Book: Mateo

I Martes de Cuaresma

I Martes de Cuaresma

By administrador on 28 febrero, 2023

Mateo 6, 7-15

Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Palabra del Señor

Comentario

Dios quiera y Dios seguramente lo quiere, porque lo dice su Palabra, que aprendamos en esta cuaresma a experimentar un poco más eso de que “no vivimos solamente de pan”. Voy a ser un poco pesado en estos días con este tema, pero creo que nos ayuda, por lo menos a mí, y que es necesario seguir profundizando esta frase que responde a una tentación continua de nuestra vida, a una tentación de la misma Iglesia, una tentación tuya y mía y de este mundo, mucho más. Jesús con su respuesta nos enseñó el modo de vencerla, pero hace falta seguir y seguir entendiendo a qué se refiere, o qué quiere combatir. Para otro momento quedará el profundizar las otras tentaciones y sus remedios.

La cuaresma tiene una imagen de fondo que ayuda a comprender esto que estoy diciendo, el desierto. Jesús se va al desierto, en realidad es llevado por el Espíritu y es ahí donde experimenta la prueba. Las pruebas, las tentaciones aparecen en el desierto de esta vida, nuestra vida es un desierto lleno de carencias, por eso cuando experimentamos la carencia, cuando nos falta lo superfluo, hasta incluso lo necesario, el alimento, ahí empiezan las pruebas.

Es un símbolo. En el desierto aprendemos a vivir con lo esencial, y por eso en la cuaresma vamos aprendiendo a prescindir de lo innecesario, y a aferrarnos a lo realmente necesario. Siempre me acuerdo con gracia cuando una vez fuimos de campamento con el colegio donde trabajaba a un lugar inhóspito, donde no había ni siquiera luz, y una de las madres de los chicos que iba de acompañante en un momento dado sacó de su bolso un secador de pelo preguntando dónde lo podía enchufar. Te imaginarás la risa de los presentes, nunca nos reímos tanto. En un campamento, en el desierto, lo accesorio se transforma en innecesario, se transforma en una carga, no sirve para nada y nos ayuda a darnos cuenta que somos nosotros los que vamos haciendo de lo superfluo, algo necesario. Lo mismo nos pasa en la vida de fe, en la espiritualidad y la cuaresma es tiempo de purificación, para darnos cuenta que a veces “hacemos pan, hacemos alimento necesario” lo que realmente no lo es. Por eso es lindo volver a escuchar, “no vivimos solamente de pan”, necesitamos algo más esencial, no vivimos de los alimentos que nos “inventamos”, sino del alimento que proviene de Dios al escucharlo y hablarle, del amor que nos llega a nuestra vida de tantas maneras.

Algo del Evangelio de hoy nos deja también esta enseñanza, pero con respecto a la oración. ¿Qué es lo esencial de la oración? ¿Cómo debemos orar? ¿No será que a veces la hemos cargado de adornos que al fin y al cabo cuando nos ponemos a pensar, no hacen más que dificultarnos las cosas? No hacen más que interferir en nuestra relación sencilla y cotidiana con nuestro Padre, que simplemente nos está mirando al corazón, nos está abriendo los brazos y nos está diciendo aquí estoy, comunicate conmigo.

En su esencia rezar es hablar con nuestro Padre del cielo, es escucharlo, es dialogar. Tan simple y complicado como eso. Por eso Jesús nos enseñó a no complicarnos la vida, nos enseñó la simplicidad del Padrenuestro, en donde aprendemos a pedir lo esencial, lo que realmente necesitamos, y además, a pedirlo en el orden que corresponde, porque no solo es bueno aprender a decir buenas cosas, sino que además decirlas como hay que decirlas, en el orden que hay que decirlas. Con el Padrenuestro tenemos asegurado todo esto, porque son las palabras del Hijo enseñadas a los hijos pequeños que somos nosotros.

Te propongo hoy que digamos juntos la oración madre de todas las oraciones que muchas veces hemos ido olvidando o repitiendo como loros, volvamos a levantar la cabeza con el corazón hacia el cielo y a pensar en todo lo que queremos pedirle al Padre del Cielo, pero al mismo tiempo, confiando en que Él sabe mejor todo lo que necesitamos. Digamos: Padre, Padre de todos, de buenos y malos, de aquellos que incluso no queremos tanto, Padre de todos los hijos, que estás en el Cielo, en todos lados, en los corazones y en donde a veces menos pensamos. Queremos que tu nombre sea conocido, santificado, amado, queremos que tu Reino, tu amor, llegue a todos, que todos reconozcan tu voluntad y la cumplan, para que este mundo sea distinto, especialmente los cristianos, los hijos que decimos amarte. Necesitamos el perdón tuyo y el de los demás, necesitamos aprender a perdonar de corazón porque no podemos vivir sin perdón, nos hace mal, necesitamos aprender a pedir perdón. ¡Ayudanos a vivir esto, por favor Padre!

Queremos el Pan de cada día, tu Palabra que nos alimenta, el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y el pan necesario en nuestra mesa. No queremos pensar que lo material es lo esencial. Por favor no nos dejes caer en esta tentación, aceptamos que somos tentados, pero no nos dejes caer en esa tentación, no dejes que nos olvidemos que somos hijos amados, no dejes que el maligno nos aparte de tu amor, de tu corazón de Padre que nos haga dudar de que nos amas por siempre. Todo esto y lo que no nos damos cuenta, te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, en el Espíritu Santo.

I Lunes de Cuaresma

I Lunes de Cuaresma

By administrador on 27 febrero, 2023

Mateo 25, 31-46

Jesús dijo a sus discípulos:

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.”

Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, ¿y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, ¿y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”

Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.”

Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron.”

Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?”

Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo.”

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.»

