Topic: Lucas

XXXIII Domingo durante el año

XXXIII Domingo durante el año

By administrador on 13 noviembre, 2022

Lucas 21, 5-19

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?»

Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».

Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.

Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas».

Palabra del Señor

Comentario

En este domingo, día del Señor; día en que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, por medio de su Resurrección, es también un día de venida, un día para reconocer y hacer presente a Jesús en nosotros, en nuestras familias, en nuestras comunidades; por medio de la Eucaristía por supuesto, por eso se llama “domingo”, por eso se llama, día del Señor.

La venida del Señor no es un “día terrible”, como se anunciaba en la primer lectura de hoy de Malaquías; sino que en este tiempo –tiempo de la Misericordia–, el domingo es día de una venida del Señor llena de misericordia, día de descanso, pero de un descanso fructífero que disponga a un encuentro más profundo con el Señor, con nuestras familias, con nuestros seres queridos, con nuestros amigos…

No es un día para “temer”; justamente si de algo nos quiere librar Jesús con su mensaje de hoy –y especialmente en estos últimos evangelios del año litúrgico– es del temor y del engaño.

Dios nos quiere librar del temor y del engaño; del temor que nos paraliza y no nos deja tener una imagen real y verdadera de Él que es nuestro Padre y de Jesús, su Hijo, ese temor que nos inmoviliza impidiendo que podamos dar testimonio; de ese miedo hace que fácilmente podamos ser víctimas del engaño.

Por eso Jesús hoy, nos advierte que no nos dejemos engañar, no nos dejemos engañar por aquellos que vaticinan que todo se terminará pronto; justamente es todo lo contrario, cuando alguien dice que todo se terminará pronto, es signo de que esa persona no habla en nombre de Dios. Cuando alguien se encarga de ser profeta de calamidades, de anunciar problemas, catástrofes y decir que todo está mal; es porque todavía no conoce el mensaje de Jesús. ¡Cuántos anunciadores de amarguras hay en la Iglesia todavía!

Pareciera que Jesús justamente anuncia eso; pero en realidad lo que nos quiere enseñar es que lo que Él dice, pasó, pasa y pasará en todas las épocas; y por eso no podemos saber cuándo llegará el día ni la hora del fin del mundo.

Es por eso que debemos animarnos y no estar con temor, no dejarnos engañar por cualquier predicador que quiere tener la última noticia y quiere decir lo que mejor cae a los demás. Al mundo le encanta saber la noticia del final, le encanta engañar a la personas.

No nos dejemos engañar por nadie; escuchemos a Jesús, escuchémoslo a Él, aprendamos a interpretar lo que Él nos dice. Él no quiere que vivamos con temor, no quiere que vivamos amenazados por fatalismos del fin del mundo; sino que quiere que aprendamos a encontrarlo a Él constantemente en nuestra cotidianidad, en el día a día.

Jesús nos quiere ayudar a dar testimonio y a ser constantes; esa es la otra parte del Evangelio de hoy. Tenemos que aprender a dar testimonio en medio de las dificultades que vivimos, tenemos que reconocer que muchas veces las pruebas son una oportunidad para dar testimonio, para ser verdaderos testigos, para no callar lo que hemos recibido, para no tener miedo; para no tener miedo a las persecuciones, a la crítica, a la burla, y a tantas cosas que podemos sufrir en nuestra vida como cristianos.

Tu vida de fe, mi vida de fe crece; cuando aprendemos a encontrar en las dificultades una oportunidad para mirar hacia adelante, para levantar la cabeza y saber que nos viene la liberación, nos viene el amor de Dios que se quiere derramar en nuestros corazones.

Hoy aprovechemos para descubrir que estamos hechos para dar testimonio, y para eso hay que ser constantes; hay que aprender a soportar las dificultades de la vida, aprender a abandonarnos, confiar que todo está en manos de Dios, y que “ningún cabello se nos caerá de la cabeza”, porque Él tiene contados todos nuestros cabellos y sabe perfectamente cuál es el final de nuestra vida y el sentido de nuestra existencia.

XXXII Sábado durante el año

XXXII Sábado durante el año

By administrador on 12 noviembre, 2022

Lucas 18, 1-8

Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:

«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario.”

Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”».

Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.

Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»

Palabra del Señor

Resumen de la semana

Qué lindo terminar esta semana escuchando: “…es necesario orar siempre sin desanimarse” Es una de esas frases del evangelio que las tenemos que llevar “tatuadas” en el alma para no olvidarlas. La gran tentación de los “hijos de la resurrección” es la del desánimo por rezar mal o dejar la oración. Aunque parezca que no nos escuchan, no dejemos de rezar; aunque parezca que Dios “atiende” en otro lado, no dejemos de insistir; aunque nadie rece, nosotros tenemos que rezar; aunque no se vean los frutos, no te canses de rezar; aunque todos se rían de tu oración, no te avergüences de rezar; aunque en tu parroquia solo “se hagan” cosas, vos poné tu oración; aunque te atraiga más la acción, alimentá tu vida con la oración; la oración es el aire de los pulmones de los “hijos de la resurrección”, de los hijos de Dios que se dan cuenta que esta vida está buena, es linda, pero se viene una mucho mejor, una vida plena y que para eso tenemos también que luchar, más de lo que luchamos a veces por las cosas de este mundo que van y vienen, cambian y cambian, mientras lo importante permanece y permanece.

Por eso retomemos algo de los evangelios de esta semana para reavivar los que permanece, para reavivar lo que nos avivó estos días de alguna manera. Yo releo algunas cosas, vos quedate con las que te vengan bien. Que tengas un buen fin de semana, un buen descanso…

“Señor Jesús…«Auméntanos la fe». En este día aumentános la fe, danos un poco más de fe. Ayudanos a creer un poco más. Ayudanos a confiar en que tu Palabra es verdad, siempre, más allá de todo lo que nos ´pueda pasar. Queremos confiar en serio, no solo de palabra, sino de corazón, con la vida, con nuestras actitudes.

«Ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber». Jesús les enseña a sus discípulos, y a nosotros hoy, que el amor no busca ser recompensado. El que ama sirviendo por sentirse servido por Jesús, nuestro “Patrón”, no debe buscar otra cosa que el amor. La recompensa por amar es el mismo amor y no el agradecimiento de nadie. Además… Jesús ya hizo todo por nosotros ¿qué más estamos esperando?

No podemos olvidar que nosotros mismos somos templo de Dios, y en cada instante y en cada obra –por más insignificante que sea– estamos dando culto a Dios en espíritu y en verdad, estés donde estés, estés como estés; enfermo, caminando, trabajando, estaremos dándole culto a Dios, dándole a Dios lo que le corresponde; o sea, nuestra propia vida, o sea TODO. Que hoy podamos ser todos templos del Espíritu Santo, ladrillos de este gran Templo que es Jesús en nuestra vida y en la vida de la Iglesia.

Aquel que está atento siempre y se empieza a dar cuenta de que el Reino no está allá o más allá, sino que está acá entre nosotros. Por ejemplo, ahora, mientras hacemos el esfuerzo por escuchar la Palabra de Dios, ahora mientras estás viajando y estás rezando interiormente para ver un mundo mejor, mientras estás viendo alguien necesitado y tenés ganas de ayudarlo, mientras llevás a tus hijos al colegio o la escuela, mientras entrás a trabajar y tenés la oportunidad de arrancar con una sonrisa. Miles de maneras de hacer presente el Reino de Dios.

Imaginá qué harías si hoy llegara el momento del fin del mundo, o dicho de mejor modo y más lindo, el momento de la llegada de Jesús, no ya humilde y escondido, sino glorioso y triunfante, a Reinar definitivamente. ¿Qué harías? Empezamos a ver signos, empezamos a darnos cuenta que se termina todo, ¿Qué hacés? ¿Salís corriendo? ¿Para donde? ¿Qué vas a buscar? ¿Qué buscarías que no querés perder?

XXXII Viernes durante el año

XXXII Viernes durante el año

By administrador on 11 noviembre, 2022

Lucas 17, 26-37

Jesús dijo a sus discípulos:

«En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempo de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.

Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.

En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.

Les aseguro que, en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada».

Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?»

Jesús les respondió: «Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres.

Palabra del Señor

Comentario

Los «hijos de la resurrección» andamos por la vida sin miedo, o por lo menos eso intentamos. Por ahí deberíamos preguntarnos como para sincerarnos un poco, o reconocernos ¿Ando por esta vida con miedo? ¿Miedo a qué cosas le tengo? ¿Le tengo miedo al fin del mundo? Un «hijo de la resurrección», el que cree que Jesús está Vivo y que esa vida sigue fortaleciéndonos, sigue dándonos vida a todos, no tiene por qué temer. Sin embargo, hay que reconocer que a veces tenemos miedo, por una cosa o la otra. El miedo es parte de la vida, el miedo a la muerte, a nuestra partida, a que todo se termine, también es natural y parte de la vida. Pero también es verdad, que cuando vamos creciendo en la fe, cuanta más confianza tenemos en que todos resucitaremos a una vida nueva en la medida que creamos y amamos a Jesús, ese miedo va apagándose, va muriendo para dar lugar a una esperanza distinta.

Me da gracia cuando veo algunas de esas películas «pochocleras», como dicen algunos, esas películas que son más efectos especiales que otra cosa y en donde siempre hay que inventar una historia de amor para que tenga sentido, esas películas en donde siempre se viene el «fin del mundo» y todo el mundo empieza a correr para todos lados, mientras los protagonistas siempre van esquivando la catástrofe… me da gracia ver como algunos mientras el mundo se viene abajo empiezan a «robar» televisores, y cosas de los supermercados. ¡Qué ocurrencia la de los directores! Pero es verdad, somos capaces de eso. El hombre es capaz de eso y mucho más. Es capaz de no darse cuenta de que lo único importante cuando todo esto se termine será esperar a Jesús, esperar la resurrección definitiva.

Algo del Evangelio de hoy nos puede ayudar, te hago esta propuesta, como para no hacerla tan larga, no entrar en tantos detalles apocalípticos y centrarnos en lo principal.

Imaginá qué harías si hoy llegara el momento del fin del mundo, o dicho de mejor modo y más lindo, el momento de la llegada de Jesús, no ya humilde y escondido, sino glorioso y triunfante, a Reinar definitivamente. ¿Qué harías? Empezamos a ver signos, empezamos a darnos cuenta que se termina todo, ¿Qué hacés? ¿Salís corriendo? ¿Para dónde? ¿Qué vas a buscar? ¿Qué buscarías que no querés perder? Todo un ejercicio personal de pensar y detectar en nosotros mismos que idea tenemos del final, de nuestra vida y del mundo, todo un desafío de reflexionar si cuando venga Jesús vamos a escapar a buscar «cosas» y personas o vamos a mirar al cielo de rodillas abriendo los brazos para dejarnos abrazar por Aquel que esperamos y amamos, sabiendo que nuestros seres queridos también serán abrazados por Él. ¡Qué distinto pensar ese momento así!  ¿Para dónde vas a correr? o incluso podemos preguntarnos hoy ¿Para dónde estoy corriendo? Si querés salvar cosas y tu vida te vas a perder de encontrarte con Jesús y salvarla para siempre. Perder la vida en realidad, sería dejarse abrazar y darla, no escaparle a la entrega.

A esto ¿le tenemos miedo? ¿Le tenemos miedo a Jesús? El que ama no teme y el que teme al final es porque todavía no ama verdaderamente.

