Topic: Marcos

II Domingo de adviento

II Domingo de adviento

By administrador on 6 diciembre, 2020

Marcos 1, 1-8

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.

Como está escrito en el libro del profeta Isaías: «Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos,» así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.

Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»

Palabra del Señor

Comentario

A veces resulta difícil seguir el hilo de lo que, domingo a domingo, se nos va proponiendo para meditar. Parece casi imposible seguir el ritmo de lo que la palabra de Dios nos propone. Pero no hay que perder el ánimo. Esto no es un examen escolar, la idea no es intentar escuchar todo para “hacer” toda la tarea como quien tiene que cumplir. Sino que lo ideal es, escuchar y discernir, o sea distinguir qué es para mí y qué no. Qué es para mí en este momento y qué no, y no tanto un escuchar por escuchar. La Iglesia, especialmente los domingos y en los tiempos como adviento, nos ayuda a organizarnos, nos arma un esquema en el que pedagógicamente nos quiere llevar de la mano a un mismo fin, pero eso no quiere decir que todos lleguemos ahora y de la misma manera. Cada uno de nosotros está en momentos y situaciones especiales, cada uno de nosotros llega a este tiempo de modos y con vivencias distintas. No somos iguales y no tenemos porqué serlo. La propuesta es la misma para todos, pero la respuesta es tan diversa como tipos de oyentes la reciban.

La propuesta del adviento la presentamos la semana pasada. Un primer domingo para despertar, para estar en VELA, VIGILANTES, y hoy, en este segundo domingo, se nos propone el tema de la CONVERSIÓN. Por eso aparece la figura de Juan el Bautista, que no puede faltar en este tiempo. Él siempre aparece cuando hay que desaparecer, cuando hay que abrir puertas, pero para dejarlas abiertas y que nadie se quede ahí. ¿A quién se le ocurre quedarse en la puerta después de abrirla? ¿A quién se le ocurre abrir una puerta y quedarse ahí para taparla, para no dejar pasar a nadie?

Eso es Juan el Bautista para nosotros, para la historia de la salvación, para este adviento que empezamos. Es el que abrió la puerta para dar paso a Cristo y jamás se le ocurrió quedarse ahí para molestar, sino todo lo contrario, abrió para apartarse y que todos podamos pasar y estar con Jesús. «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias» La conversión que se nos propone, es la conversión de la humildad, tanto para recibir la salvación como para ser canal de ella. Sin humildad no es posible recibir profundamente a Cristo en el corazón, y sin humildad es infecundo nuestro trabajo para llevar a Cristo a los demás.

Juan Bautista vivió las dos dimensiones de la humildad, la que recibe sin nada a cambio, la que recibe sabiendo que todo debe recibirlo, la que recibe sabiendo que lo grande viene de lo alto, y por otro lado, la humildad que da sabiendo que es necesario desaparecer, la que da reconociendo que viene algo mejor, la que da no creyéndose dueño de lo dado.

Para recibir a Jesús niño en esta navidad y todos los días, es indispensable seguir el camino de la humildad, convertirse día a día, cambiar de mentalidad a cada instante, cambiar nuestra manera de encarar las cosas, de planearlas, de soñarlas. Las grandezas de este mundo, las grandezas con las que se “agranda” nuestro corazón no se condicen con la grandeza de algo del evangelio de hoy y la que se nos propone en este adviento.

La segunda lectura de hoy dice algo muy fuerte y directo que nos ayuda reflexionar en esta línea: “El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.” Él nos quiere humildes, nos necesita humildes, por la sencilla razón de que es la mejor manera que se cumpla su voluntad acá en la tierra. No es un “aderezo” más al plan de salvación, sino que es la condición para que se dé la salvación. El que no se reconoce humilde y necesitado jamás deseará recibir algo distinto a lo que tiene. El que no se reconoce deseoso de conversión, de cambio, es el que no considera que la propuesta de Jesús es mucho más feliz y superadora que la nuestra.

Y, por otro lado, el que no es humilde para transmitir, no puede ser puente para que otros descubran a Jesús. El que no desaparece para dejar que aparezca el verdadero salvador, es el que sin querer se considera salvador de los otros. Vivimos esa paradoja. La maravilla de ser salvados y ser de alguna manera “salvadores” de otros, pero no por nosotros mismos, sino por el misterio del amor de Jesús que actúa en nosotros.

Que este segundo domingo de adviento nos ayude a darnos cuentas que sin Él no seríamos nada, que Él nos pide una vez más que cambiemos algo de nosotros para dejar que sea Él el salvador en tantos corazones que lo necesitan, sin olvidar que los primeros necesitados somos vos y yo.

I Domingo de Adviento

I Domingo de Adviento

By administrador on 29 noviembre, 2020

Marcos 13, 33-37

En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

«Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.

Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.

Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».

Palabra del Señor

Comentario

Empezamos a partir de hoy lo que se llama un nuevo año litúrgico, un nuevo año de la Iglesia. Quiero aclarar algunas cuestiones que creo que nos pueden ayudar a caminar, como se dice, «de la mano» de la Iglesia, o sea, de manera especial, dejándose guiar en estas semanas. El año de la Iglesia empieza con el tiempo de Adviento, uno de los tiempos llamados «fuertes», en los que especialmente nos concentramos, por decirlo así, en «temas» fundamentales de nuestra fe. Cada año nuestra madre la Iglesia busca que cada creyente pueda celebrar, revivir y llevar a su vida la misma vida de nuestro buen Jesús. El año litúrgico no es una especie de «repaso histórico» de la vida de Cristo, sino más bien es un introducirnos en su vida: conociendo, asimilando y amando todo lo que hizo y siendo conscientes de su obrar constante en el mundo, en nuestros corazones. No es un simple recuerdo, sino un pasado que afirma la fe, un presente que alegra y anima y un futuro que da esperanza.

Teniendo en cuenta esto, los signos nos hacen muy bien. Son como especie de mojones en nuestra vida espiritual. Por eso, no te olvides lo bien que hace que en tu casa puedas tener la tradicional Corona de Adviento que simboliza esta preparación espiritual, que simboliza cómo la luz de Cristo –que está presente en nuestras vidas– quiere ir encendiéndose lentamente en nuestros corazones para nacer otra vez en la Navidad, que se acerca. Por eso las cuatro velas: tres de color morado y una de color blanco.

También en estos días se puede ir desempolvando el pesebre, que tenemos guardado en nuestros hogares, para armarlo con nuestros hijos, con aquellos que podamos el ocho de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.

Junto con Algo del Evangelio intentaremos seguir paso a paso lo que la Palabra de Dios nos va a ir proponiendo. Durante los domingos de este año corresponde que nos dejemos acompañar por el evangelio de san Marcos –salvo algunas excepciones–, se llama Ciclo B. Algo importante para empezar el Adviento no es únicamente, como se dice a veces, preparación para la Navidad, para celebrar y revivir la primera venida del Señor a la tierra, sino también es preparación para la definitiva y última venida de Jesús al final de los tiempos y un tomar consciencia de su presencia constante entre nosotros.

Por eso, es necesario respetar con paciencia las lecturas de estos domingos. A modo de resumen y para que las puedas comprender o puedas ir anticipándote a lo que vendrá, te muestro lo central de cada domingo hasta Navidad, con una palabra que resume el mensaje esencial y central. En este domingo el mensaje podríamos decir que es: «Estén prevenidos», o sea, es el llamado a la vigilancia, al estar vigilantes. En el segundo domingo la frase sería: «Preparen el camino del Señor». Se nos muestra la necesidad de convertirnos, convertir nuestro corazón. En el tercer domingo leeremos, escucharemos el evangelio de Juan: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». Y la invitación es de algún modo al testimonio, o sea, a mostrar con nuestra vida la presencia de Cristo. Y, finalmente, leyendo a Lucas en el cuarto domingo todo se concentra en el nacimiento: «Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús». Y la palabra clave podríamos decir que es anuncio, el anuncio de la venida del Salvador. Entonces sería algo así: VIGILANCIA, CONVERTIRSE, TESTIMONIO y ANUNCIO.