Palabra del Señor

Comentario

“No vivimos solamente de pan”, de pan material, no vivimos de las cosas de este mundo que nos rodean simplemente, no nos engañemos, no nos dejemos tentar por el “pan” de este mundo que perece, que se pudre, y no nos da la verdadera vida. Preguntale ahora a tu hijo pequeño, a tu hija, preguntale a tus seres queridos qué necesitan de vos. Hacé la prueba. Se que algunos escuchan los audios con sus hijos. Me contó una madre que su hijo es casi un “fan”, que los escucha muchas veces, y que ella le dice, pero ya lo escuchaste. No, porque quiero conocer más a Jesús, él quiere seguir conociendo a Jesús. Bueno pregúntale a él, pregúntale vos, a tus hijos, a tus hermanos, a tus padres que necesitan ellos de vos. ¿Qué necesitás de mí? ¿Qué es lo que realmente necesitás de mí? Solo Dios puede saber la respuesta de todos los que ahora están escuchando, pero, me animo a decir que seguro que no te están diciendo: Necesito tu sueldo; necesito zapatillas; necesito un mejor auto; me imagino que te estarán diciendo: “má te necesito a vos”, “papá te necesito a vos”, “hermano te necesito a vos”. Necesito tu presencia. Y si le preguntamos a Jesús qué necesita de nosotros…

¿Vos crees que Él nos dirá que necesita de nosotros “cosas”, pan material? ¿Vos pensás que lo único que necesitamos en el día es pan? No vivimos solamente de pan, sino que vivimos de todo “amor” que sale de la boca de Dios, porque sus palabras son amor, vivimos del “amor” que sale del corazón de los otros. Que brota de aquellos que nos aman. ¿Cuándo nos vamos a convencer de esta verdad? ¿Cuándo nos vamos a convencer que lo que necesitamos para ser felices no es un sueldo más alto únicamente, aunque ayuda, sino que nos necesitamos mutuamente, necesitamos vernos y sentirnos hermanos? ¿Cuándo te vas a convencer mamá y papá que lo que necesitan tus hijos no es únicamente ropa, comida y darle “lo mejor”, sino que lo mejor que le podés dar sos vos mismo? No vivimos solamente de pan, decíamos ayer en el Evangelio del domingo, vivimos de algo mucho más lindo y duradero, del amor recibido y dado.

El tiempo de cuaresma es tiempo de volver a sentir eso, de volver a experimentar que muchas veces nos perdemos en tantas cosas y terminamos olvidando lo esencial. Cuaresma es tiempo de purificación de tanta “inmundicia” que nos envuelve, que nos penetra el corazón y nos inmuniza de tanto dolor dando vueltas y de tanto amor perdido. No percibimos el dolor que nos rodea y nos vamos olvidando del amor que nos reclama. El sistema de este mundo, lamentablemente es perverso, es lindo este mundo es verdad, pero tiene mucho de perverso y sin querer nos vamos acoplando a el, nos vamos mimetizando con el y podemos ser cristianos que seguimos a Jesús, pero capaces de olvidar lo más elemental de nuestra fe, el amor al que sufre, al sediento, al hambriento, al enfermo, al preso, al desnudo, al sin techo. Con el mundo me refiero a la mentalidad de este mundo, no a la creación que Dios nos dio.

Sin darnos cuenta en definitiva lo único que importará el día que nos veamos cara a cara con Jesús es… si fuimos capaces de salir de nuestro “mundito” interior, de nuestro “mundito familiar”, de nuestros corazones que se hacen “barrios cerrados” donde no puede entrar nadie más que los “permitidos”. Este mundo en el que vivimos tiene mucho de perverso, disculpa mi aparente pesimismo, pero es así… Este mundo “fabrica” pobreza y pobres, y después los descarta, no se hace cargo, se “lava las manos”. Es capaz de decir: “Son pobres porque eligieron serlo” y eso no es tan así. Es ahí donde debe aflorar un cristiano, es ahí donde tenemos que aparecer nosotros para luchar por aliviar el dolor de tantos “descartados” como cosas con vencimiento, nosotros no podemos transar con la lógica del utilitarismo, de que solo sirve lo que es útil para algunos. No nos lavemos las manos como Pilato, estemos donde estemos, todos podemos hacer algo.

No esperemos que los de arriba lo hagan, el mundo es así desde que es mundo, su lógica es distinta, es la lógica del “no jugarse” y de pensar que “vivimos de pan” y que con un poco de dinero todo se soluciona, y eso es mentira. Lo que soluciona los problemas es el amor, el amor tuyo y mío, ahora, no mañana, ahora sin esperar que los otros solucionen lo que ellos mismo crearon. Al fin y al cabo, nos juzgarán por eso, a vos y a mí y eso no nos debe dar miedo, sino todo lo contrario, ánimo para ir a lo esencial, para no gastar energías y corazón en donde no vale la pena. Jesús nos está esperando para abrazarnos y guiarnos hacia a su derecha. Así quiere Dios Padre encontrarnos un día a todos.

I Domingo de Cuaresma

I Domingo de Cuaresma

By administrador on 26 febrero, 2023

Mateo 4, 1-11

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.»

Jesús le respondió: «Está escrito: “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».

Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:

“Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”».

Jesús le respondió: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».

El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme.»

Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: “Adorarás al Señor, Dios, y a Él solo rendirás culto”».

Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

Palabra del Señor

Comentario

Comenzamos a recorrer este camino de cuaresma, de la mano en los domingos de las distintas lecturas que se nos propondrán antes de la Pascua. Pero no te olvides algo, nuestra mirada tiene que estar puesta en la Pascua. Es un camino espiritual que nos llevará a Jesús en la cruz, sufriendo y entregándose por nosotros, pero resucitando para darnos la verdadera vida a la que todos ansiamos. Ese anhelo profundo de felicidad que nos grita desde el fondo del alma diciéndonos: “Podemos ser felices. Podemos cambiar. Podemos vivir de otra manera.” Por eso, durante estos domingos nunca quites la mirada de la Pascua. Miremos hacia la Pascua.

Y hoy aparecen en este texto tan conocido a veces por nosotros las famosas tres tentaciones que Jesús sufre al ir al desierto, al sentir necesidad. Es impulsado por el espíritu para ir a prepararse a ayunar para poder experimentar. Esa necesidad finalmente no va a ser saciada de cualquier manera. La necesidad profunda que tenemos de Dios y de felicidad no puede ser saciada de cualquier manera. Y podríamos decir que hay una pregunta de fondo o una tentación transversal que cruza las tres, que es la que intenta el demonio meter en el corazón de Jesús para que dude del corazón de su Padre. Podríamos pensar que es esta pregunta: “¿Para qué un Salvador tiene que sufrir? ¿Por qué tenés que sufrir? No necesitás la cruz, no necesitás la entrega. Tu Padre te está engañando. Vos podés salvar al hombre de otra manera. Vos podés proponer al hombre cosas grandes. Vos podés solucionar los problemas mágicamente. Vos podés unirte a los poderes de este mundo, para que el hombre se sienta bien. Esa es la pregunta y la tentación de fondo. ”¿Querés que te sigan, Jesús?, ”¿Querés que te sigan? Hacé cosas distintas. No sigas este camino”.

