Book: Mateo

Fiesta de los Santos Inocentes

Fiesta de los Santos Inocentes

By administrador on 28 diciembre, 2022

Mateo 2, 13-18

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»

José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.

Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.

Palabra del Señor

Comentario

Como tantas otras fiestas o costumbres y tradiciones de nuestra fe, esta fiesta, de los Santos Inocentes, creo yo que sin querer ha ido perdiendo su sentido original para terminar, por lo menos por estas tierras, en Argentina, en una especie de oportunidad para probar la inocencia de los más cercanos con algún chiste, alguna broma, incluso a veces de mal gusto. Pero en realidad nada tiene que ver con lo que celebramos. De hecho, si preguntás por ahí, o también vos mismo que estás escuchando: ¿por qué se hacen chistes para probar la inocencia el 28 de diciembre?, seguramente pocos saben que es el Día de los Santos Inocentes; o sea, el día en el que celebramos los primeros mártires, que, aunque no conocieron a Cristo, fueron asesinados a causa de él, por miedo al verdadero rey, por temor a lo que vendría. El rey de ese momento no soportaba que otro rey pueda venir a ocupar su lugar, pero no sabía de qué rey se trataba por supuesto.

El 26 celebramos al primero que dio su vida conscientemente por Cristo, San Esteban; hoy a los primeros que murieron por la verdad antes de conocerla y siendo totalmente inocentes. Un santo lo describe de una manera admirable, te lo voy a leer directamente. Dice así: «Aquellos niños, sin saberlo, mueren por Cristo, y sus padres lloran la muerte de aquellos mártires; Cristo, cuando eran todavía incapaces de hablar, los convierte en idóneos testigos suyos. Así es el reinado de aquel que ha venido para ser rey. Así libera aquel que ha venido a ser libertador, así salva aquel que ha venido a ser salvador. Pero tú, Herodes, ignorando todo esto, te alteras y te llenas de furor; y, al llenarte de furor contra aquel niño, le prestas ya tu homenaje sin saberlo. (…) ¿Qué merecimientos tenían aquellos niños para obtener la victoria? Aún no hablan y ya confiesan a Cristo. Sus cuerpos no tienen aún la fuerza suficiente para la lucha y han conseguido ya la palma de la victoria». ¡Una delicia!

Te propongo hoy poder meditar desde Algo del Evangelio dos cosas, o las que a vos te parezcan. Siempre es bueno elegir para poder realmente profundizar. Acordate que la Palabra de Dios, el alimentarse de ella cada día, puede compararse al modo en cómo alimentamos también nuestro cuerpo. Si te ponen muchos platos para elegir, uno puede comer todo, se puede probar de todo con el afán de no dejar de lado nada, o se puede simplemente elegir lo que uno realmente tiene ganas de comer ese día y disfrutar. A veces por comer todo terminamos por no disfrutar nada, por no saborear en serio la comida. Con la Palabra de Dios puede pasarnos lo mismo. Escucharla es a veces como un gran banquete, con muchas opciones, pero no se puede comer todo junto y mucho menos de golpe, podemos atragantarnos; lo mejor es elegir algo y saborearlo mucho. Elegí algo y saboréalo.

Primero, lo que quiero decirte es que esta matanza de niños inocentes, por un aparente enojo de Herodes, en realidad es fruto de su miedo a perder el poder, de perder su reinado. Él quería matar a aquel que se anunciaba que sería rey, sin saber que el reinado de Jesús no sería como los reinados de este mundo. Y aunque parece demasiado cruel para nuestro tiempo, no está muy alejado de las miles de situaciones y víctimas inocentes que el mundo se sigue cobrando por miedo a perder el poder. Por ejemplo, el negocio de las guerras, el negocio del aborto tan terrible (en donde son víctimas no solo los niños, sino miles de madres), todo tipo de explotación sexual, narcotráfico, políticas de control de la población y miles de cosas más, por miedo a perder el poder. El mundo quiere poder y hace todo lo posible por mantenerlo. El poder es el gran mal de este mundo, cuando es mal usado por supuesto. Es más común de lo que pensamos. Pensemos en nuestros trabajos, pensá en tu grupo, parroquia, incluso a veces en las familias. El poder se puede transformar como en un dios, al cual muchos veneran. Es el dios de este mundo, no el Dios de los cristianos por supuesto.

Cuidado cuando nosotros «matamos» a inocentes por miedo a perder lo que tenemos; en el fondo es pura inseguridad, es pura soberbia, y el soberbio en el fondo se quiere muy poco, tiene mucho miedo.

Lo segundo es que pensemos en nuestra vida personal, porque mientras tanto el mundo está lleno de inocentes que día a día sufren o mueren por causa de otros. Hay miles de mártires silenciosos que aún sin conocer y confesar a Cristo les toca lo peor. A vos por ahí te pasa, te pasó o te pasará. A todos nos puede tocar sufrir injusticias por la maldad de otros, nadie está exento. Pensemos que al mismo Jesús le pasó. Él es el más inocente que murió por la maldad de muchos, para sanar la maldad de muchos. Muchas veces a los cristianos nos toca sufrir injustamente, siendo inocentes, para también ayudarlo a Jesús de algún modo en la salvación de un mundo que lo único que busca es tener poder de todo tipo, de dinero, de status, de cosas materiales, de prestigio a toda costa. Pensemos también si a veces nosotros, incluso siendo cristianos, no nos comportamos como pequeños Herodes, que ante la primera posibilidad de perder nuestro «puestito de poder», somos capaces de «matar», en sentido figurado, todo lo que puede amenazar nuestros deseos de ser alguien en esta vida, ser alguien según la mentalidad del mundo por supuesto.

¿A qué tenemos miedo cuando obramos así? ¿Por qué le tenemos miedo a los que obran así?

Fiesta de San Esteban

Fiesta de San Esteban

By administrador on 26 diciembre, 2022

Mateo 10, 17-22

Jesús dijo a sus apóstoles:

Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.

Palabra del Señor

Comentario

¡No nos olvidemos que nosotros también fuimos niños! ¡No nos olvidemos que lo que más queremos también fueron niños alguna vez! ¡No nos olvidemos de esas personas que nos cuesta querer un poco, y bueno ellos también fueron niños!

