Book: Mateo

Solemnidad de San José

Solemnidad de San José

By administrador on 20 marzo, 2023

Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Este fue el origen de Jesucristo:

María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»

Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado.

Palabra del Señor

Comentario

Hoy es la solemnidad de San José el Esposo de la Virgen María. San José, habló cara a cara, corazón a corazón con Jesús, no lo dice la palabra de Dios, pero ¿tenés alguna duda? Hay muchísimas cosas que la palabra de Dios no dice explícitamente, pero que no quiere decir que no hayan pasado. No es necesario a veces decir lo obvio.

Qué maravilla debe haber sido la relación entre ellos, Jesús y José. San José siempre aparece obedeciendo, siendo fiel a la palabra de Dios. San José nunca quiso brillar, nunca quiso sobresalir, todo lo contrario, siempre le gustó el silencio y el anonimato. Tanto que no hay palabras suyas en los evangelios, solo acciones, solo gestos, su propia vida. En realidad habló, habló mucho, pero habló con sus acciones, con su vida. ¿Podés creer que una persona sobre la cuál no conocemos palabra salida de su boca sea el santo más grande de todos los santos? ¡Qué increíble, que gran enseñanza! Y nosotros que a veces nos desvivimos por hablar, por hablar, por decir, por escribir, por esto y por lo otro, y sin embargo lo que más ayudará, lo que más transformará, lo que más convencerá será nuestra propia vida. ¿Qué es lo que recordás de las personas que te marcaron en la vida? ¿Palabras o gestos y acciones? Seguro que recordás alguna frase por ahí, algo lindo, pero lo que más te quedó, ¿qué es? ¿Qué crees que va a recordar de vos tu hijo, tu hija, tu alumno, tus amigos? Pensalo. ¿Qué crees que recordarán? Nuestros hijos nos “observan mucho más que escucharnos” Jesús seguro que observó más que escuchar a José.

O en realidad podríamos decir que el observar también es una forma de escuchar y cuando lo que se observa condice con lo que se escucha, queda grabado a fuego en el corazón. José debe haber hablado muy poco, y seguramente nunca dijo algo que después no confirmó con su vida. A nosotros a veces nos pasa lo contrario, machacamos con palabras lo que después no podemos sostener con nuestra vida y entonces, lo que decimos jamás queda en el corazón de los otros. Conviene entonces siempre empezar al revés, vivir y después, si es necesario, hablar. “Predica con tu vida y si es necesario con palabras” decía San Francisco de Asís.

Que maravilla es imaginar a Jesús disfrutando de la presencia de su padre en la tierra. Qué maravilla debe haber sido ver a Jesús aprendiendo no de los “discursos” de José, sino de su obediencia cotidiana a la palabra de Dios. Eso es lo que tenemos que aprender cada día más, en nuestras familias, en nuestros grupos, en nuestras comunidades, en la Iglesia. Dejar de hablar tanto y vivir más el evangelio. Dejar de decir lo que “todo el mundo tiene que hacer” y no hacer nada nosotros por ser santos. Dejar de solucionar todos los problemas del mundo con nuestras palabras, mientras no somos capaces de dar la vida cuando hace falta.

Aprendamos del silencio y de la obediencia de San José. Dice un santo que obedecer significa: “ser humilde, aceptar amorosamente y dócilmente los preceptos de Dios”; y desobedecer significa: “abandono de la amistad con Dios, pretensión orgullosa de vivir independiente de Él”, o sea no escuchar.

Y lo vemos a José hoy en algo del Evangelio de hoy que se despierta y hace lo que el ángel del Señor le había ordenado. José no hace las cosas “a su manera”; de nada hubiese servido que él lo hubiese hecho a su manera, quejándose, con desgano; o simplemente buscando la aprobación o el halago luego de cumplir su tarea. Es fácil obedecer en las cosas agradables como lo es comer, divertirse o hacer lo que nos gusta; es muy meritorio obedecer en las cosas indiferentes como ir por un lado o por el otro, cantar o callar; pero es perfección o sea es buscar la santidad y vivirla, obedecer en las cosas difíciles, ásperas y duras; como lo hizo José. Y por eso es un modelo para nosotros. El pecado de la desobediencia es de los más frecuentes en nuestra vida y el que menos nos damos cuenta; y a su vez, el menos tenido en cuenta para nuestro crecimiento espiritual. Sin embargo, no llegaremos a la santidad, no llegaremos a vivir plenamente las enseñanzas de Jesús si no es por la obediencia filial, por ser obedientes como hijos. Ser obedientes nos hace libres. “Si se mantienen en mi Palabra, si permanecen en mi Palabra; la verdad los hará libres”. El camino que nos propone Jesús es el de la libertad, no depender más de nosotros; o sea de nuestras esclavitudes internas.

Aprendamos que de nosotros quedará más lo que hicimos que lo que hablamos, que “el amor está más en las obras que en las palabras” como decía San Ignacio. Dios tiene sed de que tengamos sed de Él, lo amemos y amemos a los demás. No tiene sed de que le hablemos mucho, debe estar cansado de tanta palabrería, tiene sed de que lo amemos con nuestra propia vida, como lo hizo José.

III Miércoles de Cuaresma

III Miércoles de Cuaresma

By administrador on 15 marzo, 2023

Mateo 5, 17-19

Jesús dijo a sus discípulos:

«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»

Palabra del Señor

Comentario

«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva.» El mayor esfuerzo que tenemos que hacer en nuestra vida de fe, muchas veces, no es tanto poner el acento en el “hacer”, valga la redundancia, sino en descubrir, en el reconocer, en conocer los dones de Dios que permanecen ocultos a nuestros ojos, del corazón y de la cabeza. Siempre es mayor la obra de Dios en nosotros, que la obra de nosotros con Dios. Tenemos que volver a eso, en la Iglesia tenemos que volver a la “primacía de Dios”, tenemos que escaparle al voluntarismo, tenemos que escaparle al activismo, tenemos que escaparle a todos los “ismos”, todas las exageraciones que no nos hacen bien, que nos hacen ir de un lado hacia el otro sin encontrar el equilibrio, sin encontrar paz y serenidad para vivir la fe. Siempre está la tentación de ponernos en el centro, de creernos el centro, incluso de nosotros mismos.