Quería que hoy nos centremos en esta imagen tan humana, tan nuestra y tan del Adviento: velar, vigilar. Venimos de alguna manera en estos últimos días hablando de esto, al final del año litúrgico: estar atentos, prevenidos. La Palabra, como siempre lo digo, no quiere darnos miedo, pero sí quiere despertarnos; que no seamos vigilantes dormidos ¿no?, como aquellos que están custodiando pero se duermen. ¿Despertarnos de qué?, nos podríamos preguntar.

¿Estamos dormidos o somnolientos? ¿Te acordás de Johnny, ese amigo tan querido que siempre me hacía lindos comentarios? Me dijo, me acuerdo, que él estaba despierto y era verdad, porque respondió todas preguntas. «Sí, estoy despierto Padre», me decía. El adviento es tiempo de «salir» del sueño en el que a veces andamos. Esa actitud tan humana de andar metidos en lo cotidiano, en el tener poco tiempo para el Señor, incluso poco tiempo para nosotros, para nuestra familia, para lo importante. Tenemos tiempo pero ocupado en miles de cosas que nos terminan «absorbiendo» y sumergiendo solo en el «hacer», y nuestros buenos deseos se van haciendo mediocres. ¿No te pasa eso alguna vez? ¿No es verdad que casi no tenemos tiempo para reflexionar? ¿No es verdad que tenemos muchas veces tiempo para divertirnos y no hacer «nada», pero no tenemos tiempo real para frenar y pensar o rezar y ver qué nos pasa en el corazón?

Para empezar este tiempo la Palabra de Dios nos da un fuerte grito: «Tengan cuidado y estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor». Despiértense, dense cuenta que Jesús está y que además algún día va a venir definitivamente, por decirlo así, y en serio. Ya está, pero todavía tiene que venir, aunque parezca contradictorio.

Estamos en un tiempo para que también descubramos que cada acontecimiento de la vida es como un gesto o una caricia que Dios nos da para llamarnos la atención y que no nos olvidemos de él, para hacernos acordar que llegará un día en el que nos dará un abrazo para siempre. ¡Qué lindo tiempo para frenar un poco, despertarse e ir escribiendo día a día en qué podemos percibir el amor de Dios! ¿Te animás a hacer este caminito?

Vamos a despertarnos, te lo propongo. Hagamos el esfuerzo. Despertémonos juntos escuchando siempre la Palabra, esa palabra que nos saca de nuestras comodidades y ocupaciones innecesarias. Vamos a despertarnos y pedir salir de una vez por todas de esos pecados o vicios que nos atan. Vamos a despertarnos en este Adviento y darnos cuenta que no vale la pena correr tanto a fin de año, porque no tiene sentido. Vamos a pedirle a Jesús que nos ayude a estar prevenidos, a no estar como tantos, únicamente comiendo y bebiendo, aunque es necesario para vivir.

Memoria del Martirio de San Juan Bautista

Memoria del Martirio de San Juan Bautista

By administrador on 29 agosto, 2020

Marcos 6, 17-29

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”.

Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”. Y le aseguró bajo juramento: “Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”. Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué debo pedirle?”. “La cabeza de Juan el Bautista”, respondió esta.

La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: “Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor

Comentario

Me animo a poder darte un consejo hoy, que me lo doy siempre también a mí mismo, que es en realidad para cada día, para siempre… un consejo para todos: ¡No aflojemos! ¡No hay que aflojar! Sé que a veces nos agarran tristezas y desánimos, pero no hay que aflojar, te pido por favor. Muchas cosas podemos dejar de hacer en nuestra vida. Muchas cosas nos pueden pasar. Muchas cosas cambian y es verdad que es bueno que así sea. Las cosas cambian, pero hay cosas que no deben cambiar nunca. Hay algo que no debe cambiar y debe permanecer siempre, aun en las dificultades más complicadas, y es… el seguir escuchando, o sea, no dejar de escuchar. No dejemos de escuchar la palabra de cada día, no lo dejes. No importa cómo, con quién o por medio de quién. Lo importante es escuchar, pero la palabra de Dios, no tantos comentarios… la palabra de Dios. Por eso digámonos a nosotros mismos ahora, en el silencio de tu casa, de tu jardín, de tu habitación, o alzando la voz: ¡Quiero seguir escuchando! Me hace tanto bien cuando escucho en serio. No puedo dejar de escuchar. No puedo olvidarme de todas las cosas que la palabra de Dios cada día me iluminó tantas veces. Digámosle hoy todos a Jesús: No quiero dejar de escuchar Maestro bueno. No quiero caer en la tentación tan tentadora de pensar que ya está, que ya me las sé todas, que me aburrí de la palabra; ¡de cansarme de tu Padre!

La clave es no perder la memoria, no olvidarse de todo lo que Dios va haciendo en nosotros a medida que escuchamos y por eso es necesario siempre ser agradecidos. Todos estamos unidos por la palabra de Dios en este momento, ahora, vos y yo, que hace que su obra vaya más allá de lo que nuestra percepción puede lograr comprender. Esto es verdad y nos ayuda mucho a todos, porque estamos unidos por la misma palabra. La palabra que transmite una verdad. ¿Cuál verdad? La misma verdad que defendió Juan el Bautista hasta el final y por la que tuvo que morir decapitado. Sí, tan triste como eso. Pidieron que la cabeza de Juan- de este hombre justo y santo- sea llevada en una bandeja. Toda una imagen de lo que es capaz de hacer el ser humano que no vive en la verdad, cortarle la cabeza a alguien por ser incapaz de reconocer la verdad, por ser incapaz de jugarse por ella.

Hoy en Algo del Evangelio celebramos su martirio, su testimonio de amor por la verdad. Si prestamos atención, no hay muchas palabras de este gran hombre en los evangelios. No habla directamente, especialmente hoy, simplemente dicen que él decía: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”, o sea, le decía la verdad a Herodes. Sin embargo, la escena sí está plagada de palabras de otros, de diálogos falsos e hipócritas, de mentiras, de cobardías, engaños, vendettas, falsos juramentos y vanidades. Como pasa hoy en día cuando vemos a algún medio de comunicación. Todo es vanidad, todo para lograr a veces matar la verdad. Así es la historia de este mundo lejos de Dios, que odia la verdad y le gusta vivir en las tinieblas, desde siempre y más todavía desde la llegada a este mundo de la Verdad, que es nuestro buen  y amado Jesús. El mundo sin él es un mundo lleno de hipocresía y falto de verdad. El mundo sin Jesús es un mundo que preferiría salvarse a sí mismo antes que dar la vida por la verdad.

Del mismo modo obra la cobardía en nuestro corazón cuando no nos animamos a jugarnos por esta verdad con amor o por bronca matamos algunas verdades (o personas que dan testimonio de la verdad) con nuestras palabras. El martirio de Juan el Bautista, de San Juan, es un espejo que, por contraste, nos puede mostrar la debilidad de este mundo y de nuestros corazones, que les cuesta muchísimo reconocer la verdad y jugarse por ella. ¡Qué difícil es encontrar en este mundo, y aun también entre personas de fe, cristianos que se jueguen por la verdad! ¡Cómo cuesta encontrar cristianos que realmente vivan por ella, que no tengan miedo de hablar y defender a Jesús hasta el final, y no a los gritos, sino con amor!