Seguramente estarás todavía decantando los festejos de estos días. Pasó el 25, y con la Navidad pasaron muchas cosas. Pasó la familia, pasaron los regalos. Pasó la comida de todo tipo y color, pasaron algunas emociones y también algunas tristezas. Pasaron cosas importantes, lindas, pero también tenemos que reconocer que a veces pasa mucha frivolidad y superficialidad. Pasa de todo. Y ahora, ¿cómo seguimos? Tenemos que seguir como estamos, pero acordándonos que «todavía estamos a tiempo», todavía estamos en Navidad. Todavía podemos acercarnos a un pesebre si no lo hicimos. Podemos tomarnos un tiempo de adoración si no tuvimos ese momento. Todavía tenemos algo para dar al que no la pasó tan bien. Todavía nos tenemos a nosotros mismos. Todavía estamos a tiempo de enseñarles a nuestros hijos que, en medio de todo lo que pasó, el protagonista principal de estos días es Jesús. Podemos todavía acercarlo a un pesebre y enseñarle quién es quién en esa representación tan linda, que seguramente tenemos en nuestras casas. Todavía podemos seguir profundizando la Navidad porque durante ocho días la seguiremos celebrando, se llama la «Octava de Navidad». Tratemos de no poner primera otra vez y empezar a correr, porque si no, será más de lo mismo.

Hoy es la fiesta de san Esteban, el primer mártir de nuestra familia de la Iglesia; el primero que, por amor a Jesús, el Dios que se hizo niño, dio su vida. No se la quitaron así nomás, sino que la entregó. Los mártires son los que dieron la vida, como dijo el mismo Jesús: «Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mí mismo». Los mártires no solo son los que dan la vida por medio de su sangre, sino los que también van dando su vida lentamente, gota por gota todos los días. Son lo que después de la Navidad se enamoran de un Dios tan niño, tan frágil, que se deciden a «recibirlo en sus brazos» y empiezan a cargar con el lindo peso de no callar el amor de Dios frente a un mundo que no se da cuenta de tanto amor.

Una vez alguien me contaba, alguien que de hace unos años vivió una vuelta a Dios en su vida –que siempre fue católico, pero que recién en estos tiempos se dio cuenta el tiempo que había perdido–, me decía algo así: «¿Sabés qué es lo que me pasa ahora? Ya no tengo miedo a hablar de Jesús, antes ni se me ocurría, antes me daba vergüenza. Ahora no me importa nada». Y entre los dos pensábamos en eso, porque a mí también en una época de mi vida me pasó lo mismo, tenía vergüenza de hablar de él. En el fondo era un síntoma de que todavía no estaba tan enamorado de Jesús como me creía. Me habían enseñado de él, pero todavía no lo conocía. ¡Ser cristiano es eso: es enamorarse de una Persona que nació y vivió entre nosotros, y sigue viviendo! Es descubrir que Dios se hizo hombre, se hizo niño para que vos y yo podamos conocer el amor de Dios Padre en una Persona concreta, en su hijo. Mientras tanto, si no vivimos así nuestra fe, la fe será solo una moral, una ética, un cumplir algunas reglas, una imposición, una cuestión social, una cuestión de familia, un sentimiento pasajero que deslumbra y se apaga, como los fuegos artificiales de ayer. Creer en este niño nos lleva a no querer callarnos nunca, aunque nos quieran callar y tapar.

Me acuerdo que en una misa de medianoche, en la Misa de Gallo, pasó algo muy simbólico cuando la celebraba, que describe lo que se vivió en la época de Jesús y lo que se sigue viviendo hoy. Mientras proclamábamos la Palabra de Dios a las doce, a las doce y un poquito más, los fuegos artificiales no nos dejaban escuchar la Palabra. El humo y el ruido querían, por decirlo de alguna manera, tapar la voz de Dios. Al terminar de proclamar el evangelio, casi no pude predicar porque no se escuchaba nada. Hicimos silencio cinco minutos, esperando con paciencia… y los ruidos fueron de a poco apagándose. Pero eso jamás podrá pasar. El ruido del mundo, el ruido de los que todavía no perciben la voz de Dios, jamás podrán callar a la Palabra, que jamás pasará. Todo pasará, pero las Palabras de Dios no pasarán. Nadie podrá callar el amor de Dios, el amor de este niño, mientras quede un corazón en esta tierra que lo ame.

El que se enamora de Jesús, como san Esteban, ya no se preocupa por el qué van a decir, por lo que el otro o los otros dirán; al contrario, vive convencido de que no se puede tener una alegría y ocultarla, no se puede decir que se cree en alguien, pero tener vergüenza de hablar de él. ¿Qué persona está enamorada de su novia, novio, de su mujer, de su marido, y la oculta y no dice nada de ella? El que no está verdaderamente enamorado.

Pensemos si esta Navidad nos ayudó a enamorarnos más del niño Jesús. Es lo mejor que nos pudo haber pasado, es el mejor regalo de Navidad, porque la Navidad es Jesús, es de él.

Solemnidad de Navidad

Solemnidad de Navidad

By administrador on 24 diciembre, 2022

Mateo 1, 18-25

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: «La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel», que traducido significa: «Dios con nosotros.» Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.

Palabra del Señor

Comentario

Llegamos a la Navidad, las vísperas del día más santo de todos. Y llegamos como llegamos –como se dice–, como estamos, como hemos podido vivir estos días, este año tan particular. No hay tiempo para lamentarnos ni para manejar nuestros sentimientos por decreto. No se manejan los sentimientos por decreto de necesidad y urgencia. Es verdad que intentamos hacer un camino estas semanas, pero cada uno llega como llega. No hay que inventar nada. No hay que tapar nada, ni tirar la basura bajo la alfombra. Hay que ser lo que somos y estar como estamos, pidiendo ser sorprendidos por Jesús de alguna manera.

No sé cuándo escucharás este audio, si hoy a la mañana, a la tarde o a la noche, o incluso si lo escucharás. Dios quiera que escuches el relato del nacimiento de nuestro Salvador, que lo escuches como algo sagrado. ¿Por qué no al lado de un pesebre? No importa dónde estés y con quién pases hoy la Nochebuena; por supuesto que sí, con los seres queridos Dios quiera. Lo fundamental es que escuchemos también lo que pasó, para que entendamos lo que celebramos, para que vivamos lo que celebramos. Si no, ¿qué vamos a festejar hoy a la noche y mañana?

Te propongo y me propongo un lindo ejercicio: imaginar que tenemos un niño recién nacido en los brazos. Si sos mamá, te va a ser mucho más fácil, por ahí ya lo tenés. Si sos padre también, solo tendrás que recordar cuando tuviste a tu hijo por primera vez en brazos. Si no tuviste hijos, pensá cuando tuviste a tu hermano en brazos o algún sobrino, al hijo de un amigo o de una amiga. Todos podemos recordar ese momento tan maravilloso, es lindo hacerlo. Imaginemos que lo tenemos en brazos, como el más frágil que hay, como el más tierno y delicado que podemos imaginar. No queremos despertarlo, molestarlo. No queremos hacer «muecas» ni nada por el estilo. No queremos que llore, no queremos que sufra. Solo queremos que duerma y queremos mirarlo hasta cansarnos. Si sos mamá, ¿cuántas horas habrás pasado con tu hijo, hija en brazos? Si no sos mamá o papá, ¿cuánto desearías tener a tu futuro hijo en brazos? Si tenés un niño, probá hacerlo directamente en este momento o cuando puedas.

