Book: Mateo

Mateo 26, 14-25 – Miércoles Santo

Mateo 26, 14-25 – Miércoles Santo

By administrador on 8 abril, 2020

 

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?» Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?»

El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”.»

Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.

Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.»

Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?»

El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»

Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: «¿Seré yo, Maestro?»

«Tú lo has dicho», le respondió Jesús.

Palabra del Señor

Comentario

A medida que se acercan los días de la Semana Santa, a medida que avanzamos en esta semana central de nuestra fe, avanza también en la Palabra de Dios que vamos escuchando la tensión entre la traición hacia Jesús y su amor, su amor completo, total. Entre el amor de Jesús y la traición oculta y silenciosa de un supuesto amigo que echó todo a perder por unas monedas de plata, que al final, paradójicamente, irónicamente, nunca pudo usar. En definitiva, traicionar el amor de Dios por otras cosas; por el pecado, la ambición, la avaricia, el poder, la vanidad, la lujuria, la corrupción, es eso. Perdemos todo el amor de Dios por algo que, finalmente, no nos llena o no lo usamos, porque la angustia, la culpa, a veces nos hace recapacitar. Como le pasó a Judas que, finalmente, tiró las monedas y terminó ahorcándose. Eso le pasó a Judas. Las monedas eran muchas, pero la culpa fue mayor. El pecado es así, el amor propio, la tentación, el demonio nos atrae, pero al final nos quedamos solos. Nos acompaña hasta el precipicio, y después, tirate, te quedás solo. Quedate con tu amor propio, con tu ego, sin los demás. Jesús en ese momento está tratando de salvarnos, nos habla al oído y al corazón y nos dice que no, es nuestro acusador. En cambio, el demonio se transforma en nuestro amigo, pero cuando caemos, el demonio es el acusador, y Jesús es el abogado, el defensor. Pura misericordia que nos quiere perdonar, como intentó con Judas, pero, pobre Judas, no tuvo coraje para mirar a Jesús a la cara.

Algo de los evangelios de estos días, por ahí te están sorprendiendo con la figura de Judas, pero te invito a que nos sorprendamos más y nos maravillemos mucho más, con el amor inmenso del Corazón de Jesús. Judas hubo, hay y habrá siempre. Judas somos nosotros, vos y yo, también tenemos un pequeño Judas en el corazón, con nuestras traiciones grandes o pequeñas. Aunque a veces nos cueste aceptarlo, no podemos lavarnos las manos como lo hará Pilato el Viernes Santo. No. Somos parte de esta humanidad caída y traicionera, que se deja comprar muchas veces por poco o por nada. Pedro también prometió y no cumplió. No te olvides. ¿Cuántas veces nosotros prometimos todo y nos chocamos con nuestra propia fragilidad y debilidad en la primera esquina? La vida, nuestra vida de fe, muchas veces es así, por un lado, o, mejor dicho, al mismo tiempo; el deseo de amar, la entrega diaria, silenciosa, sacrificada, generosa; la presencia del Reino de Dios, de Jesús entre nosotros. Miles de lugares donde él se sigue entregando por medio de tantas personas que dan la vida por vos y por mí también. Pero también, a un ritmo diferente, la presencia del mal, del maligno, de personas que se dedican a hacer maldades, se dejan llevar por las tentaciones, por los atajos, cometiendo injusticias, traiciones, guerras, muertes, y tantas cosas más y por qué no, nuestras propias traiciones, infidelidades al amor de un Dios que es tan bueno, tan misericordioso, de Jesús, infidelidades a nuestras vocaciones, infidelidades a nuestros seres queridos y tantas cosas más. Es el drama de esta humanidad en la cual Jesús quiso meterse, hasta el fondo. El drama del corazón humano incapaz de amar y de doblegarse ante tanto amor, tanto amor de Dios- Y a veces, no nos podemos abrir a él. Por eso Jesús se metió, para vencer desde adentro, para enfrentarlo, no con las mismas armas que nosotros, sino con las armas de un amor extremadamente paciente y misericordioso que va penetrando el corazón de los más cerrados. ¿Qué otro milagro de paciencia pudo haber hecho Jesús que esperar hasta el final a este supuesto amigo que lo terminó traicionando por dinero? ¡Qué enseñanza nos deja Jesús a todos y en especial a los que tenemos el cuidado y guía de personas, de corazones! Paciencia extrema sin esperar nada a cambio. Esa es la fórmula. Eso hacé con tus hijos, con tus alumnos, con tus amigos.