Siempre vivimos en riesgo, de poner a Dios en segundo lugar, aun trabajando para Él, aun diciendo que lo queremos mucho. El que descubre el don de Dios, empieza a experimentar la dulce y confortante sensación, de una gratitud continua. Todo es recibido, todo es don, nada de lo que nos pasa es en vano, todo está orientado hacia Él, todo puede transformarse en un bien si confiamos en Él. Por eso tenemos que pedir “conocer el don” para que nos llenemos de alegría y poder pedirle a Jesús que nos siga calmando la sed de corazón con su amor, con sus dones que se nos manifiestan a cada instante del día.

Hay dones de Dios que a veces no terminamos de reconocer y valorar, ¿sabés cuáles son? Los mandamientos. ¿Cómo? ¿Los mandamientos? Si, para la palabra de Dios los mandatos siempre fueron un don, un regalo, una guía. Todo lo que nos han enseñado que no colabora a pensar así, es un error, es un desvío. Los mandamientos son un don de Dios para nuestra vida, son faros de luz en nuestras vidas. Para vos, para mí, para tus hijos. Así es como hay que enseñarlos.

Si en algún momento de nuestra vida de fe, nos invadió la ilusión de que Jesús vino a la tierra para liberarnos de la necesidad de vivir los mandamientos, Algo del Evangelio de hoy, nos rompe un poco los esquemas: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” No piensen eso, no piensen así diríamos nosotros. No piensen que es tan fácil. No sean extremistas, no se vayan a los extremos. Al contrario, no vine a desecharlos, sino a enseñarles a vivir la ley. En realidad, Jesús como Hijo del Padre, vino a liberarnos de la esclavitud del cumplimiento sin corazón, de un cumplimiento vacío de amor, del cumplimiento que busca calmar una culpa, del cumplimiento que no mira el corazón de Dios sino el propio corazón. Si ya desde el mismo Evangelio aparecen estas palabras de Jesús quiere decir que siempre existe ese peligro de que ante la novedad queramos a veces desechar lo anterior, como ya superado. Es la gran tentación, caer en los extremos. Cumplir sin corazón o dejar de cumplir. No, mejor cumplirlos con amor. Los mandamientos, la ley de Dios del AT no es para desecharla, sino para superarla y vivirla como Jesús nos enseña. Por eso San Pablo, sintetizando toda esa idea, nos dirá, “amar es cumplir la ley entera”.

Si no agregamos la sal del amor a nuestras obras no somos nada, no somos cristianos, somos cumplidores de una ley. Si dejamos de cumplir los mandamientos “chapeando” con la excusa del amor, en realidad no estamos amando. La sal da sabor y desaparece entre la comida, no se ve. El amor al Padre debe ser la sal escondida de nuestras obras, de nuestro modo de ser, de nuestro ser hijos de Dios, que le da sentido al vivir sus mandamientos. Ese es el desafío de nuestra vida. Liberarnos de vivir una relación con Dios que se base en el miedo, en el cumplir por cumplir, en el cumplir porque me lo dijeron, en el cumplir porque me conviene, en el cumplir porque así seré más bueno, en el cumplir para quedarme tranquilo. Y al mismo tiempo corregirnos si pensamos que “liberarse” es no escuchar los mandamientos, o es desechar los mandamientos como si fueran normas que “ya no van”, que “ya no sirven”, que hay que adecuar y cambiar. Los dos los extremos hacen mal, son un engaño, se tocan entre ellos.

Pidámosle hoy a Jesús, el Hijo que nos enseña a vivir como hijos libres, a que el amor sincero sea el que nos impulse a no tirar los mandamientos por el balcón creyendo que ya pasaron de moda, pero que, al mismo tiempo, nos ayude a vivir más allá de ellos, sabiendo que el amor debe regir nuestra vida, amando de verdad, salando nuestras obras con ese condimento que nos da la verdadera libertad. Pidámosle al Señor que nos dé de beber, que nos de su agua viva que nos calma la sed el corazón.

III Martes de Cuaresma

III Martes de Cuaresma

By administrador on 14 marzo, 2023

Mateo 18, 21-35

Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?» Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.

El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: “Señor, dame un plazo y te pagaré todo.”

El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.

Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: “Págame lo que me debes.”

El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: “Dame un plazo y te pagaré la deuda.”  Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: “¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?”

E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.

Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.»

Palabra del Señor

Comentario

En el mundo en el que vivimos, en donde parece que todo se compra y se vende, casi sin querer podemos ir perdiendo el sentido de la gratuidad, del don, de lo que nos es dado, regalado y no necesita nada a cambio. Es verdad que para conseguir el pan de cada día tenemos que aprender a esforzarnos, a buscar, a trabajar, que “nada es gratis” en la vida y que es bueno ganarse el pan con el “sudor de la frente”, es necesario luchar. Pero en la vida de fe, en lo espiritual, en la vida del discípulo de Jesús, en esta cuaresma que estamos transitando, vale más la frase de Santa Teresita: “Todo es gracia”. Todo es gratis, todo es don, todo lo bueno que tenemos es recibido. ¿Sabías eso? No es mérito nuestro, es regalado, aun cuando parece que no lo merecemos.

Por eso es lindo volver a escuchar esa frase tan decidora del evangelio del domingo en este encuentro de Jesús con la samaritana, una y mil veces: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva.» No hay que olvidarse que ser cristiano, es “reconocer el don”, reconocer lo gratuito, reconocer que somos amados, que somos buscados por Jesús encontrados ahí, en el pozo donde vamos a buscar saciar esa sed profunda que tenemos de amor, aun cuando somos pecadores. La cuaresma también es camino de reconocimiento del don, vamos hacia la Pascua para verlo a Jesús muerto y resucitado por nosotros. Es camino de volver a reconocer lo que supuestamente conocemos… Ahora ¿Lo conocemos? ¿Conocemos el don de Dios? ¿Qué es para nosotros conocer? ¿Conocemos lo que él nos ha regalado? ¿Pedimos continuamente esta gracia, el agua viva que nos saciar la sed?

Hoy no podemos dejar de repasar algo del evangelio. No es uno más. Es un canto a la bondad y a la misericordia de Dios y por otro lado, un cachetazo, por decir así, a nuestra desfachatez de exigirle a Dios lo que después nosotros, muchas veces, no queremos vivir y hacer por olvidadizos.