Tomémonos un tiempo para pensar, meditar en esto. Es posible hacerlo, es un día tranquilo. Podemos hacer el esfuerzo para estar tranquilos. Hoy a la noche, casi como queriendo tapar esto, esta necesidad de silencio, va a empezar el ruido que tapará lo que Dios quiere que reluzca. Bueno, con el niño en brazos intentemos vivir esta experiencia y, una vez que seamos conscientes de esto, preguntémonos algunas cosas. ¿Nos damos cuenta de que Dios realmente nació y vivió como un niño? ¿Nos damos cuenta de lo que significa esta realidad?

Pensar que Dios quiso estar en brazos de una mujer y de un hombre. ¡Qué locura de Dios! Solo Dios puede ser tan loco de hacer lo que ningún humano quiere hacer, hacerse más pequeño de lo que es. Bendita locura de Dios que con tanto amor logra que se estrellen y destruyan todas nuestras ansias de más, de grandiosidad, de soberbia. «Toda esta locura destruye a los soberbios de corazón», dice la Palabra. Pensar que Dios fue débil, vulnerable y frágil como lo fuimos cualquiera de nosotros de niños. ¿Qué nos dice todo esto? ¿No será que Dios de alguna manera quiere que aprendamos a abrazarlo como si fuera un niño? ¿No será que Dios mismo se hizo niño para no forzarnos a nada, sino al contrario, para atraernos con dulzura, inocencia y fragilidad? Pensar que Dios lloró y necesitó ser cuidado por su madre. Locura de locuras. ¿No será que debemos volver a tener la experiencia de un Dios que necesita de nosotros y se deja abrazar por hombres frágiles y pecadores? ¿No será que nosotros mismos tenemos que volver a aprender a dejarnos abrazar, cuidar, a amar? ¿No será que en la medida que crecemos vamos dejando de ser lo que en realidad Dios quiere que seamos, débiles y necesitados?

Sería bueno que hoy podamos imaginar esta gran locura y que esa locura nos despierte, nos convierta, nos conmueva, nos sorprenda y nos dé ganas de recibir realmente el amor de Jesús en nuestros corazones. Se puede. Mientras tanto, entre tanto ruido y superficialidad, intentemos abrazar al Niño, a unos niños en nuestros cercanos, queridos y no tantos, en el que te cuesta estar, en el pobre y olvidado que hoy pasa solo, en el preso o enfermo que no puede salir, en tantos y tantos que necesitan conocer a un Dios mucho más tierno de lo que nosotros pensamos.

Ese Dios es el que quiere habitar en nuestros corazones. Ese Dios es el que necesita que nuestro corazón sea un verdadero pesebre; frágil, a veces con mal olor, a veces un poco sucio, pero ahí está. Un pesebre, un pesebre abierto a que los demás puedan venir a visitarlo como los pastores, como María, como José, como los reyes, como tantos que se acercaron ese día a estar con este Niño, con ese signo que misteriosamente era Dios hecho hombre.

Que esta Navidad puedas pasarla en familia, pero realmente unidos a Jesús, como él lo desea. Que tengas una feliz y santa Nochebuena. Feliz y santa Nochebuena de todo corazón.

IV Domingo de Adviento

IV Domingo de Adviento

By administrador on 18 diciembre, 2022

Mateo 1, 18-24

Jesucristo fue engendrado así:

María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros».

Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Palabra del Señor

Comentario

Venimos intentando hacer este caminito espiritual en estos domingos, ¿te acordás? Despertarnos, convertirnos, sorprendernos, y hoy agregamos el último desafío, la última propuesta o invitación: RECIBIR. Es la última semana, tiempo de espera, de recepción, de estar alertas pero con el corazón bien dispuesto para recibir al Niño Jesús.

¿Qué hacemos cuando un niño viene a nuestra familia? Fundamentalmente lo recibimos, preparamos todo para que sea parte de la familia, nos llenamos de alegría y de gozo. Pensé en tu familia, seguro te pasó. ¿Y si pensamos algo así para con Jesús? ¡Qué lindo sería! Para ir generando esta actitud en nuestro corazón, te propongo que meditemos en esto: Es Dios el que vino a este mundo a tener una experiencia de amor con nosotros, es «Dios con nosotros», así lo anunciaba el profeta Isaías; por supuesto que nosotros tenemos que estar con él, pero antes que nada, es «Dios con nosotros», eso es lo que hay que aceptar, lo que hay que recibir. Por supuesto, junto al niño que vendrá, aparece la figura de José y María. Hoy escuchamos la llamada «anunciación» a José. Dios también tuvo que enviar un ángel a José para que no tema, para que no «huya» de su plan, para que se deje sorprender.

Y hoy reflexionamos que hasta que José no se da cuenta y no recibe en sueños esta invitación a animarse, a no temer, a darse cuenta que Dios podía estar ahí; es cuando descubre que Dios podía estar en esa situación que él consideró al principio confusa. No sabemos lo que habrá pasado por el corazón de José, pero si había decidido abandonar a María, quiere decir por supuesto que no entendía lo que pasaba, y que además viendo que María estaba embarazada y que él no era el padre, había decidido entonces abandonarla en secreto; porque las cosas no habían salido como él pensaba, muy entendible. Y en medio de toda esa confusión era fácil pensar que Dios no podía estar ahí. ¿A quién de nosotros no le hubiera pasado eso?

Bueno, ¿cuántas veces nosotros pensamos que Dios no puede estar en donde nosotros creemos que tiene que estar? Porque en definitiva nos equivocamos cuando somos nosotros los que, de alguna manera, queremos «fabricar» las experiencias de Dios; cuando somos nosotros los que decimos: «Si yo armo esto, si yo preparo esto, Dios va a estar ahí y no va a estar en otro lado». ¿Cuántas veces hacemos eso en la Iglesia, en la evangelización? Decimos a veces: «He tenido o yo tuve una experiencia de Dios acá, allá, en tal retiro, en tal situación, en esta Navidad…»; y es verdad, por supuesto que la tuvimos, pero ¿y si pensamos también al revés, si le agregamos algo más? Porque es Dios el que vino a tener una experiencia de Dios con nosotros, entonces tiene que ser Dios el que elija en qué momento quiere tener una experiencia con nosotros; es Dios el que está siempre queriendo tener experiencia con nosotros.

Entonces ahí cambia el panorama, porque ya no soy yo el que decido cuáles son las grandes experiencias de Dios, cuáles son los grandes momentos, sino que empezamos a ver que Dios está siempre con nosotros, porque él vino a estar con nosotros.