Es verdad que hay mucha gente buena en este mundo, mucha gente buena en la Iglesia, pero hay pocas personas, pocos sacerdotes, que se animan a hablar la verdad (en todas sus dimensiones) hasta el final, su verdad, la verdad de Jesús, la verdad de esta vida, la verdad de la Iglesia. Es muy fácil ser como Herodes, como Herodías y su hija, como los que estaban ese día en esa fiesta, en ese cumpleaños, o como ese guardia que cumplió una orden. Es fácil no jugarse por nada y callar toda la deshonestidad, mentira, corrupción, acomodo, falsedad y engaño que hay por ahí dando vueltas, alrededor nuestro. Es fácil. Nadie nos dice nada, es “políticamente correcto”. Es un modo de subsistir.

Pero… ¿verdaderamente preferimos eso? ¿Preferimos vivir acomodados y ser recordados como mediocres y tibios? ¿No es más gratificante vivir por la verdad, por Jesús, dejando algo más grande en este mundo, algo que perdure para siempre? Pensémoslo hoy. Tomémonos un tiempo para rezar y meditar.

Marcos 12, 38-44 – IX Sábado durante el año

Marcos 12, 38-44 – IX Sábado durante el año

By administrador on 6 junio, 2020

 

Jesús enseñaba a la multitud: “Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”.

Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba como la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.

Palabra del Señor

Comentario

Terminamos una nueva semana acompañados de las palabras de Dios, de las palabras que no pasan, que permanecen para siempre, de corazón en corazón, de generación en generación hasta el fin de los tiempos, aun cuando todo pase. Palabras de Dios, palabras que quedaron grabadas para siempre en la Sagrada Escritura, por aquellos que inspirados por él las escribieron, y en cada corazón que las cree y las lleva a la vida, a la práctica. Por eso, podríamos quedarnos sin biblia, sin papel escrito de la palabra de Dios. Pensando en algo drástico, que se acaben todos los libros, que se rompan todos los lugares donde está guardada esa palabra de Dios. Sin embargo, la palabra de Dios permanece en tu corazón y en el mío cuando las vivimos. Jamás pasarán. Hay palabras o frases de la Palabra de Dios que es bueno, por eso, no dejarlas, de alguna manera, “pasar” fácilmente. Qué lindo intentar seguir repasándolas por el corazón, porque son claves, son importantes. Son palabras que engendran otras palabras. Podríamos decir que engendran actitudes distintas en nosotros. Palabras que nos ayudan a cambiar de pensamiento, palabras que no pasan jamás, pero que hay que hacerlas revivir una y otra vez. ¿Cómo hacer para hacerlas revivir? Viviéndolas nosotros, llevándolas a la práctica, no dejando que caigan en corazones agujereados, sino en corazones dispuestos a hacerlas carne. ¿Qué palabra de Dios te representa a vos? ¿Con qué palabra de Dios creés que los demás te recordarán el día que te toque partir? ¿Qué palabra de Dios mostrás al mundo que no cree? Es lindo pensarlo así. Es lindo pensar que cada uno de nosotros, de alguna manera, como en el gran libro de la vida, en el gran libro que Dios quiere decirle a la humanidad, de alguna manera, cada uno de nosotros es como una palabra que forma todo el mensaje de Dios. Y es bueno pensar cuál es la que a mí me encontró, porque la palabra de Dios, de alguna manera, nos encuentra, nos topa por el camino.

Por eso, muchas veces te propongo repasar Algo del evangelio de la semana. Creo que es una ayuda más, un paso más que podemos dar. Sin embargo, en este sábado te propongo que meditemos el de este día.

Se puede decir que todo el evangelio, todos los textos del evangelio, son como un drama entre los que necesitan ser salvados, y lo demuestran, y los que no necesitan salvación y están orgullosos de eso, los que se creen tenerlo todo y no necesitan de nadie. Te diría que toda la historia de la humanidad es la historia de los que se creen salvados por sí mismos, por el poder, por el dinero, por el prestigio, por la fama, por una religiosidad del cumplimiento, por sus propios planes y miles de cosas más, y de los que nunca se consideran salvados por alguna circunstancia humana, por el contexto en el que vivimos, sino los que siempre manifiestan que la salvación es un regalo. Es un regalo que viene de lo alto y no de este mundo material, y Jesús, en el medio de la historia, en todo sentido, queriendo mostrarnos con su amor que la verdadera salvación no viene de los poderes de este mundo, sino que viene de su amor misericordioso, de su corazón que ama hasta el final, y que desde la cruz nos sigue diciendo que no vale la pena “bajarse de la cruz” y no querer sacrificarse por el amor, sino que vale la pena amar hasta el fin; que no vale la pena querer ocupar los primeros puestos, ser saludados en las plazas, en los lugares públicos, ser aplaudidos por los demás. No vale la pena, sino que vale la pena otra cosa.

Por eso, la pobre viuda del evangelio de hoy, una viuda pobre, mejor dicho, dio más que nadie. Es la viuda pobre que no quiso, de alguna manera, guardarse nada para sí misma, sino que, con lo poco que tenía, quiso ayudar a otros para poder salvarlos, para poder ayudarlos. No se miró a sí misma y cuidó lo poco que tenía, lo amarrocó, lo guardó, pensando en su subsistencia, sino que confió en que, dando con el corazón, nunca sería abandonada por Dios. Esa es la lógica del que es generoso, que da sabiendo que nunca será abandonado. Da sabiendo que todo lo que se da, de alguna manera, se multiplica y así como él pudo ser generoso, siempre habrá alguien generoso con él. Esa es la lógica del generoso. No es que lo hace para que le den, pero lo hace confiando en que alguien, más bueno que él, o igual que él, aparecerá.

La más pobre dio más que todos los ricos, según la Palabra de hoy. Evidentemente, como decía alguien por ahí, Jesús no sabe mucho de matemática. ¿Cómo es posible que alguien que dio menos en cantidad sea en realidad el que más dio? ¿Te parece lógico eso? ¿Le parece lógico a este mundo que busca en todo sacar el máximo beneficio con la mínima inversión? Jesús no sabe ni de matemática, ni de inversión, ni de mercados, ni de conveniencias y, por ahí, lo que él mide y calcula pasa por otro lado, pasa por el corazón, que no puede medirse. Me inclino a pensar que él mira lo que a nosotros nos cuesta ver. Para Jesús dar mucho no es directamente proporcional a dar con el corazón y dar poco puede ser compatible con darlo todo. No siempre, pero puede ser compatible, como el caso de hoy. Una cosa extraña para nuestra mentalidad que todo lo calcula, que todo lo mide y lo cuenta pensando que la vida del corazón, a veces, es matemática pura, donde siempre 1+1 es 2. Sin embargo, sabemos que no es así.

Menos mal que las cosas de Dios no son así, si no estaríamos bastante complicados todos. La vida del corazón no es una ciencia exacta, ciencia al estilo de este mundo. Es ciencia, pero del corazón. Va por otros carriles. Y mientras nosotros queremos encasillar y encajonar todo en cálculos y números, incluso, a veces, la salvación, negociando con Dios para ver qué nos dará, si le damos algo o cuándo nos dará lo que queremos que nos dé, Jesús se encarga de “patear el tablero” y enseñarnos un modo nuevo de ver las cosas, de entender la realidad.

Intentemos hoy vivir y pensar que la “salvación” de nuestra vida, la alegría y la felicidad de nuestra vida, porque eso es la salvación, la comunión profunda con nuestro Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, la salvación y la alegría de nuestra familia no pasa por la cantidad de bienes que tengamos y acumulemos, sino que pasa, en el fondo, y bien arribita también, por la generosidad con la que vivamos. Sea mucho o poco lo que demos, no importa. El cálculo mejor dejémoslo en manos de Jesús, que, gracias a su Padre, por ahí, no sabe tanto de matemática. Aprendemos de esta viuda, que supo darlo todo, aunque nadie se había dado cuenta, sino solamente Jesús. Qué bueno, qué lindo que Jesús sea el único que se dé cuenta lo que verdaderamente damos cuando damos. Gracias Señor por mirar el corazón y no mirar las apariencias.