La pregunta de Pedro es necesaria para todos, es bueno hacérsela uno mismo. ¿Tenemos que perdonar siempre? En definitiva, es eso. ¿Tiene límite nuestro perdón? Tenemos que ponerle límite o es como dicen algunos por ahí: “Eso solo lo perdona Dios” “Eso es imperdonable”. O también la otra: “Yo no soy quién para perdonar”, dicen a veces algunas personas. ¿Escuchaste esas frases que andan dando vueltas por ahí? Los dichos populares, los de nuestras abuelas, abuelos, los que alguien nos dijo alguna vez, muchas veces están llenos de sabiduría y de evangelio, pero otras veces, ¡cuidado! Están repletos de medias verdades o de excusas para no hacer lo que, en realidad, podríamos hacer si quisiéramos y creyéramos en las palabras de Dios.
La parábola de Jesús tiene una comparación casi ridícula, parece absurdo.

Para simplificarlo sería algo así mirá: el servidor este que sale perdonado y finalmente no perdona una deuda de unos centavos, antes se le había perdonado una deuda de millones, esa es la comparación. Era abismal la diferencia, centavos a millones. A uno le sale decir casi sin pensar: ¡Qué espanto, yo jamás haría una cosa así! En realidad, te diría o por lo menos lo pienso así, Jesús nos está diciendo a todos: “Eso hacen ustedes cuando no quieren perdonar a alguien” No estar dispuesto a perdonar es comportarse como este servidor olvidadizo, que fue perdonado y después salió y no quiso perdonar. Es tan infinita la distancia entre lo que nos perdonó Dios y nos perdonará a lo largo de la vida, que no llegamos a comprenderla, “no conocemos el don de Dios”. Y por eso somos capaces de hacer esta ridiculez tan grande y absurda.

Cuando no perdonamos, sin darnos cuenta, estamos tomando “del cuello a alguien hasta ahogarlo” con tal de que nos devuelva lo que nos quitó; la fama, la paz, la dignidad y tantas cosas más. La falta de perdón es la medida de nuestro pobre amor, es la medida de nuestra incapacidad de darnos cuenta lo que Dios ya nos perdonó aún antes de que hubiéramos nacido. Por eso solo el que se siente perdonado es capaz de perdonar todo y siempre. Solo el que reconoce el don de Dios, es capaz de no negar un don a otro. Pensá en esta ecuación que se entiende con la razón, pero no con el corazón. Dios ama plenamente, por eso perdona plenamente. Nosotros amamos poco y por eso somos capaces de ahogar a los demás, con tal de que nos devuelvan lo que nos quitaron. ¿Qué nos queda? Solo reconocer el perdón que se nos regaló, para poder nosotros perdonar y dar el don que hemos recibido.

II Viernes de Cuaresma

II Viernes de Cuaresma

By administrador on 10 marzo, 2023

Mateo 21, 33-43.45-46

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.

Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.

Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: “Respetarán a mi hijo.” Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia.” Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?»

Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.»

Jesús agregó: « ¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?

Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

Palabra del Señor

Comentario

La historia de la salvación, de toda la humanidad, es al mismo tiempo espejo y reflejo de tu historia de salvación, de la historia de cada uno de nosotros. ¿Qué es la historia de la salvación? Bueno, es simple y sencillo. La historia de un Dios que es Padre y que anda de hace miles de años buscando al hombre para que el hombre, se dé cuenta de una vez por todas de que no hay nada más lindo que ser encontrado por Él. ¿Vos pensabas que en tu historia eras el protagonista principal? No te la creas. Sos parte de la historia, pero no sos la historia. Dios, nuestro Padre es el dueño y Señor de la historia de la vida, de nuestra vida. Él es el que creó el escenario, Él es el que puso la escenografía, Él es el que la embelleció, Él es el que la sembró con su amor, el que puso los actores y el que los quiso dirigir, pero los actores se rebelaron olvidándose del dueño de todo y quisieron hacer su propia obra.

Jesús con esta parábola, de hace un resumen de la historia de la salvación, de la historia de un Dios que ama a su creatura y por amarla le da todo, esperando algo a cambio. Y no solo le dio signos y cosas para que se dé cuenta de su amor, sino que, no conforme con eso, envió a su propio Hijo, Dios mismo se hizo presente para que el hombre terminara de darse cuenta. ¿Qué pasó? Lo que escuchaste. Lo mataron para quedarse con la herencia (eso es lo que celebraremos en la Pascua, en la muerte y resurrección de Jesús). El hombre se adueña de lo que es de Dios. Ese es nuestro mayor pecado, es el peor pecado que atraviesa toda la historia, la historia grande del mundo y la historia chiquita de cada uno de nuestros corazones.

Dios que nos busca y nosotros que no respetamos sus signos y enviados, los de cada día, sino que tantas veces los echamos de nuestra vida, los apedreamos para seguir en la nuestra. Esta historia se repite una y otra vez cuando no dejamos entrar a Jesús a recoger los frutos que le corresponden. Tenemos que tomar conciencia que nosotros estamos viviendo la mejor parte de la historia de la humanidad, no nos podemos quejar. Si nos quejamos quiere decir que todavía no entendimos. Muchos quisieron estar y vivir lo que nosotros estamos viviendo. Ya conocemos el final de la película, de la historia, que tarde o temprano va suceder. Jesús fue rechazado, es verdad, pero ganó en el silencio de la Resurrección y se quedó para siempre con nosotros. Esperando también recoger hoy, los frutos de tanto amor.

El rechazo de los hombres de ese tiempo y de nosotros; se transformó en el mayor triunfo de un Dios bastante particular, que hizo y hace lo inimaginable.

En lo concreto, tratá de darte cuenta en cada cosa, que no podemos negarle a Dios lo que le corresponde. No podemos negarle al Padre Dios lo que es suyo. Todo es por Él, de Él y para Él. Tu corazón y el mío. Y en la historia de este día concreto –del que nos toca vivir ahora– hay que dejarse encontrar por el que nos busca, no rechazar los enviados de Dios; tantos signos de cada día, y para eso hay que estar atentos.

Que no nos pase lo del rico de la parábola de ayer; que se adueñó de los bienes que había recibido y no supo compartirlos. Después; ya no habrá tiempo. Una vez que nos toque partir de este mundo; ya no habrá tiempo. Una vez que venga Él que va a cosechar y a recoger los frutos –Jesús al final de los tiempos–; ya no habrá tiempo.