Está ahora en tu dolor porque se acerca una Navidad donde no vas a estar con aquel que vos querés y quisiste tanto; Dios está y estará aunque en esta Navidad está enferma aquella persona que vos querés tanto; está en esta Navidad con vos aunque estés atormentado o padeciendo alguna debilidad, un pecado que no podés dejar, aunque estés muerto de cansancio por este año que termina. En esta Navidad, Dios estará con vos y conmigo a pesar de que tu hijo, tu hija está alejado de vos y no te escucha o está alejado de Dios. ¡Dios está con nosotros! Esa es la certeza de la Navidad, esa es la certeza de la cercanía de esta fiesta que vamos a celebrar. No es la fiesta de armarme la experiencia de Dios a nuestra medida. No es la fiesta de que yo me armo la experiencia de Dios, hago mi obra de caridad para lograrlo, y bueno, está bien, es verdad, que hagamos eso, pero Dios está y estará más allá de lo que nosotros hagamos.

Bueno ojalá que como le pasó a José que aunque quiso escaparse de la situación difícil que le tocaba enfrentar, y en sueños recibió la ayuda y la certeza de que Dios estaba con él; ojalá que así nos pase a nosotros también, que no temamos, no temamos y recibamos a las Marías que nos traen a Jesús, nuestro Salvador para que podamos tener una verdadera experiencia de Dios.

Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

Feria de Adviento

Feria de Adviento

By administrador on 17 diciembre, 2022

Mateo 1, 1-17

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:

Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David.

David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

Palabra del Señor

Comentario

Imagino tu cara o tus gestos mientras escuchabas tantos nombres, me imagino que te habrás distraído y habrás pensado muchas cosas, entre ellas: ¿Para qué tantos nombres? ¿Qué sentido tiene leer y escuchar este Evangelio? Puede ser que nos pase esto, que tengamos esta sensación, es normal. Es entendible, porque a nuestra mentalidad, la de estos tiempos, parece no interesarle demasiado los antepasados, de hecho, muchos de nosotros por ahí no sabemos más allá de nuestros abuelos, o como mucho de nuestros bisabuelos.

Por eso, me parece que lo primero que tenemos que tener en cuenta es que, a lo difícil de la Palabra de Dios, la mejor salida no es escaparle, sino todo lo contrario, animarse a preguntar, a aprender, a escuchar algo bueno, distinto, aunque choque con lo que pensamos. Muchas veces todos podemos caer en esto, incluso los sacerdotes. Cuando algo se pone difícil, movemos la cintura para acá y para allá y terminamos hablando de cualquier cosa, menos de la Palabra de Dios, como para evitar el trabajo.

Lo segundo es que, si es Palabra de Dios, algo bueno tiene para decirme y eso nos tiene que animar a escuchar y conocer, sino al final no profundizamos y terminamos tocando de oído nuestra fe. La fe hay que conocerla, sin miedos, para saber dar razones de ella. La fe tiene que asumir todo, lo luminoso y lo oscuro, lo que nos gusta y nos disgusta, la gracia y el pecado, porque eso somos, así vivimos.

Y lo tercero que pienso y tiene que ver con las otras dos, es que la Palabra de Dios es como una gran sinfonía, en donde se escuchan muchos instrumentos y se entrecruzan variadas melodías, y para que den un sonido armonioso y guste a los oídos, tiene que haber un director que la dirija y una clave de interpretación. La clave de interpretación de la gran sinfonía de la Palabra de Dios es Cristo, sin esa clave no se puede interpretar la partitura más bella que puede haber en la tierra. Ni siquiera el mejor director del mundo, el mejor biblista de la tierra, puede interpretar la Palabra de Dios sin Cristo. El director es la Iglesia, con sus enseñanzas de siglos, con su vida, con sus santos, con los que estudian y estudian la Palabra de Dios que a veces para nosotros parece incomprensible. Conclusión: dejemos que Jesús nos ayude a interpretar esta gran partitura que es la Biblia y escuchemos a la Iglesia que como un gran director hace que todos los músicos e instrumentos nos den un sonido agradable a los oídos del corazón.

Pero bueno, queda poco tiempo para comentar Algo del Evangelio ¿Qué podemos decir de la llamada genealogía con la cual Mateo empieza su Evangelio? Sin entrar en grandes explicaciones, algunas cosas sencillas.

Mateo quiere respondernos una pregunta fundamental: ¿Quién es Jesús? ¿De dónde viene? Jesús viene de Abraham y de David, Jesús es parte de nuestra historia, parte de la humanidad. Jesús es parte de un pueblo. Jesús es completamente humano. Por otro lado, dentro de esa genealogía hay hombres y mujeres pecadores, como nosotros, incluso hay mujeres sin la fe de Israel. Dios escribe derecho en renglones torcidos, utiliza cualquier medio para que se haga su voluntad, Él puede sacar lo mejor de aquellos lugares y corazones donde parece imposible, «porque donde estuvo el pecado sobreabundó la gracia».

Finalmente, la genealogía termina con una mujer, con María. La historia llega hasta Ella y a partir de Ella hay un nuevo comienzo y, además, un comienzo que no viene de ningún hombre, sino que es una nueva creación, fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.

Todo se dio de esa manera, el origen de Jesús se puede comprobar históricamente y dentro de una historia de debilidad, pero al mismo tiempo es un misterio que proviene del Cielo. ¿De qué nos puede servir esto? Bueno, algo muy concreto, sencillo, pero decisivo para nosotros.

¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Es un simple personaje histórico más o es para vos un nuevo comienzo, una nueva creación que viene de la mano de María? ¿Cómo se manifestó en nuestras vidas? ¿Creemos que incluso de lo más impuro o doloroso, puede salir la santidad, puede hacerse presente el amor de Dios?

III Martes de Adviento

III Martes de Adviento

By administrador on 13 diciembre, 2022

Mateo 21, 28-32

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.” El respondió: “No quiero.” Pero después se arrepintió y fue.

Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: “Voy, Señor”, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»

«El primero», le respondieron.

Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.

En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.»

Palabra del Señor

Comentario

El Adviento también es tiempo para que aprendamos a moderar nuestros deseos. Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros, no pretendo grandezas que superen mi capacidad, si no que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.