XXXII Jueves durante el año

XXXII Jueves durante el año

By administrador on 10 noviembre, 2022

Lucas 17, 20-25

Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: «El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: “Está aquí” o “Está allí.” Porque el Reino de Dios está entre ustedes».

Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: “Está aquí” o “Está allí”, pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.

Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación».

Palabra del Señor

Comentario

Para vivir como «hijos de la resurrección» es necesario creer que se puede resucitar todos los días, en cada momento. Hoy podemos levantarnos con esta idea fija y llevarla a todos lados, en cada rincón donde nos toque estar. Las posibilidades son infinitas y solo las conoce Dios. Mientras el mundo sigue su curso, mientras todos opinan y se pelean un poco por ideas, proyectos, planes, políticas que en definitiva son pasajeras y se acabarán tarde o temprano. Mientras pasa todo esto, miles y miles andan «resucitados» por este mundo que a veces parece perder la cabeza.

La sangre de resucitados nos da vida todos los días, vida de hijos, aunque ni nos demos cuenta. La sangre resucitada es la sangre de la gracia de Jesús, de los hijos de Dios que viven gracias al Espíritu que habita en ellos. En tu corazón, en el mío. Seamos conscientes de esto, es lindo pensarlo.

Del Evangelio de hoy Jesús nos deja una enseñanza profunda que muchas veces dejamos de lado y que se relaciona con lo que venimos meditando. El Reino de Dios ya está, ya llegó, pero también llegará algún día plenamente. La Resurrección ya se dio y se da en cada uno de nosotros, pero se dará plenamente al final de los tiempos.

No solo hay que esperarlo, no solo hay que saber esperar, sino que hay que saber mirar el hoy, el ahora. Solo podrá percibir su llegada cuando venga el final de los tiempos aquel que ha sabido encontrarlo ahora, entre nosotros. Aquel que está atento siempre y se empieza a dar cuenta de que el Reino no está allá o más allá, sino que está acá entre nosotros. Por ejemplo, ahora, mientras hacemos el esfuerzo por escuchar la Palabra de Dios, ahora mientras estás viajando y estás rezando interiormente para ver un mundo mejor, mientras estás viendo alguien necesitado y tenés ganas de ayudarlo, mientras llevás a tus hijos al colegio o la escuela, mientras entrás a trabajar y tenés la oportunidad de arrancar con una sonrisa. Miles de maneras de hacer presente el Reino de Dios. Porque en definitiva el Reinado de Dios está cuando hay un Rey y alguien que lo escucha, lo ama y lo sigue. Dios Padre Reina cuando alguien lo deja reinar y ese alguien hoy tenemos que ser vos y yo. No esperemos que sea otro. No vale la pena estar esperando que sean otros los que escuchen y amen a Dios. Somos nosotros, somos muchos los que escuchamos a Dios todos los días, somos muchos los que decidimos creer y seguir a Jesús. Todo un desafío, toda una oportunidad.

Dice Jesús que el Reino no vendrá ostensiblemente, no vendrá espectacularmente, no vendrá a lo Hollywood. No esperes la llegada del Reino como las películas apocalípticas de EEUU. Esa aclaración de Jesús vale tanto para la venida definitiva de Jesús (lo que a veces se llama terriblemente como el fin del mundo, pero para nosotros sería el inicio de la Vida con mayúscula) como para la experiencia del Reino que tenemos cada día. El que busca encontrar a Dios y su Reinado en lo ostensible, mejor que se dedique a otra cosa, porque le va a ir muy mal. Así como Jesús pasó casi desapercibido en este mundo e incluso cuando resucitó solo se dejó ver por algunos, de la misma manera hoy Jesús está, pero cuesta verlo. No le gusta el show, no le gusta lo espectacular. No le gustó estando acá, menos le gusta ahora. Sin embargo, nosotros a veces seguimos buscando lo ostensible.   También a Jesús le pasó estando con nosotros en la tierra, que muchos pretendían que se muestre a lo «grande». Herodes le pedía que le haga milagros, y muchos le pidieron milagros para creer aun cuando sabían que había hecho muchos. Lo mismo se repite hoy, lo mismo puede pretender nuestro pobre corazón. No nos dejemos llevar por eso, aprendamos a seguir el estilo de Jesús.

Está siempre, pero no ostensiblemente. Está en la Eucaristía, en cada sagrario y en cada misa, está en cada uno de nosotros y especialmente en los pobres. Está, pero no corras a buscarlo, mejor frenate y aprende a encontrarlo en tu lugar.

Que tengas un buen día y que la de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXII Martes durante el año

XXXII Martes durante el año

By administrador on 8 noviembre, 2022

Lucas 17, 7-10

El Señor dijo:

«Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.”»

Palabra del Señor

Comentario

La conciencia de lo que somos, nos debería ayudar día a día a hacer, lo que debemos hacer. Servir. A vivir y sentir lo que somos, servidores. Por eso, creo que el evangelio del domingo sigue siendo como un faro de luz que nos ilumina algo de los evangelios de esta semana. Si podemos, parafraseemos con el corazón las palabras de Jesús del domingo durante este día: “Soy hijo de la resurrección” “Soy hijo, en el Hijo, somos hijos de un mismo Padre, y somos hermanos de todos”.

Confieso que del evangelio del domingo me quedó muy grabada esta frase que muchas veces había pasado por alto: “Son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” ¡Qué lindo! ¡Qué maravilla pensar en esto todos los días! ¡Estamos hechos para la resurrección, para lo eterno, para lo que perdura, para lo que no pasará jamás y no para el “chiquitaje”, para las sonseras de esta vida, para lo insignificante, lo superficial, para andar perdiendo el tiempo en sonseras! ¿Cuánto tiempo perdemos en esta vida en sonseras? ¡Mejor ni lo calculemos!