El tiempo es ahora. Ahora tenemos que amar, ahora tenemos que mirar a ese que pasamos de largo, ahora tenemos que ir a perdonar al que no quisimos perdonar, ahora es cuando tenemos que ir a hablarle a ese abuelo o abuela, a ese tío, primo o hermano con el que no hablamos hace tanto; es ahora, es ahora. Aprovechemos este día para que Jesús se haga presente en nuestra vida y con su amor nos ayude a descubrir el amor que a veces tenemos guardado y no queremos entregar.

II Miércoles de Cuaresma

II Miércoles de Cuaresma

By administrador on 8 marzo, 2023

Mateo 20, 17-28

Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: «Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará.»

Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.

«¿Qué quieres?», le preguntó Jesús.

Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»

«No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»

«Podemos», le respondieron.

Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre.»

Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.»

Palabra del Señor

Comentario

No es bueno perder la memoria de las cosas lindas de la vida y de la fe, la memoria de las cosas que nos han pasado y nos pasan en la vida. ¿Te acordás que el domingo hablábamos de eso, de las transfiguraciones, o sea, de esas manifestaciones de Jesús en la vida de nosotros? Cuando perdemos la memoria o cuando nos olvidamos o cuando nos acordamos mal o selectivamente, el corazón se nos “atrofia” y no se transforma, no se “transfigura” como Jesús quiere. Por eso la cuaresma es también un tiempo de ejercicio, para recuperar la memoria de la fe, la memoria que nos ayuda a no dudar cuando en el presente todo parece “tambalearse”, todo se quiere desmoronar. Cuando perdemos la memoria de lo que realmente somos, de lo que realmente Jesús hizo por nosotros, terminamos cayendo en lo mismo que todos, terminamos “pisando el palito” de la soberbia, que siempre quiere aflorar en nuestro corazón.

¿Qué crees que les pasó a los discípulos en el relato de hoy? Algo del evangelio de hoy nos muestra claramente que “perdieron la memoria” y al olvidarse lo que Jesús les había dicho uno segundos antes, cuando les anticipó que iba a ser entregado, maltratado y crucificado, se dejaron “enfermar” por el ego, por su soberbia que ambicionaba un lugar sin importar lo que Jesús les estaba enseñando. Jesús habla un idioma, los discípulos otro, mucho más llano. Y una cosa lleva a la otra, la ambición se alimenta de ambiciones, suma ambiciosos a esas ambiciones y termina generando broncas en otros ambiciosos.

Todo parece un trabalenguas, pero quiero que lo pienses un poco. Parece gracioso, pero es así. La escena de hoy es una película de lo que pasa cada día, en cada lugar, en tantos corazones como el tuyo, el mío, que se olvidan del amor de Dios y solo piensan en su lugar, en su “quintita”, en su poder, en su puesto, en su prestigio, en salvarse solos. La madre de Juan y Santiago ambiciona un lugar para sus hijos (queriendo realizarse ella por medio de ellos), Juan y Santiago ambicionan lo que ambiciona su madre y los otros diez se enojan porque en el fondo ambicionan, lo que ambicionaban los otros dos. ¿Te das cuenta la locura y la enfermedad de la soberbia? Decir enfermedad suena un poco duro, pero me refiero a esta tendencia espiritual que tenemos todos a querer ser alguien por medio de lo que hacemos. La ambición y la soberbia, en todos sus matices y colores no enferman, así, literalmente. Nos vamos enfermando en el corazón y algún día nos enferma el cuerpo, a veces nos pasa factura.

¿Cuándo vamos a comprender esto que Jesús nos enseña? “Entre ustedes no debe suceder así” Jesús sabe que esto pasa, pero nos vuelve a decir: “Entre ustedes no debe suceder así” No podemos hacer en la Iglesia lo mismo que se hace afuera, lo mismo que hace todo el mundo, lo mismo que pretende hacer nuestro corazón. No podemos, porque hace mal, enferma a todos. ¿Nos damos cuenta a veces lo que ambicionamos? ¿Nos olvidamos de que aquel al que seguimos vino a servir, pero a servir con amor? Eso es lo que no tenemos que olvidar nunca para evitar pisar el palito de la ambición y soberbia de nuestro corazón, que es capaz de olvidarse de todo en minutos, por un simple lugar, por un simple y deseable lugar de poder, tanto en la Iglesia, como fuera de ella.

Que nuestro corazón no ambicione otra cosa que amar, que amar con libertad, sin poder sobre los otros, sin manipular a nadie. Podemos. Podemos decir con los discípulos, tal vez un poco inconscientes… “podemos”, podemos, Señor, “beber el cáliz”, podemos vivir tu misma vida Jesús, no buscando sobresalir por sobre otros, por ambición, sino solo por amor. Como dice San Pablo: “Que la única deuda con los demás sea la del amor” Nada más que eso. Jesús se encargará de purificar nuestros “podemos”, a veces un poco egoístas, y por eso tomó el “podemos” de Juan y Santiago y finalmente los llevó a lo que él quería, que entreguen su vida por amor a los demás. Aunque nuestros podemos sean un poco impuros, digamos, con todo el corazón: “Señor, puedo beber tu cáliz, puedo llevar la misma vida que vos, si me entrego como vos me enseñaste”.

II Martes de Cuaresma

II Martes de Cuaresma

By administrador on 7 marzo, 2023

Mateo 23, 1-12

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:

«Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar “mi maestro” por la gente.

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar “maestro”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen “padre”, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco “doctores”, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.

Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.»

Palabra del Señor

Comentario

La Cuaresma, como camino al corazón, nos puede ir llevando de a poquito a encontrarnos con lo más profundo y puro de nosotros, con lo mejor y con lo peor, con eso que nos alegra, pero también con lo que no queremos ver, con eso que ocultamos y no podemos reconocer. Con todo. Y eso cuesta, porque es más fácil andar y andar sin frenar, para evitar ver la verdad sobre nosotros, que frenarse y empezar a darnos cuenta lo que nos pasa, porque nos pasa lo que nos pasa, porqué a veces andamos tirados por el piso, como decíamos ayer. Pero para eso… siempre está la Palabra, que es viva y eficaz, pero al mismo tiempo, más cortante que espada de doble filo, corta y corta mucho cuando nos animamos a escucharla en serio.