Del Evangelio de este domingo, donde escuchabamos que Juan el Bautista, de algún modo, dudaba o se desilusionaba , que Jesús no cumplía sus expectativas porque enviaba a otros discípulos a preguntar si era o no era al que debían esperar, podríamos deducir, que de algún modo, los deseos de Juan el Bautista no estaban siendo colmados por Jesús, como tantas veces nos pasa a nosotros. Vivimos de deseos, continuamente y el deseo es el motor de nuestra vida. Algunos dicen que es el arquitecto de nuestras vidas. Sin embargo, a ese arquitecto hay que enseñarle para dónde hay que construir, porque no podemos ser tampoco esclavos de nuestros deseos. Por eso también, podemos aprovechar este tiempo de Adviento para preguntarnos, qué estoy deseando? Porque dime que deseas y te diré que esperas. Esperamos lo que deseamos.

La esperanza se sustenta de deseos, que nos hace poner nuestro corazón en lo que vendrá. Trataremos de seguir con esto en estos días.

Y antes de reflexionar sobre Algo del Evangelio de hoy, quería hacer una advertencia ya que a veces también tenemos que tener cuidado con la Palabra de Dios , porque rápidamente sacamos conclusiones sin escuchar. Hay que escuchar profundamente lo que dice la Palabra, lo que dice Jesús.

Un error común al reflexionar sobre la Palabra de Dios, a veces solos o en grupo, es decir: «Bueno, Jesús nos está invitando a ser fieles a lo que decimos». O sea, cuando decimos que sí, que sea sí, cuando decimos que no, que sea no; que cumplamos la palabra, que seamos hombres de palabra, que no tengamos ambigüedades. Y eso es verdad, eso se desprende de una manera obvia de lo que escuchamos. Pero si vamos al texto de hoy, no es a lo que se refiere concretamente, aunque está explícito, es verdad, pero en realidad es de sentido común que tenemos que ser fieles a la palabra, que tenemos que ser fieles a lo que decimos. Lo que está haciendo hoy Jesús es dando una crítica muy fuerte a los hombres religiosos de esa época –y a nosotros también–, o por lo menos a los que se creen y dicen ser religiosos. Les cuenta una parábola, los hace responder y después les dice: «Ustedes son aquellos que dicen que van, pero al final no van». En cambio, las prostitutas y los publicanos son los «aparentes» pecadores públicos que dicen que no, pero finalmente pueden ser los primeros.

Por eso, Jesús se está refiriendo a algo más profundo, a nuestra adhesión afectiva y efectiva a él, a su persona, a la adhesión verdadera hacia nuestro Señor. Nosotros podemos ser los que dicen que sí, pero ¿estamos viviendo lo que Jesús nos enseña? ¿Estamos siendo coherentes con lo que él nos muestra? ¿Estamos amando como él nos ama? ¿Estamos amando como él quiere que nos amemos? ¿O estamos también «criticando» a los que vemos que están en un pecado público o que aparentemente no tienen fe, o que incluso están en contra de la Iglesia; y al criticarlos nos estamos poniendo en un lugar «especial»? ¡Cuidado!, porque acordémonos que al pie de la cruz estaba María Magdalena, y al costado de la cruz también estaba el llamado buen ladrón, que fue el primero que sabemos que –por boca de Jesús– llegó al cielo. ¡Cuidado! Es una gran crítica contra nosotros, hacia los que estamos en el camino de Dios, los que decimos que tenemos fe, que somos religiosos. ¡Cuidado, cuidado!, porque aquellos que parecen muy alejados de Dios, a veces son los que cuando se deciden, se deciden a seguirlo en serio, nos pasan por arriba –dicho simbólicamente–. Nosotros a veces por ahí estamos acostumbrados. Por eso, preguntémonos hoy si nosotros no somos como los que decimos que vamos, pero al final no vamos. Que por ahí no estamos creyendo verdaderamente, no estamos viviendo lo que decimos, no estamos siendo coherentes plenamente.

Es un gran peligro de los que decimos que creemos.

Que Dios nos libre de la incoherencia en este tiempo de Adviento. ¡Cuidado!, nosotros también con la «incoherencia». La incoherencia aleja y no hace más que mostrar que en el fondo dijimos que sí, pero al final no vamos. Y sigamos el ejemplo de tantas personas que parecían alejadas, como en el Evangelio de hoy, pero que finalmente, cuando encuentran a Jesús, son las que viven el Evangelio a fondo.

Señor, confórtanos, ayúdanos a oír tu Palabra verdaderamente y, por favor, escucha también los anhelos más profundos, que tenemos en el corazón, y que a veces no nos animamos a expresar. ¡Ayúdanos a llegar un poco más convertidos a esta nueva Navidad que se nos acerca!

¿Cuál Jesús queremos esperar en esta Navidad? ¿Cuál es el Jesús le estámos enseñando a esperar a nuestros hijos en esta Navidad? Mirá que si le enseñamos a los pequeños a esperar cosas que no existen, a la larga vendrá la desilusión y no siempre habrá fuerzas o ganas para salir de ahí. Jesús es real, está vivo. Y es mucho mejor esperarlo a El.

Que tengamos un buen día, y que la bendición de Dios que es Padre Misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

III Domingo de Adviento

III Domingo de Adviento

By administrador on 11 diciembre, 2022

Mateo 11, 2-11

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»

Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!»

Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo:

«¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.

¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”.

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.»

Palabra del Señor

Comentario

Sorprenderse, o dejarse sorprender, mejor dicho. Esa es la invitación de la Iglesia en estos días a través de las lecturas. Nunca te olvides que la Iglesia es Madre, sí, tiene sus tropiezos, tiene sus dolores, pero es Madre que nos va enseñando lentamente, y ella se deja enseñar por el Espíritu Santo desde hace 2000 años. Comenzamos la tercer semana de adviento con este domingo de la “alegría”, así se le llama. Porque ya estamos más cerca, se viene la salvación, se viene el nacimiento y por eso se tiene que ir despertando lentamente la alegría profunda en nuestras almas. Acordate que para eso veníamos haciendo un pequeño camino desde hace dos domingos, te lo recuerdo, despertarnos, convertirnos y hoy sorprendernos.

No vamos a caer en la “matemática” de la fe y pensar que una cosa sigue a la otra como si fueran números, como si fuéramos “fórmulas” a resolver. No sé qué es lo primero y que viene después. Lo importante es que anhelemos esto, lo busquemos, lo pidamos con todo nuestro corazón, porque todos lo necesitamos de una manera u otra, desde el más cercano al más lejano. Vos y yo estamos en diferentes momentos, caminos y estados espirituales, pero todos vamos hacia el mismo lado. Todos necesitamos amar y conocer más a Jesús, nuestra esperanza. Todos necesitamos encontrarlo y para eso tenemos que dejarnos sorprender. Jesús no es como muchas veces pensamos. Algo del evangelio de hoy nos da una pista linda.

