Llevamos en nuestro interior el tesoro y la capacidad de amar, no hay que dar muchas más vueltas.

Cuando damos muchas vueltas, es porque no nos damos cuenta de que lo que buscamos ya lo tenemos al alcance de nuestras manos, de nuestro corazón. No hay que ir a buscar pan para todos a todos lados, hay que dar lo que se tiene y eso se multiplica. Así de sencillo. ¿Nos parece raro? ¿Será porque todavía no experimentamos que el amor de Jesús siempre es desbordante? Si ya lo hacés, afírmate en esta maravilla multiplicadora. Si todavía no lo hiciste, pensá en alguien que pueda hacer «lo que vos no podés» y ponete a hacer «lo que otros no pueden». Y así es como se van uniendo los eslabones de la cadena y se llega a donde jamás se hubiese pensado.

Siempre sobra cuando se ama, siempre sobra cuando se trata de las cosas de Dios, cuando Jesús está en medio de nosotros, cuando le abrimos la puerta para cenar con él todos los días.