Hoy es uno de esos días cortantes, especialmente para los que estamos con alguna responsabilidad dentro de la Iglesia. Algo del Evangelio de hoy es un llamado de atención para los que enseñamos la fe, pero también para los que la reciben. La soberbia del alma se mete en cualquier corazón, no conoce fronteras y tenemos que aprender a percibirla, tanto en nuestro corazón, para expulsarla, como en el de los otros para evitar que nos haga mal.

¿Es posible que a veces la soberbia tenga tanta fuerza y a veces vivamos como si fuéramos los únicos en este mundo? ¿Es posible que siendo tan poca cosa nos la creamos tanto? Vos dirás, bueno… no es para tanto. No somos tan soberbios todos. Es bueno que cada uno se deje interpelar por las palabras de Jesús. La soberbia toma mil colores y tonos según la personalidad y la experiencia de vida de cada uno, y justamente el peor mal de la soberbia es que a veces no se ve, solo una luz de afuera puede ayudarnos a iluminar nuestro corazón y hacernos dar cuenta lo centrado en nosotros mismos que estamos y cuánto nos enferma eso. No solo puede ser soberbio el engreído, el que se lleva por delante todo, sino que también puede ser soberbio el apocado y silencioso. La soberbia no es una cuestión externa principalmente, sino del corazón.

Dije que soberbia toma mil colores, ahora, en el evangelio de hoy, las palabras de Jesús son lapidarias, especialmente con los que tienen una función en el pueblo de Israel, y sin miedo tenemos que trasladarlas al Pueblo de la Iglesia, específicamente a los ministros, a los que deben servir a otros. Cuando la soberbia ataca a los ministros de la Iglesia, obispos, sacerdotes, diáconos, ataca a la cabeza, y si la cabeza es soberbia, el Cuerpo se va enfermando también de este virus a veces muy imperceptible. También pasa en cualquier grupo, en cualquier comunidad. Sé que suena muy duro, pero hay que decirlo, no hay que tener miedo, especialmente nosotros los sacerdotes, de decir las cosas como son, pero con amor. Cuando la soberbia se entremezcla con un cargo, con una posición eclesial, con una cuestión de poder, se puede transformar en una bomba de tiempo.

“Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” Estas palabras de Jesús, todos los sacerdotes deberíamos grabarlas en el corazón, vivirlas y no escaparle, y los laicos, deberían repetirlas y decirlas con caridad a quien vean que “pone cargas en los demás que ni ellos mismos pueden llevar”, a quien escuchen que predica una cosa y después hace otra, a quien le gusta ser sacerdote para tener poder, a quien les gusta y disfrutar de tener un privilegio, a quien cree ser más importante por ser llamado padre, maestro, doctor o por tener un título y haber estudiado más, a quien somete y manipula a las personas a su cargo, aún sin darse cuenta. El problema no es solo del que manipula con su poder, sino del que se deja manipular. Muchas veces la culpa no es sola del “chancho, sino del que le da de comer”. La soberbia se retroalimenta y no se extirpa del corazón hasta que Jesús no nos abre los ojos y nos ayuda a darnos cuenta cuánto tiempo hemos perdido por andar enfermos sin síntomas.

No vamos a ser creíbles, si no somos humildes. Sin verdadera humildad no hay evangelización profunda, no hay testimonio posible, duradero y eficaz. Sencillamente porque el que nos salvó, no se la creyó. Si Él no se la “creyó”, ¿Qué nos queda a nosotros?

Rezá por nosotros, los sacerdotes, los ministros de la Iglesia, recemos por todos los que le toca servir, por aquellos que Dios eligió para ser humildes y no lo son. Todos lo necesitamos.

II Domingo de Cuaresma

II Domingo de Cuaresma

By administrador on 5 marzo, 2023

Mateo 17, 1-9

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»

Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.»

Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo.»

Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Palabra del Señor

Comentario

¡No te olvides, no te olvides por favor! No nos olvidemos de las caricias que nos ha dado Jesús a lo largo de la vida. De sus demostraciones de amor. No te olvides de aquella vez que experimentaste, como se dice, el “cielo en la tierra”; no te olvides de ese día en el que dijimos, “qué lindo sería que esto dure para siempre”. No te olvides de ese día en el que te diste cuenta de que estabas enamorado o enamorada y pensaste en lo linda que es la vida. No te olvides de ese retiro espiritual que hiciste, ¿te acordás? Ese que te marcó, en donde te diste cuenta de que es imposible dudar de la presencia de Jesús en este mundo. No nos olvidemos, por favor, no te olvides de esa misión en la que te diste cuenta de que vale la pena dar la vida por otros y pensaste para adentro, “ojalá toda la vida sea una misión”. No te olvides cuando tuviste a tu hijo por primera vez en brazos y sentiste que el amor de Dios es parecido, es algo muy grande y difícil de explicar. No te olvides de esa Palabra de Dios que te marcó, que te cambió a vida, te tocó el corazón y te dio la certeza de que es necesario escuchar su palabra todos los días.

Estarás pensando porqué empecé así el audio de este segundo domingo de Cuaresma. En realidad, la verdad… es que no sé. Casi siempre cuando empiezo el audio en realidad no sé por dónde empezar y es ahí donde experimento claramente que es Jesús el que me guía cada día para empezar. Pero sí te puedo decir que recordé tantos testimonios de personas que me expresan su alegría de recibir cada día la palabra de Dios. Son incontables. Son una nube de testigos. Y al escuchar su alegría, al sentir que al escuchar todos los días el texto del evangelio cambia realmente sus vidas. ¿Lo crees? Yo lo creo. Porque me lo dicen.  Me la terminé creyendo, en realidad, por cansancio. Jesús ya no me deja dudar y me da fuerzas para seguir.

Por eso hoy me surgió ese deseo de decirte y decirme, decirnos entre todos: “No nos olvidemos de nuestras transfiguraciones” Por eso, también te pido que me ayudes a seguir transmitiendo el Evangelio de cada día, eso que transforma corazones. Por eso, si querés seguir recibiéndolo directamente en tu celular, acordate que, si te bajas la aplicación de Telegram y buscas nuestro canal @algodelevangelio podés recibirlo directamente en tu celular, o bien escribirnos a nuestro correo algodelevangelio@gmail.com, también en nuestra web, www.algodelevangelio.org.