Juan el Bautista, aquel que la semana pasada anunciaba y pedía conversión con vehemencia y dureza, casi como pensando que el Mesías sería un Mesías que vendría a juzgar e implantar el juicio de Dios, hoy pregunta si ese Jesús es o no el Mesías. «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» ¿Juan el Bautista dudó? Y digamos que se sorprendió, se sorprendió al no ver a un Jesús “que ponga las cosas en su lugar”, “que ponga orden”, “que haga justicia”. La sorpresa de Juan el Bautista se transformó en duda y en obstáculo para creer en Jesús. ¿Juan el Bautista dudó? Digamos que un poco sí, a pesar de ser el hombre “más grande nacido de mujer” como dijo Jesús. ¡Qué bueno que es Jesús! Ni siquiera se molestó un poquito al saber que el hombre que había preparado su camino no lo comprendió. En definitiva Dios nos sorprendió a todos, Dios nos sorprende a todos. Para algunos esa sorpresa es atractiva y para otros esa sorpresa se transforma en una piedrita en el zapato.

¿Cómo es posible que Dios sea a así, todo lo contrario a lo que yo pensaba? Las ideas de Dios que andan dando vueltas por ahí, en tu cabecita, en la mía y en la de tantos, se chocan contra el Dios verdadero, con Jesús, que no vino todavía a juzgar y a condenar – como a veces quisiéramos – sino a perdonar, salvar y convertir nuestro corazón. ¡Menos mal! Menos mal para mí y menos mal para vos. Juan el Bautista se sorprendió y dudó, pero Jesús lo esperó, le enseñó, le mostró el camino verdadero. Nosotros nos tenemos que dejar sorprender, cada uno debe sorprenderse de la bondad y la misericordia de Jesús, pero después de esto… ¿Qué actitud tomar? ¿Me sorprendo y me lleno de alegría, o me sorprendo y me cierro, sin poder entender a un Jesús tan, pero tan misericordioso?

La sorpresa es posible si el corazón se abre. La sorpresa es imposible si andamos queriendo controlar todo, incluso como tiene que ser o no Dios, como tiene que ser o no mi hijo, mi marido, mi mujer, el vecino, la realidad, el país, la Iglesia. El que controla y quiere “dominarlo” todo no se sorprende o se sorprende para mal. El que se va despertando de la “modorra” de la fe, el que se deja convertir y cambiar por la bondad de Dios, de golpe puede llegar a esta Navidad sorprendiéndose de que Jesús sea así y nos tenga tanto amor y paciencia, tanta misericordia y perdón, a vos y a mí. Hagamos el esfuerzo de quitarnos las falsas ideas de Dios que nos han metido, sin querer o queriendo, no importa, pero falsas. Dios es ternura y amor, su juicio llegará al fin de los tiempos, mientras tanto hay misericordia, mientras tanto nos espera y nos espera, y nos anima a andar por ese camino con todos. ¿Te sorprende esto? Espero que sí. ¿Te alegra esto? Espero que también.

II Sábado de Adviento

II Sábado de Adviento

By administrador on 10 diciembre, 2022

Mateo 17, 10-13

Al bajar del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:

«¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?».

Él respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre». Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor

Comentario

Ya al final de esta segunda semana de Adviento, en esta semana donde nos animamos a pensar qué podríamos cambiar, en donde hablábamos de que Jesús también desea que nos convirtamos, que el tiempo de Adviento es un tiempo de cambio, porque no podemos recibir la gracia, la salvación, no podremos ver la salvación de Dios que es para todos si, de algún modo, no nos preparamos. Y el prepararse no es abstracto, no es solamente una cuestión de palabra, de la boca para afuera, sino que algo teníamos que hacer. Tenemos que pensar si nuestros pensamientos, valga la redundancia, necesitan cambiar, si el modo de recibir a Dios es el mismo que el desea para nosotros, o sea que si estamos buscando un Dios vistoso, que se manifieste de manera extraordinaria, o bien estamos esperando a un Dios sencillo, humilde, tierno, que se manifiesta más bien en los cotidiano y que necesitamos la fe para verlo. También decíamos que podemos cambiar de sentimientos, esas emociones que experimentamos, que si no la sabemos conducir, nos pueden alejar de la verdad de Dios y de su amor. Por eso, frenemos un poco en este sábado y pensemos qué tenemos que hacer de acá a la Navidad, qué podríamos hacer para en realidad dejar de hacer ciertas cosas, para detenernos, meternos en el desierto como hizo Juan el Bautista y poder escuchar la voz de Dios. Los poderosos, los que creen que no necesitan nada, los que creen que el poder finalmente es una herramienta para utilizar a los demás, no pueden escuchar la voz de Dios. Solo lo pueden escuchar los humildes, aquellos que saben sencillos y necesitados del amor de Dios. Aprovechemos este sábado para hacer esa breve reflexión, para repasar también los evangelios de esta semana y poder darnos cuenta cómo nos fue hablando el Señor de alguna manera.

¡A levantar la cabeza! ¡Ánimo! Es un tiempo difícil, como tantos otros en la historia de la humanidad, de la Iglesia, pero es el tiempo que nos toca vivir, es un tiempo propicio para ser santos. Debemos ser santos con la gracia de Dios, podemos ser santos, vos y yo. No hace falta que nos pongan en un altar, no hace falta que nos hagan un proceso de canonización, como a los grandes santos de la historia, pero sí podemos ser santos sencillos, humildes, desconocidos, anónimos. ¿Para qué queremos que nos pongan en un altar, en una estampita? Si buscamos esa santidad heroica, finalmente no alcanzaremos ni la una ni la otra. Es verdad que podemos ser santos reconocidos, pero no tenemos que buscar eso. Busquemos la santidad sencilla, ordinaria, oculta, esa que nadie se da cuenta, la santidad de clase media, como decía ese gran autor sacerdote español.

Y Algo del Evangelio de hoy es de algún modo corto, un poco conciso, sintético, pero que también nos puede enseñar cómo se debe interpretar la Palabra de Dios, cómo se debe interpretar las Escrituras. Porque el pueblo de Israel se había quedado con esa profecía de que Elías debía volver, decía la Palabra que Elías había sido arrebatado al cielo y que en algún momento iba a volver, y que iba a ser como la señal de la venida del Mesías. Sin embargo, Jesús les estaba explicando que eso era una imagen, era una imagen de otro gran profeta, que era Juan el Bautista.

Tantas confusiones se dan en la historia y se dieron y se seguirán dando por no saber interpretar la Palabra de Dios, por eso Cristo es el mejor intérprete de la Palabra de Dios. Él es la Palabra de Dios. Y todo el Antiguo Testamento tiene sentido en él y todo el Nuevo Testamento parte desde él. Todo confluye hacia él, porque todo fue creado por él y para él. Jesús también en su vida se dedicó a ayudar a los que lo escuchaban, a interpretar verdaderamente las Escrituras, y por eso algunos no lo comprendieron. Dice hoy el Evangelio que «los discípulos entonces comprendieron que Jesús se refería a Juan el Bautista» y, además, anticipó que también a él lo iban a matar. En definitiva, también el texto de hoy nos ayuda a darnos cuenta que muchas veces tenemos en frente nosotros los signos de Dios, pero no lo sabemos interpretar.