Y estas son las tentaciones, las pruebas que nos tocan vivir a nosotros en diferentes momentos de la vida, en diferentes momentos espirituales. En la primera, en el fondo, el demonio le está diciendo: “Tenés una necesidad, tenés hambre. Saciála. Convertí las piedras en pan.”. “Tenés instintos”, podríamos llevarlo a nuestra vida. ¡Seguilos! Tenés instintos de poder, de sexo. Dejá que fluyan. Sos hombre. Para qué andar privándote. Olvidate de la cruz, olvídate de cargar con el peso del amor de cada día. Sé permisivo. Hacé lo que quieras, total, todo el mundo lo hace.”

En la segunda tentación el demonio le propone a Jesús que haga lo que, finalmente, a los hombres les gusta ver: “Hacé algo grande. Hacé algo maravilloso. Hacé una sorpresa, que la gente tenga que decir “Oh”. Tirate de ahí arriba, mostrá que sos Dios. Finalmente, los hombres olvidarán lo maravilloso, pero hacé lo que ellos quieren y te van a seguir. Tirate. Sobrepasá el dolor. No sufras.” Eso es una maravilla… sobrepasar el dolor. Jesús nos enseñará que al dolor no hay que sobrepasarlo, no hay que tirarse y saltarlo, sino vivirlo, asumirlo y entregarlo. Salva a los hombres, pero sin cruz.

Y la tercera tentación es la que le toca sufrir a la Iglesia también como institución y a cada uno de nosotros. La Iglesia que, en el fondo, sin darse cuenta, puede enredarse con el poder. La teología que no busca la trascendencia si no lo terrenal. Lo trascendente ya no dice nada. El “misterio” para qué. Lo terrenal, lo tangible. Unite a lo que cambia al mundo. A la praxis. A lo social. Hacé cosas que los demás vean: el dinero, el poder. Postrate delante de mí. Todos los reinos son míos y yo te los voy a dar. La gran tentación de cada corazón cristiano que siente que lo espiritual parece que no sirve, que lo espiritual no cambia el mundo Y Jesús nos enseña finalmente que lo que nos salvará, aquello que nos hará más hombres, aquello que nos hará más mujeres, aquello que nos dará la verdadera humanidad es la adoración, el reconocimiento pleno, constante y consciente de que el único que merece nuestra adoración es el Señor. Que al único que podemos entregarle nuestra vida es el Señor.

No dejemos que el demonio nos engañe. Tendremos muchas pruebas. Muchas veces tendremos que volver a elegir, muchas veces tendremos que volver a decir: “no, cuidado, yo no vivo solamente de pan. No vivo solamente de lo material. No voy a saciarme mis necesidades mágicamente, sino voy a vivir de la Palabra de Dios también. No necesito lo espectacular, a Dios lo encuentro en cada cosa, en lo cotidiano de cada día. No me voy a mezclar con los poderes de este mundo que me proponen dinero, placer, y poder, si no que voy a adorar al Señor, mi Dios; al único que me da la vida y al único que me da la salvación.”

Viernes después de ceniza

Viernes después de ceniza

By administrador on 24 febrero, 2023

Mateo 9, 14-15

Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?»

Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.»

Palabra del Señor

Comentario

Me parece que ya lo dije muchas veces, pero siempre es bueno volver a repetirlo, en especial en este tiempo de Cuaresma, donde el tema del ayuno es algo recurrente. Entiendo que hablar hoy del ayuno es un poco complicado. No está muy de moda y a veces, para que no suene muy duro, preferimos hacer como si Jesús hablara de algo que ya no va o preferimos hablar de cosas que ya no existen. Siempre se puede caer en los dos extremos: en hacer de algo lo único, lo absoluto, o simplemente pasarlo de largo y hacer como que no vale la pena. El tema del ayuno es un tema que lleva a los extremos generalmente. Pero, como te dije varias veces, hay páginas del Evangelio que no se pueden arrancar y hay palabras de Jesús que no podemos hacer como si no existieran; ninguna, en realidad, pero especialmente aquellas que nos cuesta entender.

Siempre se pueden encontrar excusas o argumentos para decir que en realidad Jesús se refería a otra cosa, pero sería bueno, creo yo, hacer el camino inverso: escuchar lo que dice, confiar en que es verdad y es bueno; y, a partir de ahí, tratar de vivirlo en el espíritu con el que fue escrito, y también escuchar a la tradición y a las enseñanzas de la Iglesia, que a lo largo del tiempo nos han ido iluminando sobre las palabras de Jesús.

Creo que simplificamos a veces tantas cosas del evangelio, que terminamos por dar un mensaje acuoso, aguado y sin consistencia, y que al final no atrae a nadie, porque nada nos diferencia de aquel que no cree en Jesús. A veces pensamos eso, que por aguar el mensaje atraerá más; sin embargo, es todo lo contrario. 

Vas a escuchar por ahí que el ayuno es algo puramente espiritual, algo que finalmente no toca el cuerpo y por eso se dice: «Hay que ayunar de nosotros mismos», «hay que ayunar de las cosas que nos alejan de Dios», etc. Podés reemplazar el ayuno corporal por cualquier otra cosa. Está bien, es verdad. Al fin y al cabo, el ayuno no es la privación de alimentos por la privación misma, sino la privación para un encuentro con Jesús, para la comunión con él. Pero pensemos en esto.

Por simplificarlo y por tenerle miedo y por tener miedo a hablar a una sociedad que devora de todo y en todo momento, me parece que lo hemos complicado un poco más. ¿Por qué? Porque no se puede dominar nuestro espíritu si no aprendemos a dominar también lo más básico de nuestra existencia, que es la comida. Y entonces cuando escuchás a alguien que dice: «En vez de comer menos carne, o de comer menos, mejor es que ayunes de tu lengua, mejor es que hables menos», en el fondo es una simplificación que termina por hacer que no podamos hacer a veces ni una cosa ni la otra. Yo me pregunto: si no podemos dominar nuestra boca para comer, ¿creemos que va a ser posible que dominemos nuestra boca para hablar?