Por eso hoy me surgió ese deseo de decirte y decirme, decirnos entre todos: “No nos olvidemos de nuestras transfiguraciones”. No nos olvidemos de esos momentos en el que Jesús se nos “mostró”, se nos manifestó y se nos quedó en el corazón para siempre. ¿Qué más podemos esperar? ¿Qué más pretendemos recibir? Para el cielo falta, tenemos que asumirlo, mientras tanto hay que seguir el camino. No podemos pretender el cielo entero en la tierra por anticipado, solo un pedacito. Es lo que pretendió Pedro. Es lo que hubiese pretendido cualquiera de nosotros ante semejante momento. Tan, pero tan emocionante y lindo debe haber sido ese momento, que Pedro ni siquiera pretendió una carpa para él, se conformaba con dormir a cielo abierto.

En este segundo domingo de cuaresma, por un ratito se nos muestra el final del trayecto, para que no se nos ocurra abandonar por las dificultades que vivimos durante este largo y duro camino. Las pruebas y tentaciones son duras muchas veces. Las caídas son fuertes y a veces repetidas. El mundo está y seguirá estando convulsionado. Al mundo le gusta la confrontación, la grieta, la división, la guerra, pero nosotros, los que tenemos fe, “respiramos” otro aire, debemos respirar otro aire, el aire de la “transfiguración”. El aire de saber que Jesús está y es el dueño de todo, de tu vida y de la mía. Tranquilos, tranquilos. Tenemos que estar tranquilos. No tenemos que tener miedo. Jesús venció las tentaciones, Jesús nos ayuda a vencerlas y hoy nos enseña a descansar en Él, en lo que vendrá, en saber que algún día disfrutaremos de ese momento eterno que nadie nos podrá quitar. Tranquilos, tranquilas, no nos inquietemos, no tengas miedo. La vida a veces es a veces cuaresma, es verdad, la vida tiene mucho de cruz, es verdad, la vida tiene muchos montes “calvarios”, pero tranquilos… en la vida también hay “montes en donde Jesús se transfigura”, donde se nos muestra como lo que es, en su divinidad, su santidad, su paz, ese gozo que no se puede explicar con ninguna palabra de esta tierra.

Sigamos tranquilos, ya llegará nuestro momento lindo con Jesús… aprendamos a perseverar, a mantenernos, a permanecer, no vivamos de la impaciencia de este mundo, no vivamos del acelere, de la ansiedad. Tomate tu tiempo para frenar y apartarte. Tranquilo, si estás en plena sequedad o aridez, no te olvides de esos momentos que pensaste que nunca te ibas a olvidar… y sí, te olvidaste, tenés que recordarlo y no sacarlo del corazón. Tranquilo y tranquila, si estás en un momento de gracia y alegría, aprendé a guardarlo para siempre, pero sabé que, mientras estés en esta tierra, eso no durará siempre, hay que bajar al llano a trabajar y luchar.

Mientras tanto, mientras caminamos… ¿Qué tenemos que hacer? Escuchar al Hijo. Escuchar a Jesús. ¿Te parece poco? Es todo. El que escucha; se cae, se cansa, se desilusiona, se enoja, se entristece, se llena de alegría, se pasa de rosca, se estanca, pero no se aparta de Jesús. El que deja de escuchar la Palabra, se aleja de Él y se pierde. ¿Estás escuchando o dejaste de escuchar? No te olvides, el que se olvida del amor, deja de escuchar, el que deja de escuchar se olvida del amor.

I Sábado de Cuaresma

I Sábado de Cuaresma

By administrador on 4 marzo, 2023

Mateo 5, 43-48

Jesús dijo a sus discípulos:

«Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

Comentario

Terminamos esta primera semana de cuaresma llenos de recomendaciones, llenos a veces de cosas por hacer, aparentemente, de palabras por cumplir, pero no es así. En realidad, es más para recibir, contemplar y asimilar que para “hacer”. Una semana en la que los evangelios nos sacudieron de lado a lado y, de yapa, terminamos escuchando una de las páginas más difíciles del Nuevo Testamento, no solo porque, de algún modo, es difícil de comprender, sino también, fundamentalmente, por lo difícil de vivirlas. Por eso te propongo que antes de pensar, calcular y recalcular lo que tenemos que hacer, lo que deberíamos hacer, es dar gracias a Jesús por estos días de gracia. Demos gracias a Jesús porque día a día, más allá de nuestras debilidades, estamos haciendo lo posible para escucharlo.

Vos y yo ahora estás escuchando la Palabra de Dios. Qué cosa más linda podemos tener en la vida que alimentarnos de las palabras que salen de la boca de Dios. Es verdad, a veces mejor, otras veces no tanto, algunas ni siquiera escuchamos, pero lo importante es volver a empezar, volver a levantarse y desear como alguna vez lo deseamos. Dar gracias es fundamental para no caer en un cristianismo vacío de contenido, para no caer en el fariseísmo del cumplimiento, de la conciencia anestesiada por la tranquilidad de ser, relativamente buenos.

Acordate: esta semana escuchamos muchas veces “No solamente vivís de pan. No solamente vivís de las cosas materiales”. Vivís del amor que recibís del Padre y que podés dar a los demás. Vivís de lo espiritual. Vivimos de lo espiritual. Por eso levántate otra vez. ¡Vamos que podemos! ¡Vamos! Que podemos ser cada día más santos.

Evidentemente, también es verdad, después de escuchar Algo del Evangelio de hoy, no alcanza con ser relativamente buenos, acordate de la frase de ayer. «Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.» Les aseguro que, si ustedes creen y piensan que, con ser buenos, con no matar a nadie, con no robar alcanza para ser Hijo, están equivocados. Jesús vino a hacernos hijos, no esclavos te decía ayer. Si queremos llegar a la vida eterna, si queremos llegar a lo que nosotros llamamos Cielo, al encuentro con Dios cara a cara, es verdad que alcanza con que cumplamos los mandamientos, es verdad que con no matar y robar casi que tenemos un pase asegurado, es verdad que sin hacerle mal a nadie tenemos un nichito “ganado” en el cielo.