Elías se había venido y no lo han reconocido. Elías en realidad era Juan el Bautista. Bueno, en nuestras vidas, vos y yo también tenemos signos de la presencia de Dios, profetas que nos hablan de Dios, pero no sabemos interpretarlos. A veces nos quedamos también mirando el dedo, pero no hacia dónde señala ese dedo. Tenemos que pedir una mirada más profunda de la realidad, para no quedarnos en los detalles, para mirar más allá. Y por eso vuelvo a insistir una y mil veces más, si no somos cristianos de escucha, si no somos cristianos que aprendemos cada día a escuchar, a interpretar la Palabra de Dios con la ayuda de la Iglesia –por supuesto que hace siglos lo viene haciendo, y es maestra en esto, por supuesto guiada por el Espíritu Santo–, no podremos discernir los signos de los tiempos. Solo viven bien, cristianamente aquellos que saben leer los signos de los tiempos a la luz de la Palabra de Dios.

Pidamos este fin de semana una y mil veces más aprender a escuchar la voz de Jesús, a llevarla a la práctica y aprender a leer lo que está pasando, lo que nos está pasando, para no dejarnos llevar las corrientes de este mundo, para incluso no dejarnos llevar por los profetas de calamidades –como hay también en la Iglesia– o los profetas de que todo está bien. No, solamente podemos interpretar la realidad a la luz de la Palabra de Dios.

Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

II Viernes de Adviento

II Viernes de Adviento

By administrador on 9 diciembre, 2022

Mateo 11, 16-19

Jesús dijo a la multitud:

«¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: “¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!”

Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: “¡Ha perdido la cabeza!” Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras».

Palabra del Señor

Comentario

Empezar este viernes buscando escuchar con más corazón la Palabra de Dios, por decirlo de alguna manera, es caminar hacia la conversión que se nos proponía en esta semana. Solo la Palabra de Jesús nos convierte, nos hace cambiar verdaderamente a lo largo del tiempo. No es magia. Es proceso arduo y constante. Ese es el camino del que sabe esperar, del que sabe que las cosas de Dios son cuestión de «esperanza» y paciencia. Por eso te aconsejo que a veces escuches el audio de la lectura del evangelio, que lo apagues, reces por su cuenta y después escuches el comentario. Es bueno que vos te preguntes primero ¿Qué dice el texto de hoy? ¿A qué se refiere? Después de hacer ese trabajo podés preguntarte ¿Qué me dice? ¿Qué me dice a mí hoy, concretamente? y finalmente ¿Qué que le digo a mi Padre, a Jesús, al Espíritu Santo, a María? Esto es algo que no tenemos que olvidar, para que el escuchar la Palabra de Dios no termine siendo un decir: ¡Qué lindo lo que dijo el sacerdote hoy! Pero al final no escuchamos que nos dijo a cada uno, más allá de lo que comenta cada sacerdote. Cada día me convenzo más que las palabras de los sacerdotes van y vienen y poco se recuerda de lo que podamos decir. Lo único que perdura y todos recuerdan y a muchos hace cambiar es la Palabra que Dios dirigida a cada corazón.

Hagamos ese ejercicio: ¿Qué dice hoy la Palabra de Dios? Jesús antes que nada le habla a la multitud, a todos, pero se refiere a «esta generación». Cuando en los evangelios se dice «generación», no se está refiriendo a una generación en el sentido de una descendencia reducida a un tiempo y a un lugar, sino que se refiere a un modo de ser: Esta generación sería las personas que son así, como las describe Jesús, las personas que se comportan así: Traducido podría ser algo así: ¿Con quién puedo comparar a las personas que se comportan así, que no se conforman con nada, las personas que cuando hay que bailar no bailan y cuando hay que llorar no lloran? Por eso esta expresión de Jesús no se reduce solo a las personas de esa época, sino a todos los que actúan así. En síntesis, esa generación podemos ser nosotros. Jesús pone dos ejemplos extremos, los que se los invita a bailar y no bailan y los que tienen que llorar y no lloran, para contrastar finalmente con lo que dijeron de Juan el Bautista, que estaba loco por ser austero, y lo que decían de Jesús que era un glotón y amigo de pecadores. En definitiva, Jesús los critica por no conformarse con nada, ni con una forma ni con la otra. No saben encontrar los signos de Dios ya sea en Juan el Bautista ni tampoco en Jesús. Dicho de modo sencillo, eso quiere expresar el texto. Tratar de dilucidar que dice el texto, antes que nada, nos ayuda a evitar lo que llamamos en Argentina, «el guitarreo». Muchas veces guitarreamos porque no dejamos que la Palabra de Dios nos diga lo que está diciendo, aunque parezca obvio. Hablamos de los que nosotros pensamos que hay que hablar y nos olvidamos que lo primero que tiene que hablar es la Palabra de Dios. Sacamos una frase de contexto o bien le ponemos una idea nuestra a la Palabra de Dios y le obligamos que diga lo que nosotros estamos pensando. Esto es más normal de lo que parece y muy sutil, pocos se dan cuenta.

Ahora, ¿qué nos dice? Obviamente que esta parte es fundamentalmente personal, pero es lo que diariamente con ejemplos, con preguntas, trato de aportarte todos los días al comentar el evangelio. En realidad, es lo que todo sacerdote intenta hacer en cada sermón, en cada homilía. Deberíamos ayudar a dar pistas sobre qué nos dice, pero son solo pistas, cada uno debería ir haciendo su camino.

¿No será que nosotros también con nuestras actitudes frente a las cosas de Dios, a la Iglesia y al mundo, nos parecemos a esos muchachos, los que están sentados en la plaza y no se conforman ni con una cosa ni con la otra? ¿Qué pretendemos? ¿Que Dios nos hable solo a través de las cosas que nosotros queremos o dejamos que nos hable como Él quiere? Dios puede hablar como se le antoja, es Dios, tenemos que dejar que Dios sea Dios. Puede hablar por medio de un hombre como Juan el Bautista en medio de la austeridad o puede hablar por medio de alguien que come y bebe con los pecadores. Puede hablarnos en la mejor de la Misas, o puede hablarnos viajando en el tren. Puede hablarnos durante una adoración o sirviéndole un plato de comida a un necesitado. Puede hablarnos por medio de nuestros familiares, amigos o tal vez por el peor de los enemigos. Esto pensalo en tu vida personal y concreta. ¿Qué pretendemos de Dios? ¿No será mejor que dejemos que Dios sea como Él quiere ser? Y por último… ¿Qué le dirías hoy a tu Padre después de escuchar esta Palabra?