Por simplificarlo, vuelvo a decir, lo hicimos más complicado. Somos unidad, cuerpo y espíritu, y lo que toca el cuerpo, toca el corazón, y viceversa. Pero el corazón aprendemos a educarlo también desde nuestra exterioridad. Y, por otro lado, Jesús ayunó. Jesús hizo cuarenta días de ayuno. Incluso en esta Cuaresma, de alguna manera, revivimos y rememoramos eso.

Yo hoy me pregunto: si en toda la historia de la salvación el ayuno fue una práctica liberadora, si todas las religiones de algún modo incluso lo practican, si Jesús mismo ayunó y habló del ayuno recomendándolo, si en toda la historia de la Iglesia se ayunó –los grandes santos nos lo han enseñado–, ¿por qué hoy le tenemos tanto miedo? ¿Por qué hoy nos empeñamos tanto en barnizarlo para que quede más lindo, pero finalmente ocultamos la verdad? ¿Por qué tantos dicen que no es necesario? ¿Por qué no confiamos en las palabras de Jesús y en las de la Iglesia, en la de los santos y, por qué no, también en la de la Virgen, que en tantas apariciones nos invita a ayunar? Creo que es para pensar, te invito a que lo pienses.

Los católicos a veces hemos perdido el don de saber y aprender a ayunar para poder dominar nuestra interioridad, nuestra voluntad, para poder encontrarnos con Jesús, para aprender a renunciar a cosas superficiales que a veces tapan lo esencial.

Alguien me preguntó una vez: «Padre, cuando Jesús habla del ayuno, ¿es literal?». Y sí, la verdad que sí. Nunca usa Jesús una imagen para hablar del ayuno, como pasa con otras cosas, sino que habla simplemente del ayuno. Nunca dice: «Bueno, hagan como si fuera que ayunan, ayunen, pero con el corazón». Jesús habló del ayuno real, de la privación voluntaria del comer para poder encontrarnos con él.

El ayuno hoy tiene sentido porque Jesús nos fue quitado, no lo podemos ver. No está físicamente con nosotros, está presente por la fe en la Eucaristía y en los demás, pero para poder encontrarlo es necesario alguna vez aprender a renunciar a lo más básico para poder entrar en comunión con él hasta que él vuelva; por eso también el ayuno antes de recibir la Eucaristía, que tenemos que volver a practicar en la Iglesia también.

Ayunar de alguna manera voluntariamente, con amor, por supuesto, es como decir quiero vaciarme de lo demás para poder percibirte y dejar que entres en mi corazón. El ayuno nos conecta con nosotros mismos y nos abre a los demás, a Jesús, porque nos evita que nos esclavice lo más básico de nuestra vida. El que come bien se comunica bien con los demás. El que se sienta a la mesa a devorar todo, o devora todo en todo momento y en todo lugar, es el que no sabe levantar la cabeza para mirar y dialogar con los demás.

Probemos ayunar realmente, te lo propongo, con amor, de corazón, sin que nadie lo sepa, sin poner cara triste. Probemos ayunar y dar tiempo a algo distinto para estar con los demás. Probemos ayunar y ser dueños de nuestras propias voluntades para poder decidir siempre lo mejor. Probemos ayunar sin que nadie se dé cuenta. Probemos vivir esta recomendación de Jesús con verdad, sin aguarla, sabiendo que la comida es un bien necesario, pero no absoluto, porque «no solo de Pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios».

Miércoles de ceniza

Miércoles de ceniza

By administrador on 22 febrero, 2023

Mateo 6, 1-6. 16-18

Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, buen miércoles. Prestemos atención, hoy es Miércoles de Ceniza. Una Cuaresma más que comienza con este día tan lindo y tan importante que se nos regala para seguir creciendo en la fe, para seguir caminando, para no bajar los brazos, para darnos cuenta que todavía tenemos mucho por recorrer, que todavía podemos seguir creciendo en la fe y convertirnos, que podemos dejar de mirar la paja en el ojo ajeno y descubrir la viga que tenemos en el nuestro. Y eso implica también mucho trabajo, mucha humildad.

Bueno, buen comienzo de Cuaresma. Es un tiempo con tantos regalos, con tantas gracias, que te animo a partir de hoy a que te propongas a recorrerlo con el corazón. Dejá de lado tantas recetas que andan dando vueltas por ahí que nos dicen «Bueno, tenés que hacer esto» o «Tenés que hacer lo otro»; ahora, en la Cuaresma, «Tenés que pensar esto, planificar lo que viene». Yo te diría que, todo lo contrario.

A partir de la Palabra de Dios de hoy, de Algo del Evangelio, podríamos decir que la Cuaresma en realidad es un dejarse llevar por la gracia que nos va atrayendo y nos va transformando desde adentro, en la medida que nos disponemos, por supuesto. Por supuesto que hay que disponerse, por supuesto que tenemos que amar, rezar y, de algún modo, ayunar y privarnos de algo para que su gracia nos transforme.

Pero de nada servirá, de nada va a servir que hagamos mil cosas, mil recetas que nos proponen por ahí, si realmente no lo hacemos y no descubrimos lo que Jesús nos dice en la Palabra de Dios de hoy: «Tengan cuidado». Tenemos que tener cuidado porque si amamos para ser vistos, en el fondo no estamos amando, porque estamos buscando una recompensa. Si damos limosna simplemente para calmar nuestra conciencia que nos grita que algo tenemos que hacer, tampoco estamos amando al modo de Dios, que ama sin buscar ser aplaudido. Si rezamos simplemente para cumplir, si cumplimos con nuestros propósitos de hacer tantos rosarios o tantas horas de lo que sea, de adoración o de silencio, pero solo lo hacemos para ser vistos, o incluso somos capaces de pregonarlo por ahí; finalmente, eso no será algo que le agrade a Dios.