La maravilla del evangelio es nunca se agota. ¿Cuántas veces lo hemos escuchado y cuántas veces seguimos descubriendo maravillas? Si no te pasó todavía, no sabés lo que te perdés. Si te está pasando, disfrutalo. Si nada nos maravilla, no es culpa de la Palabra, es culpa de nosotros que somos duros de entendimiento.

Del Evangelio de hoy, empecemos por el final para entender el principio. Jesús dice: «Ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber». Un consejo. Hay que escuchar todo, siempre, es lo mejor. A Dios y a los demás. La Palabra de Dios es un todo. ¿Viste que a veces cuando dialogamos con alguien nos puede pasar que por no escuchar todo nos quedamos con una parte y al final no era lo que nos querían decir? Bueno, con Jesús nos pasa lo mismo, hay que escuchar todo, no quedarse solo con frases sueltas o ideas sueltas. Si hoy nos quedamos con la primera parte, pareciera que Jesús no le importa que seamos agradecidos con aquellos que tienen tareas a nuestro cargo, o que lo único que importa es el deber y que el deber no debe ser agradecido, valga la redundancia. Nada de eso, es bueno agradecer, hace bien agradecer, incluso cuando se trata solo del deber, esto en todas las relaciones humanas, la acción de gracias es justa y necesaria.

Entonces… ¿A qué se refiere Jesús hoy? Se refiere a que con Él todo es distinto. Se refiere a nuestra relación con Él, nuestra relación de amor con Él. No a las relaciones meramente humanas. El, podríamos decir, es nuestro “Patrón” y nosotros sus servidores, no sus empleados. Es una relación distinta, de amor. Y Jesús es el único “Patrón” del mundo que dio la vida por sus servidores, por todos. El no busca otra cosa que nuestro amor, nuestra respuesta de amor. ¿Te parece que todavía debemos esperar a que nos agradezca? ¿No será que somos nosotros con nuestra vida los que debemos agradecerle a Él, con nuestro servicio? A su vez, como decía San Alberto Hurtado el gran santo chileno, los pobres son nuestros “patroncitos”, todo hombre se transforma en nuestro patrón porque es otro Jesús al que debemos servir. San Alberto llamaba a los pobres, “patroncitos”, los predilectos de Jesús. Somos servidores de Jesús y servidores de los demás, no patrones de nadie.

Por eso Jesús les enseña a sus discípulos, y a nosotros hoy, que el amor no busca ser recompensado. El que ama sirviendo por sentirse servido por Jesús, nuestro “Patrón”, no debe buscar otra cosa que el amor. La recompensa por amar es el mismo amor y no el agradecimiento de nadie. Además… Jesús ya hizo todo por nosotros ¿qué más estamos esperando?

Si estás realizando algún servicio de amor, en la Iglesia, o en alguna institución, y estás esperando que te agradezcan, todavía no entendiste todo el evangelio. Si querés empezar a servir en algún lado, tené en cuenta esto del evangelio. Somos simples servidores, y por gracia de Dios, ¿qué más necesitamos? Si amás a tu mujer, a tu marido, a tus hijos, esperando que agradezcan “todo tu amor” tan generoso y gratuito, es porque todavía estás aprendiendo a amar, estás en camino, como lo estamos todos en realidad. Amemos gratuitamente, porque hemos recibido gratuitamente. “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.” Así es como debemos responder cada día a nuestro Señor, cuando llegue la noche, cuando nos encuentre el momento de descansar.

Lucas 17, 1-6 – XXXII Lunes durante el año

Lucas 17, 1-6 – XXXII Lunes durante el año

By administrador on 7 noviembre, 2022

Lucas 17, 1-6

Jesús dijo a sus discípulos:

«Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!

Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo.»

Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe.»

El respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería.»

Palabra del Señor

Comentario

Somos “hijos de la resurrección”, estamos hechos, “fabricados” para cosas todavía más grandes que las de este mundo y si esta verdad la aceptáramos cada día, cada lunes, antes de empezar la semana… ¡Qué distinto sería! ¡Cuántos problemas nos ahorraríamos! ¡Cuántas cosas dejaríamos de lado por ser transitorias, tan pasajeras! Qué lindo es empezar este día así, con estas ganas, con esta certeza, con este entusiasmo del corazón, de un corazón que se convence que nada de lo de este mundo puede quitarnos lo mejor que tenemos, el ser hijos de Dios, “hijos de la resurrección”. No son muchos los cristianos que creen verdaderamente en esto, que están convencidos de esto. Lo olvidamos o no lo sabemos muy bien.

Alguien una vez me dijo, justamente hablando de este tema: “Pero… no era que para nosotros el alma es lo más importante, que el cuerpo no interesa”. ¡Nooooo, nada de eso! Es verdad que el alma le da vida a este cuerpo, pero también creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna, eso decimos cada domingo al rezar el Credo. Creemos que nuestro cuerpo, aunque algún día volverá al polvo de donde viene, lo recuperaremos de una manera real y misteriosa al resucitar como lo hizo Jesús. No seremos espíritus volando por ahí, no seremos ángeles, seremos nosotros mismos y nos reconoceremos como lo hacemos hoy.

Sabiendo y creyendo esto, ¿hay algo porqué temer o preocuparse? Es fácil decir que no, pero es difícil vivir ese no, es complicado día a día poner nuestro corazón en lo más importante, en lo que realmente vale la pena. Vivimos muchas veces preocupados, por lo que estamos viviendo o por lo que vendrá.