Marcos 12, 35-37 – IX Viernes durante el año

Marcos 12, 35-37 – IX Viernes durante el año

By administrador on 5 junio, 2020

 

Jesús se puso a enseñar en el templo y preguntaba: «¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo:

“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies”.

Si el mismo David lo llama “Señor”, ¿cómo puede ser hijo suyo?»

La multitud escuchaba a Jesús con agrado.

Palabra del Señor

Comentario

Escuchar, como decíamos ayer, no es lo mismo que oír. Qué bueno que empecemos este día intentando escuchar. Oír, sabemos, es la capacidad, digamos “humana” de percibir los sonidos. Oye el que tiene oído y sus componentes internos para oír, y no es algo que decidimos o nos planteamos o lo pensamos, excepto que nos tapemos los oídos. Se da. Es una capacidad que Dios nos ha dado. Oímos cosas continuamente. Es un acto reflejo, involuntario. Aunque a veces, como decía, podemos hacernos los distraídos para no oír, como hacíamos de chicos cuando no queríamos escuchar a un hermano, una hermana, y, tapándonos los oídos, decíamos: “¡No te escucho, no te escucho!” Por el oído entran a nuestros pensamientos y el corazón gran parte de la realidad que percibimos y que después procesamos, por decirlo de alguna manera, y afecta a todo lo que somos. Es como un alimento. El oído también es ese lugar donde entra aquello que nos alimenta, que nos hace muchas veces “ser como somos”. Nos va conformando o deformando, o las dos cosas al mismo tiempo. O, en algunos aspectos, nos deformamos y, en otros, nos vamos conformando, o sea, tomando una forma distinta. Nos va “conformando” al corazón de Jesús cuando escuchamos la palabra de Dios que nos enseña que estamos hechos para amar a su Padre y al prójimo, o nos va “deformando” los pensamientos y el corazón para terminar escuchándonos solo a nosotros y nuestros egoísmos, o solo a personas que, en el fondo, nos hacen mal. Es así. Por eso es bueno que oigamos cosas lindas, que cuidemos nuestros oídos y el de nuestros hijos, especialmente el de los más pequeños, porque por ahí entran palabras y sonidos que nos ayudan, o no, a ser mejores hijos de Dios. Es difícil aprender a escuchar a Dios, es bastante difícil a Jesús, si nuestros oídos están acostumbrados a oír cualquier cosa, cualquier ruido, cualquier palabra, como si fuera todo lo mismo. ¿Pensaste en esto alguna vez? ¿Lo pensamos? ¿No nos damos cuenta que es bueno que tus hijos y nuestros hijos escuchen cosas lindas, que les hagan bien? Si empezamos el día y terminamos el día con el noticiero, las malas noticias, y… difícilmente a nuestros oídos puedan agradarle las palabras de Jesús que intentamos escuchar después.

En cambio, escuchar es algo distinto. Algo distinto a oír. Cuando escuchamos es como que ponemos también el corazón y con el corazón ponemos el cuerpo. Ponemos más en juego de nosotros. Es lindo hablar con esas personas que no solo te oyen, sino que te escuchan. Y qué difícil es encontrar esas personas que realmente escuchan y les interesa lo que uno está diciendo. Es lindo cuando al hablar te miran a los ojos, no están moviéndose como queriendo irse, no están queriendo interrumpir la conversación para meter su “bocado”. Por eso escuchar es otra cosa. Por eso el mandamiento de ayer decía: “¡Escucha! Poné el corazón”. Escuchá. Poné el corazón al oír. No se ama oyendo así nomás, no se ama diciendo que se ama, sino que se ama con todo el corazón, con toda el alma, con las fuerzas, el espíritu, con todo el ser. Se ama escuchando. Y escuchando cosas lindas, palabras de Dios, el corazón empieza a entrenarse para la escucha que necesitamos realizar entre nosotros.

Algo del evangelio de hoy habla del agrado con el cual escuchaban a Jesús. “La multitud escuchaba a Jesús con agrado” dice. No sabemos si lo comprendían o no perfectamente, pero, por lo menos, a diferencia de los fariseos, escribas y doctores, esta gente escuchaba con agrado. Ese es el comienzo de la comprensión, escuchar con agrado. Si algo nos desagrada, difícilmente escucharemos, por ahí solo oiremos, o cerraremos la cortina en el corazón. Al que le agrada una realidad, una persona, una situación, escucha mucho mejor que aquel que oye pensando que el otro termine, para dejar de verlo, para irse. Oye pensando por adentro ¿qué me va a enseñar este a mí? Oye con actitud de soberbia o despectiva. Oye mirando a otro lado. ¿Te agrada escuchar a Jesús más allá de que algún día comprendas un poco más o menos? ¿Cómo escuchas la palabra de Dios de cada día? ¿Cómo la lees: como queriendo terminar para hacer otra cosa o como queriendo que el tiempo no exista para no medirlo?
Podemos pasarnos años oyendo la palabra de Dios y no escuchándola. Podemos pasarnos años con personas y no haberlas escuchado nunca. ¡Qué triste! Podemos haber pasado años yendo a misa y no haber escuchado verdaderamente la palabra de Dios. Podemos habernos pasado años oyendo audios con la Palabra pero no escuchar nada. Eso es la pena más grande, porque el que vive así, solo se escucha así mismo, su criterio es solo él mismo. No tiene otro parámetro que sus pensamientos y sentimientos. Y así vive, en su mundo, creyendo que su mundo es el único y el mejor. ¡Qué triste! No es para que nos desanimemos, sino para que nos tomemos en serio esto. Para que no perdamos el tiempo, para volver a poner el centro de nuestros amores en la familia, el trabajo, las comunidades, la escucha sincera, para saber quién es el otro y qué necesita. Sin este camino, el amor entre nosotros se basa en lo que nosotros pensamos que el otro necesita y no en lo que realmente necesita.

Por ahí nos pasamos años dándole a nuestro marido, a nuestra mujer, a nuestros hijos, hermanos, jefes, empleados, amigos, lo que nosotros únicamente consideramos necesario para ellos, o lo que me dijeron que el otro necesita. Sin embargo, el amor es “buscar el bien del otro” y para conocer el bien del otro, necesito que el otro me lo exprese y así discernir si puedo o no dárselo. Bueno, todo un arte, amar como Dios quiere es un arte que se aprende. Escuchar como él quiere es un arte que se aprende. No es una receta que se aplica para todos igual y se obliga. ¿Y si empezamos al revés? Empecemos por lo menos haciendo el esfuerzo para que nos agrade más escuchar que hablar. Empecemos por lo menos haciendo cada día el esfuerzo para no solo oír el evangelio, sino escucharlo, meditarlo, contemplarlo y vivirlo.

Marcos 12, 28-34 – IX Jueves durante el año

Marcos 12, 28-34 – IX Jueves durante el año

By administrador on 4 junio, 2020

 

Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»

Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos.»

El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios.»

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.»