Si ayunamos y nos privamos de algo, si dejamos ciertas cosas, pero andamos tristes y no disfrutamos de la vida, de la gracia, de la vida de ser hijos de Dios, e incluso nos gustaría que se den cuenta de todo lo que hacemos; en el fondo, lo que estamos haciendo es buscarnos a nosotros mismos. Por eso en esta Cuaresma te propongo y me propongo que volvamos a darnos cuenta que lo único que interesa es que nuestro Padre, que ve en lo secreto, nos recompense. Lo único que nos debe mover para amar, para rezar más o mejor y para privarnos de aquellas cosas que no nos dejan acercarnos a él; lo único que nos debe interesar es que nuestro Padre lo sepa. Y en realidad la gran noticia es que nuestro Padre siempre lo sabe, siempre sabe de nuestros esfuerzos, de nuestros trabajos, de nuestros sacrificios y también sabe de nuestros egoísmos, de nuestras vanidades, de nuestras búsquedas personales. Por eso, ¿para qué buscar la recompensa en los demás? ¿Para qué buscar incluso la recompensa a nuestra propia conciencia que nos aplaude y nos dice casi vanidosamente: «¡Qué bueno que sos!»? No, busquemos la purificación verdadera, el camino de la fe silencioso, que lo único que le interesa es que el Padre del cielo le dé lo que realmente necesita a nuestro corazón, le dé a nuestro corazón lo que necesita, que en el fondo y simplemente es el amor del Padre, el saber que somos hijos.

Que tengamos una buena Cuaresma, que la vivamos realmente desde la Palabra de Dios, como la Iglesia nos enseña. Dejá de lado las recetas y disponete a escuchar al Espíritu que también, como a Jesús, nos conduce a vos y a mí al desierto para que podamos vivir no solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

VII Domingo durante el año

VII Domingo durante el año

By administrador on 19 febrero, 2023

Mateo 5, 38-48

Jesús, dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero Yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.

Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

Palabra del Señor

Comentario

¿Por dónde empezar? Eso me pregunto hoy… ¿Por dónde empezar al escuchar este evangelio? Los caras de los que lo escuchan se van transformando cómo intentando entender tanta exigencia. Los rostros de los que ese día escucharon a Jesús cara a cara, y los rostros de miles y miles que hoy también escuchan la palabra de Dios. ¿Qué cara pusiste al escuchar estas palabras? Escuchalo otra vez para poner tu corazón al escuchar. Volvé a escuchar e imaginar ese momento. Hagamos un poco de silencio para volver atrás.

Recordemos que no podemos escuchar estas palabras sin haber escuchado las de los domingos anteriores, sin venir comprendiendo domingo a domingo, como el Señor con el sermón de la montaña nos va introduciendo en el corazón del Padre, de un Padre que ama a sus hijos y quiere que sus hijos se amen más allá de las diferencias que ellos mismos crean. Antes de sentir la exigencia, es necesario dejarse abrazar por Jesús, el Hijo que quiere llevarnos a los brazos de su Padre, junto con muchos otros, para que seamos hijos misericordiosos, para que seamos “perfectos”, que no quiere decir “impecables”, “inmaculados”, sino que quiere decir que dejemos que el Padre nos transforme con su amor, para que veamos con su ojos, para que sintamos con su corazón, para que pensemos con su inteligencia.

Si no comprendemos estas palabras desde ésta óptica, desde esta mirada, será más de lo mismo. Será pura exigencia que jamás podremos vivir, porque el corazón no “nos da”, es demasiado pedir. Nos quedaremos en el puro intento o ni siquiera eso.

¿Por dónde empezar? Voy a empezar por algo, algún día seguiremos con lo demás. No olvides esto: “Se es cristiano por encontrarse con una Persona, no con una idea o una ética”. Solo comprenderemos y viviremos estas invitaciones de Jesús, si nos “desvivimos” por amar y conocer más a Jesús, aquel que vino a hacerse amigo de todos, hermanos de todos, aunque muchos no lo consideraron amigo y hermano. Aquel que vino a “desarmarnos” con su amor. El problema no es tener algunos enemigos, es parte de la vida a veces, o tener personas que no nos quieran tanto, o que nos traten mal e incluso se aprovechen de nuestra bondad… ¿Sabés cuál es el verdadero problema de nuestro corazón? Fabricar nosotros mismos enemigos, considerar a ciertas personas como “no amables”, como fuera de nuestros “radar” del amor. Considerar que hay personas que no “merecen” ser amadas, que no están en nuestro GPS cuando buscamos ir hacia algún lado, y por eso están como “muertas”, son personas que están “tiradas” al costado de la vida, tan muertas que si las cruzo, no las saludo, si me piden algo las esquivo… Nadie está muerto para Dios que es Padre, como para vos jamás un hijo o una hija va a morir aunque ya no esté junto a vos. Así piensa el Padre, así piensa Jesús. ¿Así pensamos nosotros? Así siente el Padre, así siente Jesús, así actúa el Espíritu Santo. ¿Así sentimos vos y yo?

El hijo perfecto, que no se equivoca nunca no existe, solo Jesús. Pero sí existen los hijos que quieren ser perfectos hijos del Padre y por eso consideran a todos hermanos, a los buenos y también a los malos. Quieras o no, los rechaces o no, son tus hermanos. Esos que no te caen bien, esos que te hicieron mal, esos que son desagradables, esos que se abusan de tu amor, esos… en definitiva todos, vos y yo somos hermanos y tarde o temprano tendremos que aceptarlo si queremos sentarnos algún día en la mesa del Reino de los cielos, donde solo habrá una y gran mesa, donde estará el Padre con todos sus hijos, y no mesas separadas, mesas de elites, mesas de pobres y ricos, mesas para fumadores o no, mesas de buenos y malos. Sola una. ¿Eso te da alegría? Creo que estás de a poquito siendo un hijo perfecto del Padre. ¿Eso te da nauseas? Todavía tenés que pedirle a Jesús que te ayude a no quedarte con el “cumplir”, con lo estrictamente necesario, lo que es justo, creyendo que sos el hijo que merece todo el amor y los demás tienen que seguir esperando.

Creo que todavía todos necesitamos más amor, ese que no sale espontáneamente, sino que viene de lo alto, viene del corazón del Padre, para animarnos a sufrir por los otros, para no dar la espalda, para no quitar el saludo a nadie, para dar más de lo que nos corresponde, para rezar por los que nos molestan, para no amar solo a los que nos aman, eso es fácil, eso lo hacen todos.

VI Domingo durante al año

VI Domingo durante al año

By administrador on 12 febrero, 2023

Mateo 5, 20-22a. 27-28. 33-34a. 37

Jesús dijo a sus discípulos:

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: «No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal». Pero Yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal.

Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pero Yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: «No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor». Pero Yo les digo que no juren de ningún modo.

Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.

