
Mateo 11, 25-30 – Solemnidad del Sagrado Corazón
By administrador on 19 junio, 2020
Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Palabra del Señor
Comentario
Hace bien cada tanto frenar y respirar un poco en el camino de la vida, porque no todo es espina y dificultad. Es verdad, a veces rezamos en una oración que… “Estamos en un valle de lágrimas”. Y sí, esta vida no es fácil, pero también tenemos que encontrarle la belleza y sabor al regalo que el Señor nos dio, a nuestros seres queridos, a toda la creación, al ser cristianos, a vivir la fe. Por eso, es lindo hoy frenarse y disfrutar, de alguna manera, y contemplar, en esta gran Solemnidad, el Corazón inmenso, infinito, gigante de un Dios que lo único que desea y hace es amarnos, y lo único que desea de nosotros es que correspondamos a ese amor tan incondicional que él nos tiene.
Pero, por eso, también, hay que reconocer que hay mucha gente que no la pasa tan bien. Hay mucha gente que sufre, y escuchar estas palabras del evangelio de hoy nos llena de consuelo y de paz. Te propongo que hoy busques una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, tan conocida por nosotros. Buscala en tu casa, buscala y mirala. Seguramente tenés una y si no tenés en tu casa, buscala por internet, en tu celular. Hay miles y miles, una más linda que la otra. Y si no tenés en tu casa, también es un buen día para que te propongas entronizar una imagen del Sagrado Corazón. Buscá una imagen linda de esta devoción, que por supuesto brota del evangelio porque fue en la cruz de donde el corazón de Jesús se abrió de par en par por nosotros, pero que se extendió, especialmente, a partir del siglo XVII por la aparición que vivió Santa Margarita María de Alacoque. Una vez que tengas la imagen, te aconsejo que la contemples, contemples la mirada de Jesús y mirá fijo su corazón. Hace el esfuerzo por mantener la mirada en el corazón de Jesús que contiene todos los bienes que necesitamos en esta vida. Si podés hacer esto en adoración, frente al santísimo o en un sagrario, mucho mejor todavía, porque ese corazón abierto, de par en par, para amar y recibir amor, está hoy especialmente en la Eucaristía. Está en cada sagrario esperándonos para que nos acerquemos a él, para que vayamos a descansar de nuestros agobios, de nuestras cargas, de nuestras tristezas y aflicciones, sufrimientos y dolores.
Muchas veces se nos ha acusado a los cristianos – y a veces con un poco de razón – de haber hecho demasiado hincapié en nuestra fe en cuestiones que no se reflejan directamente en el evangelio o que la hemos trasmitido mal, porque las hemos comprendido mal. Puede ser. Es verdad. Se nos ha acusado y se nos acusa de predicar a veces una fe basada especialmente o haciendo hincapié solo en el sufrimiento, en el sacrificio, en la entrega y la pura obligación. En realidad hoy te diría que estamos para el otro lado. Se habla del amor sin la entrega, sin sacrificio, sin cumplir los mandamientos de Dios. Y eso tampoco termina siendo toda la verdad. Se nos acusa incluso de ser contrarios a la vida misma que es bella y linda, impidiendo que disfrutemos de los placeres legítimos que nos regala, hablando de penitencia y tantas cosas más. Se nos acusa de hablar demasiado del pecado y no tanto del amor de Dios, pero, como te dije, eso es más pasado que presente. Y es verdad, puede haber cosas de verdad, pero también, hay que decir, que es verdad que muchas de las críticas que nos hacen no son, en el fondo, más que caricaturas de nuestra fe, no son la verdadera fe que brota de la palabra de Dios y que la Iglesia en realidad quiere transmitir. Son malas interpretaciones o malas transmisiones. Hay que ser sinceros y asumir errores y pecados de nuestro pasado, de nuestra historia, pero no por eso hay que tirar todo “por la borda”. Hay que reconocer también que Jesús lo dice claramente y sin metáforas, especialmente en Algo del evangelio de hoy. Por eso me gusta repetirlo: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio». La vida, es verdad, tiene mucho de aflicción y agobio. La vida es, de alguna manera, también cargar con un “yugo”. El yugo, acordate, es esos que llevan los bueyes para poder arar, para poder tirar el arado. Eso que molesta pero que, al mismo tiempo, se transforma en bendición porque es lo que nos permite tirar del arado. Es lo que nos permite cargar el amor. Por más que este mundo, de alguna manera, que le gusta el marketing y amante de las masas, nos quiera hacer creer que “todo está bien”, que “tenés que hacer solamente lo que te hace feliz”, así nomás, y tantas cosas más. Por más que nos quieran vender esa felicidad barata, la realidad es que ser feliz cuesta mucho y amar también. Si nos tomamos en serio la vida, como se la tomó Jesús, amar cuesta tanto que a veces cuesta hasta la vida misma. Por eso es lindo saber que Jesús nos invita a ir a él. Ir a su corazón que sabe verdaderamente de amor y sufrimiento, que en realidad sabe sufrir por amor. No es que le gusta sufrir. Sabe de agobios y de cansancio. Sabe también de recibir nuestros cansancios y nuestras tristezas, nuestros malos humores y sufrimientos y también nuestras alegrías y lindos sueños y proyectos.
Si hoy es uno de esos días en el que te sentís agobiada, cansado, harto, con ganas de tirar todo “por la borda”, ganas de bajar los brazos, ganas de no luchar más, ganas de sumarte a lo que “hacen todos”, ganas de estar solo y que nadie te moleste… Si es uno de esos días, volvé a escuchar las palabras de Algo del evangelio de hoy: «…aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio». La paciencia y humildad del corazón de Jesús son el remedio a todos nuestros agobios y cansancios. La paciencia que tenemos que aprender del corazón de Jesús es lo que nos ayuda a llevar con mansedumbre los sufrimientos de nuestra vida. La mansedumbre y humildad de Dios hecho hombre nos enseñarán que lo único que nos dará alivio en esta vida es vivir en paciencia y humildad, entregando todo lo que creemos que depende de nosotros, pero que, en realidad, depende mucho más del Señor.
Si podés, te vuelvo a decir, mirá hoy una imagen, andá a un sagrario, andá a una adoración y abrazando a Jesús con tu corazón, decile… “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”. Después, seguramente, me contarás si encontraste el alivio de tu corazón.