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Comentario

No solo hay que leer, sino que hay que leer con atención, hay que leer escuchando, de alguna manera. Es verdad que leer los evangelios nos va introduciendo lentamente en el corazón de Jesús, casi por inercia, digamos. Nos va introduciendo en el misterio de su vida, pero también es verdad, que no pasa por leer solamente, así no más, como quien lee una historia cualquiera, una novela. Sino que es un leer distinto, es un leer creyente, se dice… es un leer que escucha y saborea día a día. Es un leer que implica mucho corazón. Sé que esto que te planteo parece un poco imposible, algo imposible, pero no lo es, si empezamos a experimentarlo y a disfrutar de la palabra de Dios, nos empieza a gustar, la empezamos a desear. Alguien me dijo una vez: “Padre, recién ahora con 4 hijos estoy aprendiendo a ser padre”. Las cosas en la vida son fáciles al leerlas, al estudiarlas, sin embargo, no lo son, no son parte de nuestra vida hasta que no las vivimos en carne propia, no hacemos la experiencia y la asimilamos. Puedo saber de memoria el evangelio, citarlo de lado a lado, de memoria, pero puedo no vivirlo, puedo todavía no entenderlo, no aceptarlo, en el fondo. El evangelio se vive cuando en todo “veo, huelo, siento, gusto y toco”, de alguna manera, a Jesús. Cuando todo lo que leo, tanto lo lindo como lo difícil, lo veo después “en la calle”, por decirlo de alguna manera, en la vida concreta, lo veo y experimento en el mundo.

Las palabras de Dios son fuente de vida que enseñan a vivir bien, a vivir como Dios quiere, como Dios manda, se dice… marcan el rumbo de cada acción e iluminan, poco a poco, los pensamientos.

“¡Escucha, hija, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna, y el rey se prendará de tu hermosura. Él es tu señor: inclínate ante él”, dice el Salmo 45. Así habla Dios y ¿por qué no adaptarlo en este día para nosotros? “Escucha hijo, escucha hija, mirá, prestá atención, olvidá lo que tenés que hacer hoy, olvídate por un rato de tus preocupaciones, olvidá tus afectos por un momento, olvidá lo que te inquieta, lo que tenés que hacer, lo que pensás que es importante. El rey, Dios que es tu Padre se enamorará de tu hermosura, está enamorado de tu hermosura. Una vez más, estés como estés, de la hermosura de tu corazón, triste puede ser, encerrado, cabizbajo, como no sabiendo para dónde ir, pero él está enamorado de nuestra hermosura. El corazón que solo él conoce y solo él puede descubrir. Pero solo nos pide una cosa: ¡tenemos que reconocer, que es nuestro Señor, inclinarnos ante él!

Quise empezar así el audio de hoy, porque las palabras de Jesús en Algo del evangelio, son una invitación clara a escuchar. En realidad, Jesús viene respondiendo discusiones y pruebas, y se podrían decir muchísimas cosas con la respuesta de Jesús. Pero quería centrarme en una, que a veces pasa desapercibida a nuestro paladar del corazón, a veces no escuchamos la primera palabra importante del mandamiento más importante. ESCUCHA. En otros evangelios se tendrá tiempo de pensar y rezar en la unidad de los dos mandamientos, algo que creo que ya sabés, las dos cosas, amar a Dios y amar a los hombres. Amando a los hombres, amamos a Dios. No se puede separar el amor de Dios del amor del prójimo. Amamos más a Dios cuando más amamos a los otros, y amamos más a los demás, cuando más amamos a Dios. Pero de hace cuánto que no reflexionamos sobre el hecho de ESCUCHAR. Lo primero que no hacemos y deberíamos hacer, a veces, en el día, es escuchar. Es leer, pero escuchando. Me dirás: “bueno, pero, padre, yo estoy escuchando el audio, te estoy escuchando”. Pero te diré que ahora estás oyendo, porque escuchar es otra cosa, es un paso más. No siempre se oye escuchando, ni se escucha oyendo.

Si no escuchamos a Jesús no hay posibilidad de amar a Dios con todas las fuerzas y al prójimo como él desea. La escucha diaria, continua, paciente, perseverante, es la que nos pone en el camino del amor. Si escuchamos a Jesús amaremos, si no escuchamos no amaremos. ¿Vos crees que amás y no escuchás? ¿Vos crees que amás y nos sos capaz de estar un tiempo sentado, escuchando al que decís que amás?

Te propongo que, hoy pienses en estas palabras de Jesús, estos mandamientos, no como un mandato impuesto desde afuera, sino como una promesa que él mismo nos hace, si aprendemos a escuchar. Amarás… Amarás. Si escuchás vas a poder amar, si escuchás, vas a empezar a encontrar motivos para amar, si escuchás a ese que no querés escuchar, lo vas a empezar a conocer y conociéndolo, inevitablemente, algún día lo amarás. La escucha sincera conduce al amor. Es imposible escuchar a Dios y no amarlo. Por eso, te habrá pasado y te estará pasando que la Palabra de Dios te va enamorando, te va atrapando, te va generando una linda “atracción” que te enamora. Si escuchás todos los días la palabra de Dios, cuando menos te des cuenta lo amarás, “con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. Si escuchás mejor y de corazón a tu prójimo, tarde o temprano terminarás amándolo, porque lo conocerás y no se puede no amar algo, que es “imagen y semejanza de Dios”.

Marcos 12, 18-27 – IX Miércoles durante el año

Marcos 12, 18-27 – IX Miércoles durante el año

By administrador on 3 junio, 2020

 

Se acercaron a Jesús unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: «Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.”

Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»

Jesús les dijo: «¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error.»

Palabra del Señor

Comentario

¡Si los católicos leyéramos más la palabra de Dios! ¡Si le dedicáramos tanto tiempo a la palabra de Dios como le dedicamos a las cosas que nos apasionan! Qué distinta sería nuestra vida. Qué distinto sería. Cuánto más amaríamos a Jesús. Mucho de nuestra falta de amor a Dios tiene que ver, concretamente, con no dedicarle el tiempo necesario a conocerlo, todo el tiempo que podríamos, o porque nos hemos quedado con un cristianismo de catecismo doctrinal y, a veces, infantil, y no de encuentro personal con él, especialmente por la oración diaria y sencilla con su Palabra. Tenemos que volver a la Palabra, a la escrita y a la que se transmite en la Iglesia de corazón a corazón, lo que se llama la TRADICIÓN. La de los santos también, la de las personas con sabiduría que viene de Dios. La que proviene de la liturgia, celebrada como la Iglesia quiere.

Decime si es lo mismo empezar el día escuchando la radio, mirando el celular, mirando la computadora, que escuchando el Evangelio del día. Decime. Preguntate con sinceridad. Decime si es lo mismo empezar el día saludando a los tuyos, así nomás que, dándoles un abrazo, en serio, deseándoles que tengan un buen día. ¿Es lo mismo saludar de lejos que abrazar? Decime si es lo mismo empezar el día prendiendo, como te dije, la computadora y conectándote con vos mismo, o intentando conectarte con Dios, como se dice. No es lo mismo ¡Probá! Sé que lo estás probando ahora, pero no le aflojes. No le aflojes. Es cada día. Cuando uno empieza el día escuchando la Palabra de Dios, es como que, de alguna manera, Dios permanece de un modo especial en nosotros. No porque Dios no esté, sino porque somos nosotros los que “le dejamos lugar”. Somos nosotros los que le abrimos las puertas. «Estoy a la puerta y llamo», dice la Palabra de Dios. « Estoy a la puerta y llamo». Jesús está golpeando siempre, la manija está del lado de adentro, nosotros tenemos que abrirla.

Somos nosotros los que empezamos a sentir, de esta manera, así, la presencia de Dios, más “palpable”, más real. Por eso, seguí intentando escuchar la Palabra de Dios cada día, al comenzar el día. Por supuesto que eso no quita que durante el día podamos seguir escuchando a Dios, al contrario, eso nos refuerza, y terminar escuchándolo. Cuántas personas me escriben día a día para decirme: “Padre, desde que escucho la Palabra de Dios, mi vida cambió”. ¡Cuánta! No te imaginás, no te imaginás. Te animo a entrar a la página de Algodelevangelio.org y darte cuenta de tantos testimonios de personas que les ha cambiado la vida.