Palabra del Señor

Comentario

¿Te acordás algo del los domingos pasados? Es bueno recordar cada tanto el caminito realizado para no errar los pasos en el camino que sigue. Cada evangelio es único, pero al mismo tiempo ninguno puede leerse sacándolo o separándolo del todo de la escritura. Así pasa con toda la palabra de Dios, jamás puede ser tomada como partes separadas, jamás puede ser tenida como un libro de donde se sacan “lindas frases” para vivir bien, es mucho más que eso. Por eso el evangelio de cada día debe ser siempre acompañado de una mirada de conjunto, de una mirada totalizadora, que complete, de una visión de conjunto que no olvide que entendiendo el todo se entienden mejor las partes. Por eso te decía ¿te acordás de los evangelios de Mateo de los domingos anteriores para poder entender mejor el de hoy? Va un repaso sencillo: Empezábamos este tiempo común u ordinario, escuchando que Jesús nos anunciaba la llegada del Reino de Dios. En segundo lugar el Reino de Dios nos traía una promesa de felicidad, las bienaventuranzas, que ya pueden vivirla los pobres de espíritu y los pacientes. En tercer lugar, Jesús nos decía el domingo pasado, que esas promesas hay que vivirlas y transmitirlas siendo luz y sal de esta tierra, ya lo somos de alguna manera, esa sal y luz están en nuestro interior.

Algo del Evangelio de hoy, nos trae, como cuarto paso de este caminito, exigencias concretas que debemos vivir los que aceptamos el Reino de Dios, la soberanía de Dios Padre en nuestros corazones. No es solo cuestión de creer en el Reino, saber que está, reconocer sus promesas, ser concientes de que somos algo por gracia, sino que ahora… hay que llevarlo a la vida, como lo hizo Jesús, hay que vivir como hijos, como vivió Jesús, queriendo ser hermano de todos. Es el Padre del Cielo el que sabe lo mejor para nuestros corazones, es por eso que Él es el que nos da la clave para vivir en paz y como hijos. De esta manera hay que intentar interpretar las palabras del Evangelio de hoy, sino como se dice por ahí… “es más de lo mismo”. ¿Vos crees que Jesús pudo haber venido a este mundo a decir más de lo mismo? ¿Vos crees que vino simplemente a radicalizar la ley del Antiguo Testamento y a decirnos que hay que cumplirla? ¿Vos crees que Jesús vino simplemente a darnos una clase magistral de cómo se deben hacer las cosas? ¿Cuántas clases magistrales escuchamos en nuestra vida? ¡Qué triste sería el evangelio si pensáramos así! ¡Qué triste nuestra vida cristiana si creyéramos, como creen algunos cristianos, que Jesús vino a cumplir la ley para que la cumplamos! ¡Es mucho más que eso! ¡No es más de lo mismo! ¡Jesús no hubiese perdido el tiempo en venir a este mundo para tirarnos una ley más por la cabeza imposible de cumplir! La Iglesia no es eso, no está para eso. La Iglesia no debe predicar eso, aunque algunos lo hagan. Es un tema apasionante, núcleo de nuestra fe, muy lindo y profundo, que no alcanza para hoy, pero intentaremos ir desmenuzándolo a lo largo de estas semanas que siguen.

Con las Bienaventuranzas que escuchábamos desde hace dos domingos comenzó el Sermón de la Montaña. El Sermón del Hijo de Dios, en donde recibimos la ley. Pero la ley de la Gracia, la ley del Don, la ley de saber que “la ley por sí misma” no nos salva, sino que lo que nos salva es la Gracia de Dios que nos ayuda a vivirla. Eso es lo que tenemos que aceptar, la Gracia que viene de lo alto. La Gracia es el amor de Dios que nos transforma desde adentro para poder vivir las exigencias del Reino, sino sería más de lo mismo, sino sería pura letra muerta, que además, nos agobiaría y nos llevaría al hartazgo. ¿Cuántos cristianos se han alejado de la Iglesia y de Jesús por no haber entendido esto? ¿Cuántos cristianos se han cansado de querer vivir algo que es imposible si no se mira desde el corazón y no tanto desde la ley? ¿Cuántos predicadores nos han explicado tan pobremente esto que nos hemos quedado con la cáscara y no con el carozo? Bueno, no importa. No alcanza con lamentos. Estamos para más, estamos para que nuestra santidad, el vivir la voluntad de Dios – eso quiere decir justicia – sea superior a lo de los escribas y fariseos; superior a la de los que creen que por cumplir una ley serán mejores y más buenos; superior a la de los “cristianos de salón” que se quedan con lo exterior, con el cumplir, con el qué dirán y se olvidan de que Dios conoce cada corazón y sabe de nuestras intenciones.

Volvamos a escuchar y alegrarnos de esta buena noticia: “Cambiemos porque el Reino de Dios está cerca”, “Seremos felices si deseamos la humildad, la paciencia, la mansedumbre y la vivimos” “Somos sal y luz de la tierra, ya lo somos. Estamos para salar e iluminar” y “nuestra santidad, nuestro deseo de vivir la voluntad de nuestro Padre, no se basa en el cumplimiento, sino en el amor, en desear ser hijos y hermanos de todos”.

V Domingo durante el año

V Domingo durante el año

By administrador on 5 febrero, 2023

Mateo 5, 13-16

Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.

Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.

Palabra del Señor

Comentario

El domingo pasado decíamos que era el domingo de la felicidad, el domingo en el que Jesús nos invitaba y nos prometía la verdadera felicidad, abriéndonos su corazón y mostrándonos el camino. Durante toda la semana hablamos de la felicidad, y finalmente tomando a San Agustín decíamos que: “Es feliz el que ama y se siente amado”.

Pero no hay que olvidar algo importante. Sería incompleto hablar de que Jesús nos invita a una felicidad puramente individualista, narcisista, a una búsqueda casi alocada por ser lo que uno quiere ser, olvidándose de que a nuestro alrededor hay muchos otros que también desean y buscan lo mismo, todos queremos ser felices, incluso otros que la pasan verdaderamente mal. Si fuese así nomás, si fuese que Jesús nos invita a una felicidad personal, sería más de lo mismo, más de lo que nos proponen las ideas de este mundo; “Mientras seas feliz…” “Hacé lo que te haga feliz” “Mientras él sea feliz, que haga lo que quiera”. Son frases muy lindas, son frases que nunca van a encontrar oposición, todos las van a aceptar, a todos les parecerá muy lindo. Pero… a eso le falta algo. Somos llamados a la felicidad entre todos, y nadie puede ser feliz solo. Nadie se salva solo, nadie puede amarse solo y sentirse amado solo. Nadie puede ser completamente feliz mientras vea a alguien al lado que no es feliz ¿Cómo se puede pretender ser feliz si no se tiene en el horizonte de la vida otras personas, que nos ayudarán y otras a las cuales nuestra felicidad les hará muy bien?