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

II Miércoles de Adviento

II Miércoles de Adviento

By administrador on 7 diciembre, 2022

Mateo 11, 28-30

Jesús tomó la palabra y dijo:

«Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»

Palabra del Señor

Comentario

Es posible convertirse, es posible cambiar, tenemos que tener esperanza. Este tiempo de Adviento en el que venimos hablando de la esperanza, es tiempo también para darnos cuenta, que cuando Jesús nos invita a convertirnos, no es para asustarnos, no es para darnos miedo, no es para que nos quedemos quietos, si no todo lo contrario, para darnos cuenta que con El todo se puede, que para El nada no hay nada imposible que si nos abrimos a su Gracia, El hará lo demás, El nos convertirá el corazón, El nos cambiará la manera de pensar.

Tener esperanza, obviamente tiene que ver con la espera y la espera con la paciencia. Porque se espera lo que no se tiene, o lo que se tuvo y se perdió alguna vez. Pero nuestra esperanza es muy distinta a la que el mundo nos propone. Nuestra espera es muy grande, es algo grande. El que tiene su esperanza cimentada en Jesús, obviamente no se desespera, no se impacienta, sabe darle tiempo al tiempo, a las cosas, sabe saborear el tiempo que necesita todo para madurar. El tiempo es uno de los regalos más lindos que nos dio Dios Padre. Vivimos en el tiempo, y es lo único que no podemos detener, ni acelerar, solo aprender a vivirlo. Por eso la paciencia, el saber esperar bien, es hija de la esperanza. El que tiene optimismo, pero sin esperanza, rápidamente se desilusiona cuando las cosas no se dan como pensaba, porque en el fondo esperaba lo que se le “antojaba”, en cambio, el que tiene esperanza y es optimista, sabe esperar cuando no se dio lo que soñaba, confía en la providencia divina, porque en definitiva no espera sus propias ilusiones, sino las que vienen de Dios. ¿Muy distinto no?

Algo del Evangelio de hoy es cosa seria. ¿Quién de nosotros no se sintió alguna vez afligido y agobiado? ¡Levante la mano, levante el corazón quien no vivió alguna vez esa experiencia! Si estás un poco afligido o agobiado, levantá la cabeza, levantá el corazón. Hoy todos recibimos una linda noticia. Jesús recibe a los que están así. Jesús nos invita a acercarnos a él, sin promesas o esperanzas baratas, sino que nos ofrece su corazón.

No te estoy obligando a inventar una aflicción si hoy no la tenés, si realmente no estás agobiado o afligido, si no lo estás, no busques excusas para cansarte sin sentido, dale gracias a Dios porque te ayudó a llegar a este fin de año con aire, fuerzas y corazón. También fijate que, si no estás agobiado para nada, por ahí es signo de que no estás trabajando lo suficiente, de que no te estás entregando. El que trabaja se cansa, el que ama también se cansa. Es también una posibilidad, lo normal es que nos cansemos, por una cosa o por la otra. ¿Quién no tiene en su vida alguna aflicción o agobio? Son cosas distintas, pero es bueno pensar por donde andamos. En realidad, podríamos distinguir entre agobio y aflicción y explicarlos bien, pero no llegamos con el tiempo.

Pero si te sentiste identificado, gracias por sumarte, ya somos dos y por lo menos logré lo que quería, que podamos reconocer, humildemente, sin quejas ni reproches hacia nadie, que muchos de nosotros andamos afligidos y agobiados por la vida, porque en el fondo no sabemos manejar las fuerzas, porque no sabemos coordinar y orientar nuestro corazón, porque en definitiva no sabemos descansar bien en Jesús. Así de sencillo. Afligirse y agobiarse es parte de la vida, hasta te diría que es necesario, y es signo de entrega. Cansancio físico, que se recupera fácilmente con un poco más de sueño o vacaciones, pero también cansancio espiritual, psicológico, que es el que más cuesta discernir. Ahora, hay formas y formas de cansarse. Podemos afligirnos y agobiarnos sin Jesús, sin Dios o podemos cansarnos con Él, junto a Él y por eso, terminar descansando en Él, y esa es la parte más linda.

Jesús nos dice hoy, “Yo los aliviaré” Jesús es nuestro aliviador de aflicciones y agobios, de cargas mal llevadas. No es solucionador de problemas, sino el que quiere aliviarnos y ayudarnos a encontrar descanso en Él.

La lista del porqué nos cansamos y afligimos sería interminable, cada uno tiene las suyas. Supuestamente nos afligimos y agobiamos por problemas externos: mi marido que está insoportable, mi mujer que se queja de todo y no me entiende, mis hijos que viven en la suya y se olvidan de mí, mi trabajo que es agobiante, el tráfico de mi ciudad que no mejora nunca, los malos que me rodean, el estudio y los profesores que son injustos, la gente mala, la mala situación económica y así miles. Siempre el problema está afuera y a veces nos decimos: “Si eso no estuviera, si ese no estuviera, yo estaría perfecto”. Ahora, si pensamos bien, según las palabras de Jesús… ¿El problema no será que lo tenemos dentro y que no está afuera? Lamento darte esta mala noticia, pero Jesús hoy dice claramente: “Aprendan de Mí que soy paciente y humilde de corazón” Eso quiere decir que, para aliviarnos, para que dejemos de estar afligidos y agobiados, Jesús nos propone el remedio de la paciencia y de la humildad, por lo tanto, quiere decir que el cansancio del corazón es fruto de nuestra falta de humildad y paciencia, de nuestra ira, y la solución debe surgir desde adentro, no tanto desde afuera como a veces pretendemos.

“No es que te enojás porque estás cansado, sino que, como estás enojado te cansás” Como sos soberbio, como no sos humilde, como no sos paciente, te cansás. Es así, nos cansamos porque no queremos llevar el peso de ser humildes y pacientes, pesa mucho, cuesta ser humildes y tener esperanza, saber esperar, mantener la calma. Es más fácil ser iracundos y ser orgullosos, soberbios, tirar todo por “la borda” y eso a la larga nos cansa el corazón. ¡Es increíble! Jesús no recomienda nada externo, ningún spa, ningún curandero, ninguna práctica rara, ningún enojo, ni critica, todo lo contrario… cambiar desde adentro. Luchar por ser pacientes y humildes, aceptando la realidad que nos rodea. ¿Te animás? “Jesús manso y humilde de corazón, has nuestro corazón semejante al tuyo.”

Que tengamos un buen día y que la Bendición de Dios que es Padre Misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.