Algo del evangelio de hoy nos sigue reflejando algunas de las controversias que a Jesús le tocó vivir. A él también lo cuestionaron, ¿o no pensabas eso? También le tocó lidiar con diferentes grupos dentro del judaísmo de su tiempo -como pasa hoy en la Iglesia- entre ellos los fariseos. Ayer y hoy, también, con los saduceos. Es lindo escuchar cómo Jesús, de alguna manera, sale al paso de estos cuestionamientos, de esa fea intención que ellos tenían de querer “hacerle pisar el palito”, que caiga en la trampa, para acusarlo de algo.

Los saduceos no creían en la resurrección y no pretendían creer, que eso es lo peor. Por eso ponen a prueba a Jesús, presentándole este caso que parece “difícil”, pero no para convencerse o cambiar de opinión, sino para acusar a Jesús. No preguntan para aprender, preguntan para acusar. Y Jesús les responde con esta pregunta, que creo que nos puede ayudar a todos: “¿No será que ustedes están equivocados, por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios?” ¿No será que nosotros cuestionamos cosas de Dios y a Dios y a la Iglesia, incluso, porque no comprendemos la Palabra de Dios, porque no comprendemos las Escrituras, porque no nos sentamos a estudiarla, ni a pensarla y analizarla, o aprender de otros? ¿O porque no nos abrimos a lo que Dios nos enseña a través de la sabiduría de la Iglesia? Muchas personas cuestionan, pero no se han puesto a investigar y a pensar.

Creo que esta es la clave del Evangelio de hoy, la cuestión más importante. Más allá de lo que Jesús afirma sobre la resurrección, que Dios es un Dios de vivos, obviamente, no un Dios de muertos. Dios nos creó para la vida y nos dio la oportunidad, con su muerte y resurrección, de poder resucitar algún día y vivir eternamente en un “nuevo cielo y una nueva tierra”, donde resucitaremos y recuperaremos, de algún modo, nuestro cuerpo. Y en este estado, ya no habrá “amores exclusivos”, por decirlo así, ya no habrá “amores posesivos”, que en el fondo no es amor, sino que seremos todos hermanos para siempre. Y por eso, no habrá matrimonios. Esto es una buena noticia para algunos y para otros no tanto, pero es lo que dice la Palabra de Dios. A eso se refiere Jesús.

Esto alguna vez ya lo comentamos cuando hablamos de la resurrección. Pero lo importante hoy me parece que es el fondo de la cuestión. La actitud de los saduceos es muchas veces la nuestra ante las cosas de Dios y de muchas cosas que nos rodean. Vamos con nuestros preconceptos, como se dice, prejuicios, pretendiendo, o sea, pre-entendiendo antes, y pretendiendo que los demás nos respondan lo que, en el fondo de nosotros, queremos escuchar, cuando, en realidad, debería ser al revés. No comprendemos a Jesús porque no lo dejamos hablar o porque lo escuchamos con un “filtro” a nuestra medida. No comprendemos la Palabra de Dios y por eso cuestionamos ¡Cuidado con esa actitud!, ¡Cuidado porque es falta de humildad!

Lo que deberíamos hacer en nuestra vida, nuestra vida de fe, es precisamente lo que te propuse al principio: escuchar la Palabra de Dios. Buscar comprenderla dejándonos ayudar por la Iglesia y preguntarle a Dios lo que nos quiere decir. Preguntar lo que significa cada pasaje de la Escritura para aprender de ella cada día, con mucha humildad. Queriendo aprender lo que Dios nos tiene para decir en cada momento de nuestra vida.

Marcos 12, 13-17 – IX Martes durante el año

Marcos 12, 13-17 – IX Martes durante el año

By administrador on 2 junio, 2020

 

Le enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?»

Pero Él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario.»

Cuando se lo mostraron, preguntó: « ¿De quién es esta figura y esta inscripción?»

Respondieron: «Del César.»

Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.»

Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.

Palabra del Señor

Comentario

No se puede leer la vida de Jesús por partes, no es suficiente, no alcanza con sacar frases lindas del evangelio, interpretarlas a nuestra manera. Hay que animarse a todo, a mucho más, a conocerlo de pies a cabeza, hasta el fondo del corazón. Por eso, te pregunto y me pregunto: ¿Cuántos libros enteros leíste en tu vida? ¿Cuánto tiempo le dedicaste en tu vida a muchas páginas de diarios y revistas, libros y más libros? Seguramente mucho o por ahí no tanto, no importa, en realidad la cantidad que hayas leído. Ni hablar de películas o televisión, series que vemos a veces. Por eso, ahora podemos animarnos a preguntarnos… ¿Leíste alguna vez los evangelios enteros, de corrido, o día en día? ¿Leíste alguna vez todos los evangelios en donde se relata la vida de aquel que decís que amás y que seguís, los leíste? ¿Los escuchaste? ¿Los meditaste?

Es necesario que nos hagamos estas preguntas con sinceridad, porque no se conoce bien a Jesús cuando pretendemos conocerlo por partes, o por comentarios de otros, por más buenos que seamos, a veces, los sacerdotes, o intentemos serlo, o escuchando partes lindas nomás o no escuchando nada, o leyendo frases motivadoras del evangelio, dispersas por ahí, por todas las redes. Es imposible ser cristiano enamorado sin contacto con la Palabra de Dios. Alguna vez te lo dije, pero, por eso, afirmo una vez más, que es necesario escuchar el evangelio, el cometario es accesorio, hay que escuchar el evangelio.

Alguna vez también te dije: Si lees mucho de filosofía, serás filósofo… Si lees mucho de fútbol serás especialista en fútbol… Si te interesa la decoración, aprenderás de decoración, serás experta en decoración… Si escuchás y meditás mucho la Palabra de Dios, cada día, serás experto o experta en Jesús. ¿Hay algo mejor? ¿Hay algo mejor? Serás cristiano en serio. Porque ser cristiano es eso, amar a Jesús con todo el corazón. Lo mismo pasa con nosotros los sacerdotes… o comentamos la palabra de Dios, leyéndola y mostrándola, manifestándola, o nos predicamos a nosotros mismos, o lindas ideas, muy lindas, pero no las de Jesús.

Me acuerdo esa anécdota del padre Hurtado, cuando se acercó un estudiante, un seminarista, a preguntarle: ¿En qué se debía especializar, después de ordenarse sacerdote? ¿En qué carrera? ¿En qué licenciatura? Y san Alberto Hurtado le contestó: “Especialízate en Jesucristo”. No se puede hablar de Jesús, no se puede hablar de Dios, sin dejar que hable él. Tan sencillo como eso. Cuando perdemos el contacto con lo que da sentido a nuestra vida, o con lo que debería darlo, para lo cual nos consagramos nosotros los sacerdotes, somos capaces de hacer y decir cualquier cosa, como seguramente escucharás tantas por ahí. Es fundamental que volvamos a las fuentes, a la raíz de nuestra fe, a lo más profundo, todos, para volver a sentir la frescura del evangelio y encontrarnos con el Jesús que nos quisieron enseñar los que escribieron los evangelios. Hay que animarse a leer el evangelio de Marcos entero, y saborearlo poco a poco. Cuenta la historia que algunos santos se sabían el evangelio de Marcos, casi de memoria de tanto leerlo y meditarlo. Bueno, en la época donde no había tantos medios y cosas que nos hacen perder la memoria. Pero, ¡qué lejos estamos nosotros a veces, de tanto amor!