“Señor Jesús… «Auméntanos la fe.» En este día aumentános la fe, danos un poco más de fe. Ayudanos a creer un poco más. Ayudanos a confiar en que tu Palabra es verdad, siempre, más allá de todo lo que nos ´pueda pasar. Queremos confiar en serio, no solo de palabra, sino de corazón, con la vida, con nuestras actitudes. Queremos empezar este lunes teniendo una mirada un poco más profunda, sabiendo que lo que nos proponés es posible”. Algo del Evangelio de hoy nos dice que es posible perdonar cuando se tiene fe. Es posible recibir y aceptar con humildad mil veces el perdón de un hermano que se equivoca y se arrepiente. Si tu hermano peca, si alguien que vive la fe, un cristiano sincero se equivoca y reconoce su error, perdónalo, ¿qué más necesitás para perdonarlo? ¿Tenés o no tenés fe? Con fe es posible perdonar.

Si vos y yo pecamos, algo que nos pasa seguido a todos, tenemos que aprender a reconocerlo cuando alguien nos corrige y una vez corregidos nuestro deber es pedir perdón a quien sea necesario. “Si tuviéramos la fe de un grano de mostaza” viviríamos como “hijos de la resurrección”, sabiendo que en este mundo podemos equivocarnos todos, muchísimas veces, pero que para estar todos juntos en el que vendrá, en la vida eterna, no existe otro camino que el del perdón mutuo. ¿Vos crees que podremos estar todos juntos para siempre mientras quede un rescoldo de rencor, de ira, de odio, de menosprecio, de desprecio, de discriminación, de bronca y de tantas cosas más en el corazón que nos alejan día a día de tantos hombres y mujeres?

“Señor… aumentános la fe. Lo necesito. Lo necesitamos para vivir distinto, para ser distintos y que esa diferencia no nos aleje de los que no tienen fe, sino todo lo contrario, que nos haga más cercanos, más humanos, más normales, pero más resucitados, más vivos desde adentro, más alegres, más perdonadores, más comprensivos, más misericordiosos, más libres para amar. Danos un poco más de fe, la que Vos creas necesaria.

XXXII Domingo durante el año

XXXII Domingo durante el año

By administrador on 6 noviembre, 2022

Lucas 20, 27-38

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»

Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él».

Palabra del Señor

Comentario

Una vez, un niño de la catequesis, llamado Johnny mientras estaba predicando me hizo dos interrupciones maravillosas –una mejor que la otra–: primero, cuando estaba tratando de explicarle a los más adultos que del evangelio podíamos reflexionar que Jesús nos mostraba el fin, para poder ayudarnos a caminar; les puse el ejemplo de que cuando estamos perdidos en algún lugar lo mejor que podemos hacer es no caminar, es quedarnos quietos o caminar más lento, para no seguir perdiéndonos. Y Johnny, este niño, me interrumpió para decirme: “Padre ¡no!, cuando nos perdemos lo mejor es preguntar”. Todos nos reímos mucho, tenía razón. Me descolocó, porque no había pensado en esa posible respuesta, o solución, y era verdad; Él niño tenía razón, hay que preguntar, hay que quedarse quieto, pero hay que preguntar. Cuando estamos un poco perdidos en la vida lo mejor es preguntar, y por eso una linda pregunta que nos podemos hacer es ¿Pero y a quién podemos preguntarle? Obviamente lo mejor que podemos hacer es preguntarle a Jesús, que a través de su palabra –en este día especialmente– nos ilumina sobre cuál es el fin de nuestra vida; para qué estamos hechos.

Volvamos a escuchar esta linda expresión de Algo del Evangelio de hoy: “…ser hijos de la resurrección” Podríamos decirlo a nuestro modo, que estamos hechos para la resurrección. Aunque no lo dice literalmente, de alguna manera Jesús hoy nos dice: “Somos hijos de la resurrección”, somos hijos de un Dios vivo, y de vivos. No un Dios muerto y de muertos, un Dios que nos hizo para la vida, para que vivamos bien acá en la tierra, para que podamos disfrutar esta vida, pero sabiendo que lo que vendrá, no sólo será una cierta continuidad de esta vida, ya que seremos nosotros mismos; sino que será algo mucho mejor, algo inimaginable, como dice San Pablo: “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman”. No será simplemente continuar con nuestra vida; será algo mucho más grande, mucho mejor, mucho más increíble y por eso en el cielo no habrá “parejas”, no habrá matrimonios, no podrá haber amores exclusivos. En el cielo será distinto: seremos una gran hermandad, hijos de un mismo Padre y disfrutaremos de un amor pleno y duradero que no nos puede entrar en la cabeza.

Por eso hagámosle caso a ese niño, y cuando estemos un poco “perdidos” en la vida; frenemos y preguntemos, preguntémosle a Jesús: ¿Para qué estamos hechos, para que fuimos creados? ¿A dónde debemos ir? ¿Hacia dónde estamos caminando? Y si estamos caminando sabiendo a donde vamos, o estamos simplemente caminando por caminar… El fin de nuestra vida es la resurrección.

Y lo segundo –la segunda interrupción de Johnny– fue cuando yo estaba explicando que nosotros los cristianos creemos en la resurrección y la resurrección es, por supuesto, totalmente distinta a la reencarnación, o cualquier otra creencia como eso de que seremos parte de esta naturaleza y por eso tenemos que ser arrojados al mar y tantas cosas más que se escuchan por ahí…; y el niño me dijo: “Sí, es verdad Padre y si no se entiende: también es verdad” —me dijo. Nos hizo reír a todos otra vez.

Y la verdad que tenía razón, a veces nosotros como adultos nos preguntamos tantas cosas, tantas cosas; y necesitamos a veces la sencillez de los niños para decir: “Yo lo creo, y si no lo entiendo tanto; lo creo igual” ¿Para qué dar tantas vueltas? ¿Y por qué lo creemos? Porque viene de Jesús, de su palabra, de su vida, y eso no anula nuestro pensamiento, nuestra capacidad de razonar y nuestra búsqueda de la verdad, pero sí lo allana, nos ayuda a tomar un atajo.