Pero… ¿y mientras tanto? Nos perdemos de vivir como hijos, nos perdemos en vivir calculando, nos perdemos de ser cristianos en serio. No entrar en el Reino de los Cielos equivale a perderse desde hoy la posibilidad de dar más, perderse la alegría de amar no solo a los que nos aman y nos tratan bien, sino que, incluso a los no muy amables, a los que son medios desagradables, a los que nos critican, a los que nos molestan, a los que son insoportables, a los que nos hacen el mal sin razón, en definitiva, a los que “naturalmente” digamos así, no nos sale amar. Esta es la propuesta de Algo del Evangelio. No es la obligación, es la propuesta de algo mayor y mejor. Es el empuje de algo que no podríamos hacer si no fuera porque Jesús lo hizo y porque nos da esa fuerza. Es matar en nuestro corazón todo intento de odio, de venganza, de rencor, de bronca. Es dejar que la Gracia de Dios nos invada. Por eso, si estás queriendo emprender el camino de la venganza, como dice un pensador por ahí, empezá cavando dos tumbas.

Como diciendo: el que se quiere vengar, el que vive del odio finalmente cava una tumba para él, y para el otro. No vale la pena odiar, te hacés mal a vos mismo y a los demás. No vale la pena vengarse, no vale la pena tener rencor. Por eso Jesús nos quiere proteger de eso. Es verdad, naturalmente a veces no se puede, pero sobrenaturalmente sí. Esa es la perfección de la que habla Jesús.

Ser perfectos no significa no equivocarse, ser un perfectito que le sale todo bien, sino que ser perfecto evangélicamente es buscar y querer amar como ama el Padre, con el amor que proviene de Él, con amor que viene de lo alto. Sí se puede ser perfecto al modo del Evangelio, es mentira que no se puede. Miles y millones de santos lo lograron con la gracia de lo alto. Mientras no queramos esto, mientras pensemos que la perfección del evangelio es para algunos, estaremos todavía viviendo como paganos, no como creyentes, viviremos como la mayoría del mundo, intentando ser un poco buenos y evitando cruzarse con las personas que no son amables.

Los enemigos serían todas aquellas personas que no nos sale amar naturalmente. No pienses en aquel que directamente te hizo algo malo, sino también aquellos que te cuesta amar. Jesús no pretende que seamos amigos de los molestos, de los poco amables, o de los malos, pretende que por lo menos, no les quitemos el saludo, pretende especialmente que recemos por ellos. Si empezamos a transitar este camino empezaremos a sentir la alegría de ser hijos, de ser hermanos de todos, de vivir sin rencores, de vivir sin destruir, de construir siempre. Eso es ser perfectos como el Padre del Cielo. Que esta primera semana de cuaresma nos haya movido el corazón para que nos animemos a amar como Jesús nos ama. Para que nos animemos a abrazar a todos como hermanos, como nuestro Padre del Cielo nos enseña.

I Viernes de Cuaresma

I Viernes de Cuaresma

By administrador on 3 marzo, 2023

Mateo 5, 20-26

Jesús dijo a sus discípulos:

«Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».

Palabra del Señor

Comentario

Vivir de las «palabras que salen de la boca de Dios» nos asegura poder alimentarnos siempre y en todo lugar. La Palabra escrita que cada día nos regala la Iglesia es para disfrutar de lo que Dios Padre tiene para decirnos a cada instante. Por eso, cuando vamos descubriendo que «no solo nos alimentamos de pan» material, de cosas que creemos que necesitamos, de deseos profundos que a veces son genuinos y buenos en sí mismos, pero muchas veces que no terminan de saciarnos. O sea que no solo tenemos que esperar a almorzar o a cenar para estar bien, no solo tenemos que esperar a cobrar un buen sueldo para estar en paz, no solo tenemos que tener buenas compañías para vivir felices… Camos siendo capaces de a poco, incluso, a postergar el alimento externo para dárselo a otros, o de privarnos de algo superfluo para compartirlo con el que menos tiene. Por eso, vivir de las palabras que salen de la boca de Dios nos ayuda a tener siempre atentos los oídos y el corazón para los otros, para no ser tan «golosos» de la vida, queriendo devorarlo todo y a todos en todo lugar.

La gran tentación que sufrió Jesús fue la de solucionar su necesidad sin pasar por el amor, por la entrega, por la cruz, mágicamente, en un clic. «Convertí las piedras en pan», «Solucioná tus problemas», «Saciá tus deseos, total, vos tenés el poder». También a nosotros nos puede pasar lo mismo, de muchas maneras, de muchos modos distintos.

Hoy, como todos los viernes de Cuaresma, también se nos propone hacer algo de ayuno, pero teniendo en cuenta esto. ¿Para qué ayunar? ¿Con qué sentido? ¿De qué entonces? ¿Cómo? Son muchas personas las que me escribieron y me escriben cuando hablamos del ayuno, sobre cómo lo tienen que hacer, qué es lo que hay que hacer y tantas preguntas que nos pueden surgir. El qué y el cómo, aunque te cueste escucharlo, lo debe decidir cada uno, con libertad, sin esperar reglas y recetas prefijadas; pero el para qué y el porqué, sí es algo que Jesús nos quiere enseñar a hacerlo, para nuestro bien. Tiene que ver mucho con esto que venimos hablando en estos días, con el experimentar en «carne propia», por decirlo de algún modo, que el alimento es necesario para vivir, pero no debemos olvidarnos del alimento espiritual. Y entonces… cuando por voluntad propia me privo de algún alimento, para dárselo a otro, para compartirlo o simplemente para tener más tiempo y estar más atento para los demás, experimento el gozo de amar y de ser amado, experimento que el amor nos alimenta también, y que las cosas materiales no son malas, pero en la medida que no me alejan del amor de los demás, que son buenas siempre y cuando me pongan en comunión con otros.

El ayuno no es una práctica mágica que soluciona también los problemas, ni tampoco una práctica meramente externa para cumplir, y tampoco una práctica que quedó en el pasado. Es algo que podemos descubrir y que cada día uno debe ir descubriendo a lo largo de su vida, y cada Cuaresma es una nueva oportunidad para hacerlo.

Vamos a Algo del Evangelio, a la primera frase que es la que abre el corazón a la comprensión de lo que sigue, que parece imposible: «Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos». ¿Qué significa? Trataré de traducirla a un lenguaje sencillo, a nuestro modo. Podríamos traducirla imaginando que Jesús nos dice lo mismo de muchas maneras: «Les aseguro que, si ustedes piensan que ser cristianos, ser seguidores míos, discípulos, es cumplir una regla y con eso quedarse tranquilos, no disfrutarán del amor que vine a traer al mundo, que se desborda, que es abundante y que siempre alimenta a todos. Les aseguro que, si ustedes viven conformándose únicamente con no hacerle mal a nadie y no ven más allá, y no piensan en cómo hacer el bien a los demás, se estarán perdiendo lo mejor del Reino de Dios, que ya está entre nosotros. Ya está entre ustedes.