Algo del Evangelio de hoy completa la invitación del domingo anterior. “Ustedes son la sal de la tierra. (…) Ustedes son la luz del mundo” No somos sal para no salar y no somos luz para no iluminar. Parece muy tonto y elemental, pero tan necesario de escuchar una vez más.

Jesús nos mira una vez más y nos dice al corazón a todos los bautizados, a todos los que nos sentimos y creemos cristianos, sus discípulos: Ustedes SON sal, ustedes SON luz. No dice que seremos, sino que somos. Por eso el primer paso es darse cuenta lo que somos, para obrar según lo que somos. Fuimos elegidos para salar e iluminar. “Ser cristiano significa esencialmente pasar del ser para sí mismo al ser para los demás. Esto nos ayuda a entender  también el concepto de elección, a veces un poco extraño para nosotros. Elección no significa preferir a un individuo y separarlo de los demás” … Ser elegidos, ser sal y luz del mundo no quiere decir que Dios nos prefirió a nosotros y despreció a los demás, quiere decir que nos eligió para que dejemos de “girar sobre nosotros mismos” como calesitas. Quiere decir que pretende que no seamos como esa sal de nuestras casas que encerrada en frascos se termina humedeciendo y ya ni siquiera sale del salero para salar. Quiere decir que en medio de un mundo que le gusta lo oscuro y las tinieblas, desea que nosotros con nuestra forma de vivir, con nuestros deseos de ser felices de a muchos, ayudemos a ser felices a otros tantos.

Somos sal y luz, dos elementos necesarios para vivir en esta tierra. Somos sal y cuando nos mezclamos con la comida de este mundo, aunque ya no se vea, podemos ser los que le demos a la comida “su toque especial”. Somos sal no para que al salar las cosas pierdan su sabor, sino para que las cosas encuentren su mejor sabor. Somos sal para pasar desapercibidos, pero hacer que todo sea más rico. Somos luz para mostrar lo lindo de las cosas, lo que nadie puede ver por tener el corazón impuro. Somos luz para estar sin molestar, porque mucha luz encandila y no ilumina. Todo con su justa medida, mucha sal hace perder el sabor a las cosas, muchas luz hace que no se vea bien. Poca sal hace insípidas a las cosas, poca luz quita el brillo a la vida.

Solo es feliz el cristiano que obra para que su Padre del cielo sea conocido, glorificado, reconocido, amado. Ningún buen hijo de Dios sala para sí mismo, ni ilumina para sí mismo. Solo seremos felices si buscamos hacer felices a los demás, no olvidando que nosotros también necesitamos recibir, necesitamos que otros nos hagan felices, nos amen y nos quieran.

No somos sal para perder el sabor, ni somos luz para escondernos. Para pensar y rezar. No somos cristianos para nosotros mismos, no somos cristianos calesitas. ¿Estaremos salando? ¿Estaremos iluminando? O por ahí al revés… ¿No será que en este momento de nuestra vida necesitamos que alguien nos sale un poco, nos ilumine? Siempre hay un buen cristiano para salar e iluminar, nunca perdamos la esperanza.

IV Domingo durante el año

IV Domingo durante el año

By administrador on 29 enero, 2023

Mateo 4, 25 — 5, 12

Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».

Palabra del Señor

Comentario

Es el domingo de la felicidad. De la invitación a la felicidad, no a la felicidad fabricada desde afuera y que nos quieren vender por unos pesos o dólares. Es el domingo de la felicidad, pero de la verdadera, la que perdura y viene de Dios si vivimos como Él quiere, siguiendo su voluntad. Es el domingo de las bienaventuranzas, el domingo donde Jesús nos abre su corazón para siempre.

Son felices los que se dan cuenta que la felicidad no solo se construye día a día con las propias decisiones, sino que se encuentra también cuando se aprende a renunciar a ser los propios artífices de nuestras vidas. Son felices lo que descubren que la humildad y la pobreza de corazón es condición necesaria para encontrar la paz que perdura para siempre. Son felices los que aún en medio de un mundo que promueve el tener por el tener, aprenden a tener lo necesario y comparten con los que no tienen tanto. Son felices los que se alegran por poseer lo que nadie nos puede quitar, el amor de Dios en nuestros corazones. Son felices los que descubren que ser feliz es también una promesa de Jesús para los que viven como Él, para los que aprenden de su mansedumbre y humildad.

Serán felices los que sufren pero se dejan consolar porque se reconocen necesitados. Serán felices los que al afligirse aprenden a abrir su corazón a los demás sin temor a la humillación por su debilidad. Serán felices los que sufren pero se dejan consolar por Jesús, que no solo consuela en el silencio, sino a través de otro hermano sufriente. Serán felices los que aceptan que el sufrimiento es parte de nuestra existencia y, sin buscarlo, logran darle un sentido más profundo.

Son mucho más felices los que saben esperar e intentan llevar el ritmo de Dios, no el propio. Son mucho más felices los que no pierden la paciencia por estar esperando que las cosas sean como ellos pretenden. Son mucho más felices los que por ser pacientes descubren que la vida y los demás tienen muchas cosas lindas para darles. Son muchos más felices aquellos que esperan sabiendo que el tiempo sabe curar las heridas. Son muchos más felices los que aprenden con paciencia a convivir con la debilidad propia y ajena, y no esperan un mundo perfecto que acá no existe. Son mucho más felices los hijos de Dios que a pesar del sufrimiento y dolor de esta vida, saben que el Padre algún día nos hará participar de la vida eterna, de la eterna felicidad.

Es feliz el que busca y busca, con la certeza de que solo el que “busca, encuentra”. Es feliz el que no baja los brazos y lucha día a día por la santidad, por hacer la voluntad del Padre, aún en medio de sus pecados. Es feliz el que sabe que la santidad viene de Dios y no es un trofeo a alcanzar, solo Él puede hacernos santos.