Algo del evangelio de hoy nos enseña muchas cosas, pero una de ellas es que, claramente Jesús no era tonto, bueno, es muy obvio, ¿no? Fue muy bueno, pero no era tonto, no era un ingenuo. Muchas veces ante los engaños de los otros, nos conviene responder con preguntas como lo hacía él. La manera más fácil de desenmascarar un engaño, una hipocresía y saber qué es lo que realmente busca el otro, es “retrucar”, como se dice, es un juego de acá de Argentina, que se llama “truco”. Si te cantan “truco”, decile “retruco”, si te cantan “retruco”, respondele “quiero vale cuatro”. Jesús no se dejó engañar por los soberbios de este mundo, que querían que pise el palito o la trampa, y se equivoque para acusarlo de algo. Por eso, primero lo adularon un poco, lo adulan en el evangelio de hoy. Si respondía que había que pagar el impuesto, lo iban a acusar de estar a favor del imperio y en contra de su pueblo y de Dios, si respondía que no había que pagarlo, lo iban a acusar de rebelde, de no someterse a la ley. Qué cosa tan actual también para hoy, ¿no? Qué difícil que es diferenciar lo que es de Dios y lo que es de los hombres, lo que es de los que nos gobiernan, y de nosotros, nuestra independencia sana. Por eso, no podía haber mejor respuesta que la de Jesús: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.»

Podría ser algo así también: “Esa moneda que tenés en la mano es del Emperador, está bien, dásela a Él, está bien… es de él, está su cara; pero, el corazón es de Dios, y por eso hay que dárselo a él. En sus corazones está grabada la imagen de Dios, la imagen de Dios está grabada en nuestra alma”. Qué lindo, qué maravilla. Cada cosa en su lugar y no dejarse engañar. Eso es lo que tenemos que hacer. Los cristianos estamos en este mundo, y es lindo el mundo que Dios nos dio, es para agradecer, como decíamos ayer, pero al mismo tiempo no somos de este mundo, somos para otro mundo, no somos para este mundo. Por eso, hay que darle a este mundo, lo que es de este mundo, lo poco que podemos darle, pero a Dios lo que es de él. ¿Qué le corresponde al mundo? Es lo que tenemos que aprender a discernir y distinguir, seguramente muchas cosas, pero jamás el corazón. ¡Cuidado! No le des tu corazón a ningún político, a ningún líder humano. ¿Qué tenemos que darle a Dios? Todo, porque todo es de él.

Especialmente nuestro corazón que es su “imagen y semejanza” ¿Te acordás de la parábola de ayer? La viña es de él, el mundo es de él, todo fue puesto por él y para él, y por eso todos los frutos son para él. Sin embargo, “este mundo” nos hace olvidarnos quién es el verdadero “César”. Con mayúscula, Dios es el verdadero rey de nuestra vida, el que la gobierna. Los reyes de este mundo, los gobernadores de este mundo, pasan y pasan. Los presidentes también. A ellos les gusta que sus nombres queden grabados en diferentes lugares, en monedas, en billetes, calles, monumentos, lugares públicos y tantas cosas más, pero el único que merece ser grabado en nuestro corazón es Dios, el Dios hecho hombre, Jesús. ¿Entendemos esta verdad tan hermosa, tan maravillosa?

La respuesta de Jesús pone las cosas en su lugar, da la verdadera jerarquía a las cosas que nosotros a veces perdemos de vista. Somos de Dios y para Dios, Dios o nada, pero al mismo tiempo debemos en este mundo cumplir las leyes que nos rigen y nos ayudan a vivir en la sociedad buscando el bien común, por supuesto las que no contradicen la ley de Dios. Un buen cristiano es un buen ciudadano. San Pablo recomendaba rezar por los gobernantes, y de alguna manera, someterse a ellos, pero, ¡cuidado! A Dios lo que es de Dios. Un buen hijo de Dios cumple las leyes que se orientan al bien común, pero rechaza las leyes que atentan contra el amor de Dios y sus mandamientos. ¿Más clarito? hay que echare agua.

¿Entendemos? “A Dios lo que es de Dios”. O sea, todo.

Marcos 12, 1-12 – IX lunes durante el año

Marcos 12, 1-12 – IX lunes durante el año

By administrador on 1 junio, 2020

 

Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos:

«Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.

A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías.

De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros.

Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: “Respetarán a mi hijo.” Pero los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra.” Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.

¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.

¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?»

Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, Dios quiera que empieces una linda semana. Dios quiere que empecemos una linda semana. Acordémonos que no hay mejor manera de arrancar el día, de empezarlo, que estar escuchando la palabra de Dios. No a mí, ni a otros, sino la palabra de Dios. Nunca te olvides de eso y nunca te canses de hacerlo.

Después de un tiempo largo, casi tres meses, entre Cuaresma y la Pascua, retomamos lo que llamamos, el tiempo ordinario o el tiempo común o tiempo durante el año de la Iglesia. Así es cómo la Iglesia divide en diferentes modos el tiempo litúrgico, para ayudarnos a compenetrarnos cada vez más en la vida de Jesús. Por eso retomamos la escucha del evangelio de San Marcos. Seguiremos leyéndolo de manera continuada, desde el capítulo 12, y eso nos ayudará a seguir el hilo de lo que este evangelista quiso dejarnos sobre la figura de Jesús, su mirada sobre él, qué pensó y qué supo de él. Cada evangelista nos da su propia mirada del misterio de Jesús según la tradición que recibió de otros. Marcos era discípulo de Pedro, por eso se sabe que su evangelio proviene directamente de los relatos que suponemos y sabemos, mejor dicho, que recibió directamente de él y que fue el primero en escribirse. Es corto, de alguna manera, podríamos decir, sencillo, pero no por eso menos profundo, escueto, sencillito. Nos quiere mostrar a un Jesús muy humano, por decirlo así, lleno de gestos de cercanía, pero, al mismo tiempo, un Jesús sufriente. Un Mesías sufriente, que no le gusta que lo exalten al modo humano, sino que, incluso, no quiere que sepan que era el Mesías. Y será desde su sufrimiento en la cruz donde se manifestará su divinidad. Qué misterio. Desde la cruz un centurión lo proclamará Mesías. Verdaderamente este era el hijo de Dios. Seguramente algo extraño a nuestros oídos, pero nos ayudará. Nos hará muy bien. Por eso, la pregunta de fondo de este evangelio, y que te animo a que te la hagas hoy también, es: ¿Quién es realmente Jesús? ¿Quién es realmente Jesús?

Yendo a Algo del evangelio de hoy, podríamos decir que el fin de la parábola que Jesús le cuenta a los fariseos, a los escribas, es revelar la ignorancia del hombre cuando se cree el dueño de las cosas que, en realidad, son de Dios. Con esto los confronta con su propia historia, con la historia del pueblo de Israel que rechazó los enviados de Dios, pero también con la historia del ser humano, de toda la humanidad. Con nuestra historia también, con la tuya y la mía.

Dios, que nos dio todo, nos ha dado todo, plantó una viña, para que podamos vivir y alimentarnos de ella, o sea, nos dio todo este mundo. La creación maravillosa la “cercó” de alguna manera. Le puso ciertas normas, ciertas reglas que teníamos que respetar. Las normas que nos quieren conducir a vivir la vida entre nosotros en paz: los mandamientos. Nos dejó también “una torre de vigilancia” porque también, de alguna manera, se quedó él, para custodiarnos, no para castigarnos. Como Padre que ama. Y nosotros qué hacemos. Sin querer o queriendo, matamos a los enviados de Dios que vienen a buscar lo que, en realidad, es de él, y no nos damos cuenta de que él se hizo presente en muchísimos momentos de la historia.