Si nos falta lo más básico, lo más sencillo, que es decir “Creo”; digámosle a Dios: “Señor creo, creo que sos un Dios de vivos y que mi vida no se terminará; creo que la vida de mis seres queridos no se terminará jamás; creo que la vida eterna será mucho más grande que esta vida; creo que la vida eterna será la plena felicidad de todos los hombres que buscamos la verdad”.

A veces necesitamos en la fe, la sencillez de los niños, que, aunque parece algo muy “básico”; es necesario. Necesitamos decir: “Señor: aunque no entienda algunas cosas, creo”. Aunque no sepamos bien cómo será la resurrección creemos, queremos creer; no queremos ser como estos saduceos que fueron a probar a Jesús, pero en el fondo no creían. Pidámosle al Señor hoy, que nos regale estas dos actitudes: la de saber preguntar, preguntar cuando andamos perdidos por el camino, la de saber buscar la verdad en donde la tenemos que encontrar; pero al mismo tiempo, la de saber aceptarla sin tantos cuestionamientos, sin tanta elucubración, con confianza, con sencillez de corazón, como Jesús lo quiere.

XXXI Sábado durante el año

XXXI Sábado durante el año

By administrador on 5 noviembre, 2022

Lucas 16, 9-15

Jesús decía a sus discípulos:

«Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.

El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?

Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero».

Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. Él les dijo: «Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios».

Palabra del Señor

Comentario

¡Qué bien hace llegar al final de la semana escuchando la Palabra de Dios!, dándonos cuenta que podemos hacer muchísimas cosas o podemos dejar de hacer muchísimas cosas en la vida. Pero si dejamos de escuchar a Dios –de algún modo–, tarde o temprano nuestro corazón se va como atrofiando, va perdiendo esa forma original que Dios desea que tengamos –su imagen y semejanza–, va perdiendo la conformación que nos impulsa a amar como él ama, amar como él nos ama. Las palabras que vamos escuchando, así como cuando éramos niños que fueron formando nuestro lenguaje y nos permitieron nombrar las cosas por su nombre y comprender la realidad, de algún modo también podríamos decir que pasa lo mismo con la Palabra de Dios. En la medida que esas palabras van calando en lo profundo de nuestro corazón, en lo profundo de nuestros pensamientos –como dije tantas veces–, así es como tarde o temprano nuestros pensamientos y corazón se van pareciendo a los de Dios. Que esa es la idea.

No podremos cambiar de actitudes, no podremos ser cada día más buenos y más santos si nuestros pensamientos no se conforman a los de Dios. Por eso en este sábado, una vez más, te animo a que pienses en esto: no dejes nunca de escuchar la Palabra de Dios, por más que a veces sientas que lo haces por rutina, por más que a veces no le prestes toda la atención que se merece, por más que haya días que te toca más el corazón que otros. Sin embargo, no tenes que dejar nunca, porque dejar de escuchar la Palabra de Dios es como dejar de escuchar a aquel del cual estamos enamorados o queremos enamorarnos. No tenes que dejar nunca de escuchar a tu mujer, a tus hijos; no tenes que dejar nunca de escuchar a tu esposo, porque si dejas de escuchar, en el fondo dejar de amar.

Una vez más Algo del Evangelio de hoy nos llama la atención de cosas que no tenemos que olvidar: «El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho». Nosotros a veces en la vida queremos como saltar escalones –digamos así–, queremos llegar al final de la escalera olvidándonos que para llegar al final hay que subir escalón por escalón. De algún modo esta comparación, que te estoy regalando y que se me ocurrió, tiene que ver con la fidelidad en lo poco y en lo mucho.

Podríamos decir que lo poco es cada escalón, cada pasito que damos día a día para llegar a la cima, es la fidelidad en lo poco. Cuando subimos un escalón, parece que nos cuesta todavía, que nos falta mucho por llegar, parece que un escalón no cuenta. Sin embargo, si no subimos escalón por escalón, si pretendemos saltearnos ciertos pasos, no llegamos o llegamos cansados a la mitad. Por eso, el Señor con el tema de la fidelidad –lo que él nos enseña– nos invita a ser fieles en aquellas cosas que no se ven, en aquellas cosas que por ahí nadie cuenta y que nadie toma en cuenta.

La fidelidad en lo poco, o sea, el fiarnos de nuestro Señor en cada cosa sencilla del día, en esas cosas que solamente él ve, es lo que nos va asegurando y nos va dando fuerzas para poder jugarnos cuando nos toque dar mucho más.

Como te decía recién, a veces queremos dar todo de golpe y eso es imposible. El corazón no está entrenado para dar todo de golpe, tenemos que dar paso a paso. Así como un deportista para llegar a grandes metas, para lograr sus objetivos, tiene que entrenar día a día, tiene que dedicarse, tiene que animarse a hacer las cosas que nadie quiere hacer, de la misma manera en la fe tenemos que entrenarnos día a día en la fidelidad sencilla y cotidiana, en esa que nadie aplaude; para que cuando tengamos que dar esos pasos difíciles, que siempre nos van a tocar, o esas decisiones grandes, donde tenemos que entregar de golpe todo nuestro corazón, solamente podremos hacerlo si estábamos entrenados en la fidelidad de cada día.

Es así que también tenemos que volver a decir, recalcar lo que el Señor nos dice: «No se puede servir a Dios y al dinero. No se puede servir a dos señores». Porque nuestro corazón se divide, nuestro corazón pierde fuerzas cuando estamos como jugando a dos puntas.

El dinero tiene que ver con todo aquello que nos atrae y nos hace sentir que tenemos poder. El dinero puede ser tantas cosas, puede ser nuestro propio ego. El dinero puede ser la cultura de este mundo, el pensamiento mundano, la idolatría, el hacer un Dios a nuestra medida. El dinero es también, por supuesto, el dinero concreto que nos permite comprar y tener las cosas que nosotros pretendemos y que pensamos que nos van a dar algo, nos van a poner en una posición distinta frente a los demás. No se puede.