Les aseguro que el Reino de Dios, imaginemos que Jesús nos dice… Les aseguro que el Reino de Dios, imaginemos que Jesús nos sigue diciendo, no es solamente el momento en el que llegaremos cuando partamos de este mundo, o sea en el cielo, sino que es también la relación de amor que se puede dar ahora entre Dios Padre, el Hijo Jesús y todos nosotros». Y por eso cuando nos olvidamos de esta verdad, nos estamos perdiendo una parte grande. «Les aseguro que el fariseísmo, el vivir la fe como un simple cumplidor, como un querer solo vivir para nosotros, es algo mucho más común de lo que ustedes creen y es que por eso vengo a enseñarles la libertad, vengo a enseñarles que, si no “dan un salto”, si no van más allá, si no buscan elegir siempre lo mejor, se van a perder lo mejor. Les aseguro que, si creen que la santidad, la justicia, es algo que van construyendo ustedes mismos, al ritmo de su propio esfuerzo, jamás disfrutarán la alegría de ser salvados, de recibir gratis desde lo alto la fuerza para no solo cumplir los mandamientos a secas, sino, además, ir mucho más allá. La alegría de no calcular, la alegría de amar no por una obligación, sino por una decisión».

Y, para terminar, les aseguro que esto hay que pedirlo. Hay que pedir esta gracia si estamos estancados en una fe cansada, sin fuerzas, una fe que se quedó sin respiración porque no comprendió lo que significa ser cristiano. Porque nos enseñaron mal o porque nunca lo comprendimos. Les aseguro que, si lo pedimos, el Padre nos lo dará. Acordémonos que tenemos que aprender a pedir siempre lo mejor, ser verdaderos hijos del Padre, buscar vivir como Jesús. Elegir en cada momento la mayor posibilidad de ser santos, la mejor posibilidad de ser santos, la posibilidad de hacer siempre lo que es la voluntad de Dios. Esto es ser cristiano. Eso es buscar que nuestra justicia sea siempre superior a la de los escribas y fariseos. Disfrutemos de que el reino de Dios está entre nosotros. Disfrutemos de que hoy podemos ser un poco más santos de la mano de Jesús y ayudados por su gracia.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

I Jueves de Cuaresma

I Jueves de Cuaresma

By administrador on 2 marzo, 2023

Mateo 7, 7-12

Jesús dijo a sus discípulos:

«Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.

¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.»

Palabra del Señor

Comentario

Vivir de las palabras que salen de la boca de Dios es todo un desafío, es el camino de toda la vida, de todo cristiano. Es necesario aprender a alimentarse de lo que realmente vale la pena y sacia, pero que al mismo tiempo nos deja siempre con “más hambre” para después, y nos permite seguir deseando lo que proviene de Él. Por eso, en cada cuaresma se nos invita a escuchar y alimentarnos más de las palabras que salen de la boca de Dios, a tomar conciencia que tenemos muchas veces el oído del corazón atrofiado de tanto escuchar “pavadas” y que hemos perdido la capacidad de escuchar y ver más allá de lo que oímos y vemos, como decíamos ayer. Escuchar las palabras que salen de la biblia, de la sagrada escritura, pero también las palabras que nos llegan por otros caminos, por otros medios. Lo lindo, lo que realmente ayuda, es aprender a escuchar a Dios en todo y en todas las cosas, sabiendo que lo espiritual aprendemos a percibirlo desde lo material, pero para eso… jamás hay que renunciar a escucharlo en su palabra escrita de cada día, porque ese es el momento más sustancioso que nos ayuda a estar atentos en todo el día y saber qué nos dice en los otros acontecimientos y personas.

Algo del Evangelio de hoy nos enseña a alimentarnos bien de las palabras de Dios. La frase final del evangelio: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos” es la regla de oro para ser un verdadero hijo de Dios, para vivir por los demás y no para nosotros mismos y también es la frase que nos ayuda a entender bien la primera parte del evangelio que fácilmente puede mal interpretarse. ¿Qué tenemos que pedir? ¿A quién y qué tenemos que buscar y llamar? El peligro de interpretar mal estas palabras puede hacer que en vez de ser palabras de aliento y consuelo se puedan transformar en palabras de desazón y desconfianza en Dios que es Padre. ¿Todo lo que le pedimos al Padre Él nos lo tiene que dar? ¿Tan fácil es todo? ¿A qué se refiere? ¿Dios es el que complace todas nuestras necesidades materiales y espirituales? ¡Cuánta desilusión en tanta gente que se enoja con Dios porque no le dio lo que le pidió! “Padre: Dios no me escucha”.

¿A qué se refiere entonces la palabra de hoy? Se refiere principalmente a la frase final. Pedirle al Padre sin desfallecer, sin cansarnos, esperando siempre que nos abrirá, lo que necesitamos para ser buenos hijos y por eso buenos hermanos. Pedirle todo aquello que nos ayude a hacerles a los demás lo que nos gusta que nos hagan. Nuestro Padre del cielo es el primer y gran interesado en que entre todos seamos buenos hermanos y por eso nos enseña por medio de Jesús, qué tenemos que pedir, buscar y llamar. Pedir ser hijos en serio, pedir ser hermanos de todos, no cansarnos de buscar y llamar para que renazcan en nosotros los sentimientos de Jesús. El Padre jamás niega su Espíritu a quienes se lo piden y es su Espíritu el que nos hace hijos y hermanos.

Es por eso que te estarás dando cuenta que los tres consejos que se nos da en la cuaresma no pueden separarse. Así lo dice un santo muy claramente: “El ayuno, en efecto, es el alma de la oración, y la misericordia – sería la limosna – es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” No podemos pedirle a Dios cosas que nosotros no deseamos dar. El que pide perdón, debe darlo. El que busca amor, debe transmitirlo. El que llama deseando paz, debe vivirla.

Imaginemos esta situación; hoy todos arrodillados, mirando al cielo, pidiendo como podamos y nos salga, la gracia y la fuerza para hacerle a alguien lo que siempre deseamos que se nos haga. Imaginemos que esto es posible y que el Padre del cielo nos dará esa fuerza, nos dará lo que necesitamos para amar cada día más.