Pero, pensemos en nuestra historia, en la personal. También nosotros, a veces, sin querer nos “adueñamos” de las cosas de Dios, de los frutos de esa viña que él nos regaló. Muchas veces no nos damos cuenta y no dejamos que él venga a cosechar lo que es de él. Nada es nuestro. Todo es de él. Nada es de nadie y todo es de todos. Nadie puede decir que es dueño de las cosas y de la creación, solamente un corazón soberbio. Nadie puede adueñarse de las gracias y de los carismas que Dios da.

Todo esto, que parece tan raro, es así; es el plan original de Dios Padre, que el hombre se encargó de destruir lentamente y Jesús vino a reparar. No pensemos que todo lo que nos rodea es “mérito” nuestro, todo lo que hicimos. ¿Quién decide qué es lo que se merece cada uno? En realidad ¿no nos merecemos, de alguna manera, todos lo mismo o en la medida que podemos recibir? Tenemos que aprender a compartir, y a no pensar que las cosas que alcanzamos a tener en la vida son por puro mérito nuestro. ¿Quién puede decir que tiene todo por mérito propio?, ¿Quién puede decir eso? Cuidado con adueñarnos de los regalos que Dios nos dio y los hemos hecho fructificar por nuestro esfuerzo. Es verdad. Cuidado con adueñarnos de las gracias de Dios. Cuidado con adueñarnos de las cosas de este mundo, de la Iglesia, de mi servicio, de mi comunidad, de mi parroquia. ¡Cuidado! Todo es gracia. Todo es don de Dios.

Si no aprendemos a mirar la vida de esa manera; podemos ser como estos hombres, que van matando lentamente a los enviados de Dios, que vienen a buscar a nuestra viña los frutos que le corresponden a él. Si miráramos la historia de la vida así, si miráramos la historia de nuestra propia vida así, con qué gratuidad viviríamos, con qué gratuidad viviríamos cada día…

Que tengamos un buen día. Que tengas un buen día y que puedas vivir así, con gratuidad, con una acción de gracias continua en el corazón, reconociendo que todo es regalo de él.

Marcos 16, 9-15 – Resumen Octava de Pascua

Marcos 16, 9-15 – Resumen Octava de Pascua

By administrador on 18 abril, 2020

 

Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.

Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.

En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado. Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.»

Palabra del Señor

Comentario

Por qué no intentar en este sábado de la octava de Pascua; con la cual terminamos esta gran celebración de este gran día que es el de la Pascua, la Resurrección del Señor, el  “paso” de Nuestro Señor por la muerte para darnos vida; por qué no intentar lo que no hacemos hace tiempo que es hacer una síntesis de los evangelios de esta semana, que son tan ricos y nos pueden ayudar muchísimo  finalmente a vivir la experiencia real y concreta de que Jesús está vivo, en nuestra vida. Porque, en definitiva, de eso se trata ser cristiano: en descubrir la presencia de Dios real y concreta en nuestra vida como una persona a la cual queremos seguir porque nos enamoramos, porque descubrimos su amor. Eso es ser cristiano.” No se empieza a ser cristiano por una idea o por una doctrina; sino se empieza a ser cristiano verdaderamente cuando nos encontramos con una Persona, y cuando esa Persona cambia el rumbo de nuestra vida”; así lo decía en su momento el Papa Benedicto XVI, nos cambia el sentido de nuestra vida.

Como decía san Juan Pablo II: “Cristo nos da todo, no quita nada; no tengan miedo a Cristo, ábranle las puertas de par en par”.

Bueno; en esta semana de Pascua de la Octava, hemos contemplado estos evangelios donde se nos muestra a Jesús que se aparece a sus amigos; a sus discípulos, a las mujeres, y por qué no pensar también en la aparición de Jesús a su madre la Virgen Santísima, que, aunque no está relatada también podemos imaginarla, tal como lo plantea san Ignacio de Loyola.

Es una oportunidad para poder reflejarnos y vernos también cómo en nuestra vida, Jesús de alguna manera se nos apareció, se nos manifestó, aunque siempre de alguna manera “velado”, oculto; por eso tenemos que hacer un esfuerzo, por eso tenemos que abrir las puertas de nuestro corazón.

Y para repasar y ver algunas frases, algunas situaciones de los evangelios de esta semana nos pueden ayudar. Por supuesto que cada uno de nosotros puede tomar el evangelio que más nos gusta, incluso el de hoy; porque algo del evangelio de hoy es como una especie de “resumen” de los evangelios de la semana.

Marcos sintetiza tres apariciones y las hace bien concretas y sencillas; en cambio los otros evangelistas se explayan un poco más.

Entonces utilicemos esta especie de “síntesis” del evangelio de Marcos de hoy, para ver la síntesis de esta semana y quedarnos con una frase, con una situación, con algo que nos ayude a rezar, a emocionarnos, a volver a nuestra Galilea y descubrir aquel momento en el cual nos encontramos con él y ahora por ahí está todo “apagado”; o no, o nos encontramos en esta Pascua con Jesús más plenamente y esto nos impulsa a seguirlocon alegría; o no y estamos en la apatía total…

Pidamos la gracia, pidámosle al Señor poder encontrarlo, pidámosle al Señor como decía el evangelio del lunes: alegrarnos. «Alégrense» —dice Jesús. Pidamos alegrarnos verdaderamente con la presencia de Jesús Resucitado. Y Jesús nos plantea –como el lunes– ir a Galilea; ir a ese lugar original donde lo conocimos alguna vez, donde escuchamos hablar de Él y por ahí nos olvidamos… Pensá en eso, y cómo las mujeres se postraron, se tiraron a sus pies de la emoción.

El martes veíamos cómo Jesús consolaba también a María diciéndole: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Y podríamos dejar que Jesús nos pregunte qué es lo que nos pasa, por qué lloramos, por qué a veces seguimos en la tristeza, por qué nos desanimamos tan fácil. Jesús nos viene a traer alegría y paz. Y aunque a veces conviva con la tristeza; la paz que viene a traer Jesús es una paz que nos da la certeza de su Presencia.

O también como el miércoles, pensar en la presencia de Jesús con los discípulos de Emaús, que los acompaña, aunque ellos no se dan cuenta. Él siempre está a nuestro lado, aunque no lo vemos, siempre dispuesto a explicarnos las Escrituras para que “arda” nuestro corazón y que finalmente se nos manifiesta en la Eucaristía para poder experimentarlo verdaderamente. Y así el jueves veíamos cómo Jesús nos trae la paz: «La paz esté con ustedes»; y al mostrarles sus manos y sus pies, los discípulos se llenaban de alegría y admiración; pero también por otro lado se “resistían” a creer. A veces nos cuesta creer. Pidamos la gracia de creer. Él está, está presente.

Y ayer, viernes, ese gran evangelio de la pesca milagrosa donde Juan pega el grito: “¡Es el Señor!”, y Pedro desaforadamente pero lleno de amor, se tira al mar y recorre cien metros para encontrar a su Señor; toda una prueba de su inmenso amor.

Ojalá tuviéramos ese deseo profundo de que cuando nos dicen “allá está el Señor”, pudiéramos tiranos de cabeza –por decirlo así–, jugarnos la vida, cambiar el rumbo de nuestra vida para transmitir la alegría de Jesús Resucitado.

Ojalá que esta semana de Pascua nos encienda de vuelta en lo profundo de nuestro corazón para decir: “Vale la pena ser cristiano, vale la pena creer en Jesús, vale la pena hablarle a los demás sin miedo de que Jesús está vivo”.

Cómo nos cuesta a veces ¿no?, cómo nos cuesta hablar en nuestros ambientes de Nuestro Señor como alguien concreto, como una Persona a la cual amamos.

Ser cristiano, es seguir a Jesús, ser cristiano es enamorarse de Él y no tener vergüenza de ser testigos de su Resurrección.