Para servir al Señor, tenemos que dejar de lado toda egolatría, todo deseo de aparentar, todo deseo de ser distintos a los demás; pero me refiero a poniéndonos en un lugar que no nos corresponde. Por eso, pidámosle al Señor que nos ayude a crecer día a día en esta fidelidad, en el corazón entero dedicado a lo que el Señor nos muestra para hacer. No escatimemos, no le mezquinemos al Señor nuestro corazón. Que si sabemos entregar pequeñas cosas, algún día cuando nos toque entregar todo, él nos dará la gracia y la fuerza para hacerlo.

Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXI Viernes durante el año

XXXI Viernes durante el año

By administrador on 4 noviembre, 2022

Lucas 16,1-8

Jesús decía a sus discípulos:

“Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto’.

El administrador pensó entonces: ‘¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.

¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!’.

Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’. ‘Veinte barriles de aceite’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez’. Después preguntó a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. ‘Cuatrocientos quintales de trigo’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y anota trescientos’.

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.”

Palabra del Señor

Comentario

Zaqueo el personaje del domingo puede ayudarnos a comprender Algo Evangelio de hoy. Zaqueo el personaje de mi barrio, me ayudó a comprender el evangelio del domingo. El personaje de la parábola, era un hombre deshonesto pero que, de algún modo, era generoso, no sabemos bien con qué intención, pero su conciencia elegía la generosidad repartiendo sus bienes entre los pobres y entre los que había perjudicado. El Zaqueo de mi barrio, me sorprendió cuando me contó, que, a pesar de su sufrimiento y adicción, él siempre llevaba en su bolsillo bastante dinero para darle a los pobres y cuando veía alguno por la calle, se frenaba para ayudarlo. Eso quiere decir, que no todo lo que vemos de afuera es tan malo como siempre parece, y aunque una persona parezca perdida, solo Jesús es capaz de ver esa bondad escondida que nadie ve, y sabe rescatarla, sabe sacarla a flote para que reluzca. Él vino a buscar lo que estaba perdido, Él viene a ayudar a los que incluso nosotros muchas veces despreciamos, nunca olvidemos eso.

Tenemos que analizar profundamente estas palabras de Algo del Evangelio de hoy; para no caer en la superficialidad. Evidentemente Jesús no puede alabar la deshonestidad en sí misma; dicho en nuestro idioma, la viveza, el ser ventajoso, el sacar provecho de cosas que no son nuestras, o sea el pensar que el fin justifica los medios.

Muchas veces nosotros hacemos eso, pensamos que si queremos hacer algo bueno o tenemos un buen fin; entonces si eso es bueno vale todo para conseguirlo, y ¡eso no!, por favor eso no hay que hacerlo jamás, es un error muy común que podemos cometer; eso es una avivada, diríamos, una astucia sin bondad, y de eso ya estamos bastante cansados.

Por eso, en realidad al contar esta parábola lo que alaba es la astucia, la “habilidad” de este hombre para pensar en lo que se le venía –en su futuro–; o sea, alaba la previsión que tiene para poder sobrevivir cuando se quede sin trabajo. Y Jesús nos dice que «los hijos del mundo son más astutos que los hijos de la luz»; o sea, los que piensan solamente en las cosas de este mundo, en como subsistir cada día, en lo material, muchas veces son más previsores que nosotros, los que decimos tener fe y que supuestamente estamos pensando en el mundo futuro, en la patria del cielo, en la tierra prometida. Por eso una buena pregunta que nos podríamos hacer es ¿Somos tan vivos con los bienes de Dios, con los bienes espirituales que Él no da? Él quiere que pongamos tanta fuerza, astucia y corazón, para ayudar a traer su Reino a la tierra, como a veces lo ponemos para ganarnos un puesto o algo en este mundo.

Y para esto es bueno pensar en una idea de fondo de la parábola, que no se dice concretamente, pero que está de fondo: nosotros somos “administradores” de los bienes de Dios, nada trajimos al mundo y nada podremos llevarnos de él –dice también la Palabra de Dios–, las cosas son nuestras pero en realidad no lo son; tenemos riquezas materiales y espirituales que tenemos que administrar para el bien de los demás, especialmente para los más pobres, para los más necesitados, para los que son deudores de Dios.

Todos nosotros, los que tenemos alguna riqueza espiritual y material; debemos abrir nuestro corazón a los que más necesitan. Si somos generosos con lo ajeno –porque en definitiva nada es nuestro en este mundo, porque recibimos todo de Dios–, algún día tendremos lo propio en el cielo. En cambio, si nos guardamos lo que no es nuestro; nos será quitado cuando partamos de este mundo, y nada recibiremos de Él, y mucho menos de los que no supe ayudar.

Cuando una pareja, unos novios se casa –por ahí si sos casado te acordarás– en la bendición final antes de la despedida, el sacerdote puede decir estas palabras: «Que en el mundo sean testigos del amor de Dios y que los pobres y afligidos sean objeto de la bondad de ustedes, para que ellos los reciban un día en las mansiones eternas de Dios». Esto es lo que se pide para los que se casan; y es –creo yo– la idea de la parábola hecha oración. Ojalá que hoy se nos haga vida, en la vida tuya, en la mía; pero ¡cuánto nos falta a veces a los católicos en general, tomar conciencia y decidirnos de una vez por todas a ser generosos con la cantidad de bienes acumulados que tenemos, que no son nuestros absolutamente y que no nos llevaremos el día de nuestra partida! El Zaqueo de la parábola, y el de mi barrio se dieron cuenta a tiempo, aun sin conocer a Jesús supieron despojarse de sus bienes.¡Qué afán a veces de prevenir todo lo material; el futuro mío, el de nuestros hijos, esto, lo otro; y la vida se nos va pasando por ahí ¿no? Para pensar un poco.

