
Fiesta del Bautismo del Señor
By administrador on 8 enero, 2023
Mateo 3, 13-17
Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!». Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
Palabra del Señor
Comentario
Dios quiso cambiar. Dios quiso dejar de ser un Dios lejano que no tenía nada que ver con nosotros; y por eso se hizo hombre por nosotros, se abajó. Es así como podemos llamarle «el Dios con nosotros». Eso es lo que hemos estado celebrando durante este tiempo de Navidad; Dios se hace hombre por nosotros, cambia por amor, se hace niño en el vientre de una Virgen humilde y sencilla, vive en una familia, se deja visitar por la gente sencilla de esos tiempos –por los pastores– y se deja descubrir también por los paganos, por aquellos que también de algún modo desean y buscan al creador de todo.
Eso celebrábamos en la fiesta de los llamados Reyes, de la Epifanía del Señor. Eso celebramos en estos días. Y hoy empezamos lo que se llama el tiempo ordinario, el tiempo común de la Iglesia, el tiempo durante el año. Con esta linda fiesta del Bautismo del Señor empieza la vida pública de Jesús. Él deja de estar escondido como estuvo durante treinta años, viviendo sencilla y pobremente, trabajando con su familia, para empezar a ser escuchado, para empezar a ser visto por todos, para ayudar a cambiar a los demás, a vos y a mí. Jesús no solo cambió él mismo al dejar de ser aquel Dios inaccesible, para hacerse amor por nosotros, sino que también con su ejemplo, con su modo de vida, nos quiere ayudar a nosotros a vivir, a cambiar. Esa es la misión de Jesús en la tierra: llevarnos al Padre por amor. Y por eso se deja bautizar, por eso se mete en el río Jordán y se deja bautizar por su predecesor Juan el Bautista. Se introduce en las aguas de este mundo, se dejó bautizar por aquel que no se sentía digno de desatarle la correa de sus sandalias, por aquel que reconoce que primero tiene que ser bautizado él. Él no puede darle el bautismo a aquel que no tiene pecado; sin embargo, Jesús otra vez cambia por amor a nosotros.
¿Y por qué?, podemos preguntarnos ¿Por qué se deja bautizar Jesús? Bueno, muchísimas lindas razones, pero entre ellas, o algunas de ellas, podríamos mencionar que se bautizó para ahogar en y con su amor todos los pecados de la humanidad. Carga en su corazón –aunque esto no le correspondía– todos los pecados del mundo; todas las malas acciones de aquellos que nos reconocemos pecadores; todos los pecados de aquellos que incluso no se reconocen pecadores; todos los pecados de aquellos que queremos amar pero, sin embargo, día a día nos cuesta; todos los pecados de aquellos que hacen el mal conscientemente; los pecados de toda la humanidad, de toda la historia. ¡Qué maravilloso!
Jesús al sumergirse en el río Jordán empieza su camino hacia la cruz, empieza su camino de humildad, de sencillez, empieza el camino de cambiar para poder amar. Siendo Dios también cambia y nos enseña a cambiar, porque para amar hay que estar dispuestos a cambiar. Al bautizarse en el río Jordán quiso ahogar todo el orgullo y la soberbia de este mundo –de tu corazón y el mío- que no reconoce, a veces, ser hijos de Dios y queremos vivir al margen de Dios, independientemente de él.
Jesús también al bautizarse quiere que nosotros aprendamos a ahogar, a hacer desaparecer de nuestro corazón el orgullo y la soberbia que nos impiden cambiar. Es el orgullo y la soberbia, el ego de nuestro corazón lo que nos inmoviliza y obstaculiza para que podamos cambiar por amor. Por eso nosotros, al recibir el Bautismo, comenzamos también una vida nueva. También nos sumergimos y queremos sumergirnos en un cambio, queremos cambiar por amor a otros. No podemos ser verdaderos hijos de Dios si no aprendemos a seguir el camino de Jesús, si no aprendemos a ahogar nuestros caprichos, nuestra soberbia, nuestro orgullo. ¿Cómo es posible que Dios haya cambiado tanto por nosotros? ¿Cómo es posible que Dios no solo se haya hecho hombre, sino se haya hecho pasar por «uno de tantos», aunque no tenía pecado? Solo es posible por amor. Porque el amor es cambiar, el amor es estar continuamente atento a lo que necesitan los demás, al bien de los otros; y Dios es el primero que da el paso en ese sentido, y es el primero que quiere que también nosotros hagamos lo mismo. Por eso ser bautizados, ser hijos de Dios, ser miembro de la Iglesia es vivir cada día esta verdad; es dejar que nuestros pecados se sumerjan en el amor de Jesús que nos perdona siempre pero que, al mismo tiempo, quiere que nosotros dejemos ahogar –por su amor– tanto orgullo, tanta soberbia, tanta pereza, tanta avaricia, tanta lujuria, tanta búsqueda de nosotros mismos y olvido de lo que necesitan los demás.
Sigamos en este camino, sigamos en el camino de dejarnos abrazar y empapar por el amor de Jesús en esta fiesta de su Bautismo, que es una muestra más de su amor por nosotros. Y así, con ese amor, comienza su vida pública y terminará también en la cruz, dejando que le claven los pecados de todo el mundo por amor a nosotros.
Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.