La felicidad se encuentra en el perdón y la misericordia. La felicidad es vivir la experiencia de sentirse perdonado siempre y de jamás retener el perdón a otro que nos ha ofendido a nosotros o a la humanidad. La felicidad es la alegría de no guardar rencor en el corazón por tener la certeza de que Dios no lo guarda con nosotros. La felicidad que proviene de la misericordia no puede compararse con ninguna, porque quita el peso del alma que solo Dios puede quitar.

Siempre será feliz el que mira con el corazón, con un corazón puro que jamás distorsiona la imagen de los demás. Siempre será feliz, aún en medio de un mundo sucio, aquel que no se deja ensuciar el alma con impurezas que no nos dejan en paz. Siempre será feliz el que no juzga, no critica, no mira a los demás con los anteojos del orgullo personal.

Los felices de este mundo son los que trabajan por la paz del corazón y la de su entorno. Los felices de este mundo son los que buscan la paz luchando interiormente por amar y salir de sí mismos. Los felices de este mundo son los que viven como hijos de Dios, sin pretender grandezas mundanas.

Se puede ser feliz aún en medio de la prueba y la persecución, no porque sea linda, sino porque se sufre con amor y por amor. Se puede ser feliz siendo perseguido y calumniado como lo fue el mismo Jesús. Se puede ser feliz aunque nos dejen solos, porque nunca está solo quien se siente amado y ama a su Padre del cielo. Se puede ser feliz si esa persecución y crítica se convierte en oración y perdón para los que nos persiguen.

¿Todavía vas a creer en las felicidades de papel, en las felicidades que dan felicidad por cuotas? Jesús nos invita a una felicidad mucho más grande y duradera.

III Domingo durante el año

III Domingo durante el año

By administrador on 22 enero, 2023

Mateo 4, 12-23

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: «¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz».

A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».

Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.

Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

Palabra del Señor

Comentario

Como vengo anticipándote desde hace dos domingos, hasta el tiempo de Cuaresma, nos acompañará cada domingo el Evangelio según San Mateo. Recordá que cada año la Iglesia nos da la oportunidad de escuchar un Evangelio distinto los domingos, este año nos toca Mateo, el año pasado tocó Lucas, el año que viene tocará Marcos, se llaman ciclos A, B y C. Y el Evangelio de Juan se lee todos los años alternadamente y en tiempos especiales como Pascua y algunas fiestas. Con lo cual, si vamos a misa todos los domingos, o bien leemos las lecturas de los domingos durante tres años, podemos tener un panorama casi total y general de lo que dice cada evangelista sobre Jesús. Pero bueno, no vamos a entrar hoy en estos detalles, solamente es a modo de información, que creo que nos ayuda.

El domingo pasado Juan el Bautista «señalaba» a Jesús como el Cordero de Dios que quitaba el pecado del mundo. Hoy es el mismo Jesús que empieza a recorrer, a enseñar, a proclamar, sanar y llamar a algunos hombres para que lo ayuden. Muchas cosas para un solo día. Por eso simplemente te dejaré algunas cosas para ayudarte en tu oración personal este domingo.

¿Qué proclama Jesús? ¿Qué vino a decirnos fundamentalmente a todos, a todos los hombres de todos los tiempos? Que el Reino de Dios está entre nosotros y es por eso que sabiendo y creyendo que está debemos disponernos a cambiar, a convertirnos, ¿te acordás? Lo hablamos mucho hace un par de semanas. El Reino de Dios no es un lugar concreto, no es un templo –aunque está, por supuesto, en la iglesia –, no es la Iglesia en sí misma –aunque la iglesia es aquella que lo trasmite, lo quiere instaurar–, sino que quiere decir que él reina, es él mismo entre nosotros reinando, Dios mismo reinando; es su presencia en este mundo. No es al revés, no es que hay que convertirse para que Dios Reine, sino todo lo contrario. No es que hay que ser bueno para encontrar a Dios, sino que Dios está a pesar de que a veces no somos buenos, que a veces nos rodea la maldad y la injusticia o a veces somos nosotros mismos los que la cometemos. Dios reina y quiere que nos demos cuenta, para dejarlo entrar en nuestras vidas. Esto que parece un detalle lingüístico, una forma de decir algo un poco mejor, no lo es. No es que Dios nos pone condiciones para estar con nosotros, Dios está con nosotros y eso nos condiciona. Es algo mucho más lindo y es lindo que sea así. Por eso Jesús llama a quien quiere, como aparece en Algo del Evangelio de hoy. Jesús llama a estos pescadores mientras pescan.

Nada de lo que hacemos para Jesús es indigno, en todos los lugares de nuestra vidas él se puede «meter» para llamarnos, para mostrarnos que el que reina en este mundo en definitiva es él, aunque muchos todavía no se den cuenta. Jesús también elige para que aquellos que él elije también elijan a otros, muestren a otros el verdadero camino. No existe un Reino, y mucho menos de Dios, si no hay, de algún modo, dos partes, dos dimensiones: uno que Reina y otro que acepta ser «gobernado» por amor, ser amado. Es como el amor, no hay amor si no hay dos corazones que se amen, y siempre donde hay dos corazones que se aman, tarde o temprano termina habiendo tres, cuatro, cinco, miles, incontables, porque el amor verdadero siempre desborda y atrae a otros. Eso significa que el Reino de Dios está cerca, que Jesús vino a amar, a enseñar, a sanar y muchos aceptaron ese amor, ese llamado, y es por eso que existe la Iglesia, para eso existe la Iglesia, no tiene otro sentido si no es para manifestar ese amor y para amarnos mutuamente y mostrar con nuestro amor que Dios está presente en el mundo. Para eso Jesús llamó a los discípulos, para eso nos llama a vos y a mí, no para que nos miremos el «ombligo» y nos creamos los «especiales» de este mundo, para eso no es la Iglesia, sino para que podamos hacer lo mismo que él, salir a «pescar» corazones afligidos, corazones deprimidos, corazones descreídos, corazones enojados, corazones que odian, corazones que no entienden que Dios está, corazones rencorosos, corazones ambiciosos, corazones perezosos, avaros, soberbios y egoístas, como muchas veces son el tuyo y el mío y que tenemos que seguir aprendiendo a cambiar. Tenemos que salir a pescar, pero amando, no imponiendo nada. ¡Qué lindo volver a escuchar hoy estas palabras de Jesús: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres»!

Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.