Hoy seamos «astutos», en el sentido evangélico de la palabra, con algún pobre, con un necesitado; para que cuando lleguemos al cielo, ellos nos abran las puertas y nos dejen sentarnos al lado de ellos.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

XXXI Jueves durante el año

XXXI Jueves durante el año

By administrador on 3 noviembre, 2022

Lucas 15, 1-10

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.

Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola:

“Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?

Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?

Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”.

Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

Palabra del Señor

Comentario

Continuemos con la imagen del evangelio del domingo pasado y la historia del Zaqueo que conocí por estos días. Recordemos que el Zaqueo del evangelio se subió a un árbol, a una especie de higuera, para poder ver a Jesús mientras pasaba por su ciudad. Fue en ese momento cuando lo llamó por su nombre – ¿lo habrá conocido anteriormente, sabía quién era? no lo sabemos – sin importarle lo que los demás decían de él, y le ofreció alojarse en su casa, quedarse en su casa, con todo lo que eso implicaba. Eso quiere decir que Jesús se auto-invitó a la casa del hombre más criticado y menos querido del pueblo, mientras muchos, seguramente, se carcomían las uñas al ver algo tan impensado. Pero lo importante de esta historia es Jesús y Zaqueo, y no tanto la murmuración de los otros, o lo que pensaron ese día. ¡Con qué velocidad habrá bajado de ese árbol ese hombre! ¿Cómo iba a desaprovechar semejante oportunidad? El Zaqueo de mi barrio, me terminó contando, que esa misa que había asistido fue porque algo lo había empujado a entrar cuando pasó por la puerta y sintió que ahí adentro de estaba «haciendo algo».

En realidad, el que pasaba por ahí era él, y Jesús estaba esperándolo adentro, en la comunidad que celebraba, en su palabra y en la Eucaristía. De hace mucho que sentía, en su dolor y adicción, que era momento de cambiar, pero no quería «bajarse del árbol», no quería escuchar a su mujer y a sus parientes. Sin embargo, ese día lo hizo, y sintió tanto amor, que no dudó en dejar «sus ídolos» al descubrir que Jesús era el que lo había salvado, el que lo había rescatado. En esa charla que tuvimos, se decidió a dejar definitivamente a san la muerte, y escucharme a mí para saber que hacía con el gauchito gil. Después de una charla muy linda, solo, terminó comprendiendo, que, teniendo a Jesús, todo lo demás era poco, terminó decidiendo reemplazar en el santuario que tenía en su casa, la imagen del «santito», como le dicen, por una del sagrado corazón que pude regalarle. Una maravilla más de las que Jesús hace día a día, sin que nos demos cuenta… tocar el corazón de los que están alejados y acercarlos al suyo.

Algo que no podemos olvidar nunca, y aunque parezca una obviedad lo que te voy a decir, es que nosotros los católicos, creemos en verdades reales y concretas, no creadas por nuestra mente, no basadas en cuentitos que heredamos. La historia del Zaqueo, del Zaqueo de mi barrio, la tuya y la mía, es una prueba concreta de que Algo del Evangelio de hoy, una parábola, es real, y es lo que Dios vino a hacer al mundo, a buscar lo que estaba perdido, las ovejas perdidas, los Zaqueos, a vos y a mí. Jesús hacía lo que decía o vino a hacer lo que pensó siempre, salvar, amar, rescatar, ayudar, especialmente a los que nadie quiere salvar, amar, rescatar y ayudar.

Las parábolas no son cuentitos lindos donde Jesús nos enseña que tenemos que ser buenos, aunque debamos serlo, sino que las parábolas son confirmaciones de lo que Él vino a hacer en persona, como con Zaqueo. Entonces, no da lo mismo si lo que escuchamos pasó o no de verdad, sino todo lo contrario. No pudo no haber pasado. Es necesario que haya pasado, es más real que pasó, es transformante que haya pasado y eso es lo que permite que siga pasando hoy, concretamente y realmente, en este mundo, en nuestras vidas. Esto sigue pasando en miles vidas de tantos hombres y mujeres. Seguramente a vos te pasó de alguna manera en tu vida. A mí también me pasó y me sigue pasando. Jesús nos sigue perdonando día a día, a todos. Jesús sigue buscándonos y encontrándonos como ovejas que nos salimos del camino, para que no nos volvamos a perder o para que no nos perdamos nunca.

Jesús es la alegría del pecador y el enojo del que no se considera pecadores, porque no les da la cabeza y el corazón para entender que Dios puede ser así, tan Bueno y misericordioso. Al mismo tiempo, la alegría de Jesús es buscarnos y cuidarnos, perdonarnos y sanarnos. Él no vino a otra cosa que a eso. No vino a juntarse con los «buenos» y escuchar todas sus buenas acciones.

Hoy habrá alegría en el cielo, y también debería haberla en nuestros corazones, por alguien más que se acerque a Jesús o que se deje encontrar por Él, que por miles de buenos cristianos que están por ahí, amando y haciendo el bien. No nos transformemos en fariseos murmuradores, alegrémonos como se alegran los ángeles. Y si nos animamos, con un solo clic, mandemos este audio a alguna oveja perdida que ande por ahí, en cualquier parte del mundo, pariente o no, conocido o no tanto. Aunque muchos estén perdidoso nosotros los demos por perdidos, para Jesús nunca lo serán, siempre los estará esperando, como te espera a vos y a mí, como nos esperó siempre, como esperará a cada hombre, hasta el fin de los tiempos. Si nos animamos a buscar a los perdidos, Jesús nos lo va a agradecer.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.