Lo que parece un fracaso ante ojos poco profundos de este mundo, el más bueno de todos traicionado por un tonto ambicioso, es ante nosotros, el éxito del amor misericordioso de Dios, que respeta la libertad de sus hijos y que nos enseña cómo debemos actuar nosotros. Apostar siempre, siempre hasta el final. Puede haber luz al final del túnel. Siempre. Todo ser humano tiene la capacidad de amar y de convertirse. Nunca hay que rendirse. Solo el amor puro y sincero puede convertir a las personas más alejadas y renegadas, más reacias al amor. Sin embargo, hay algo que no hay que olvidar. Incluso haciendo todo lo posible ,siempre hay que dejar la puerta abierta a la posibilidad del rechazo, del olvido, de la traición. Si a Jesús le pasó ¿por qué pensás que no te puede pasar? No nos cansemos de hacer el bien y de buscar el bien de los demás. Elijamos a los menos amados y menos amables, para hacerles sentir el amor de un Dios que no se cansa de amar y esperar hasta el final.

Jesús hizo y hace lo mismo con cada uno de nosotros, con vos y conmigo. Eso es lo que nos tiene que maravillar. Alguna vez fuimos Judas, otras veces fuimos Pedro. ¿Por qué no animarnos a empezar de una vez por todas a ser como Jesús, que sabe amar, esperar y apostar siempre a la bondad de nuestros corazones?

Mateo 27, 1-2. 11-54 – Domingo de Ramos

Mateo 27, 1-2. 11-54 – Domingo de Ramos

By administrador on 5 abril, 2020

 

Después de ser arrestado, todos los Sumos Sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron. Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?» El respondió: «Tú lo dices.» Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?» Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?» El sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho.» Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?» Ellos respondieron: «A Barrabás.» Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?» Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!» El insistió: «¿Qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!» Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes.» Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.» Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos.» Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos.» Al mismo tiempo, fueron crucificados con Él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!» De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”.» También lo insultaban los ladrones crucificados con Él.

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani.» Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías.» En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo.» Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.

Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!»

Palabra del Señor

Comentario

No queda mucho más por decir después de escuchar la Pasión de Jesús. Hoy deben brillar más las palabras de Dios que las de un sacerdote. Se nos recomienda a todos los sacerdotes del mundo, especialmente en este día, que hablemos poco, que las homilías sean cortas, con la Pasión debería bastar. Además, en el audio, la verdad, que queda poco tiempo. Y te quiero dejar más tiempo para vos. Aprovechá para leerla de vuelta, escucharla de vuelta.

Empezamos la semana más santa de todas, la semana destinada a vivir lo mismo que Jesús, acompañarlo a él hasta la cruz, para resucitar. No entramos a la semana Santa para ver “una película”, desde afuera, desde la tribuna, sino que queremos entrar para revivir lo que pasó. Por eso, imaginate ser uno de los personajes de esta escena que acabamos de escuchar. Imaginate ser alguno. Alguno tiene que ser el que nos represente. Incluso podés ser el que ve todo. Podemos ser cualquiera de los que estuvo ahí. Por eso, es lindo revivirlo con Jesús. Jesús pasó su Pascua para ayudarnos a pasar las nuestras. Eso significa pascua. Él lo hizo por vos y por mí, por todos los hombres. Por todos. Absolutamente por todos. Con un amor incondicional. Él quiere que también podamos hacerlo por él y con él.

Te remarco algunos verbos de Algo del evangelio de hoy, que por ahí te ayudan a meditar. “Lo arrestaron, lo ataron, lo llevaron, lo entregaron, lo acusaron, lo azotaron, lo desvistieron, lo coronaron, lo escupieron, se burlaron, lo golpearon, lo vistieron, lo crucificaron, se repartieron sus vestiduras, lo insultaron, lo mataron” ¿Te das cuenta de todo lo que le pasó Jesús? Pascua entonces es pasar. Vos y yo también tenemos que pasar muchas cosas en la vida. Nos están pasando ahora cosas. ¿Vos creés que Jesús no las pasó antes? Vos te creés que él no te está acompañando. La pregunta que podemos hacernos hoy es: ¿Cuál es el modo de pasarlas? ¿Cómo puedo pasar estas pascuas, esos pasos que me tocan en la vida junto a Jesús? Animate a hacerte estas preguntas, hagámonos juntos estas preguntas. En estos días la seguiremos…